“Así que ofrezcamos continuamente a Dios, por medio de Jesucristo, un sacrificio de alabanza, es decir, el fruto de los labios que confiesan su nombre. No se olviden de hacer el bien y de compartir con otros lo que tienen, porque esos son los sacrificios que agradan a Dios” (Hebreos 13:15-16)
A diferencia del sistema de sacrificios materiales ofrecidos bajo la Ley de Moisés, los cristianos ofrecen sacrificios espirituales; es decir, la alabanza a Dios que consiste en confesar su nombre y hacer el bien. Ofrecer el fruto de labios no es tanto el cantar alabanzas en la iglesia, sino comunicar a otros y por propia experiencia Quien es Dios, Su voluntad, Su personalidad y Sus propósitos. Dios se complace en que hablemos sobre él.
Por otra parte, hacer el bien y compartir con otros es la expresión del amor que se debe producir y expresar entre los cristianos verdaderos. Estos son los sacrificios que agradan y son requeridos por Dios, sacrificios que surgen en cualquier lugar y en cualquier momento de la vida cotidiana, y, por tanto, es parte de la adoración a Dios en espíritu y verdad.