Policarpo
(Esmirma - hoy día Izmar, Turquía)
Año 168 d.C.
El amable y anciano obispo entró en la arena custodiado por guardias armados. Una violenta turba llenaba los grádenos; y sus gritos inundaban el ambiente. De pronto, desde el cielo una voz le habló al obispo diciendo: "Sé fuerte Policarpo, actúa como el hombre que eres". A pesar de los gritos de la multitud, muchos de los que estaban cerca también escucharon la voz celestial.
Al llegar a la arena, los soldados rápidamente llevaron a Policarpo ante el procónsul romano. Policarpo, el muy conocido obispo de Esmirma, era el último eslabón viviente con los doce apóstoles, ya que había estudiado a los pies de Juan. Tan pronto como la multitud supo que el famoso obispo había sido arrestado, se escuchó un gran grito de celebración.
El procónsul trató de que Policarpo negara a Cristo:
-Jura en nombre de César. No te niegues a hacer tal juramento y te dejaré en libertad. ¡Maldice a Cristo!
El obispo se mantuvo firme.
-Ochenta y seis años hace que sirvo al Señor Jesucristo, y nunca me ha hecho mal alguno. ¿Cómo podré blasfemar en contra de mi Rey, quien me salvó?
El procónsul lo amenazó:
-Si no cambias de parecer, te echaré con las bestias que tengo preparadas,
-Puedes traerlas ahora mismo, pero mi propósito no cambia -respondió Policarpo.
-Si las bestias salvajes no te asustan, entonces mandaré que te quemen en la hoguera -dijo el procónsul.
-Tú me amenazas con un fuego que arderá por una hora y luego se apagará, pero eres ignorante en cuanto al fuego del juicio divino de Dios, reservado para el tormento eterno de los impíos. ¿Por qué te demoras? Adelante con las bestias, o con el fuego, o con lo que desees; no lograrás que niegue a Jesucristo, mi Señor y Salvador.
Cuando el procónsul vio que Policarpo no se iba a retractar, envió un mensajero para que proclamase tres veces desde en medio del estadio:
"Policarpo ha declarado ser cristiano".
Tan pronto escucharon estas palabras, toda la multitud que estaba presente, judíos y gentiles, demandaron furiosamente que fuera quemado vivo. Inmediatamente trajeron madera seca y la amontonaron en el centro de la arena para hacer una hoguera.
Cuando lo iban a clavar a un poste, Policarpo dijo;
-Déjenme así como estoy; Aquel que me da las fuerzas para resistir el fuego, también me ayudara a permanecer quieto en medio de la hoguera.
Los verdugos estuvieron de acuerdo y solo le amarraron las manos con una soga tras sus espaldas.
En su oración final Policarpo dijo:
"Oh Padre, te doy gracias, por haberme llamado a estar aquí en este día, y me has considerado digno de ocupar mi lugar entre los santos mártires. Amén".
Tan pronto como dijo "Amén", los verdugos encendieron el fuego. Las llamas lo cubrieron por completo, pero milagrosamente no se quemó. Aquellos que observaron el espectáculo dijeron: "En medio del fuego, su apariencia no era como la de carne que se quema, sino como el oro y la plata que se purifica en un homo. Y percibimos un aroma tan dulce, como el de un incienso o alguna otra especie aromática de gran precio".
Como el fuego no le hizo daño alguno, ordenaron al verdugo que lo ejecutara con la espada. Y al hacerlo, de la herida fluyó tanta sangre que apagó el fuego.
En el libro de Apocalipsis el Señor instruyó a Juan para que escribiera en un rollo y que lo enviase a las siete iglesias de Asia. He aquí lo que escribió Juan a la iglesia en Esmima.
“No temas en nada lo que vas a padecer. He aquí, el diablo echará a algunos de vosotros en la cárcel, para que seáis probados, y tendréis tribulación por diez días. Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida”.
El apóstol Juan
Torturado y desterrado en el año 97 d.C.
