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Salud y bendición en la paz de Cristo.
Un viento recio
Quiero compartir con ustedes lo que el Señor ha hecho. Quizá contribuya a que comprendan lo que Dios puede hacer en estos últimos días. Les demostrará también que toda la Biblia es verdadera, aún para aquellos de nosotros que vivimos en la actualidad.
Con frecuencia la gente habla de la Biblia diciendo que es “El viejo Libro negro”. Creen que las cosas registradas allí ocurrieron hace varios siglos y que no son de actualidad para nosotros en esta generación. Pero puedo demostrarles que esta Biblia es más de actualidad que el diario de la mañana.
El diario nos habla solamente de crímenes y de guerras, terremotos y rebeliones. Sin embargo la Biblia explica la voluntad de Dios. Nos habla del corazón del Padre, su amor y su poder.
Cuando creemos en la Biblia tal cual es, veremos que el poder de Dios se manifiesta en nuestra vida y en nuestra colectividad, como ocurrió hace siglos en épocas bíblicas.
Antes de contarles del avivamiento en Indonesia y cómo ocurrió, quisiera compartir con ustedes el versículo 16 del capítulo 15 de la epístola a los Romanos: “Para ser ministro de Jesucristo a los gentiles, ministrando el evangelio de Dios, para que los gentiles les sean ofrenda agradable, santificada por el Espíritu Santo.” En este versículo el apóstol Pablo no solamente habla del llamado definido que Dios le había hecho, sino también de su ministerio. Ejerció su ministerio en favor de los gentiles no solamente mediante las palabras, sino a través de poderosas señales y maravillas por el poder del Espíritu Santo. (Romanos 15:18-19).
Creo que ésta es la manera en que el Espíritu Santo desea operar por intermedio de la vida del siervo de Dios en la actualidad.
En nuestra iglesia en Indonesia conocíamos a Dios el Espíritu, a Dios el Padre, y a Dios el Hijo Jesucristo. Sabíamos bien la Biblia. Aprendíamos de memoria versículos bíblicos. Pero nunca experimentamos la manifestación del Espíritu en la forma que Pablo la describe. Pablo explicó con claridad que por la virtud del Espíritu Santo ejerció su ministerio entre los gentiles en palabras y obras y grandes maravillas. El apóstol Pablo viajaba de pueblo en pueblo y de lugar en lugar predicando el evangelio de Jesucristo. No solamente compartía la Palabra viva de Dios con ellos mediante la vida que vivía según el evangelio, sino también por portentosas señales y maravillas.
El Espíritu Santo emplea la Santa Palabra para llegar en la actualidad al corazón de la gente.
Pero también quiere emplearnos a nosotros. Quiere vivir en nosotros, y quiere manifestarse en nuestra vida mediante milagros y señales y maravillas. En 2 Timoteo 1:7 se nos dice que Dios no nos ha dado un espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio. En 1 Corintios capítulo 12 se nos habla de la obra del Espíritu Santo en poder. En el capítulo 13 de 1 Corintios, el Espíritu Santo es el Espíritu de amor. Pero eso no es todo. El Espíritu de Dios es también el espíritu de dominio propio. Esto hallamos en 1 Corintios capítulo 14. En el idioma griego, dominio propio significa disciplina u orden. Creo que en las iglesias, según el apóstol Pablo lo dijo en Romanos 15, el Espíritu Santo siempre se manifestó de esta manera con poder.
Pero hay muchas iglesias y personas en el mundo en la actualidad que no creen que los dones espirituales pueden manifestarse ya en nuestro medio.
¡Qué lamentable! Desde que comenzó el avivamiento indonesio en 1965, Dios ha restaurado los dones espirituales en las iglesias, y gracias a Dios por ello.
Muchos dicen que porque la iglesia fue establecida en Pentecostés, no necesitamos los dones espirituales. Pero yo no lo creo así. ¿Por qué? Porque Pablo y Pedro y Juan, hace 2.000 años, necesitaban la manifestación y operación del Espíritu Santo en sus ministerios. ¡Cuánto más lo necesita esta generación! El diablo sabe que no queda mucho tiempo y que Jesús retornará pronto. El diablo libra una lucha tremenda en este siglo, mucho más intensa que en el siglo primero. Estoy convencido de que la única forma en que los creyentes pueden combatir en la actualidad a estos poderes demoníacos es por medio del poder del Espíritu de Dios. La única esperanza de la iglesia consiste en que permitamos que los dones espirituales se manifiesten de nuevo.
