Citas eucarísticas primitivas (2)

12 Mayo 2000
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Aquí va la segunda parte:

Clemente de Alejandría
Probablemente nació en Atenas hacia 150. Recibió formación filosófica antes de su conversión, y cuando se hizo cristiano retuvo mucho de lo aprendido de los filósofos. El cristianismo era para él la verdadera filosofía. Murió hacia 215. Nótese cómo considera simbólicos de la nutrición del alma los dichos de Juan 6.
El Pedagogo, 1, 6
Pues la misma Palabra es fluida y suave como la leche, o sólida y compacta como la carne. Y demorándonos en este enfoque, podemos comparar la proclamación del Evangelio, que está universalmente difundido, como leche; y como carne la fe, por la cual la instrucción se compacta en un fundamento, la cual, siendo más sustancial que el oír, se asemeja a la carne, y aporta al alma misma nutrición de esta clase. En otra parte el Señor, en el Evangelio según Juan, trajo esto mediante símbolos, cuando dijo: “Comed mi carne y bebed mi sangre” [Juan 6:34]; describiendo claramente por metáfora las propiedades bebibles de la fe y la promesa, por medio de la cual la Iglesia, como un ser humano que consta de muchos miembros, se refresca y crece, es ligada y compactada por ambas –por la fe, que es el cuerpo, y la eseranzala cual es el alma.; como también el Señor de la carne y de la sangre. Pues en realidad la sangre de la fe es la esperanza, en la cual la fe es sostenida como por un principio vital. Y cuando expira la esperanza, es como si la sangre se escurriese, y la vitalidad de la fe resulta destruida. Si, pues, alguien se opusiese, diciendo que por leche se signfican las primeras lecciones –como si fuera, el primer alimento- y que por carne se entienden aquellas comprensiones espirituales que ellos alcanzan elevándose al conocimiento, que entiendan que, al decir que la carne es alimento sólido, y la carne y sangre de Jesús, son llevados por su propia sabiduría vana a la verdadera simplicidad. Pues la sangre resulta ser un producto original en el hombre, y algunos se han aventurado a llamarla la sustancia del alma. Y esta sangre, transmutada por un proceso natural de asimilación en el embarazo de la madre ... florece y envejece, para que no haya temor para el niño. La sangre, también, es la parte más húmeda de la carne, siendo una especie de carne líquida; y la leche es la parte más dulce y excelente de la sangre ... ¡Qué absurdo es, entonces, no reconocer que la sangre es convertida por el aliento en aquella blanca y brillante sustancia! El cambio que sufre es en calidad, no en esencia. Ciertamente no hallaréis nada más nutritivo, dulce o blanco que la leche. En todo aspecto, entonces, es como nutrición espiritual, la cual es dulce por la gracia, nutritiva como vida, brillante como el Día de Cristo.
La sangre del Verbo también ha sido exhibida como leche. La leche así provista en el parto, es administrada al bebé ... las mujeres embarazadas, al tornarse madres, secretan leche. Pero el Señor Cristo, el fruto de la Virgen, no pronunció benditas las mamas de las mujeres, ni las seleccionó para dar alimento. ¡Oh mística maravilla! El Padre universal es uno, y uno el Verbo universal; y el Espíritu Santo es uno e igual en todas partes, y una sola es la única madre virgen. Yo amo llamarla la Iglesia. Esta madre, cuando estaba sola, no tenía leche, porque sola no era una mujer. Pero ella es a la vez virgen y madre –pura como una virgen, amante como una madre. Y llamando a sus hijos a ella, los nutre con la leche santa , o sea con la Palabra para la infancia. Por tanto ella no tenía leche; pues la leche era este niño puro y hermoso, el cuerpo de Cristo, el cual nutre por la Palabra a la joven raza, la cual el Señor mismo trajo a luz en espasmos de la carne, la cual el Señor envolvió en su preciosa sangre. ¡Oh, maravilloso nacimiento! ¡Oh santas fajas de bebés! El Verbo es todo para el niño, tanto padre como madre, y tutor y nodriza. “Comed mi carne”, dice, “y bebed mi sangre.” [Juan 6: 53-54]. Tal es el adecuado alimento que el Señor ministra, y Él ofrece su carne y entrega su sangre, y nada falta para el crecimiento de los niños. ¡Oh sorprendente misterio! Nos unimos en expulsar la vieja y carnal corrupción, como también la vieja alimentación, recibiendo a cambio otro nuevo régimen, aquel de Cristo, recibiandole si podemos, para guardarlo en nuestro interior; y que, al guardar al Salvador en nuestras almas como en un santuario, podamos corregir las afecciones de nuestra carne.
Pero no estais inclinados a entenderlo de este modo, sino quizá más generalmente. Oídlo también de la siguiente manera. La carne figurativamente representa para nosotros el Espíritu Santo; pues la carne fue creada por Él. La sangre nos señala a la Palabra, pues como rica sangre ha sido infundida para vida; y la unión de ambas es el Señor, el alimento de los bebés, el Señor que es Espíritu y Verbo. El alimento –esto es, el Señor Jesús – esto es, el Verbo de Dios, el Espíritu hecho carne, es carne celestial santificada. La nutrición es la leche del Padre, por la cual sola nosotros los bebés nos nutrimos. El Verbo mismo, entonces, el Amado, y nuestro alimentador, ha derramado su propia sangre por nosotros, para salvar a la humanidad; y por Él nosotros, creyendo en Dios, huimos hacia el Verbo, “el pecho cariñoso” del Padre. Y Él solo, como corresponde, nos provee a nosotros, niños, con la leche de amor, y solamente son bendecidos los que maman de este pecho.
Además, el Verbo declara ser Él mismo el pan del cielo. “Pues Moisés”, dice, “no os dio el pan del cielo, sino que mi Padre os dio el verdadero pan del cielo. Pues el pan de Dios es Aquel que descendió del cielo, y da vida al mundo. Y el pan que yo daré es mi carne, la cual daré por la vida del mundo.” [Juan 6: 32-33,51]. Aquí ha de notarse el misterio del pan, en la medida en que Él habla de su carne, y como carne, consecuentemente, lo que ha surgido a través del fuego , como el trigo surge a través del decaimiento y la germinación; y, en verdad, ha surgido a través del fuego para el gozo de la Iglesia, como pan horneado... Pero ya que Él dijo “Y el pan que daré es mi carne” y ya que la carne es humedecida con sangre, y la sangre se denomina figurativamente vino, estamos invitados a saber que, como pan, deshecho en una mezcla de vino y agua, atrapa el vino y deja la porción acuosa, así también la carne de Cristo, el pan del cielo, absorbe la sangre; esto es, aquellos de entre los hombres que son celestiales, nutriéndolos para inmortalidad, y dejando para destrucción solamente las concupiscencias de la carne.
Así, de muchas maneras el Verbo es figurativamente descrito, como alimento, y carne, y comida, y pan, y sangre, y leche. El Señor es todos éstos, para darnos disfrute a nosotros que hemos creído en Él. Que nadie piense que es extraño, cuando decimos que la sangre del Señor es figurativamente representada como leche. Pues, ¿no es figurativamente representada como vino? “Quien lava”, se dice, “su vestimenta en vino, su túnica en la sangre de la vid” [Génesis 49: 11]. En su propio Espíritu dice que revestirá el cuerpo del Verbo; como ciertamente por su propio Espíritu nutrirá a quienes tengan hambre del Verbo.
Y que la sangre es el Verbo, es testificado por la sangre de Abel, el justo que intercede con Dios. Pues la sangre nunca hubiese emitido una voz, si no hubiese sido considerada como la Palabra: pues el hombre justo del pasado es el tipo del nuevo justo; y la sangre que antaño intercedía, intercede en el lugar de la nueva sangre. Y la sangre que es el Verbo gime a Dios, ya que anunciaba que el Verbo había de sufrir...
... Porque si hemos sido regenerados en Cristo, Aquel que nos ha regenerado nos nutre con su propia leche, el Verbo... Y como la regeneración era consistentemente espiritual, asimismo la nutrición del hombre es espiritual. En todos los respectos, por tanto, y en todas las cosas, somos llevados a la unión con Cristo, en relación con su sangre, por la cual somos redimidos; y a simpatía, en consecuencia de la nutrición que fluye del Verbo; y en inmortalidad, a través de su guía.
El Pedagogo 2.2
Posteriormente la viña sagrada produjo el racimo profético. Esto fue un signo para ellos, cuando se los llevó de su vagabundeo a su reposo; representando el gran racimo, el Verbo, machacado por nosotros. Pues la sangre de la vid –esto es, el Verbo- deseaba ser mezclada con agua, como su sangre es mexclada con salvación.
Y la sangre del Señor es doble. Pues está la sangre de su carne, por la cual somos redimidos de la corrupción; y la espiritual, por la cual somos ungidos. Y beber la sangre de Jesús es tornarse participante de la inmortalidad del Señor; siendo el Espíritu el principio energético del Verbo, como la sangre lo es de la carne.
Concordantemente, como el vino se mezcla con agua, así es el Espíritu con el hombre. Y la una, la mezcla de vino con agua, nutre para fe; mientras que el otro, el Espíritu, conduce a la inmortalidad.
Y la mezcla de ambos –del agua y del Verbo- es llamada Eucaristía, gracia renombrada y gloriosa; y quienes por fe partricipan de ella son santificados tanto en cuerpo como en alma. Por la mezcla divina, el hombre, la voluntad del Padre la ha compuesto místicamente del Espíritu y del Verbo. Pues en verdad, el espíritu se une al alma, que es inspirada por él; y la carne, por razón de la cual el Verbo se hizo carne, al Verbo.
Stromata (Misceláneas) 10
Por lo cual el Salvador, tomando el pan, primero habló y bendijo. Entonces partiendo el pan, lo presentó, para que pudiésemos comerlo, conforme a la razón, y que conociendo las Escrituras pudiésemos caminar obedientemente.
Tertuliano
Tertuliano de Cartago (c. 160-c. 220) fue un prolífico autor. Hacia el fin de su vida adoptó el montanismo. En sus escritos hay algunas alusiones a la Eucaristía, a la que llama “sacramento”, equivalente latino del griego “mysterion.” Nótese el paralelo entre la nutrición del cuerpo y la del alma, que nos recuerda a lo ya dicho por Justino. El pan que representa a Cristo debe entenderse en sentido espiritual.

