BODAS DE ORO DE DON ANDRES

11 Diciembre 2007
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Con motivo de la celebración de los cincuenta años como sacerdote de nuestro buen amigo Andrés Alonso, me viene a la memoria la homilía que nos regaló un querido amigo de la familia en el transcurso de la celebración eucarística realizada el día en que mis padres cumplían sus cincuenta años de matrimonio.

Haciendo gala de una magnífica memoria, fue desempolvando los acontecimientos más importantes vividos por mis padres durante su matrimonio, obsequiándonos al final de su emotiva charla con una frase que todavía no hemos olvidado: “Los recuerdos no se pueden modificar, su orden y su naturaleza permanecen intactos para siempre en la memoria por más que uno se empeñe en contarse así mismo una historia diferente”.

Y en este sentido, no dudo que D. Andrés en este importante día que hoy celebramos, volverá a vivir en su recuerdo, esa bonita y maravillosa celebración del Sacramento de su Orden Sacerdotal.
Tendrá siempre presente la bella ceremonia que el Sr. Obispo celebró, imponiéndole sus manos para pedir al Espíritu Santo gracias abundantes para ejercer su servicio al pueblo de Dios a través del ministerio que Dios le estaba concediendo.

Y estoy convencido de que una vez transcurridos estos cincuenta años al servicio de la iglesia de Dios y de los cristianos, ofrecerá con humildad toda su labor a Quien todo se lo dio y en silencio orará y meditará con el Génesis (1,31) “y vio todo lo que había hecho y era bueno”.

Y así ha sido y será, por su entrega sin límites, su pureza sacerdotal y su ardiente deseo de servir a Dios y a su iglesia hasta el final de su vida, porque el amor de un sacerdote, como el de los padres, termina con su muerte.

Por todo ello quiero enviarle mi más sincera y noble felicitación por este día tan importante para él, uniéndome a la de todos aquellos que por sus bautizos entraron a formar parte de la iglesia. A la de los matrimonios que por su bendición, iniciaron un camino de amor y de esperanza. A los enfermos que sintieron el calor y la resignación que generosamente les repartió. Así como el recuerdo entrañable de los familiares de aquellos que partieron para el Reino y fueron consolados.
Y en definitiva acercarnos a todos aquellos que viviendo un sueño imposible, han despertado a la realidad como consecuencia de alguna de sus homilías encontrando paz y sosiego.

Nuestra humilde oración la ofreceremos por Vd. para que Dios permita seguir teniendo entre nosotros a nuestro sacerdote D. Andrés que con su testimonio ha sabido, sin duda, comprender a San Agustín cuando escribía: “Serán felices, aquellos que hayan buscado y encontrado la forma de servir”.[/COLOR]