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ESTA VIDA ES EL TIEMPO
Es el destino de los espíritus de los hombres venir a esta tierra y emprender un viaje de duración indeterminada. A veces viajan peligrosamente, otra veces con seguridad, en ocasiones con tristeza, en ocasiones con felicidad. Siempre señala el camino un propósito divino.
El viaje nos conduce por la infancia con sus actividades despreocupadas pero aprendizaje rápido; por la niñez con sus pequeños desengaños y tropezones, sus sentimientos ofendidos, su viva excitación; por la juventud con su entusiasmos sus angustias y disgustos, sus temores y esperanzas e intensidades por el periodo de cónyuges jóvenes con sus responsabilidades, y sus competencias, sus ambiciones, su crianza de la familia, sus acumulaciones; por la edad avanzada con sus logros, cumplimientos, realización de meta, desahogo y jubilación.
Por todo el viaje hay oportunidad para instruirse y para crecer y desarrollarse hacia la meta final. Vemos a algunos que meramente viajan, pues carecen de objeto, dirección, destino o propósito. Faltándoles mapas de carreteras para guiarse, simplemente viajan por el camino, y en diversas grados van recogiendo las cosas que agradan al ojo, halagan las vanidades, satisfacen apetitos, apagan sedes, sacian pasiones. Y cuando se aproxima el fin de la vida han viajado, pero solo se encuentran, si acaso, a unos cuantos pasos mas cerca de su destino apropiado que cuando empezaron. Lamentablemente, algunos se han extraviado del camino por completo en las oscuras tinieblas. Por otra parte, hay otros que fijan un curso, toman decisiones prudentes y correctos, y en gran manera realizan sus metas y llegan a su feliz destino. En esto esta cooperando con el Creador en su propósito declarado de llevar a cabo la vida eterna del hombre en su estado elevado.
En vista de que la inmortalidad y la vida eterna constituyen el único propósito de la vida. Todo lo demás intereses y actividades no son mas que incidentales en lo que dicho objeto respecta; y tomando en cuenta que los fines anteriores son la obra y la gloria de Dios, constituyen a si mismo, la obra propia del hombre y la razon principal del viaje a la tierra. De los dos elementos, esa gran bendición, la de inmortalidad, le llego al hombre sin que este se esfuerce, como don del Creador. La otra, la vida eterna es un programa cooperativo que han de llevar a efecto Dios y su progenie en la tierra. De manera que se convierte en su responsabilidad global, por parte del hombre, cooperar en forma completa con el Dios Eterno en la realización de este propósito para su beneficio. Para este fin Dios creo al hombre para que viniera en el estado terrestre y le otorgo la potencialidad para perpetuar la raza humana, subyugar la tierra, perfeccionarse y regresar a la presencia de Dios.
Nuestro Padre Celestial entonces envío a la tierra a una serie de profetas, hombres con revelación para conservar al hombre percatado de sus deberes y destino, para advertirlos del peligro y señalarle el camino hacia el triunfo total.
Parece que la percepción espiritual de muchos no ha sido suficientemente adecuada para lograr un entendimiento completo de los propósitos de Dios, y consiguientemente, El ha causado que se les instruya de acuerdo con un nivel, inferior, que Dios concede a todas las naciones, que de su propia nación y lengua, les enseñe su palabra, con sabiduría, cuando El juzgue convenientemente que tengan. Desafortunadamente, el pueblo de Dios con demasiada frecuencia ha rechazado sus vias, para su propia destrucción. Mas el Señor jamas ha permitido que sean destruidos estos pueblos, ni ha permitido que dejen de alcanzar su meta; sin haberlos instruidos y amonestado. Por ejemplo, de los judíos se dice que ninguno de ellos ha sido destruido jamas, sin que se lo hayan predicho los profetas de Dios.