Sobre la Corona, 3
Tomamos también, en las congregaciones antes del amanecer, y de la mano de nadie sino de los presidentes, el sacramento de la Eucaristía, el cual el Señor tanto mandó que fuese comido a la hora de las comidas, y dispuso que fuese tomado por todos por igual.
Sobre la resurrección de la carne, 8
Y ya que el alma es, como consecuencia de su salvación, escogida al servicio de Dios, es la carne la que en realidad la torna capaz de tal servicio. La carne, ciertamente, es lavada, para que el alma pueda ser limpiada; la carne es ungida, para que el alma pueda ser consagrada; la carne es señalada (con la cruz) para que el alma pueda ser fortificada; la carne es cubierta con la imposición de manos, para que el alma pueda también ser iluminada por el Espíritu; la carne se alimenta del cuerpo y la sangre de Cristo, para que el alma del mismo modo pueda cebarse en Dios. No pueden separarse en su recompensa, cuando están unidas en su servicio.
Sobre la Oración, 6
... podemos más bien entender “Danos hoy el pan nuestro de cada día” espiritualmente. Pues Cristo es nuestro pan; porque Cristo es vida, y el pan es vida. “Yo soy”, dice Él, “el pan de vida” [Juan 6:35]; y , un poco antes, “El Pan es la Palabra del Dios viviente, quien descendió de los cielos.” Entonces hallamos, también, que su Cuerpo es reconocido en el pan: “esto es mi cuerpo” [Mateo 26:26]. Y así, al pedir “nuestro pan diario” pedimos perpetuidad en Cristo, e indivisibilidad de su cuerpo. Pero debido a que aquella palabra admite también un sentido carnal, no puede ser empleada así sin el recuerdo religioso con disciplina espiritual; pues [el Señor] manda que se ore por el pan, el cual es el único alimento necesario para los creyentes.
Sobre la Oración, 19
Similarmente, también, respecto de los días de Estaciones [¿ayunos?] la mayoría piensa que ellos no deben estar presentes en las oraciones sacrificiales, sobre la base de que la Estación puede interrumpirse por la recepción del Cuerpo del Señor. ¿Es entonces que la Eucaristía cancela un servicio dedicado a Dios, o es que lo une más a Dios?¿No será tu Estación más solemne si junto con ella has estado en el altar de Dios? Cuando el Cuerpo del Señor ha sido recibido y reservado, cada punto está asegurado, tanto la participación en el sacrificio como el cumplimiento del deber.

Hipólito de Roma
Hipólito (c.170-235) fue el último gran escritor romano en escribir en griego. Muchas de sus obras se han perdido, pero en el tema que nos ocupa revisten interés algunas partes de “La Tradición Apostólica”, obra cuyo contenido es esencialmente litúrgico. Ya que escribió en Roma, resulta de particular interés su referencia eucarística a los “símbolos” que “representan” el cuerpo y la sangre del Señor.

La tradición apostólica
4. Cuando se haya convertido en obispo, que todos le ofrezcan el beso de paz, saludándolo porque él se dignificó. Que los diáconos le presenten la oblación y que él, imponiendo las manos sobre ella con todo el presbiterio, diga, dando gracias: “El Señor sea con vosotros”. Y que todos digan: “Y con tu espíritu.” “Elevad vuestros corazones.” “Ya los tenemos levantados hacia el Señor.” “Demos gracias al Señor.” “Este es digno y justo.”
Y que continúe entonces así:
Nosotros te damos gracias, oh Dios, por tu Hijo bienamado, Jesucristo, que nos enviaste en estos últimos tiempos como salvador, redentor y mensajero de tu designio. El es tu Verbo inseparable, por quien has creado todo, el cual, en tu beneplácito, enviaste desde el cielo en el seno de una virgen y, habiendo sido concebido, se encarnó y se manifestó como tu Hijo, nacido del Espíritu Santo y de la Virgen.
El fue quien, cumpliendo tu voluntad y adquiriendo un pueblo santo, extendió las manos para liberar del sufrimiento a quienes tienen confianza en ti.
Mientras él ofrendaba su sufrimiento voluntario a fin de destruir la muerte y romper las cadenas del diablo, para hollar con sus pies el infierno, para conducir a los justos a la luz, para fijar las reglas de la fe y manifestar la resurrección, tomando el pan te agradecía, diciendo: “Tomad, comed, este es mi cuerpo que he partido por vosotros”; y del mismo modo el cáliz, diciendo: “Esta es mi sangre que se ha vertido por vosotros. Cuando hacéis esto, hacedlo en mi memoria.”
Recordando, entonces, su muerte y su resurrección, nosotros te ofrecemos este pan y este cáliz, dándote las gracias por habernos juzgado dignos de estar ante ti y servirte como sacerdotes.
Y te pedimos que envíes tu Espíritu Santo sobre la oblación de la santa Iglesia. Reuniéndolos, da a todos el derecho de participar en tus santos misterios para estar henchidos del Espíritu Santo, para la afirmación de su fe en la verdad, a fin de que te alabemos y glorifiquemos por tu Hijo Jesucristo, que tiene tu gloria y tu honor con el Espíritu Santo en tu santa Iglesia, ahora y por los siglos. Amén.
21.
... Entonces será presentada la oblación al obispo y él dará gracias sobre el pan porque es el símbolo del cuerpo de Cristo; sobre el cáliz de vino mezclado, porque es la imagen de la sangre que se derramó por todos los que creen en él; sobre la leche y la miel mezcladas, indicando la promesa hecha a nuestros padres, al hablarles de la tierra donde abundan la leche y la miel, por cuyo cumplimiento Cristo dio su carne, de la cual, como niños pequeños, se alimentan los creyentes; sobre el agua presentada en ofrenda para significar el baño, a fin de que el alma del hombre obtenga los mismos efectos que el cuerpo.
Todas estas cosas el obispo las explicará a los que reciben la comunión. Cuando parte el pan, al presentar cada trozo, dir{a: “El pan del cielo en Cristo Jesús” y el que recibe responderá: “Amén.”
... si es necesario recordar alguna otra cosa, el obispo lo dirá bajo el [sello del] secreto a los que recibieron la Eucaristía. Los infieles no deben tener conocimiento de todo esto. Sólo podrán tenerlo después de recibir la Eucaristía. Esta es la piedra blanca de la que Juan dijo: “Un nombre nuevo está escrito allí, que nadie lo conozca a excepción de aquél que recibirá la piedra” [Apocalipsis 2:7].
41.
El que estuviere en su casa, que ore y alabe a Dios en la hora tercera. El que en ese momento estuviera en otra parte, que eleve una plegaria a Dios en su propio corazón, ya que en esa hora se vio a Cristo atado al madero. También en el Antiguo Testamento, la Ley prescribió ofrecer y presentar el pan de la proposición en la hora tercera, como símbolo del cuerpo y de la sangre de Cristo: la inmolación del irracional cordero es la representación del cordero perfecto. Siendo Cristo el Pastor, es también el maná que descendió del cielo.

