Confianza
César Vidal
Antes de anoche estuve departiendo un buen rato con un amigo. Es creyente y desde hace varios años parte de su actividad profesional pasa por los azarosos andurriales del periodismo. Recientemente, ha sido amenazado por un personaje que es colaborador habitual de Gara, el periódico de Batasuna. Ciertamente, una circunstancia de ese tipo no es un plato de gusto. El amenazador es, por ejemplo, amigo íntimo y correligionario de un sujeto que tan sólo hace unos meses desarrolló una campaña de linchamiento moral contra un catedrático de filosofía que terminó, al menos de momento, con la petición de baja del docente para poder reponerse de una presión que llegaba a amenazar su integridad física. Me contaba mi amigo que el amenazador se jacta en sus artículos de sus buenas relaciones con la dictadura de Irak, con los terroristas palestinos de Hamas, con el foro antiglobalización de Bolonia y con organizaciones impulsadas desde Batasuna. “Como ves”, decía sonriendo, “sus amistades son verdaderamente selectas”. Naturalmente, los amigos de mi amigo están preocupados. Aparte de acordarse expresamente de la madre del amenazador - ¿qué culpa tendrá la pobre?, decía mi amigo – le han recomendado desde llevar un chaleco anti-balas a cambiarse de domicilio pasando por adquirir una licencia de armas. Mi amigo ha rechazado todas las opciones a veces sin poder evitar la carcajada. Sin embargo, lo que más me llama la atención es que está tranquilo, sereno, confiado. “Esta vida”, me dice, “no la vamos a vivir ni un día más de lo que Dios quiera pero tampoco un día menos y ningún ser humano puede alterar los propósitos de Su voluntad soberana”. En eso me veo obligado a darle la razón. Como señala Jesús en el Sermón del monte (Mateo 6, 25-34), el ser humano tiene una tendencia innegable a dejarse llevar por los cuidados y el afán, a inquietarse por el día de mañana y la planificación del futuro. Sin embargo, lo sepa o no, lo reconozca o no, todo está en manos de Dios. Frente a un mundo que muestra una tendencia muy acusada a pedir paz a voces y con gritos de odio, a construir sangrientas dictaduras al aullido de justicia, a buscar la seguridad en algo tan inseguro como la marcha de la economía, deberíamos dar testimonio de nuestra confianza que no arranca de nosotros (¡aviados estaríamos!) sino del Señor. Así, como dice el salmista (Salmo 4, 8), podremos ir a dormir, y descansar tranquilos y levantarnos repuestos... sin necesidad de recurrir a psicofármacos. Seguramente muchos no entenderán esto pero a fín de cuentas la paz que deriva del Señor y que sólo Él puede dar el mundo no puede entenderla (Juan 14, 27).
César Vidal Manzanares es un conocido escritor, historiador y teólogo.
© C. Vidal, 2003, España. I+CP (www.ICP-e.org)
Interesante aportación. Nos obliga a reflexionar sobre nuestras inquietitudes que siempre las hay. A veces nos encrespamos dando importancia a aquello que solo la tiene en nuestros pareceres. Incluso en ocasiones podemos orar a Dios pidiéndole que calme nuestras inquietudes y no sabemos ni siquiera intuir que la respuesta bien puede ser. ¿Por que me pides que haga algo que hago constantemente? ¡Cuanta razón tenía Pablo cuando escribió esta palabras a los creyentes de Roma! (8:26-27) Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos.
Bendiciones.
César Vidal
Antes de anoche estuve departiendo un buen rato con un amigo. Es creyente y desde hace varios años parte de su actividad profesional pasa por los azarosos andurriales del periodismo. Recientemente, ha sido amenazado por un personaje que es colaborador habitual de Gara, el periódico de Batasuna. Ciertamente, una circunstancia de ese tipo no es un plato de gusto. El amenazador es, por ejemplo, amigo íntimo y correligionario de un sujeto que tan sólo hace unos meses desarrolló una campaña de linchamiento moral contra un catedrático de filosofía que terminó, al menos de momento, con la petición de baja del docente para poder reponerse de una presión que llegaba a amenazar su integridad física. Me contaba mi amigo que el amenazador se jacta en sus artículos de sus buenas relaciones con la dictadura de Irak, con los terroristas palestinos de Hamas, con el foro antiglobalización de Bolonia y con organizaciones impulsadas desde Batasuna. “Como ves”, decía sonriendo, “sus amistades son verdaderamente selectas”. Naturalmente, los amigos de mi amigo están preocupados. Aparte de acordarse expresamente de la madre del amenazador - ¿qué culpa tendrá la pobre?, decía mi amigo – le han recomendado desde llevar un chaleco anti-balas a cambiarse de domicilio pasando por adquirir una licencia de armas. Mi amigo ha rechazado todas las opciones a veces sin poder evitar la carcajada. Sin embargo, lo que más me llama la atención es que está tranquilo, sereno, confiado. “Esta vida”, me dice, “no la vamos a vivir ni un día más de lo que Dios quiera pero tampoco un día menos y ningún ser humano puede alterar los propósitos de Su voluntad soberana”. En eso me veo obligado a darle la razón. Como señala Jesús en el Sermón del monte (Mateo 6, 25-34), el ser humano tiene una tendencia innegable a dejarse llevar por los cuidados y el afán, a inquietarse por el día de mañana y la planificación del futuro. Sin embargo, lo sepa o no, lo reconozca o no, todo está en manos de Dios. Frente a un mundo que muestra una tendencia muy acusada a pedir paz a voces y con gritos de odio, a construir sangrientas dictaduras al aullido de justicia, a buscar la seguridad en algo tan inseguro como la marcha de la economía, deberíamos dar testimonio de nuestra confianza que no arranca de nosotros (¡aviados estaríamos!) sino del Señor. Así, como dice el salmista (Salmo 4, 8), podremos ir a dormir, y descansar tranquilos y levantarnos repuestos... sin necesidad de recurrir a psicofármacos. Seguramente muchos no entenderán esto pero a fín de cuentas la paz que deriva del Señor y que sólo Él puede dar el mundo no puede entenderla (Juan 14, 27).
César Vidal Manzanares es un conocido escritor, historiador y teólogo.
© C. Vidal, 2003, España. I+CP (www.ICP-e.org)
Interesante aportación. Nos obliga a reflexionar sobre nuestras inquietitudes que siempre las hay. A veces nos encrespamos dando importancia a aquello que solo la tiene en nuestros pareceres. Incluso en ocasiones podemos orar a Dios pidiéndole que calme nuestras inquietudes y no sabemos ni siquiera intuir que la respuesta bien puede ser. ¿Por que me pides que haga algo que hago constantemente? ¡Cuanta razón tenía Pablo cuando escribió esta palabras a los creyentes de Roma! (8:26-27) Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos.
Bendiciones.