(Apocalipsis 2:10)
(Esmirma - hoy día Izmar, Turquía)
Año 168 d.C.
El amable y anciano obispo entró en la arena custodiado por guardias armados. Una violenta turba llenaba los grádenos; y sus gritos inundaban el ambiente. De pronto, desde el cielo una voz le habló al obispo diciendo: "Sé fuerte Policarpo, actúa como el hombre que eres". A pesar de los gritos de la multitud, muchos de los que estaban cerca también escucharon la voz celestial.
Al llegar a la arena, los soldados rápidamente llevaron a Policarpo ante el procónsul romano. Policarpo, el muy conocido obispo de Esmirma, era el último eslabón viviente con los doce apóstoles, ya que había estudiado a los pies de Juan. Tan pronto como la multitud supo que el famoso obispo había sido arrestado, se escuchó un gran grito de celebración.
El procónsul trató de que Policarpo negara a Cristo:
-Jura en nombre de César. No te niegues a hacer tal juramento y te dejaré en libertad. ¡Maldice a Cristo!
El obispo se mantuvo firme.
-Ochenta y seis años hace que sirvo al Señor Jesucristo, y nunca me ha hecho mal alguno. ¿Cómo podré blasfemar en contra de mi Rey, quien me salvó?
El procónsul lo amenazó:
-Si no cambias de parecer, te echaré con las bestias que tengo preparadas,
-Puedes traerlas ahora mismo, pero mi propósito no cambia -respondió Policarpo.
-Si las bestias salvajes no te asustan, entonces mandaré que te quemen en la hoguera -dijo el procónsul.
-Tú me amenazas con un fuego que arderá por una hora y luego se apagará, pero eres ignorante en cuanto al fuego del juicio divino de Dios, reservado para el tormento eterno de los impíos. ¿Por qué te demoras? Adelante con las bestias, o con el fuego, o con lo que desees; no lograrás que niegue a Jesucristo, mi Señor y Salvador.
Cuando el procónsul vio que Policarpo no se iba a retractar, envió un mensajero para que proclamase tres veces desde en medio del estadio:
"Policarpo ha declarado ser cristiano".
Tan pronto escucharon estas palabras, toda la multitud que estaba presente, judíos y gentiles, demandaron furiosamente que fuera quemado vivo. Inmediatamente trajeron madera seca y la amontonaron en el centro de la arena para hacer una hoguera.
Cuando lo iban a clavar a un poste, Policarpo dijo;
-Déjenme así como estoy; Aquel que me da las fuerzas para resistir el fuego, también me ayudara a permanecer quieto en medio de la hoguera.
Los verdugos estuvieron de acuerdo y solo le amarraron las manos con una soga tras sus espaldas.
En su oración final Policarpo dijo:
"Oh Padre, te doy gracias, por haberme llamado a estar aquí en este día, y me has considerado digno de ocupar mi lugar entre los santos mártires. Amén".
Tan pronto como dijo "Amén", los verdugos encendieron el fuego. Las llamas lo cubrieron por completo, pero milagrosamente no se quemó. Aquellos que observaron el espectáculo dijeron: "En medio del fuego, su apariencia no era como la de carne que se quema, sino como el oro y la plata que se purifica en un homo. Y percibimos un aroma tan dulce, como el de un incienso o alguna otra especie aromática de gran precio".
Como el fuego no le hizo daño alguno, ordenaron al verdugo que lo ejecutara con la espada. Y al hacerlo, de la herida fluyó tanta sangre que apagó el fuego.
En el libro de Apocalipsis el Señor instruyó a Juan para que escribiera en un rollo y que lo enviase a las siete iglesias de Asia. He aquí lo que escribió Juan a la iglesia en Esmima.
“No temas en nada lo que vas a padecer. He aquí, el diablo echará a algunos de vosotros en la cárcel, para que seáis probados, y tendréis tribulación por diez días. Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida”.
El apóstol Juan
Torturado y desterrado en el año 97 d.C.
(Apocalipsis 2:10)