AVIVAMIENTO

Modri

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24 Julio 2002
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Avivamiento

Manuel de León

Alfonso Ropero publicó el libro “Teología bíblica del avivamiento” (CLIE 2000). En su prólogo nos dice: “Pese a ser un tema tan importante, apenas si existe en castellano un estudio serio y riguroso del avivamiento. El material histórico y doctrinal al respecto es prácticamente nulo, quitando algunas obras de carácter devocional y algún que otro estudio parcial, que últimamente están viendo la luz. Esta pobreza de material en nuestra lengua contrasta con el existente en inglés que reúne una lista pormenorizada de 6.000 títulos, sin contar con los que aparecen nuevos cada año”.

¿Indicará este hecho bibliográfico, nuestra falta de interés por la restauración y el avivamiento? ¿ No nos habremos dado cuenta que mientras peregrinemos por esta tierra tenemos la necesidad perenne de renovación y consagración espirituales?

“Una iglesia viva, en sentido espiritual, - dice Ropero – no es un fenómeno extraordinario, sino el hecho natural para la cual los creyentes han sido llamados, redimidos y congregados por el Salvador. El avivamiento representa el anhelo de permanecer en esa vida de fe y amor que el Espíritu produce, pero que el pecado estorba y entorpece”

Algunos ya han denominado esta iglesia como “bio-iglesia” en cuanto a su desarrollo natural, pero también es cierto que la vida cristiana vivida en el poder de Cristo, necesita ser despertada para crear hambre y sed de justicia, avivada con ejemplos bíblicos desafiantes, e incentivada por el triunfo del Reino de Dios en medio de un mundo de egoísmo. El resultado de este compromiso influirá en el testimonio y conversión de pecadores.

El interés de Dios no es tanto de carácter pragmático donde solo se mida su Obra por los resultados evangelísticos, logros y éxitos cifrados, sino en el carácter personal, es decir: la forja del carácter cristiano. El interés de Dios está en un cristianismo vital, y en una constante renovación. Si antes no existe un avivamiento entre los creyentes, si la iglesia no se restaura sacando a la luz los pecados ocultos y se conduce a esferas de servicio a Dios y al prójimo, Dios no podrá actuar con instrumentos incompetentes e inhábiles. Nunca podremos sacar una muela – se ha dicho- si usamos una pala, ni hacer un zapato con un rastrillo, ambos son instrumentos inadecuados e inútiles para la tarea.

El Espíritu de Dios produce un avivamiento cuando reconocemos el Señorío de Cristo y vivimos a la altura del Reino de Dios. La necesidad mas grande de la iglesia no es tener algo que decir, sino decir lo que viene de Dios. Dice José Grau: “que el avivamiento es sobre toda consideración una terapéutica. Se enfrenta con una enfermedad y con unos enfermos para sacarlos de su postración y sus dolencias y los retorna a una nueva plenitud de vida.”

En toda expansión del Evangelio ha sido necesario un avivamiento del pueblo de Dios y este no sin antes haber experimentado el dolor del arrepentimiento y la vuelta al camino de consagración a Dios. Apocalipsis 2:14 dice : “Porque has dejado tu primer amor.... recuerda por tanto de donde has caído y arrepiéntete”.

Los miles de mini-programas evangelísticos ( a los que de ninguna manera critico, antes al contrario estimo en su justa medida) pero que en la mayoría de los casos están condenados al fracaso, están dejando a las iglesias sin recursos, pero lo que es mas grave, estos esfuerzos, no crean pensamiento teológico, ni cultura para el espíritu. Por otra parte, el desmesurado énfasis en el auxilio social, la obra de rehabilitación del marginado y drogadicto, que tanto éxito está teniendo hoy, ¡gloria a Dios por ello! mañana puede dejar un vació de conocimiento bíblico y por tanto del conocimiento de la voluntad de Dios y las enseñanzas de Cristo. En todo esto debemos permanecer equilibrados y entender la evangelización como tarea global, abarcando a todo el ser humano.

La iglesia que se expansiona debe permitir que el Espíritu de Dios sea en todo momento el que despierte a la tremenda responsabilidad de la Iglesia como liberadora y renovadora en este mundo, donde todos los que la componemos estamos implicados. Ese día sería un nuevo amanecer para el cristianismo evangélico. Pero mientras llega ese día, hemos de mantener un compromiso universal de tareas y objetivos comunes, crear y exigir nuevos caminos de contacto y alimentar un impulso que transforme situaciones sin salida aparente. Este espíritu nos empujará de una forma nueva a la renovación y conducirá a la Iglesia a un futuro transformado.

Sin la renovación divina, la Iglesia quedará atrapada en el estado actual, en el que prima mas la idea de Iglesia como “ microcultura-de-la-diferencia” (que muchos se empeñan en mantener pensando: “como somos diferentes, cada cual actúe según Dios le de a entender y su denominación le indique”), pero que es frustrante e imposible para llevar a cabo la misión y el servicio. Sin la renovación divina la iglesia revierte rápidamente al mundo.

Muchas veces, sin embargo, hablamos de restauración o avivamiento en términos de poder para predicar el Evangelio, conversión rápida y milagrosa de multitudes. Se dice que nada hay imposible para Dios. Que Él es el mismo ayer, hay y por los siglos. Que Él quiere la salvación de todos y la va a llevar a cabo. Pero la renovación que apuntamos no es antropocéntrica: la salvación del hombre; ni de dominio: influenciar y culturizar la sociedad. Es Cristocéntrica. Esto es, la formación de Cristo en los fieles agrupados en asambleas, en un solo cuerpo, en armonía y reposo y a la vez fermento de nuevos dones y nuevas formas de servir.


Manuel de León es pastor, Presidente del Consejo Evangélico de Asturias, ha dirigido la Revista "Asturias Evangélica" y ha publicado “ORBAYU" una revista de investigación histórica, cultural y sociológica del protestantismo en Asturias

© M. de León, 2003, España. I+CP (www.ICP-e.org)

http://www.icp-e.org/Orbayu.htm