¿Conocer para amar o amar para conocer?

3 Febrero 2004
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Dios nos invita a amar. Pero, ¿cómo poner en práctica el amor?

Me he encontrado con gente que antes de ponerse en acción en esto del evangelio se detienen argumentando que no saben, que no están preparados. Yo siempre invito a tirarse a la piscina, a confiar en Él que pondrá las respuestas en la boca. Y a seguir preparándose, abrirse a todo este mundo de amor que el Señor nos a puesto en la Biblia. Nunca nos pedirá por encima de nuestras posibilidades.

Pero claro, cuando uno ama puede que su acción produzca un malestar en la persona amada, porque a veces sólo amamos como a nosotros nos gustaría que nos amasen, desde nuestras experiencias, sin conocera al otro.

Como está escrito en el libro de "El arte de amar" de Erich Fromm:
El anhelo de conocernos a nosotros mismos y de conocer a nuestros semejantes fue expresado en el lema délfico: "Conócete a ti mismo." Tal es la fuente primordial de toda psicología. Pero puesto que deseamos conocer todo el hombre, su más profundo secreto, el conocimiento corriente, el que procede sólo del pensamiento, nunca puede satisfacer dicho deseo. Aunque llegáramos a conocernos muchísimo más, nunca alcanzaríamos el fondo. Seguiríamos siendo un enigma para nosotros mismos, y nuestros semejantes seguirían siéndolo para nosotros. La única forma de alcanzar el conocimiento total consiste en el acto de amar: ese acto trasciende el pensamiento, trasciende las palabras. Es una zambullida temeraria en la experiencia de la unión. Sin embargo, el conocimiento del pensamiento, es decir, el conocimiento psicológico, es una condición necesaria para el pleno conocimiento en el acto de amar. Tengo que conocer a la otra persona y a mí mismo objetivamente, para poder ver su realidad, o, más bien, para dejar de lado las ilusiones, mi imagen irracionalmente deformada de ella. Sólo conociendo objetivamente a un ser humano, puedo conocerlo en su esencia última, en el acto de amar. (Esa afirmación tiene una consecuencia importante para el papel de la psicología en la cultura occidental contemporánea. Si bien la gran popularidad de la psicología indica ciertamente interés en el conocimiento del hombre, también descubre la fundamental falta de amor en las relaciones humanas actuales. El conocimiento psicológico conviértese así en un sustituto de conocimiento pleno del acto de amar, en lugar de ser un paso hacia él.)

El problema de conocer al hombre es paralelo al problema religioso de conocer a Dios. En la teología occidental convecional se intenta conocer a Dios por medio del pensamiento de afirmaciones acerca de Dios. Se supone que puedo conocer a Dios en mi pensamiento. En el misticismo, que es el resultado del monoteísmo [...], se renuncia al intento de conocer a Dios por medio del pensamiento, y se lo reemplaza por la experiencia de la unión con Dios, en la que ya no hay lugar para el conocimiento acerca de Dios, ni tal conocimiento es necesario.

La experiencia de la unión, con el hombre, o desde un punto de vista religioso, con Dios, no es en modo alguno irracional. Por el contrario, y como lo señaló Albert Schweitzer, es la consecuencia del racionalismo, su consecuencia más audaz y radical. Se basa en nuestro conocimiento de las limitaciones fundamentales, y no accidentales, de nuestro conocimiento. Es el conocimiento de que nunca «captaremos» el secreto del hombre y del universo, pero que podemos conocerlos, sin embargo, en el acto de amar. La psicología como ciencia tiene limitaciones, y así como la consecuencia lógica de la teología es el misticismo, así la consecuencia última de la psicología es el amor.
Pero aún así, el corazón me dice que aunque no sepa, no conozca, no debo detener nunca el ímpetu de amor que Dios a puesto en mi persona.

Que el Señor os bendiga.