Por otra parte, siempre que una relacion se rompe, la causa siempre es la arrogancia y el egoismo. De una parte o las dos. En el caso suyo, hermano, no estoy seguro tengo suficiente informacion para poder darle una opinion solida. Sin embargo, basado en su breve descripcion, creo que seria bueno que fuera honesto en cuanto a las circunstancias del divorcio de su esposa y de su matrimonio. Seria bueno que pudiera explorar con un consejero biblico, un hermano de su confianza, y discutir todos estos aspectos.
Sí, tiene toda la razón. He reconocido ante Dios, ante pastores y ante mi propia mujer que
mi arrogancia y egoísmo han sido muy grandes (entre otros pecados), y me he arrepentido de ello. También tuve una larga conversación con
dos pastores, uno en el país de ella y otro en el mío. Ambos coinciden en que si mi mujer no quiere someterse aún a la orientación pastoral, yo debo permanecer en espera y oración.
Comprendo a mi mujer porque la relación conmigo ha sido muy difícil en los últimos tiempos. Ella no es perfecta, pero es quien ha mostrado
más paciencia y amor de los dos con diferencia, y ha estado mucho tiempo sacrificando sus intereses frente a mi arrogancia y egoísmo. En sus propias palabras, me dijo que necesitaba alejarse. ¿Puede haber existido algún componente de arrogancia y egoísmo en ella para tomar tal decisión justo ahora? Puede, pero yo me centro en los míos que son los que conozco.
Ella habló con un pastor de su país hace un tiempo, consultándole algunos problemas nuestros, y, según ella, le dio la razón en que yo no actuaba bien. Y estaba en lo cierto. Pero en ningún momento estuvimos involucrados
juntos en la orientación pastoral, algo a lo que de momento ella se recusa ahora (antes lo aceptaba pero nunca llegó a darse).
Lo que me ha parecido menos correcto por parte de ella es que
hablara de divorcio ya antes de irse, imponiendo ciertas condiciones, rectificara después un tiempo, y volviera a decirme verbalmente después que solo quería hablar del divorcio, sin someternos a orientación pastoral juntos. Ella me reconoció que sabía lo que era correcto bíblicamente (permanecer conmigo y vivir donde yo quisiera), pero reconoció su fragilidad y que había llegado a su límite. Mi actitud al principio de irse tampoco ayudó, porque seguí reclamando.
Confío en Dios en que su
silencio sea solo una forma de sosegarse y que no formalice el divorcio sin antes haber aceptado la orientación pastoral juntos y comprobar mi
arrepentimiento y deseo de restitución. Solo Dios lo sabe, y no me atormento ya con la peor posibilidad. Mi mayor temor es que, a causa de mi comportamiento, ella se haya alejado también del camino del Señor en este tema y le haya vencido la presión psicológica que llevaba almacenada de hace bastante tiempo.