Casa con Árbol

7 Julio 2015
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LA CASA EN EL ÁRBOL




Hay un sol gigante tras lo núbil,
en los confines que es mi sitio.

Puertas que dieron a puertos
en la ciudad sumergida de Sidón.
Yo estoy como la tierra; me caigo
en las noches de sueño,

roncar indeciblemente, llamando
acordarme de la hija y su carrera
ecuestre, como el tiempo dilatado.

Esto volverme novio flor en mano
marca siglos el reloj de las estatuas,
saber el día y la hora
entrar y salir de todos lados es lo mío.

Amar a Dios en sus ciudades
de sombras, fantasmas y luces
y cantar a la alborada como quien
quiere agradar al silencio que acompaña.

Ya no volver nunca
y quitarse la capa del héroe
sintiendo frío por su heroína.

Cambiar de estado y ser el mismo
de siempre; un sorbo para el vaso
o el chapaleo de la risa disimulada.

Luego,
preguntarse por un niño perdido
'si así se encuentra el centro del
universo
'

por el declive del alma descansada
y valiente el atrevimiento de un corazón
hacia lo prohibido.

Ver a los titanes destructores
de una mitología propia,
tener ahora acomodado dentro
al Espíritu,
del que sólo pide
libertad y sufrir subir el escalón
y los escollos,

para hacer de la carta una paloma
seré uno entre unos pocos,
sin contar con el ábaco de muchos
la impactante lluvia del granizo.

Todo porque aquella vez que dejé
de gustarle a los colores medio en
serio,
la visión deshizo su maleta
y se fue a vivir conmigo.

De mañana,
salí a trabajar las metas y los campos
tuve que plantar un libro, entonces
vi que en cuanto atardecía
a despertarme vino un ángel,

bajo la verde y larga sombra de mi árbol.











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