Las Escrituras indican claramente el noble propósito de la existencia del hombre. Abraham y Moisés, en particular, hablan explícitamente de este asunto, como se revela en los escritos que han llegado a nosotros por vías de esta Escrituras. Por medio de ellos Dios ha confirmado abundante que el hombre es la creación suprema hecho a imagen y semejanza de Dios y de su Hijo Unigénito Jesucristo; que el hombre es progenie de Dios; que para el hombre; y solo para el se creo, organizo, se planto y se dispuso la tierra como habitación humana, y que, llevando dentro de si las semilla de la divinidad, y siendo, por tanto, un hijo de Dios en embrión, hay en el hombre una potencialidad ilimitada para progresar y lograr.
Estas palabras presuponen una creencia en Dios Y en el noble propósito de la vida. Si no hubiera Dios, la vida ciertamente carecería de significado, y como tal como sucedió con los antidiluvianos, y los babilonios, los israelitas y numerosos pueblos y civilizaciones, podríamos hallar justificación en un afán de vivir solamente para hoy, de comer, beber y divertirse; de disipar, de satisfacer todo deseo carnal y mundano. Si no hubiera Dios no tendría sentido el arrepentimiento, y no habría redención, ni resurrección, ni eternidades futuras y, consiguientemente no habría justicia ni esperanza.
Sin embargo, existe Dios, es justo y misericordioso. Hay una existencia interminable. El hombre padecerá o disfrutara su futuro de acuerdo con las obras de su s acciones de su vida en la carne. Por consiguiente, en vista de que la vida terrenal es solo como un punto, comparado con la infinita duración de la eternidad, el hombre deber tener mucho cuidado de que su presente pueda asegurarle el gozo, el desarrollo y la felicidad para su beneficio futuro. El plan de Dios claramente bosquejo sus condiciones y beneficios. La tierra iba a ser no solamente un lugar de residencia para el hombre, sino también una escuela y un campo de pruebas, una oportunidad para el hombre de probarse a si mismo. Se le concedería el hombre mantener su libre albedrío para que pudiera escoger por si mismo.
Uno de los propósitos definitivos de la venida de nuestros espíritus a esta tierra para tomar sobre si el estado terrestre, fue el de obtener un cuerpo físico. Este cuerpo iba a verse sujeto a todas las debilidades, tentaciones, flaquezas y limitaciones del estado carnal, y tendría que hacer frente al desafío de dominarse a si mismo. Aun cuando carecemos del recuerdo de nuestra vida en la preexistencia, todos entendíamos definitivamente, antes de venir a esta tierra, el propósito por el cual estamos aquí. Se nos iba requerir que lográsemos conocimiento, nos educásemos y nos adiestrásemos. Debíamos controlar nuestros impulsos y deseos; dominar y gobernar nuestras pasiones y vencer nuestras debilidades pequeñas. Deberíamos eliminar las transgresiones de omisión y comisión; y seguir las leyes que nos diera nuestro Padre Eterno. Los grandes pensadores del mundo han reconocido que el esfuerzo que esto requiere, dignifica y ennoblece al hombre. Dante (La Divina Comedia), por ejemplo, lo expresa de esta manera: “Considerad vuestro origen; no fuiste formados para vivir como bestias, sino para seguir la virtud y el conocimiento”.
También entendíamos que después de un periodo, que podría durar desde algunos segundos hasta décadas de vida terrestre, íbamos a morir; que nuestro cuerpos volverían a los elementos de la tierra de la cual habían sido creados, y nuestros espíritus viajarían al mundo de los espíritus donde podríamos continuar, preparándonos para nuestro destino eterno. Después de un periodo indeterminado, se verificaría una resurrección y nuestro estado elevado. Esta resurrección se ha puesto a nuestro alcance mediante el sacrificio del Hijo Unigénito Jesucristo que llevo a cabo a efecto este servicio incomparable por nosotros, un milagro que no podríamos realizar por nosotros mismos.
Así se preparo el camino para nuestra inmortalidad y, si nos mostramos leales, justos y dignos. El gran viaje será hacia el reino de Dios, nuestro Padre Eterno.
