Se celebra todos los domingos. En algunas congregaciones por la mañana, pues después de un breve intervalo sigue la Escuela Dominical en varias clases para niños, adolescentes y jóvenes, y otra de estudio bíblico para mayores. En otras se realiza a media tarde, pues luego de un tiempo para confraternizar entre los hermanos sigue una reunión para la predicación del evangelio, a la que se invita a vecinos, amigos y familiares inconversos.
En iglesias pequeñas dura una hora y en las más grandes hora y media. Pero el horario siempre es fijo para su comienzo, nunca para su terminación.
Al centro del salón hay una mesa con un blanco mantel. Sobre la misma un plato con un pan entero (con levadura), variando el tamaño del pan según la cantidad de participantes. También una copa de cristal conteniendo vino.
Alrededor de esta mesa se colocan los bancos en cuadro y en varias filas, y de usarse sillas individuales pueden formarse círculos en torno a la mesa. La idea es que el Señor está presente en medio de los congregados a su nombre. Contra las paredes siempre quedan asientos disponibles para que se ubiquen los asistentes que no han de participar, por no estar todavía en comunión (familiares inconversos, los que no han sido aún bautizados y hermanos que se hallan disciplinados).
Los hermanos que van llegando y se acomodan en los asientos lo hacen con reverencia y en el mayor silencio posible. Los hombres permanecen con sus cabezas descubiertas (ninguno mantiene su sombrero puesto por más frío que haya) y las hermanas sí dejan su sombrero puesto, o una mantilla o velo cubriendo su cabeza.
No hay programa establecido. Todos creen que el Espíritu Santo ha de guiar la reunión conforme a su voluntad. No hay ningún hermano designado para nada.
Llegada la hora, es frecuente que algún hermano se levante y guíe a la congregación en una oración encomendando la reunión a la dirección del Espíritu de Dios.
Otra variante igualmente habitual es que alguien anuncie el comienzo de la reunión con el cántico de un himno alusivo a la celebración o de adoración a Dios.
Aunque menos usual, a veces algún hermano inaugura la reunión con una lectura apropiada de la Biblia.
Todos parecen estar de acuerdo con guardar tan poca formalidad y no hacer caso de una liturgia rígida. Cuando se cae en una rutina, se piensa que el Espíritu Santo ha sido contristado y ahora no es Él quien conduce la reunión sino los hermanos.
Yo he participado en reuniones donde de 10 a 16 distintos hermanos han tenido pública intervención, orando, proponiendo cánticos e himnos o leyendo pasajes bíblicos. Todo eso siempre tiene como tema preferencial la persona del Señor Jesucristo y su obra propiciatoria a nuestro favor.
Hacia el final de la reunión, algún hermano cualquiera se levanta y da gracias por el pan en memoria del cuerpo de Cristo (no se lee como en muchos lados la consabida porción de 1Co 11, aunque pueda citarse en la acción de gracias), y tras eso rompe con sus manos el pan en varios trozos de los que cada cual arrancará su porción. Alcanza a un hermano el plato con el pan y se va pasando el plato de mano en mano hasta el último en participar. En iglesias grandes puede haber en la mesa varios platos que con su trozo de pan son distribuidos desde diferentes sitios para facilitar el repartimiento.
Tras esto, otro hermano se levantará y guiará a todos en la acción de gracias por la copa en comunión con la sangre de Jesucristo. También se la alcanzará a un hermano que la pasará a su vecino, bebiendo cada cual un sorbo del vino. En iglesias grandes, todo el contenido del vino permanece en un mismo recipiente sobre la mesa, y tras la oración recién son llenadas varias copas para agilitar su distribución.
Luego de alguna oración o cántico, o quizás seguidamente, algún hermano dará un breve mensaje de exhortación, consolación y edificación para los allí reunidos.
Ya finalizada la reunión, se aprovecha ese último momento en que todos permanecen sentados, para pasar de mano en mano una bolsa en la que cada cual introduce lo que en su casa ha apartado como ofrenda de acuerdo a 1Co 16:1,2.
Es normal que uno de los ancianos de la iglesia se levante a dar los avisos necesarios para mantener a la congregación informada de las actividades y el estado de los hermanos.
Saludos cordiales.
Ricardo.