Traigo aquí un extracto del diario “El Mundo” de antesdeayer
Navidades en ruina
Mientras unos cristianos, palestinos, rumian su desesperanza en una emblemática Belén donde se anulan los festejos, otros cristianos, evangelistas estadounidenses, acuden a apoyar a Israel confiando en su conversión
JAVIER ESPINOSA
«¡Tengo un restaurante a 12 metros exactos de la Iglesia de la Natividad y no vendo nada desde hace 27 meses!». Khader Ali ignoraba que el nombre que eligió para el local que inició en 1979 se convertiría en premonitorio de su catastrófica situación económica.Al Atlal (La Ruina), reza el cartel del establecimiento, sito en una de las calles paralelas al emblemático lugar donde los cristianos sitúan la gruta que vio nacer a Jesucristo.
Mientras que en otras ciudades con significadas poblaciones de confesión cristiana, como es Belén y las adyacentes localidades de Bet Jala y Bet Shaur, los domicilios se encuentran a estas alturas decorados con nacimientos y árboles de Navidad, los únicos adornos que se aprecian en estas urbes palestinas son los innumerables carteles en honor de los mártires (milicianos abatidos) de la Intifada o pintadas como aquélla que proclama en inglés: «La ocupación mata».
«¿Qué hace Occidente? ¿Qué hace el Papa? ¡Nada! ¡Estamos hartos de Israel, de Arafat, sí, de Arafat también, y de la apatía de Europa! ¡Incluso si ahora levantaran el toque de queda, estaríamos trabajando durante dos años sólo para cubrir las deudas que tenemos!», proclama indignado el propietario de La Ruina.
La desesperanza que manifiesta Khader Ali era ayer una constante en Belén, Bet Jala y Bet Azur, sometidas desde el 22 de noviembre a una extraña situación que oscila entre la clausura total, la mayor de las veces, y los paréntesis de libertad que nadie sabe muy bien definir.
Debido a esta circunstancia y por primera vez desde tiempos inmemoriales, Belén ha cancelado oficialmente cualquier celebración navideña que no sea estrictamente religiosa. Un gesto que ni tan siquiera se produjo el año pasado, cuando los israelíes prohibieron también al líder palestino Yasir Arafat acudir a la Misa del Gallo.
«Es una ocasión triste porque resulta difícil celebrar nada en estas circunstancias. No habrá ni árbol de Navidad, ni alumbrado, ni nada. Nosotros somos quizás los únicos que hemos colocado un belén en la iglesia, y chiquito», explica el franciscano mexicano Nicolás Márquez, uno de los 31 que habitan en el complejo anejo a la Natividad.
Los tanques que habitualmente se ubican en las inmediaciones del recinto han desaparecido, pero el Ejército israelí ya advirtió que aunque flexibilice el control no abandonará Belén durante las Navidades.
«Lo único que se mantendrá será la misa de Nochebuena. La gente no tiene tiempo para celebraciones, porque cuando levantan el toque de queda lo que hacen es correr para comprar comida o llevar a los enfermos al hospital», declaró por su parte el alcalde de la misma, Hanna Nasser.
En Bet Jala, el matrimonio Degaulle, integrado por el doctor Hodali y la española Teresa Pinilla, admiten que tampoco ellos han colocado esta vez el típico nacimiento con el que adornaban tradicionalmente su residencia. «La gente no tiene el ánimo para festejos», puntualiza Hodali, mientras su mujer exhibe la caja donde guarda los proyectiles que recolectó durante los agitados días de marzo, cuando su domicilio se convirtió «en un frente de batalla» entre los colonos israelíes del cercano asentamiento de Giló y los milicianos palestinos. «Esto no es vida», precisa Pinilla.
Israel y el mundo occidental no son los únicos que reciben calificativos de todo tipo por lo que el propio Hodali define como «apatía escandalosa» ante lo que ocurre en Belén. Los cristianos de esta zona han descubierto un nuevo enemigo: otros cristianos, aunque estos evangelistas y estadounidenses, que se han convertido en el principal soporte internacional de Israel.
Belén, precisamente, fue uno de los lugares que evitó la cúpula de la Coalición Cristiana Americana cuando se personó a mediados de noviembre en este país. «Vengo invitada por Israel y no por los palestinos», adujo Roberta Combs, presidenta de un movimiento especialmente cercano al presidente norteamericano George W.Bush.
«Confortar» a los colonos
Combs, sin embargo, acudió a «confortar» a los colonos radicales de Hebrón y siguió un particular periplo que la llevó a casi todos los lugares donde se han registrado atentados palestinos en Jerusalén.
La extraña alianza entre cristianos derechistas e Israel tiene que ver con una interpretación, cuando menos singular, de las escrituras bíblicas que establecen que el Fin del Mundo no llegará hasta que los judíos no restablezcan «el reino de David», después sean exterminados en su mayor parte y los supervivientes se conviertan al cristianismo. «Dios tiene un plan para Israel, pero eso es cosa de Dios. No venimos a convertir a nadie», manifestó Michael Brown, número dos de la Coalición a EL MUNDO en una reciente entrevista.
En la emblemática localidad, Peter Qumri, palestino de confesión cristiana que dirige el hospital general de Belén, reconoce que «el sostén de la derecha cristiana de Estados Unidos a Israel nos resulta ciertamente embarazoso y por ello hemos reforzado nuestro nacionalismo. Los cristianos que vienen a apoyar a Israel no son verdaderos cristianos».
«A los musulmanes no les dejaron celebrar el Ramadán, así que nosotros no festejaremos las Navidades», sentencia Hodali Degaulle.