Orígenes
Orígenes (185-254) fue uno de los más grandes eruditos de la antigüedad cristiana. Nació en Alejandría y fue discípulo de Clemente, a quien sucedió. Escribió muchísimo, pero gran parte de su obra se ha perdido. Su punto de vista espiritual acerca de la Eucaristía puede deducirse de las obras remanentes.
Contra Celso 8,57
Celso supone que los hombres “cumplen con las obligaciones de la vida hasta que son liberados de sus ligaduras” cuando, de acuerdo con costumbres comúnmente recibidas, ofrecen sacrificios a cada uno de los dioses reconocidos en el estado; y no percibe el verdadero deber que es cumplido por una diligente piedad. Porque nosotros decimos que cumple verdaderamente con los deberes de la vida el que siempre tiene presente quién es su Creador, y qué cosas le son agradables, y quien actúa en todas las cosas de modo que pueda complacer a Dios. De nuevo, Celso quiere que seamos agradecidos con estos demonios, imaginándose que les debemos ofrendas de agradecimiento. Pero nosotros, si bien reconocemos la obligación del agradecimiento, sostenemos que no mostramos ingratitud al rehusar darle gracias a seres que ningún bien nos hacen, sino que más bien están contra nosotros cuando ni les sacrificamos ni les adoramos. Estamos mucho más preocupados por no ser desagradecidos para con Dios, quien nos ha colmado con sus beneficios, cuya hechura somos, quien nos cuida en cualquier condición que nos hallemos, y quien nos ha dado esperanza de cosas más allá de la vida presente. Y tenemos un símbolo de gratitud a Dios en el pan que llamamos la Eucaristía.
Orígenes
Homilías sobre Éxodo 13,3:
Deseo amonestaros con ejemplos de vuestra religión. Vosotros que estáis acostumbrados a participar en los divinos misterios, cuando recibís el cuerpo del Señor, reverente y minuciosamente guardáis que ninguna partícula caiga al suelo y que nada del don consagrado se pierda. Porque os consideráis culpables, y con razón, si cualquier parte de él se perdiese por negligencia. Pero si observáis tal cuidado en guardar su cuerpo, y apropiadamente, ¿cómo es que pensáis que descuidar la Palabra de Dios sea un crimen menos grave que descuidar su cuerpo?
Comentario sobre el Evangelio de Juan
6,35
Si investigamos más en la significación de que Jesús fuese señalado por Juan, cuando dice: “Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”, podemos situarnos en la economía del advenimiento corporal del Hijo de Dios en vida humana, y en tal caso concebiremos que el cordero no es sino el hombre. Pues el hombre “fue llevado como una oveja al matadero, y como un cordero, mudo ante sus trasquiladores.” De aquí, también, que en el Apocalipsis se ve un cordero, de pie como inmolado. Este cordero inmolado ha sido hecho, según ciertas ocultas razones, una purificación para el mundo entero. por la cual, conforme al amor del Padre por el hombre, él se sometió a la muerte, redimiéndonos por su propia sangre de aquél que nos tenía en su poder, vendidos bajo el pecado. Y aquél que llevó a este cordero al matadero fue Dios en el hombre, el gran Sumo Sacerdote, como lo muestra por las palabras: “Nadie me quita mi vida, sino que la entrego por mí mismo. Tengo poder para entregarla, y tengo poder para volverla a tomar.”
10,13
Hasta qué punto haya cualquier pascua y cualquier fiesta de levadura además de las dos que hemos mencionado, es un punto que debemos examinar más cuidadosamente, ya que estas sirven como un modelo y una sombra de las celestiales de las cuales hablamos, y no solamente tales cosas como comida y bebida y lunas nuevas y sábados, sino también los festivales, son una sombra de las cosas por venir. En primer lugar, cuando el Apóstol dice, “Cristo, nuestra pascua, es sacrificado” , uno puede albergar al respecto dudas como éstas. Si la oveja de los judíos aes un tipo del sacrificio de Cristo, entonces debiera haber sido ofrecida [solamente] una y no una multitud, ya que Cristo es uno; o, si muchas ovejas fueron ofrecidas se ha de seguir el tipo, como si muchos Cristos fuesen sacrificados. Pero para no demorarnos en esto, podemos preguntar cómo la oveja, que era la víctima, contiene una imagen de Cristo, cuando era sacrificada por hombres que estaban cumpliendo la Ley, pero Cristo fue muerto por transgresores de la Ley, y qué aplicación puede hallarse en Cristo de la instrucción, “Comerán la carne esta noche, asada al fuego, y pan ázimo en hierbas amargas comerán”, y “No lo comas crudo, ni hervido, sino asado al fuego; la cabeza con los pies y las entrañas; y no dejarás nada aparte para la mañana, y no le quebrarás ningún hueso. Pero lo que sobre hasta la mañana lo quemarás.” La frase “No le quebrarás ningún hueso” parece haber sido empleada por Juan en su Evangelio, como aplicada a los acontecimientos concernientes a cristo, y conectándolos con la ocasión hablada en la Ley cuando quienes comían la oveja son llamados a no quebrarle ningún hueso.
Traemos a la mente las palabras, “Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”, pues se dice de la pascua, “Lo tomarás de los corderos o de las cabras.” El Evangelista aquí concuerda con Pablo, y ambos están involucrados en las dificultades de las que hablábamos más arriba. Pero por otra parte tenemos que decir que si el Verbo se hizo carne, y el Señor dice, “A menos que comáis la carne del Hijo del hombre, y bebáis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré en el día postrero. Pues mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí, y yo en él” – entonces la carne de la que así se habla es aquella del Cordero que quita el pecado del mundo; y esta es la sangre, parte de la cual había de colocarse en las jambas, y en los dinteles de las casas, en las cuales comemos la pascua. De la carne de este Cordero es necesario que comamos en el mundo, el cual es noche, y la carne ha de ser asada al fuego, y comida con pan ázimo, pues el Verbo de Dios no es solamente carne. El dice, en efecto, de sí mismo “Yo soy el pan de vida” ... No debemos pasar por alto, empero, que por un uso amplio de las palabras, cualquier comida es llamada pan ... Me lleva a esta observación el dicho de Juan, “Y el pan que daré es mi carne, por la vida del mundo.” De nuevo, comemos la carne del Cordero, con hierbas amargas, y pan ázimo, cuando nos arrepentimos de nuestros pecados