Cinco Aspectos de nuestra esperanza. El Señor Jesucristo Ya VIENE!!

5 Octubre 2003
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Hermanos en la común fe en el Señor.
A continuación les presento un texto respecto de nuestra esperanza bienaventurada: El regreso de nuestro Señor Jesucristo por lo suyos. Que bendita esperanza, "el Espíritu y la iglesia dicen, Ven Señor Jesús"!!

Este fue impreso en 1932 en una revista francesa,
Messager Évangélique, tal como me ocurrió a mí, espero sea de gran bendición para quienes lo lean en oración.

El Señor les bendiga ricamente.

Hermano Oscar

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CINCO ASPECTOS DE NUESTRA ESPERANZA
Bible Monthly - (Messager Évangélique, 1932)

En el capítulo 3 de la epístola a los filipenses leemos: “Nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo” (v.20). Nuestra actitud, pues, debería ser la de velar y esperar, ya que el regreso del Señor es quizás el evento más cercano.


Es indudable que ese momento se acerca con rapidez; todo anuncia que el tiempo en que vivimos está próximo a su fin. No tenemos que esperar “señales”; esperamos “al Salvador, al Señor Jesucristo”.


Muchos creyentes sólo conocen de manera imprecisa la enseñanza concerniente a la venida del Señor, aunque todo el Nuevo Testamento esté lleno de referencias acerca de este maravilloso evento. Y muchos de los que conocen mejor tal enseñanza la aceptan como doctrina, sin que ella influya sobre sus vidas, aun cuando todos nuestros actos deberían estar iluminados por la perspectiva del próximo regreso de nuestro Señor y Salvador.


El versículo que hemos citado nos marca la línea de conducta que debemos seguir. Nuestra ciudadanía —también podríamos traducir: nuestra morada— está en los cielos. Aquí abajo somos extranjeros, peregrinos en el desierto, y no tenemos que intentar hallar una morada allí donde nuestro Salvador fue como un extranjero sin hogar; pronto habremos de abandonar esta tierra y, por lo tanto, no podemos soñar con establecernos en ella. ¿Pensamos profundamente en el hecho de que el Señor puede venir de un momento al otro, y de que seremos transformados para ir al encuentro de nuestro amado Salvador? La certeza de verlo pronto, ¿ejerce alguna influencia en nosotros durante nuestro peregrinaje? Debemos vigilar nuestro corazón porque fácilmente se desvía de nuestra esperanza, a causa de todas las cosas que hay en el mundo.


En la Palabra de Dios, la “esperanza” significa una certeza absoluta. En el lenguaje común, la misma palabra contiene una parte de duda, pero en las Escrituras no existe ninguna duda en cuanto al cumplimiento de la esperanza.


Todas las promesas de Dios son el sí y el amén en Cristo Jesús. En el capítulo 6 de la epístola a los Hebreos, versículos 18 y 19, la esperanza es comparada a un ancla; pero un ancla no sirve para nada si no es segura y firme. El ancla de nuestra esperanza no ha sido echada en arenas movedizas, sino que está segura y firme allí donde se encuentra nuestro amado Salvador, en el lugar santísimo.


La esperanza puesta delante de nosotros, siempre debería ejercer plena influencia sobre nuestra vida para que, cuando el Señor venga, nos halle viviendo para Su alabanza y gloria. Recordemos la exhortación que nos dice: “Como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir” (1.ª Pedro 1:15). Dios es santo y la santidad conviene a sus hijos; por lo tanto, ella debería manifestarse en toda nuestra vida y en cada uno de nuestros actos.


En el Nuevo Testamento, la esperanza de la venida del Señor reviste cinco aspectos muy diferentes. Se nos presenta como:


1. Una esperanza bienaventurada.
2. Una esperanza consoladora.
3. Una esperanza purificadora.
4. Una esperanza viva.
5. Una esperanza que afirma.

1. Hallamos la esperanza bienaventurada en el capítulo 2 de la epístola a Tito, versículos 11 a 14: “Aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo.” El versículo 11 nos habla de la gracia de Dios que trae salvación y que se ha manifestado a todos los hombres, y esta gracia nos enseña cómo debemos vivir. La gracia conduce al alma a Dios, rechazando la impiedad; ella nos hace penetrar en la luz de Su presencia y nos hace capaces de vivir en concordancia con esta luz. Somos exhortados a vivir sobria, justa y piadosamente en el presente siglo, donde todo nos es contrario y donde todo se encuentra bajo el poder de Satanás.