ESTA VIDA ES EL TIEMPO
Es el destino de los espíritus de los hombres venir a esta tierra y emprender un viaje de duración indeterminada. A veces viajan peligrosamente, otra veces con seguridad, en ocasiones con tristeza, en ocasiones con felicidad. Siempre señala el camino un propósito divino.
El viaje nos conduce por la infancia con sus actividades despreocupadas pero aprendizaje rápido; por la niñez con sus pequeños desengaños y tropezones, sus sentimientos ofendidos, su viva excitación; por la juventud con su entusiasmos sus angustias y disgustos, sus temores y esperanzas e intensidades por el periodo de cónyuges jóvenes con sus responsabilidades, y sus competencias, sus ambiciones, su crianza de la familia, sus acumulaciones; por la edad avanzada con sus logros, cumplimientos, realización de meta, desahogo y jubilación.
Por todo el viaje hay oportunidad para instruirse y para crecer y desarrollarse hacia la meta final. Vemos a algunos que meramente viajan, pues carecen de objeto, dirección, destino o propósito. Faltándoles mapas de carreteras para guiarse, simplemente viajan por el camino, y en diversas grados van recogiendo las cosas que agradan al ojo, halagan las vanidades, satisfacen apetitos, apagan sedes, sacian pasiones. Y cuando se aproxima el fin de la vida han viajado, pero solo se encuentran, si acaso, a unos cuantos pasos mas cerca de su destino apropiado que cuando empezaron. Lamentablemente, algunos se han extraviado del camino por completo en las oscuras tinieblas. Por otra parte, hay otros que fijan un curso, toman decisiones prudentes y correctos, y en gran manera realizan sus metas y llegan a su feliz destino. En esto esta cooperando con el Creador en su propósito declarado de llevar a cabo la vida eterna del hombre en su estado elevado.
En vista de que la inmortalidad y la vida eterna constituyen el único propósito de la vida. Todo lo demás intereses y actividades no son mas que incidentales en lo que dicho objeto respecta; y tomando en cuenta que los fines anteriores son la obra y la gloria de Dios, constituyen a si mismo, la obra propia del hombre y la razon principal del viaje a la tierra. De los dos elementos, esa gran bendición, la de inmortalidad, le llego al hombre sin que este se esfuerce, como don del Creador. La otra, la vida eterna es un programa cooperativo que han de llevar a efecto Dios y su progenie en la tierra. De manera que se convierte en su responsabilidad global, por parte del hombre, cooperar en forma completa con el Dios Eterno en la realización de este propósito para su beneficio. Para este fin Dios creo al hombre para que viniera en el estado terrestre y le otorgo la potencialidad para perpetuar la raza humana, subyugar la tierra, perfeccionarse y regresar a la presencia de Dios.
Nuestro Padre Celestial entonces envío a la tierra a una serie de profetas, hombres con revelación para conservar al hombre percatado de sus deberes y destino, para advertirlos del peligro y señalarle el camino hacia el triunfo total.
Parece que la percepción espiritual de muchos no ha sido suficientemente adecuada para lograr un entendimiento completo de los propósitos de Dios, y consiguientemente, El ha causado que se les instruya de acuerdo con un nivel, inferior, que Dios concede a todas las naciones, que de su propia nación y lengua, les enseñe su palabra, con sabiduría, cuando El juzgue convenientemente que tengan. Desafortunadamente, el pueblo de Dios con demasiada frecuencia ha rechazado sus vias, para su propia destrucción. Mas el Señor jamas ha permitido que sean destruidos estos pueblos, ni ha permitido que dejen de alcanzar su meta; sin haberlos instruidos y amonestado. Por ejemplo, de los judíos se dice que ninguno de ellos ha sido destruido jamas, sin que se lo hayan predicho los profetas de Dios.