y nos lamentamos con la pena que es según Dios, un arrepentimiento que opera para nuestra salvación, y del cual no debemos arrepentirnos; o cuando, a causa de nuestras pruebas, nos volvemos hacia las especulaciones que resultan ser aquellas de la verdad, y somos nutridos por ellas. No hemos, sin embargo, de comer la carne del Cordero cruda, como lo hacen quienes son esclavos de la letra, como animales irracionales, y aquellos que están enfurecidos contra hombres verdaderamente razonables, porque éstos desean entender las cosas espirituales; en verdad [aquéllos] comparten la naturaleza de las bestias salvajes. Sino que debemos esforzarnos en convertir la crudeza de la Escritura en alimento bien cocido, no permitiendo que lo escrito se torne fláccido, y húmedo, y magro, como aquéllos que tienen oídos con comezón, y apartan sus oídos de la verdad. Sino que seamos de espíritu ferviente y nos aferremos a las fieras palabras dadas a nosotros por Dios, como las que Jeremías recibió de Aquel que le habló: “He aquí, he hecho mis palabras en tu boca como fuego” , y veamos que la carne del Cordero esté bien cocida, de modo que aquellos que participan de ella puedan decir, mientras Cristo habla en nosotros: “Nuestro corazón ardía en el camino, mientras nos abría las Escrituras.”
... Pero en este comer, debemos comenzar por la cabeza, es decir, en las doctrinas principales y más esenciales acerca de las cosas celestiales, y debemos terminar con los pies, las últimas ramas del conocimiento que investigan la naturaleza última de las cosas, o acerca de cosas más materiales, o acerca de cosas bajo la tierra, o acerca de espíritus malvados o demonios inmundos. Pues puede ser que la relación de estas cosas no sea obvia, como ellas mismas, sino que está dispuesta entre los misterios de la Escritura, de tal modo que puede llamarse, trópicamente, los pies del Cordero. Tampoco debemos dejar de tratar con las entrañas, que están dentro y escondidas de nosotros; debemos acercarnos al conjunto de la Escritura como a un cuerpo, no debemos lacerar ni irrumpir a través de las fuertes y bien entretejidas conexiones que existen en la armonía de toda su composición, como aquéllos que laceran, en la medida que pueden, la unidad del Espíritu que está en todas las Escrituras. Pero esta antedicha profecía del Cordero ha de ser nuestra nutrición solamente durante la noche de esta oscrura vida nuestra; lo que viene después de esta vida es, como si fuera, el amanecer del día, y ¿por qué habríamos de dejar para entonces la comida que solamente puede sernos útil ahora? Pero cuando la noche haya pasado, y el día que la sigue esté a la mano, entonces tendremos para comer un pan que no tiene nada que ver con el pan leudado del antiguo e inferior estado de cosas, sino que es ázimo, y que nos servirá hasta que aquello que viene después del pan ázimo nos sea dado, el maná, el cual es alimento de ángeles más que de hombres.
Cada uno de nosotros, pues, puede sacrificar su cordero en cada casa de nuestros padres, y mientras uno quebranta la ley, no sacrificando en absoluto el cordero, otro puede guardar enteramente el mandamiento, ofreciendo su sacrificio, y cociéndolo correctamente, y evitando quebrarle ningún hueso. Esta es, brevemente, la interpretación de la Pascua sacrificada por nosotros, la cual es Cristo, en conformidad con la interpretación adoptada por los Apóstoles, y con el Cordero en el Evangelio. Pues no debemos suponer que las cosas históricas son tipos de cosas históricas, y las cosas materiales de lo material, sino que las cosas materiales son t´picas de cosas espirituales, y las cosas históricas de la [cosas] intelectuales. No es necesario que nuestro discurso ascienda ahora a aquella tercera pascua que ha de ser celebrada con miríadas de ángeles en el éxodo perfectísimo y más bendito; ya hemos hablado de estas cosas con mayor extensión de la que el pasaje exige.
Comentario sobre Mateo, Libro 10, 14
... como no es la carne, sino la conciencia de aquel que come con duda lo cual mancilla al que come, pues “quien duda es condenado si come, pues no come con fe”, y como nada es puro para quien está mancillado e incrédulo, no en sí mismo, sino que a causa de su mancilla e incredulidad, así lo que es santificado a través de la palabra de Dios y la oración no santifica a quien lo usa por su propia naturaleza, pues de ser así santificaría aun a aquél que come indignamente del pan del Señor, y nadie por esta causa se tornaría débil o enfermo o dormiría pues algo por el estilo representó Pablo al decir, “Por esta causa muchos de entre vosotros estáis débiles y enfermos y no pocos duermen.” Y en el caso del pan del Señor, consecuentemente, hay ventaja para quien lo emplea cuando con mente impoluta y conciencia pura participa del pan. Y de este modo, ni por no comer quiero decir que por el mismo hecho de que no comemos del pan que ha sido santificado por la palabra de Dios y la oración, somos privados de nada bueno, ni que por comer somos mejores en algo bueno; pues la causa de nuestra carencia es la impiedad y los pecados, y la causa de nuestra abundancia es la rectitud y las buenas acciones; así que tal es el significado de lo dicho por Pablo: “No somos mejores si comemos, ni somos peores si no comemos.” Ahora, si “todo lo que entra a la boca va al estómago y es arrojado en la letrina” aún la comida que ha sido santificada a través de la palabra de Dios y la oración, en conformidad con el hecho de que es material, va al estómago y es arrojado en la letrina, pero por causa de la oración que viene sobre ella, conforme a la medida de la fe, deviene un beneficio y es un medio de ver claramente para la mente que busca lo que es beneficioso, y no es la materia del pan sino
la palabra que se dice sobre ella lo que aprovecha al que come no indignamente del Señor. Y estas cosas ciertamente son dichas del cuerpo típico y simbólico. Pero muchas cosas podrían decirse acerca del Verbo mismo que se hizo carne, y verdadera comida de la cual el que come vivirá seguramente por siempre, no siendo capaz de comer de ella ninguna persona indigna; pues si fuese posible para uno que continúa indigno comer de Aquel que se hizo carne, quien era el Verbo y el pan viviente, no se habría escrito que “todo el que come de este pan vivirá para siempre.”

