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“Busco un hombre”
“Recorred las calles de Jerusalén.
buscad en sus plazas a ver si halláis hombre,
si hay alguno que haga justicia, que busque verdad;
y yo la perdonaré” (Jeremías 5:1).
Según parece Diógenes, un sabio de la Grecia antigua,
iba por las calles de Atenas en pleno mediodía
con una linterna en la mano.
A quienes les sorprendía ese extraño comportamiento, les decía:
-Busco un hombre (sobreentiéndase: digno de ese nombre).
¿Pensaba descubrir un sabio que fuera igual a él?
¿Podía disipar, por medio de su pequeña lámpara,
las tinieblas morales en las cuales estaba hundido su pueblo?
Dios mismo hizo esa búsqueda sin resultado.
“El Señor miró desde los cielos sobre los hijos de los hombres,
para ver si había algún entendido, que buscara a Dios.
Todos se desviaron, a una se han corrompido;
no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno” (Sal. 14:2-3).
Fue una dolorosa comprobación para Aquel que pudo decir:
“Mis delicias son con los hijos de los hombres” (Pr. 8:31).
Sin embargo, un día hubo en la tierra de Israel “un hombre”
en el cual Dios halló una perfecta complacencia.
Fue Jesús, quien vino a traer la salvación y el perdón a su pueblo.
Él fue el único justo en el mundo.
Murió “el justo por los injustos” (1 Pedro 3:18).
Pero su misma muerte nos abrió los tesoros de la gracia de Dios,
porque Jesús cargó con el juicio que merecían los culpables.
© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
En el amor de Cristo
Mario Contreras T.
Aguas Vivas · Chile
www.aguasvivas.cl
“Busco un hombre”
“Recorred las calles de Jerusalén.
buscad en sus plazas a ver si halláis hombre,
si hay alguno que haga justicia, que busque verdad;
y yo la perdonaré” (Jeremías 5:1).
Según parece Diógenes, un sabio de la Grecia antigua,
iba por las calles de Atenas en pleno mediodía
con una linterna en la mano.
A quienes les sorprendía ese extraño comportamiento, les decía:
-Busco un hombre (sobreentiéndase: digno de ese nombre).
¿Pensaba descubrir un sabio que fuera igual a él?
¿Podía disipar, por medio de su pequeña lámpara,
las tinieblas morales en las cuales estaba hundido su pueblo?
Dios mismo hizo esa búsqueda sin resultado.
“El Señor miró desde los cielos sobre los hijos de los hombres,
para ver si había algún entendido, que buscara a Dios.
Todos se desviaron, a una se han corrompido;
no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno” (Sal. 14:2-3).
Fue una dolorosa comprobación para Aquel que pudo decir:
“Mis delicias son con los hijos de los hombres” (Pr. 8:31).
Sin embargo, un día hubo en la tierra de Israel “un hombre”
en el cual Dios halló una perfecta complacencia.
Fue Jesús, quien vino a traer la salvación y el perdón a su pueblo.
Él fue el único justo en el mundo.
Murió “el justo por los injustos” (1 Pedro 3:18).
Pero su misma muerte nos abrió los tesoros de la gracia de Dios,
porque Jesús cargó con el juicio que merecían los culpables.
© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
En el amor de Cristo
Mario Contreras T.
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