Las Escrituras indican claramente el noble propósito de la existencia del hombre. Abraham y Moisés, en particular, hablan explícitamente de este asunto, como se revela en los escritos que han llegado a nosotros por vías de esta Escrituras. Por medio de ellos Dios ha confirmado abundante que el hombre es la creación suprema hecho a imagen y semejanza de Dios y de su Hijo Unigénito Jesucristo; que el hombre es progenie de Dios; que para el hombre; y solo para el se creo, organizo, se planto y se dispuso la tierra como habitación humana, y que, llevando dentro de si las semilla de la divinidad, y siendo, por tanto, un hijo de Dios en embrión, hay en el hombre una potencialidad ilimitada para progresar y lograr.
Estas palabras presuponen una creencia en Dios Y en el noble propósito de la vida. Si no hubiera Dios, la vida ciertamente carecería de significado, y como tal como sucedió con los antidiluvianos, y los babilonios, los israelitas y numerosos pueblos y civilizaciones, podríamos hallar justificación en un afán de vivir solamente para hoy, de comer, beber y divertirse; de disipar, de satisfacer todo deseo carnal y mundano. Si no hubiera Dios no tendría sentido el arrepentimiento, y no habría redención, ni resurrección, ni eternidades futuras y, consiguientemente no habría justicia ni esperanza.
Sin embargo, existe Dios, es justo y misericordioso. Hay una existencia interminable. El hombre padecerá o disfrutara su futuro de acuerdo con las obras de su s acciones de su vida en la carne. Por consiguiente, en vista de que la vida terrenal es solo como un punto, comparado con la infinita duración de la eternidad, el hombre deber tener mucho cuidado de que su presente pueda asegurarle el gozo, el desarrollo y la felicidad para su beneficio futuro. El plan de Dios claramente bosquejo sus condiciones y beneficios. La tierra iba a ser no solamente un lugar de residencia para el hombre, sino también una escuela y un campo de pruebas, una oportunidad para el hombre de probarse a si mismo. Se le concedería el hombre mantener su libre albedrío para que pudiera escoger por si mismo.
Uno de los propósitos definitivos de la venida de nuestros espíritus a esta tierra para tomar sobre si el estado terrestre, fue el de obtener un cuerpo físico. Este cuerpo iba a verse sujeto a todas las debilidades, tentaciones, flaquezas y limitaciones del estado carnal, y tendría que hacer frente al desafío de dominarse a si mismo. Aun cuando carecemos del recuerdo de nuestra vida en la preexistencia, todos entendíamos definitivamente, antes de venir a esta tierra, el propósito por el cual estamos aquí. Se nos iba requerir que lográsemos conocimiento, nos educásemos y nos adiestrásemos. Debíamos controlar nuestros impulsos y deseos; dominar y gobernar nuestras pasiones y vencer nuestras debilidades pequeñas. Deberíamos eliminar las transgresiones de omisión y comisión; y seguir las leyes que nos diera nuestro Padre Eterno. Los grandes pensadores del mundo han reconocido que el esfuerzo que esto requiere, dignifica y ennoblece al hombre. Dante (La Divina Comedia), por ejemplo, lo expresa de esta manera: “Considerad vuestro origen; no fuiste formados para vivir como bestias, sino para seguir la virtud y el conocimiento”.
También entendíamos que después de un periodo, que podría durar desde algunos segundos hasta décadas de vida terrestre, íbamos a morir; que nuestro cuerpos volverían a los elementos de la tierra de la cual habían sido creados, y nuestros espíritus viajarían al mundo de los espíritus donde podríamos continuar, preparándonos para nuestro destino eterno. Después de un periodo indeterminado, se verificaría una resurrección y nuestro estado elevado. Esta resurrección se ha puesto a nuestro alcance mediante el sacrificio del Hijo Unigénito Jesucristo que llevo a cabo a efecto este servicio incomparable por nosotros, un milagro que no podríamos realizar por nosotros mismos.
Así se preparo el camino para nuestra inmortalidad y, si nos mostramos leales, justos y dignos. El gran viaje será hacia el reino de Dios, nuestro Padre Eterno.