Comentario sobre Mateo serie 85

Este pan que el Verbo de Dios dice ser su cuerpo, es la Palabra que alimenta las almas, el Verbo que procede de Verbo Dios; es pan celestial, que está colocado encima de la mesa, del cual está escrito : “Tú pones ante mí una mesa, enfrente de mis enemigos” [Salmo 22:5]. Y esa bebdida que el Verbo Dios dice ser su sangre, es la Palabra que sacia e inebria los corazones de los que beben; de la bebdida de este cáliz está escrito: ¡Qué bueno es tu embriagador cáliz! ... El Verbo Dios no llamó cuerpo suyo a aquel pan visible que tenía en sus manos, sino a la Palabra, en cuyo misterio debía romperse el pan. No llamó su sangre a aquella bebida visible, sino a la Palabra, en cuyo misterio se serviría esta bebida. Porque ¿qué otra cosa puede ser el cuerpo o la sangre del Verbo Dios sino la palabra que alimenta y alegra los corazones?
(Citado por J. Quasten, Patrología. Madrid: BAC, 1978; 1: 397)
Cipriano de Cartago
Este maestro de retórica nacido c. 200, se convirtió al Evangelio en 246 y poco después fue elegido como obispo. Aunque sus escritos contribuyeron a concebir la Eucaristía como un nuevo sacrificio, un examen de los textos relevantes muestran que eso se debió a una mala comprensión de ellos.
La oración del Señor, 18
Como la plegaria prosigue, pedimos y decimos: “Danos hoy nuestro pan de cada día.” Esto puede entenderse tanto espiritual como simplemente, pues cada entendimiento es provechoso en la utilidad divina para salvación. Pues Cristo es el pan de vida y el pan aqupi es de todos, pero es nuestro. Y como decimos “Padre nuestro”, porque Él es el Padre de quienes entienden y creenm también decimos “pan nuestro” porque Cristo es el pan de aquellos de nosotros que alcanzan su cuerpo. Más aún, pedimos que este pan se nos dé cotidianamente, no sea que nosotros, que estamos en Cristo y recibimos la Eucaristía diariamente como alimento de salvación, con la intervencióm de algún pecado más grave, mientras somos expulsados y como no comunicantes somos privados del pan celestial, seamos separados del cuerpo de Cristo como Él mismo declara, diciendo, “Yo soy el pan de vida que descendió del cielo. Quienquiera que coma de mi pan vivirá por siempre. Además, el pan que daré es mi carne por la vida del mundo.” Ya que dice que, si alguien come de su pan, vive para siempre, como es manifiesto que viven quienes alcanzan su cuerpo y reciben la Eucaristía por derecho de comunión, así por otra parte debemos temer y orar, no sea que cualquiera, cuando es cortado y separado del cuerpo de Cristo, permanezca separado de la salvación, como Él mismo amenaza, diciendo: “A menos que comáis la carne del Hijo del hombre y bebáis su sangre, no tendréis vida en vosotros.” Y así, pedimos que nuestro pan, el cual es Cristo, nos sea dado cotidianamente, de modo que nosotros, que permanecemos en Cristo, no nos alejemos su santificación y cuerpo.

Epistola 62 (Oxford 63) año 253
Carta a Cecilio, sobre el sacramento de la copa del Señor

2. Sabe, entonces, que he sido advertido que, al ofrecer la copa, la tradición del Señor debe ser observada, y que nada debe ser hecho por nosotros sino lo que el Señor hizo primero en nuestro beneficio, como que la copa que se ofrece en memoria de Él debe ofrecerse mezclada con vino. Pues cuando Cristo dice, “Yo soy la vid verdadera”, la sangre de Cristo ciertamente no es agua, sino vino; ni tampoco puede parecer su sangre por la cual somos redimidos y resucitados estar en la copa, si en la copa no hay vino por la cual se demuestre la sangre de Cristo, la cual es declarada por el sacramento y testimonio de todas las Escrituras.

4 ... Pues, ¿quién es más sacerdote del Dios Altísimo que nuestro Señor Jesucristo, quien ofreció un sacrificio a Dios el Padre, y ofreció exactamente la misma cosa que Melkisedek había ofrecido, esto es, pan y vino, es decir, su cuerpo y sangre? ... En el Génesis, por tanto, para que la bendición hacia Abraham por Melkisedek el sacerdote pudiese ser adecuadamente celebrada, precede la figura del sacrificio de Cristo, a saber, como [estaba] ordenada en pan y vino, y así Aquél que es la plenitud de la verdad cumplió la verdad de la imagen prefigurada.

7. En Isaías también el Espíritu Santo testifica esto mismo concerniente a la pasión del Señr, diciendo, “¿Por qué es rojo tu vestido, y tus ropas son como las del que ha pisado un lagar?” Isaías 63:2] ¿Puede el agua tornar rojos los vestidos? ¿O hay agua en el lagar que es hollado por los pies, o comprimido por la prensa? Ciertamente, por tanto, se hace mención del vino, para que pueda entenderse la sangre del Señor, y para que lo que posteriormente fue manifestado en la copa del Señor pueda ser predicho por los profetas que lo anunciaron. Se insiste también repetidamente en el pisoteo y la presión del lagar, porque como no puede lograrse beber el vino a menos que antes el racimo sea pisoteado y exprimido, del mismo modo tampoco nosotros podríamos beber la sangre de Cristo a menos que Cristo hubiese sido primero pisoteado y exprimido , y hubiese primero bebido de la copa de la cual también da de beber a los creyentes.

9 ... [El Señor enseñó] con el ejemplo de su propia autoridad que la copa había de mezclarse con la unión de agua y vino. Pues al tomar la copa en la víspera de su pasión, la bendijo y se la dio a sus discípulos, diciendo: “Bebed todos de esto; porque esta es mi sangre del Nuevo Testamento, la cual será derramada por muchos, para la remisión de pecados. Os digo que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid, hasta aquel día en que lo beba nuevo con vosotros en el reino de mi Padre.” En esta porción hallamos que la copa que el Señor ofreció estaba mezclada, y que era vino aquello que llamó su sangre. De lo cual se nota que no se ofrece la sangre de Cristo si no hay vino en la copa, ni se celebra el sacrificio del Señor con una consagración legítima a menos que nuestra oblación y sacrificio respondan a su pasión. ¿Pero cómo habremos de beber el nuevo vino del fruto de la vid con Cristo en el reino de su Padre, si en el sacrificio de Dios el Padre y de Cristo no ofrecemos vino, ni mezclamos la copa del Señor conforme a la propia tradición del Señor?

10. [Cita 1 Corintios 11: 23-26]. Pero si es tanto mandado por el Señor, y también la misma cosa es confirmada y entregada por su apóstol, que tantas veces bebemos, hacemos en recuerdo del Señor lo mismo que el Señor también hizo; y que al mezclar la copa del Señor de la misma manera no nos apartamos de la enseñanza divina; sino que no debemos apartarnos de los preceptos evangélicos, y que los discípulos deben también observar y hacer las mismas cosas que el Maestro tanto enseñó como hizo.
...

11. Ya que, entonces, ni el apóstol mismo ni un ángel del cielo puede predicar nada diferente de lo que Cristo ha una vez enseñado y sus apóstoles han anunciado, me pregunto mucho de dónde se originó esta práctica que, contrariamente a la disciplina evangélica y apostólica, ofrece en algunos lugares agua en la copa del Señor, la cual agua no puede por sí misma expresar la sangre de Cristo. El Espíritu Santo no está silencioso en los Salmos acerca del sacramento de esto, cuando menciona la copa del Señor, y dice: “!Esta copa embriagadora, cuán excelente es!” Ahora, la copa que embriaga es ciertamente mezclada con vino, pues el agua no puede embriagar a nadie. Y la copa del Señor embriaga de tal manera, como Noé se embriagó bebiendo vino, en el Génesis. Pero debido a que la intoxicación de la copa del Señor no es como la intoxicación con el vino del mundo, ya que el Espíritu Santo dijo en el Salmo, “Tu copa embriagadora”, añadió, “Cuán excelente es”, porque sin duda la copa del Señor embriaga de tal modo a los que la beben, que los pone sobrios; que restaura en sus mentes la sabiduría espiritual; que cada uno se recupera del sabor del mundo al entendimiento de Dios; y del mismo modo que, por el vino común la mente se disuelve, y el alma se relaja, y toda tristeza es dejada de lado, así, cuando la sangre del Señor y la copa de salvación ha sido bebida, la memoria del viejo hombre es dejada de lado, y surge un olvido de la anterior conducta mundana, y el acongojado y triste pecho que era oprimido por los atormentadores pecados es alivianado por el gozo de la divina misericordia; porque solamente es capaz de regocijarse quien bebe en la Iglesia la cual, cuando está embriagada, retiene la verdad del Señor.
13. Pues porque Cristo nos cargó a todos, en que cargó también con nuestros pecados, vemos que en el agua se entiende el pueblo, pero en el vino la sangre de Cristo. Pero cuando el agua se mezcla en la copa con vino, el pueblo es hecho uno con Cristo, y la asmablea de creyentes es asociada y reunida con El en quien ella cree; la cual asociación y conjunción de agua y vino está tan mezclada en la copa del Señor, que aquella mezcla no puede ser ya separada jamás. De aquí, más aún, que nada puede separar a la Iglesia –esto es, el pueblo establecido en la Iglesia, fiel y firmemente perseverantes en lo que han creído- de Cristo, en un modo tal que impidiese su amor indiviso de permanecer y adherirse. Así, por tanto, al consagrar la copa del Señor no puede ofrecerse agua sola, como tampoco solamente vino. Pues si alguien ofreciese sólo vino, la sangre de Cristo está disociada de nosotros; pero si el agua estuviese sola, el pueblo está disociado de Cristo; pero cuando ambos están mezclados, y se unen entre sí con un estrecho vínculo, se completa un sacramento espiritual y celestial. Así la copa del Señor no es ciertamente agua sola, ni vino solo, a menos que cada uno se mezcle con el otro; del mismo modo en que, por otra parte, el cuerpo del Señor no puede ser harina sola o agua sola, si ambas no se unen y se compactan en la masa de un pan; en el cual mismísimo sacramento nuestro pueblo demuestra ser uno, de forma que de modo similar a muchos granos, recolectados, y molidos, y mezclados en una masa, hacen un pan; así en Cristo, quien es el pan celestial, podamos saber que hay un cuerpo, con el cual nuestro número es añadido y unido.


