Amado Señor Jesucristo:
Hoy he sentido la necesidad de manifestarle cuanta gratitud hay en mi corazón por todo lo que ud. me ha dado desde el bendito día en que yo le conocí. ¡Cuan grande ha sido su misericordia! Cuantas veces al término del día habré agotado su misericordia; pero ¡que maravillosa es su gracia Señor!... al amanecer, ¡su misericordia es nueva! ¡como me he amparado en ella cada día de mi vida, bendito Señor! ¡Gracias Señor, infinitas gracias!
¡Como quisiera reducir a mi pensamiento, a mi comprensión, todo lo que ud. vivió para darme vida! Señor, ¡como ama ud. al hombre! ¡que insondable secreto y dulce misterio, le mueve a amarnos así como nos ha amado!
Señor, quiero entregarle en éste mensaje toda mi gratitud, quiero manifestar humildemente este sentimiento genuino que anido en mi corazón; ¡gracias por haber dado su vida por mí; por haber sufrido tanto, aún siendo yo pecador!, ¡¡que precio tuvo ud. que pagar por mi alma!! Señor…yo ensalzo su nombre, lo alabo, y debo decirle que ahora me gozo profundamente en la victoria que alcanzó allí en la cruz; ¡cuantos millones y millones redimidos por su sangre se lo agradecemos desde lo más hondo de nuestro ser! ¿Podré reducir alguna vez, a mi mente limitada, cuanto sufrió por mí?, me parece verle y oírle, cuando pidió a sus discípulos que le ayudasen a orar: “Quedaos aquí y velad conmigo; porque mi alma está muy triste, hasta la muerte” ¡Cuánto dolor le causó mi culpa, bendito Señor!; ¡llegar al paroxismo del dolor, hasta que resbalaron de sus sienes gotas de sangre! ¡¡Que maravilla de redención; que obra más magnífica pudo usted cumplir!!
Me parece sentir su dolor al quedar solo, abandonado de todos sus discípulos, dolor que laceraba su límpida alma. ¡Quien pudiese imaginarlo! Cuanto dolor sufrió, si a nosotros apenas una decepción nos afecta tanto. Señor, me avergüenzo de ser como soy, cuantas veces he desestimado su sacrificio, cuantas veces lo he desvalorizado, solo por querer tener la razón, menospreciando a mi hermano, porque no piensa como yo, causando dolor por defender mis ideas. Señor, ud. puede ayudarme a negarme a mi mismo, de modo que ni siquiera las grandes diferencias que hay entre mi y otros creyentes, borre de mi vista su inmenso sacrificio. Enséñeme a amarlos como ud. me amó, a tolerarles, a reconocer en el momento oportuno, que ud. también murió por el; por aquel que le concibe distinto, que interpreta distinto,…y entonces yo sepa callar, frenar mis impulsos.
Señor, ¡quite de mí la intolerancia, la arrogancia y hágame humilde, sencillo y lleno de paz! ¿Qué son mis mezquinos sentimientos frente a la grandeza de su obra? ¡Su magnánima obra me avergüenza!
Señor, si por causa mía alguno se hirió; si fui motivo de dolor; ¡¡perdóneme!!
Señor, ¡renuéveme! ¡restáureme! Que lo que ud. me había dado, el respeto por todos, el amor hacia todos cuando yo le conocí, vuelva a revivir en mi corazón.
Si alguno se escandalizó por mi causa: ¡¡perdóneme!!
Si por mi causa, el débil bajó su cabeza, ¡¡perdóneme!!
Si alguno, por mi causa se apartó de ud., ¡¡perdón; mil veces perdón!!
Señor amado, le escribo con lágrimas, ud. es testigo de ellas.
Cuando miro su sacrificio, cuando trato de medir su dolor, cuando extasiado miro la entrega de su cuerpo en ofrenda por mí pecado, entonces miro mi bajeza y solo quisiera callar, callar… por mucho tiempo. Cuando pienso que mi vida debe justificar su muerte en el calvario; … solo quisiera callar y humillarme delante de su presencia, encorvado, agobiado, avergonzado por el solo recuerdo de su obra redentora.
Señor Jesús, ¡como quisiera tener mil palabras para decirle cuánto le agradezco!; que esas mil palabras pudieran expresar la dimensión de mi gratitud hacia ud. Señor, ¡le amo! ¡Cuánto le amo, Señor bendito!
Mi esperanza está en su misericordia, la que me ha sido refugio en mi flaqueza, en mis debilidades, en mis errores,… Señor…. por su obra, en memoria de su sacrificio, por aquel dolor que ud. palpó hasta lo sumo, por aquella sangre que ud. derramó y que fluye como un río de vida eterna; …toléreme, acépteme, perdóneme y nunca yo pierda en mi corazón la fuerza, la vigencia de su palabra: "de los que me diste, ninguno se perdió”, ampáreme bajo el hueco de su mano, … susténteme día a día con la diestra de su justicia. Mi esperanza, mi aliento, está en su “Consumado es” por mí. ¡Señor, en ésta tierra, ud. es mi parte, y no deseo más nada!
Señor Jesucristo, mi bendito Salvador, con lágrimas y desde lo más hondo de mi corazón: ¡gracias! ¡¡mil gracias!! ¡Nadie le debe tanto como yo!