¡Cuán atentos deberíamos estar para andar en vida nueva (Romanos 6:4), tal como Dios lo espera de cada uno de nosotros! Los redimidos son un pueblo que le pertenece: “Jesucristo, quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras.” Seamos celosos, no para adquirir algún favor de Dios, sino por el hecho de que ya hemos sido introducidos en Su favor. Consecuentemente, lo que debemos hacer es proseguir ocupándonos en buenas obras. Demostrémosle a Él nuestro celo, porque le pertenecemos, porque somos su especial tesoro. Entonces seremos un pueblo bendito, feliz, y podremos hablar de nuestra esperanza bienaventurada.

2. En la primera epístola a los Tesalonicenses, capítulo 4, versículos 13 a 18, hallamos la esperanza consoladora. Los santos de Tesalónica sabían que el Señor debía volver (capítulo 1:9, 10), y lo esperaban. Pero creían que iba a venir para establecer Su reino, y como algunos de ellos habían dormido en el Señor, estaban afligidos pensando que los tales no verían las glorias de Su reino.


Así, esta maravillosa epístola fue escrita para consolarlos, dándoles explicaciones acerca de la esperanza que tenían y manifestándoles que aquellos que habían dormido no serían frustrados en nada. Pablo dice: “Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él.” Los que durmieron serán traídos con el Señor cuando él venga a establecer su reino; pero, ¿cómo sucederá esto? El apóstol revela a los tesalonicenses que “el Señor mismo con voz de mando... descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor”. Y añade: “Por tanto, alentaos (o consolaos) los unos a los otros con estas palabras”


Y así el apóstol les demuestra que no tienen por qué afligirse. El Señor nos arrebatará para llevarnos a nuestra patria celestial, de donde apareceremos con Él cuando tome su reino. Para los que están pasando por momentos de duelo, a causa de la partida de un ser querido, es una esperanza muy consoladora saber que de un momento al otro podremos estar reunidos en la presencia de Aquel que nos amó y se dio a sí mismo por nosotros.

3. Hallamos la esperanza purificadora en la primera epístola de Juan, capítulo 3, versículos 1 a 3. Debemos ser puros, como Él es puro. ¡Qué medida se nos presenta! Teniendo la esperanza de Su regreso, ¿cuál debe ser el resultado? A causa de nuestra esperanza, como ejemplo de pureza se nos propone al Señor mismo: “Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro.”

4. Se nos habla de la esperanza viva en la primera epístola de Pedro, capítulo 1, versículos 3 a 5. Y ¿por qué? Porque Aquel sobre quien se funda toda nuestra esperanza, después de haber estado en la cruz y en la tumba, es ahora “primicias de los que durmieron” (1.ª Corintios 15:20). Él está vivo y en la gloria. Nuestra esperanza, pues, no es una esperanza muerta, sino viva. No es un Salvador muerto el que está sentado en el trono del Padre, sino que es un Salvador vivo, que espera con paciencia hasta que todos sus redimidos estén alrededor de él, para Su alabanza y gloria.

5. Finalmente, en la epístola de Santiago, capítulo 5, versículo 8, la esperanza se nos presenta como la esperanza que afirma o fortalece. “Tened también vosotros paciencia, y afirmad vuestros corazones; porque la venida del Señor está cerca” (así vierten esta última frase varias versiones castellanas. Véase también el N.T.I. Gr./Esp., que traduce la expresión griega engiken: se ha acercado). No dice que ella se acerca, como se diría de un evento que puede tardar, sino que está muy cerca de nosotros. Somos exhortados a ser pacientes; el Señor Jesús espera con paciencia a la diestra de Dios, “tened también vosotros paciencia”.

Cuanto más busquemos en las Escrituras lo que se refiere a la venida del Señor, tanto más seremos afirmados y fortalecidos, y tanto menos fluctuaremos. A veces decimos: «¡Qué felicidad; el Señor puede venir hoy!» Luego, al siguiente día, no pensamos más en su venida. Nuestro corazón debería estar firme en esta esperanza. “Yo vengo pronto”, nos dice el Señor. Escucharemos su voz que nos llamará para que dejemos la tierra y para que lo veamos cara a cara en la morada que Él preparó para nosotros. ¡Que nuestro corazón esté lleno del gozo y de la plenitud de nuestra esperanza a fin de que esperemos sin cesar ver su rostro!