Navidades en ruina
Mientras unos cristianos, palestinos, rumian su desesperanza en una emblemática Belén donde se anulan los festejos, otros cristianos, evangelistas estadounidenses, acuden a apoyar a Israel confiando en su conversión
JAVIER ESPINOSA
«¡Tengo un restaurante a 12 metros exactos de la Iglesia de la Natividad y no vendo nada desde hace 27 meses!». Khader Ali ignoraba que el nombre que eligió para el local que inició en 1979 se convertiría en premonitorio de su catastrófica situación económica.Al Atlal (La Ruina), reza el cartel del establecimiento, sito en una de las calles paralelas al emblemático lugar donde los cristianos sitúan la gruta que vio nacer a Jesucristo.
Mientras que en otras ciudades con significadas poblaciones de confesión cristiana, como es Belén y las adyacentes localidades de Bet Jala y Bet Shaur, los domicilios se encuentran a estas alturas decorados con nacimientos y árboles de Navidad, los únicos adornos que se aprecian en estas urbes palestinas son los innumerables carteles en honor de los mártires (milicianos abatidos) de la Intifada o pintadas como aquélla que proclama en inglés: «La ocupación mata».
«¿Qué hace Occidente? ¿Qué hace el Papa? ¡Nada! ¡Estamos hartos de Israel, de Arafat, sí, de Arafat también, y de la apatía de Europa! ¡Incluso si ahora levantaran el toque de queda, estaríamos trabajando durante dos años sólo para cubrir las deudas que tenemos!», proclama indignado el propietario de La Ruina.
La desesperanza que manifiesta Khader Ali era ayer una constante en Belén, Bet Jala y Bet Azur, sometidas desde el 22 de noviembre a una extraña situación que oscila entre la clausura total, la mayor de las veces, y los paréntesis de libertad que nadie sabe muy bien definir.
Debido a esta circunstancia y por primera vez desde tiempos inmemoriales, Belén ha cancelado oficialmente cualquier celebración navideña que no sea estrictamente religiosa. Un gesto que ni tan siquiera se produjo el año pasado, cuando los israelíes prohibieron también al líder palestino Yasir Arafat acudir a la Misa del Gallo.
«Es una ocasión triste porque resulta difícil celebrar nada en estas circunstancias. No habrá ni árbol de Navidad, ni alumbrado, ni nada. Nosotros somos quizás los únicos que hemos colocado un belén en la iglesia, y chiquito», explica el franciscano mexicano Nicolás Márquez, uno de los 31 que habitan en el complejo anejo a la Natividad.
Los tanques que habitualmente se ubican en las inmediaciones del recinto han desaparecido, pero el Ejército israelí ya advirtió que aunque flexibilice el control no abandonará Belén durante las Navidades.
«Lo único que se mantendrá será la misa de Nochebuena. La gente no tiene tiempo para celebraciones, porque cuando levantan el toque de queda lo que hacen es correr para comprar comida o llevar a los enfermos al hospital», declaró por su parte el alcalde de la misma, Hanna Nasser.
En Bet Jala, el matrimonio Degaulle, integrado por el doctor Hodali y la española Teresa Pinilla, admiten que tampoco ellos han colocado esta vez el típico nacimiento con el que adornaban tradicionalmente su residencia. «La gente no tiene el ánimo para festejos», puntualiza Hodali, mientras su mujer exhibe la caja donde guarda los proyectiles que recolectó durante los agitados días de marzo, cuando su domicilio se convirtió «en un frente de batalla» entre los colonos israelíes del cercano asentamiento de Giló y los milicianos palestinos. «Esto no es vida», precisa Pinilla.
Israel y el mundo occidental no son los únicos que reciben calificativos de todo tipo por lo que el propio Hodali define como «apatía escandalosa» ante lo que ocurre en Belén. Los cristianos de esta zona han descubierto un nuevo enemigo: otros cristianos, aunque estos evangelistas y estadounidenses, que se han convertido en el principal soporte internacional de Israel.
Belén, precisamente, fue uno de los lugares que evitó la cúpula de la Coalición Cristiana Americana cuando se personó a mediados de noviembre en este país. «Vengo invitada por Israel y no por los palestinos», adujo Roberta Combs, presidenta de un movimiento especialmente cercano al presidente norteamericano George W.Bush.
«Confortar» a los colonos
Combs, sin embargo, acudió a «confortar» a los colonos radicales de Hebrón y siguió un particular periplo que la llevó a casi todos los lugares donde se han registrado atentados palestinos en Jerusalén.
La extraña alianza entre cristianos derechistas e Israel tiene que ver con una interpretación, cuando menos singular, de las escrituras bíblicas que establecen que el Fin del Mundo no llegará hasta que los judíos no restablezcan «el reino de David», después sean exterminados en su mayor parte y los supervivientes se conviertan al cristianismo. «Dios tiene un plan para Israel, pero eso es cosa de Dios. No venimos a convertir a nadie», manifestó Michael Brown, número dos de la Coalición a EL MUNDO en una reciente entrevista.
En la emblemática localidad, Peter Qumri, palestino de confesión cristiana que dirige el hospital general de Belén, reconoce que «el sostén de la derecha cristiana de Estados Unidos a Israel nos resulta ciertamente embarazoso y por ello hemos reforzado nuestro nacionalismo. Los cristianos que vienen a apoyar a Israel no son verdaderos cristianos».
«A los musulmanes no les dejaron celebrar el Ramadán, así que nosotros no festejaremos las Navidades», sentencia Hodali Degaulle.