JUAN PABLO II: LAS CONDICIONES PARA SEGUIR A CRISTO
El Papa sigue profundizando en los desafíos de la vida cristiana
CIUDAD DEL VATICANO, 6 septiembre (ZENIT.org).- «Las condiciones para
recorrer el mismo camino de Jesús son pocas pero fundamentales». Con esta
claridad respondió Juan Pablo II a la pregunta más repetida en la historia
por los millones y millones de personas que han abrazado el cristianismo:
¿cómo se puede seguir a Cristo?
De este modo, el obispo de Roma, durante la audiencia general concedida
este miércoles en la plaza de San Pedro del Vaticano a unos 40 mil
peregrinos, continuó con las serie de meditaciones que está ofreciendo en
este Jubileo sobre la vida cristiana, que --como viene repitiendo-- no es
un sistema ético, o una serie de principios morales, sino un encuentro
personal, único e irrepetible con Cristo.
Borrón y cuenta nueva
Ante todo, explicó, para seguir a Cristo «es necesario dejar detrás de sí
el pasado, borrón y cuenta nueva, una "metánoia" en el sentido profundo del
término: un cambio de mente y de vida. El camino que propone Cristo es
estrecho, exige sacrificio y entrega total de uno mismo: "Si alguno quiere
venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame". Es un
camino que conoce las espinas de las pruebas y las persecuciones: "Si a mí
me han perseguido, también os perseguirán a vosotros". Es un camino que
hace misioneros y testigos de la palabra de Cristo, pero que exige que los
apóstoles no tomen "nada para el camino, fuera de un bastón: ni pan, ni
alforja, ni calderilla en la faja"».
El seguimiento de Jesús, «no es, por tanto, un viaje agradable en un camino
llano», afirmó. «En ocasiones, puede encontrar momentos de desaliento hasta
el punto de que, en una circunstancia, "muchos de sus discípulos se
volvieron atrás y ya no andaban con él", es decir, con Jesús, quien se vio
obligado a interpelar a los doce con una pregunta muy concreta: "¿También
vosotros queréis marcharos?"».
Transformarse en Cristo
«El discípulo --aclaró--, debe, por decirlo así, entrar en Él con todo su
ser, debe "apropiarse" y asimilar toda la realidad de la Encarnación y de
la Redención para encontrarse a sí mismo». Cristo debe entrar en su yo para
liberarle de su egoísmo y del orgullo».
En este sentido, citó a uno de los grandes pensadores del cristianismo de
todos los tiempos, san Ambrosio: «Que pueda entrar en tu alma, Cristo, que
tenga mi morada en tus pensamientos, Jesús, para cerrar todo espacio al
pecado en la sagrada tienda de la virtud».
«La cruz, signo de amor y de entrega total es, por tanto, el emblema del
discípulo llamado a configurarse con el Cristo glorioso», concluyó el Papa.
ZS00090608
El Papa sigue profundizando en los desafíos de la vida cristiana
CIUDAD DEL VATICANO, 6 septiembre (ZENIT.org).- «Las condiciones para
recorrer el mismo camino de Jesús son pocas pero fundamentales». Con esta
claridad respondió Juan Pablo II a la pregunta más repetida en la historia
por los millones y millones de personas que han abrazado el cristianismo:
¿cómo se puede seguir a Cristo?
De este modo, el obispo de Roma, durante la audiencia general concedida
este miércoles en la plaza de San Pedro del Vaticano a unos 40 mil
peregrinos, continuó con las serie de meditaciones que está ofreciendo en
este Jubileo sobre la vida cristiana, que --como viene repitiendo-- no es
un sistema ético, o una serie de principios morales, sino un encuentro
personal, único e irrepetible con Cristo.
Borrón y cuenta nueva
Ante todo, explicó, para seguir a Cristo «es necesario dejar detrás de sí
el pasado, borrón y cuenta nueva, una "metánoia" en el sentido profundo del
término: un cambio de mente y de vida. El camino que propone Cristo es
estrecho, exige sacrificio y entrega total de uno mismo: "Si alguno quiere
venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame". Es un
camino que conoce las espinas de las pruebas y las persecuciones: "Si a mí
me han perseguido, también os perseguirán a vosotros". Es un camino que
hace misioneros y testigos de la palabra de Cristo, pero que exige que los
apóstoles no tomen "nada para el camino, fuera de un bastón: ni pan, ni
alforja, ni calderilla en la faja"».
El seguimiento de Jesús, «no es, por tanto, un viaje agradable en un camino
llano», afirmó. «En ocasiones, puede encontrar momentos de desaliento hasta
el punto de que, en una circunstancia, "muchos de sus discípulos se
volvieron atrás y ya no andaban con él", es decir, con Jesús, quien se vio
obligado a interpelar a los doce con una pregunta muy concreta: "¿También
vosotros queréis marcharos?"».
Transformarse en Cristo
«El discípulo --aclaró--, debe, por decirlo así, entrar en Él con todo su
ser, debe "apropiarse" y asimilar toda la realidad de la Encarnación y de
la Redención para encontrarse a sí mismo». Cristo debe entrar en su yo para
liberarle de su egoísmo y del orgullo».
En este sentido, citó a uno de los grandes pensadores del cristianismo de
todos los tiempos, san Ambrosio: «Que pueda entrar en tu alma, Cristo, que
tenga mi morada en tus pensamientos, Jesús, para cerrar todo espacio al
pecado en la sagrada tienda de la virtud».
«La cruz, signo de amor y de entrega total es, por tanto, el emblema del
discípulo llamado a configurarse con el Cristo glorioso», concluyó el Papa.
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