14. No hay entonces razón, queridísimo hermano, para que nadie piense que ha de seguirse la costumbre de ciertas personas, que antaño han pensado que en la copa del Señor ha de ofrecerse agua sola. Pues debemos averiguar a quién han seguido ellas mismas. Pues si en el sacrificio que ofreció Cristo nadie ha de ser seguido sino Cristo, ciertamente nos corresponde obedecer y hacer aquello que Cristo hizo, y lo que mandó que fuese hecho, ya que Él mismo dice en el Evangelio: “Si hacéis todo lo que os mando, no os llamaré siervos, sino amigos.” Y que Cristo solo haya de ser oído, también lo testimonia el Padre desde el cielo, diciendo: “Este es mi Hijo amado, en quien me complazco; a Él oíd.” De lo cual, si Cristo solo debe ser oído, no debemos prestar atención a lo que otro antes de nosotros puede haber pensado que deba hacerse, sino a lo que Cristo, quienes antes de todos, hizo primero. Tampoco conviene seguir la práctica del hombre, sino la verdad de Dios, ya que Dios habla por el profeta Isaías , y dice: “En vano me adoran, enseñando mandamientos y doctrinas de hombres.” Y de nuevo en el Evangelio el Señor repite este mismo dicho, y dice, "“echazáis el mandamiento de Dios para guardar vuestra propia tradición.” Más aún, en otra parte lo establece diciendo: “Quienquiera que quebrantare uno de estos mandamientos muy pequeños, y le enseñase a los hombres a hacerlo, será llamado el menor en el reino de los cielos.” Pero si no podemos quebrantar ni siquiera el menor de los mandamientos del Señor, ¡cuánto más está prohibido infringir los tan importantes, tna grandes, tan relacionados al mismo sacramento de la pasión de nuestro Señor y nuestra propia redención, o cambiarlo por tradición humana en cualquier otra cosa diferente de lo que fue divinamente dispuesto! Pues si Crsito, nuestro Señor y Dios, es él mismo el sumo sacerdote de Dios el Padre, y se ha ofrecido primero a Sí mismo como sacrificio al Padre, y ha mandado que esto sea hecho en memoria de Él mismo, ciertamente cumple con el oficio de Cristo el sacerdote que imita lo que hizo Cristo; y entonces ofrece un verdadero y pleno sacrificio en la Iglesia a Dios el Padre, cuando procede a ofrecerlo conforme a lo que ve que Cristo mismo ofreció.


17. Y porque hacemos mención de su pasión en todos los sacrificios (pues la pasión del Señor es el sacrificio que ofrecemos) no debemos haccer nada fuera de lo que Él hizo. Porque dice la Escritura, “Pues tantas veces como coméis este pan y bebéis esta copa, anunciáis la muerte del Señor hasta que Él venga.” Tantas veces, por tanto, como ofrecemos la copa en conmemoración del Señor y de su pasión, hagamos lo que es sabido que hizo el Señor. Y permite, queridísimo hermano que se arribe a esta conclusión: si entre nuestros predecesores alguno sea por ignorancia o simpleza, no ha observado y guardado esto que el Señor por su ejemplo y enseñanza nos ha instruido que hagamos, puede, por la misericordia del Señor, tener concedido el perdón a su simplicidad. Pero no podemos ser perdonados quienes somos ahora amonestados e instruidos por el Señor para ofrecer la copa del Señor mezclada con vino conforme a lo que el Señor ofreció, y para dirigir cartas a nuestros colegas acerca de esto, de modo que la ley evangélica y la tradición del Señor pueda ser guardada en todas partes, y no haya desviación de lo que Cristo tanto enseñó como hizo.

Epístola 75 a Magnus (Oxford 69); año 255

6. Además, aún los propios sacrificios del Señor declaran ellos mismos que la unanimidad cristaian está ligada en sí misma por un firme e inseparable amor. Pues cuando el Señor llama al pan, el cual es compuesto por la unión de muchos granos, su cuerpo, indica a nuestro pueblo al cual Él cargó como estando unido; y cuando llama al vino, el cual es exprimido de muchas uvas y racimos y recolectado, su sangre, también significa nuestro rebaño reunido por la mezcla de una multitud unida.
 
Muchas gracias hermano Jetonius por tu gran trabajo.
Es muy interesante, sólo que me llevará cierto tiempo leer y "digerir" todo este material.

Además me interesa saber si estos textos los obtuviste de Internet o de otra fuente.
Si es el primer caso, podrías darnos los link para acceder a ellos ?

Dios te bendiga.


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Ev. San Mateo cap. 28,18-20
Acercándose, Jesús les dijo: "Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra.
Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos
en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo,
y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estaré
siempre con ustedes hasta el fin del mundo".

Juan Manuel

e-mail: [email protected]
 
<BLOCKQUOTE><font size="1" face="Helvetica, Verdana, Arial">Comentario:</font><HR>Originalmente enviado por Juan Manuel:

Muchas gracias hermano Jetonius por tu gran trabajo.
Es muy interesante, sólo que me llevará cierto tiempo leer y "digerir" todo este material.

Además me interesa saber si estos textos los obtuviste de Internet o de otra fuente.
Si es el primer caso, podrías darnos los link para acceder a ellos ?

Dios te bendiga.


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Totalmente de acuerdo, Juan Manuel, pero no nos defraudes: ¿Cómo es posible que ignores las ediciones de la Biblioteca de Autores Cristianos de La Editorial Católica?

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USOZ

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<BLOCKQUOTE><font size="1" face="Helvetica, Verdana, Arial">Comentario:</font><HR>Originalmente enviado por Juan Manuel:

Muchas gracias hermano Jetonius por tu gran trabajo.
Es muy interesante, sólo que me llevará cierto tiempo leer y "digerir" todo este material.

Además me interesa saber si estos textos los obtuviste de Internet o de otra fuente.
Si es el primer caso, podrías darnos los link para acceder a ellos ?

Dios te bendiga.

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Estimado Juan Manuel:
La parte de padres apostólicos y padres apologetas griegos la copié de mis ejemplares de las obras editadas por Ruiz Bueno.
Una cita de Orígenes, la de Comm in Math Ser. 85, la saqué de Quasten (que también cita otro texto reproducido, pero lo mutila de modo tal que le permite interpretarlo en un sentido opuesto al sugerido por el contexto).
Las citas de Hipólito, muy importantes para conocer la liturgia romana de fines del segundo siglo, son de "La tradición apostólica", edición preparada por el cuerpo de traductores de Editorial Lumen (Buenos Aires, 1981).
El resto provienen de mi propia traducción de la serie de A. Robertson y J. Donaldson, Ante- Nicene Fathers (T & T Clark, Edinburgh y W.B. Eerdmans, Grand Rapids, reimpr. 1990).
Yo la tengo en papel, pero esta obra se halla además en varios sitios de la red, como por ejemplo The Christian Classics Ethereal Library ( http://www.ccel.org )
Bendiciones en Cristo,
Jetonius
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Recupero de la segunda página, para su estudio, la segunda parte de la compilación de Jetonius...