Humildemente… su hijo… Dagoberto
Hoy he sentido la necesidad de manifestarle cuanta gratitud hay en mi corazón por todo lo que ud. me ha dado desde el bendito día en que yo le conocí. ¡Cuan grande ha sido su misericordia! Cuantas veces al término del día habré agotado su misericordia; pero ¡que maravillosa es su gracia Señor!... al amanecer, ¡su misericordia es nueva! ¡como me he amparado en ella cada día de mi vida, bendito Señor! ¡Gracias Señor, infinitas gracias!
¡Como quisiera reducir a mi pensamiento, a mi comprensión, todo lo que ud. vivió para darme vida! Señor, ¡como ama ud. al hombre! ¡que insondable secreto y dulce misterio, le mueve a amarnos así como nos ha amado!
Señor, quiero entregarle en éste mensaje toda mi gratitud, quiero manifestar humildemente este sentimiento genuino que anido en mi corazón; ¡gracias por haber dado su vida por mí; por haber sufrido tanto, aún siendo yo pecador!, ¡¡que precio tuvo ud. que pagar por mi alma!! Señor…yo ensalzo su nombre, lo alabo, y debo decirle que ahora me gozo profundamente en la victoria que alcanzó allí en la cruz; ¡cuantos millones y millones redimidos por su sangre se lo agradecemos desde lo más hondo de nuestro ser! ¿Podré reducir alguna vez, a mi mente limitada, cuanto sufrió por mí?, me parece verle y oírle, cuando pidió a sus discípulos que le ayudasen a orar: “Quedaos aquí y velad conmigo; porque mi alma está muy triste, hasta la muerte” ¡Cuánto dolor le causó mi culpa, bendito Señor!; ¡llegar al paroxismo del dolor, hasta que resbalaron de sus sienes gotas de sangre! ¡¡Que maravilla de redención; que obra más magnífica pudo usted cumplir!!
Me parece sentir su dolor al quedar solo, abandonado de todos sus discípulos, dolor que laceraba su límpida alma. ¡Quien pudiese imaginarlo! Cuanto dolor sufrió, si a nosotros apenas una decepción nos afecta tanto. Señor, me avergüenzo de ser como soy, cuantas veces he desestimado su sacrificio, cuantas veces lo he desvalorizado, solo por querer tener la razón, menospreciando a mi hermano, porque no piensa como yo, causando dolor por defender mis ideas. Señor, ud. puede ayudarme a negarme a mi mismo, de modo que ni siquiera las grandes diferencias que hay entre mi y otros creyentes, borre de mi vista su inmenso sacrificio. Enséñeme a amarlos como ud. me amó, a tolerarles, a reconocer en el momento oportuno, que ud. también murió por el; por aquel que le concibe distinto, que interpreta distinto,…y entonces yo sepa callar, frenar mis impulsos.
Señor, ¡quite de mí la intolerancia, la arrogancia y hágame humilde, sencillo y lleno de paz! ¿Qué son mis mezquinos sentimientos frente a la grandeza de su obra? ¡Su magnánima obra me avergüenza!
Señor, si por causa mía alguno se hirió; si fui motivo de dolor; ¡¡perdóneme!!
Señor, ¡renuéveme! ¡restáureme! Que lo que ud. me había dado, el respeto por todos, el amor hacia todos cuando yo le conocí, vuelva a revivir en mi corazón.
Si alguno se escandalizó por mi causa: ¡¡perdóneme!!
Si por mi causa, el débil bajó su cabeza, ¡¡perdóneme!!
Si alguno, por mi causa se apartó de ud., ¡¡perdón; mil veces perdón!!
Señor amado, le escribo con lágrimas, ud. es testigo de ellas.
Cuando miro su sacrificio, cuando trato de medir su dolor, cuando extasiado miro la entrega de su cuerpo en ofrenda por mí pecado, entonces miro mi bajeza y solo quisiera callar, callar… por mucho tiempo. Cuando pienso que mi vida debe justificar su muerte en el calvario; … solo quisiera callar y humillarme delante de su presencia, encorvado, agobiado, avergonzado por el solo recuerdo de su obra redentora.
Señor Jesús, ¡como quisiera tener mil palabras para decirle cuánto le agradezco!; que esas mil palabras pudieran expresar la dimensión de mi gratitud hacia ud. Señor, ¡le amo! ¡Cuánto le amo, Señor bendito!
Mi esperanza está en su misericordia, la que me ha sido refugio en mi flaqueza, en mis debilidades, en mis errores,… Señor…. por su obra, en memoria de su sacrificio, por aquel dolor que ud. palpó hasta lo sumo, por aquella sangre que ud. derramó y que fluye como un río de vida eterna; …toléreme, acépteme, perdóneme y nunca yo pierda en mi corazón la fuerza, la vigencia de su palabra: "de los que me diste, ninguno se perdió”, ampáreme bajo el hueco de su mano, … susténteme día a día con la diestra de su justicia. Mi esperanza, mi aliento, está en su “Consumado es” por mí. ¡Señor, en ésta tierra, ud. es mi parte, y no deseo más nada!
Señor Jesucristo, mi bendito Salvador, con lágrimas y desde lo más hondo de mi corazón: ¡gracias! ¡¡mil gracias!! ¡Nadie le debe tanto como yo!
Humildemente… su hijo… Dagoberto