USOZ

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Hermano Jetonius:


1. Ésta es mi contestación a la segunda parte de su compilación de citas de escritores de los primeros tres siglos del cristianismo sobre la Cena del Señor o Eucaristía.


2. Contestación que empecé de la misma forma que la anterior, destacando los dos pasajes siguientes de Clemente de Alejandría, sin procurar ya asumir defensa alguna:

a) “En otra parte el Señor, en el Evangelio según Juan, trajo esto mediante símbolos, cuando dijo: “Comed mi carne y bebed mi sangre” [Juan 6:34]; describiendo claramente por metáfora las propiedades bebibles de la fe y la promesa, por medio de la cual la Iglesia, como un ser humano que consta de muchos miembros, se refresca y crece, es ligada y compactada por ambas –por la fe, que es el cuerpo, y la esperanza la cual es el alma; como también el Señor de la carne y de la sangre”.

b) “Así, de muchas maneras el Verbo es figurativamente descrito, como alimento, y carne, y comida, y pan, y sangre, y leche”.


3. … hasta que me apiadé de Vd., hermano Jetonius, que había tenido que transcribir el resto, y decidí ahorrarle la tortura de volver a leerlo…
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4. Convendrá Vd. conmigo, por cierto, querido doctor, que, leyendo a los Padres, a veces es imposible no acordarse de Lutero, cuando, en sus Tischreden (DXXV) y refiriéndose a San Juan Crisóstomo, dijo aquello de que “yo no presumiré de criticar demasiado detenidamente los escritos de los Padres, viendo que son recibidos en la Iglesia, y que tienen gran aplauso, porque entonces sería considerado un apóstata; pero quienquiera que lea a Crisóstomo encontrará que se desvía de los puntos principales para ocuparse de otro tema, diciendo nada, o muy poco, de lo que concierne al asunto”…
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5. Y he llegado a la conclusión de que podía resultar mucho más interesante leer lo que sobre el tema que nos ocupa escribió en su día el cardenal Newman, que, en su “Ensayo sobre el desarrollo de la doctrina cristiana”, tras decir:

““… creo en la presencia real porque ellos (los Padres) dan testimonio de ella. San Ignacio la llama ‘la medicina de la inmortalidad’, san Ireneo dice que ‘nuestra carne llega a ser incorruptible, participa de la vida, y tiene la esperanza de la resurrección’, al ‘ser alimentada por el cuerpo y la sangre del Señor’; que la Eucaristía ‘se compone de dos cosas, una terrenal y otra celestial’. Quizás sea Orígenes, y tal vez Magnes después de él, quien dice que no es un tipo del cuerpo de Nuestro Señor, sino su cuerpo, y san Cipriano usa el lenguaje más terrible con que pueda hablarse con respecto a los que la profanan. Yo uno mi suerte con ellos, y creo como ellos””.

Dijo lo siguiente (adviértase que el propósito del cardenal Newman era demostrar que los Padres hablaron más frecuentemente de la supremacía del Papa que de la presencia real en la Eucaristía; las cursivas son mías):

“En verdad, por escasas que puedan ser las noticias prenicenas sobre la supremacía del Papa, son más numerosas y más precisas que los testimonios aducibles a favor de la presencia real. Los testimonios de la última se reducen a unos cuantos pasajes como los que acabamos de citar. Por otro lado, de un pasaje de san Justino, el Obispo Kaye comenta: «Le Nourry deduce que Justino mantenía la doctrina de la transubstanciación. En mi opinión podría ser más admisible aplicarlo a favor de la consubstanciación, ya que Justino llama a las especies consagradas pan y vino, aunque no pan y vino común... Por lo tanto podemos concluir que cuando habla del cuerpo y la sangre de Cristo lo hace en sentido figurado». «Clemente», observa el mismo autor, «dice que la Escritura llama al vino símbolo místico de la santísima Sangre... Clemente da varias interpretaciones de las expresiones de Cristo en Juan 6 respecto a su cuerpo y sangre; pero en ningún caso los interpreta literalmente… Su noción parece haber sido que por la participación del pan y vino en la Eucaristía el alma del creyente se une al Espíritu, y que por esta unión se comunica el principio de inmortalidad a la carne». «Algunos han sugerido», dice Waterland, «que Tertuliano comprendió Juan 6 meramente de la fe, de la doctrina, o de acciones espirituales; y otros lo niegan firmemente». Después de citar el texto, añade: «todo lo que puede entender uno correctamente en virtud de este pasaje confuso es que Tertuliano interpretó el pan de vida en Juan 6 de la Palabra, a la que algunas veces hace ser vocal y otras substancial, mezclando las ideas de una forma desconcertante. Así que no es una autoridad clara para interpretar la doctrina de Juan 6, etc. De todo eso lo cierto es que supone que la Palabra hecha carne, la Palabra encarnada, es el pan celestial del que se habla en ese capítulo». «La observación general de Orígenes relativa a ese capítulo es que no se le debe entender literalmente, sino figurativamente». Además, «está claro que Eusebio siguió a Orígenes en esta materia, y que los dos estuvieron a favor de la misma interpretación mística o alegórica, sin que me haga falta decir si lo hicieron de un modo constante y uniforme». Sólo añadiré el testimonio incidental proporcionado en una ocasión reciente: en qué medida la doctrina anglicana de la Eucaristía depende de los tiempos anteriores al Concilio de Nicea y en qué medida de los posteriores, puede entenderse a partir del dato de que, cuando fue publicado un sermón memorable sobre la cuestión, de alrededor de ciento cuarenta textos de los Padres adjuntados en las notas, no como prueba formal, sino como aclaración general, sólo quince pertenecían a los escritores prenicenos.


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… si, de manera parecida, no podemos objetar por otra parte en contra de la presencia real las palabras de Tertuliano, el cual traduce: «Este es mi cuerpo” por “una figura de mi cuerpo”, y las de Orígenes, quien habla de que «bebemos la sangre de Cristo no sólo en el rito de los sacramentos, sino también cuando acogemos sus pláticas”, y dice que «aquel pan que Dios, la Palabra, reconoce como su cuerpo, es la Palabra que nutre las almas»; textos que admiten una interpretación católica cuando la doctrina ya ha sido aprobada, pero que a primera vista van en contra de dicha doctrina”.


6. Quedo, en cualquier caso, en espera de sus propios comentarios, si lo tiene a bien. No importa el silencio de los católicos del foro. No le quepa duda; se le escucha.

Suyo,

USOZ

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“Bendice, oh Señor, toda reunión de cristianos, y concede a los que ahora juntos aquí te lo suplicamos, probemos siempre que nos reunimos para pedirte sólo en nombre del verdadero y único Mediador y Salvador, y del grande y único sacrificio, hecho por nosotros, una sola vez, por nuestro único Sacerdote y Pontífice, Jesucristo. Concédenos, oh Dios, más y más el conocimiento posible de tu poder y de tu bondad, y que se aumente diariamente entre nosotros el número de fieles discípulos de Jesucristo, y no sólo entre nosotros sino en todos los pueblos de la tierra; y que por nuestra parte, y en todas ocasiones, seamos con nuestra vida y obras una viva y continua recomendación de tu Evangelio” (De “Dos oraciones que hacen algunos españoles antes y después de leer las Sagradas Escrituras”, 1849).

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Dispongo de la obra de Jesús Solano "Textos Eucarísticos Primitivos", editada en dos tomos por la B.A.C, la cual tiene la particularidad de que trae los testox en el lenguaje original (griego o latín) y la traducción al español.
Dicha obra no es una selección o antología de textos eucarísticos en los escritos patrísticos. Digo que no es una selección porque Jesús Solano incluye TODOS los textos de los ocho primeros siglos que tratan ese asunto.
Bien, cuanto más leo dichos textos, más claro tengo que la creencia en la presencia real de Cristo en los elementos del pan y el vino era una creencia aceptada por prácticamente la TOTALIDAD de la Iglesia cristiana de dicha época patrística.

Por si a alguien le interesa adquirir dicha obra, le doy los números de ISBN
ISBN del primer tomo: 84-7914-246-4
ISBN del segundo tomo: 84-7914-247-2
ISBN de la obra completa: 84-7914-248-0
 
<BLOCKQUOTE><font size="1" face="Helvetica, Verdana, Arial">Comentario:</font><HR>Originalmente enviado por USOZ:
Hermano Jetonius:


1. Ésta es mi contestación a la segunda parte de su compilación de citas de escritores de los primeros tres siglos del cristianismo sobre la Cena del Señor o Eucaristía.


2. Contestación que empecé de la misma forma que la anterior, destacando los dos pasajes siguientes de Clemente de Alejandría, sin procurar ya asumir defensa alguna:

a) “En otra parte el Señor, en el Evangelio según Juan, trajo esto mediante símbolos, cuando dijo: “Comed mi carne y bebed mi sangre” [Juan 6:34]; describiendo claramente por metáfora las propiedades bebibles de la fe y la promesa, por medio de la cual la Iglesia, como un ser humano que consta de muchos miembros, se refresca y crece, es ligada y compactada por ambas –por la fe, que es el cuerpo, y la esperanza la cual es el alma; como también el Señor de la carne y de la sangre”.

b) “Así, de muchas maneras el Verbo es figurativamente descrito, como alimento, y carne, y comida, y pan, y sangre, y leche”.


3. … hasta que me apiadé de Vd., hermano Jetonius, que había tenido que transcribir el resto, y decidí ahorrarle la tortura de volver a leerlo…
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4. Convendrá Vd. conmigo, por cierto, querido doctor, que, leyendo a los Padres, a veces es imposible no acordarse de Lutero, cuando, en sus Tischreden (DXXV) y refiriéndose a San Juan Crisóstomo, dijo aquello de que “yo no presumiré de criticar demasiado detenidamente los escritos de los Padres, viendo que son recibidos en la Iglesia, y que tienen gran aplauso, porque entonces sería considerado un apóstata; pero quienquiera que lea a Crisóstomo encontrará que se desvía de los puntos principales para ocuparse de otro tema, diciendo nada, o muy poco, de lo que concierne al asunto”…
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5. Y he llegado a la conclusión de que podía resultar mucho más interesante leer lo que sobre el tema que nos ocupa escribió en su día el cardenal Newman, que, en su “Ensayo sobre el desarrollo de la doctrina cristiana”, tras decir:

““… creo en la presencia real porque ellos (los Padres) dan testimonio de ella. San Ignacio la llama ‘la medicina de la inmortalidad’, san Ireneo dice que ‘nuestra carne llega a ser incorruptible, participa de la vida, y tiene la esperanza de la resurrección’, al ‘ser alimentada por el cuerpo y la sangre del Señor’; que la Eucaristía ‘se compone de dos cosas, una terrenal y otra celestial’. Quizás sea Orígenes, y tal vez Magnes después de él, quien dice que no es un tipo del cuerpo de Nuestro Señor, sino su cuerpo, y san Cipriano usa el lenguaje más terrible con que pueda hablarse con respecto a los que la profanan. Yo uno mi suerte con ellos, y creo como ellos””.

Dijo lo siguiente (adviértase que el propósito del cardenal Newman era demostrar que los Padres hablaron más frecuentemente de la supremacía del Papa que de la presencia real en la Eucaristía; las cursivas son mías):

“En verdad, por escasas que puedan ser las noticias prenicenas sobre la supremacía del Papa, son más numerosas y más precisas que los testimonios aducibles a favor de la presencia real. Los testimonios de la última se reducen a unos cuantos pasajes como los que acabamos de citar. Por otro lado, de un pasaje de san Justino, el Obispo Kaye comenta: «Le Nourry deduce que Justino mantenía la doctrina de la transubstanciación. En mi opinión podría ser más admisible aplicarlo a favor de la consubstanciación, ya que Justino llama a las especies consagradas pan y vino, aunque no pan y vino común... Por lo tanto podemos concluir que cuando habla del cuerpo y la sangre de Cristo lo hace en sentido figurado». «Clemente», observa el mismo autor, «dice que la Escritura llama al vino símbolo místico de la santísima Sangre... Clemente da varias interpretaciones de las expresiones de Cristo en Juan 6 respecto a su cuerpo y sangre; pero en ningún caso los interpreta literalmente… Su noción parece haber sido que por la participación del pan y vino en la Eucaristía el alma del creyente se une al Espíritu, y que por esta unión se comunica el principio de inmortalidad a la carne». «Algunos han sugerido», dice Waterland, «que Tertuliano comprendió Juan 6 meramente de la fe, de la doctrina, o de acciones espirituales; y otros lo niegan firmemente». Después de citar el texto, añade: «todo lo que puede entender uno correctamente en virtud de este pasaje confuso es que Tertuliano interpretó el pan de vida en Juan 6 de la Palabra, a la que algunas veces hace ser vocal y otras substancial, mezclando las ideas de una forma desconcertante. Así que no es una autoridad clara para interpretar la doctrina de Juan 6, etc. De todo eso lo cierto es que supone que la Palabra hecha carne, la Palabra encarnada, es el pan celestial del que se habla en ese capítulo». «La observación general de Orígenes relativa a ese capítulo es que no se le debe entender literalmente, sino figurativamente». Además, «está claro que Eusebio siguió a Orígenes en esta materia, y que los dos estuvieron a favor de la misma interpretación mística o alegórica, sin que me haga falta decir si lo hicieron de un modo constante y uniforme». Sólo añadiré el testimonio incidental proporcionado en una ocasión reciente: en qué medida la doctrina anglicana de la Eucaristía depende de los tiempos anteriores al Concilio de Nicea y en qué medida de los posteriores, puede entenderse a partir del dato de que, cuando fue publicado un sermón memorable sobre la cuestión, de alrededor de ciento cuarenta textos de los Padres adjuntados en las notas, no como prueba formal, sino como aclaración general, sólo quince pertenecían a los escritores prenicenos.


(…
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… si, de manera parecida, no podemos objetar por otra parte en contra de la presencia real las palabras de Tertuliano, el cual traduce: «Este es mi cuerpo” por “una figura de mi cuerpo”, y las de Orígenes, quien habla de que «bebemos la sangre de Cristo no sólo en el rito de los sacramentos, sino también cuando acogemos sus pláticas”, y dice que «aquel pan que Dios, la Palabra, reconoce como su cuerpo, es la Palabra que nutre las almas»; textos que admiten una interpretación católica cuando la doctrina ya ha sido aprobada, pero que a primera vista van en contra de dicha doctrina”.


6. Quedo, en cualquier caso, en espera de sus propios comentarios, si lo tiene a bien. No importa el silencio de los católicos del foro. No le quepa duda; se le escucha.

Suyo,

USOZ

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Querido hermano:
Me ha parecido excelente su aporte y la forma de hacerlo. De veras a veces los padres se van completamente por las ramas...
Las citas de Newman no tienen desperdicio, aunque creo que exagera en cuanto a las pruebas de una supremacía papal.
En realidad, si los escritos y las actitudes de los padres antenicenos se estudian con cuidado, difícilmente pueda establecerse tal supremacía.
Como el tema me parece interesante, abriré otra página al respecto.
De nuevo gracias y bendiciones en Cristo,

Jetonius
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