El poder en un compartimiento
“Señor”, decimos, “tú afirmas en la Biblia que puedes hacerlo, pero este versículo es para hace 2.000 años. Este versículo no es vigente en la actualidad, porque la iglesia no estaba aún establecida.” Tenemos demasiados compartimientos en nuestras iglesias en los cuales ponemos diversos versículos de las Sagradas Escrituras. Este compartimiento es para un versículo que nos habla de lo que aconteció hace varios siglos. Otro compartimiento es para versículos que nos dicen lo que ocurre hoy, pero solamente bajo ciertas circunstancias. Estos versículos son para los judíos solamente, de manera que los ponemos en otro compartimiento. Hemos puesto a la Biblia en tantos compartimientos que hemos perdido la mayor parte de su mensaje y significado.
La Biblia es sencilla. Es para nosotros en la actualidad. Y es tan cierta para nosotros hoy como lo fue para los pueblos que vivieron hace 2.000 años. Hoy Dios quiere confirmar su Palabra por medio de nuestra vida. Si todo lo que nos dice la Biblia no es cierto, luego nada es cierto. Le doy gracias a Dios que cuando comenzó el avivamiento él nos ayudó a contemplar la Biblia en forma muy sencilla. El problema que aqueja a la mayoría de nosotros consiste en que tenemos que comprobar todas las cosas mediante nuestra mente, nuestra pequeña computadora, en vez de hacerlo con el corazón. Cuando leemos en Marcos 16:9-20 respecto de estas señales y maravillas, muchos dicen: “Oh, pero estos versículos no se encuentran en todos los antiguos manuscritos. Puesto que no se hallan en todos los antiguos manuscritos, es mejor que los pongamos en otro compartimiento y cerremos la tapa.” ¿Y qué diremos de 1 Corintios capítulo 12? “Pablo escribió esto porque la iglesia era muy pequeña y acababa de establecerse”, dicen muchos. “Eran débiles y necesitaban estos dones. Hoy contamos con grandes iglesias y grandes hombres en ellas y todo marcha tan bien, que no necesitamos los dones sobrenaturales.” Y este capítulo se pone en otro compartimiento. Luego leemos en 1 Corintios capítulo 13 y decimos: “Ah, sí, eso es lo que necesitamos —amor. El amor es el mejor don.” Pero luego llegamos a 1 Corintios capítulo 14 y decidimos que estas cosas no son muy importantes. Puesto que tenemos amor, lo tenemos todo y no necesitamos nada más. Así que ponemos a 1 Corintios capítulo 14 en otro compartimiento.
Sin embargo, la Biblia no lo explica de esa manera. La Biblia afirma que el Espíritu de Dios es el Espíritu de poder, de amor y de orden. El Espíritu Santo opera en las tres formas. El Espíritu Santo no se manifiesta solamente en poder, o solamente en amor, o solamente en orden, sino en las tres formas, según lo registra 1 Corintios capítulos 12, 13 y 14. No podemos prescindir de ninguno de los tres capítulos.
Hechos 2, repetido
Pertenezco a la iglesia presbiteriana y allí hacíamos todo con orden. Cuando íbamos a la iglesia, todo estaba anotado en un programa. El pastor leía una parte y nosotros leíamos la otra. Sabíamos cuándo ponernos de pie, cuándo sentarnos, cuándo orar y cuándo cantar. Realmente le agradecía a Dios y apreciaba ese orden en mi iglesia.
También teníamos amor. O mejor dicho, teníamos un poquito de amor. Cuando alguien nos sonreía, le sonreíamos también. Aprendimos a amar a la gente que nos amaba. Y si alguien no nos amaba, nosotros tampoco lo amábamos mucho.
Pero en mi iglesia no teníamos poder alguno. Cuando vino el avivamiento, Dios nos concedió todos los dones del Espíritu Santo, como así también, poder, amor y orden.
Recuerdo muy bien aquella noche del 26 de septiembre de 1965. Unas 200 personas de todas las edades se habían congregado en nuestra iglesia para orar juntas. Y mientras orábamos, de repente nos ocurrió algo extraño. Si lee los Hechos, capítulo 2 en su Biblia, descubrirá que eso fue precisamente lo que ocurrió en mi iglesia. Por muchos años habíamos sabido de esta porción bíblica. En realidad, muchos de nosotros la habíamos aprendido de memoria. Pero nunca la habíamos experimentado en nuestra vida.
Nuestro pastor nos decía con frecuencia: “Puesto que Dios le dio a la iglesia el Espíritu Santo hace 2.000 años, si usted es miembro de la iglesia, automáticamente recibe el bautismo en el Espíritu Santo.” Esa noche Dios comenzó a abrir nuestros ojos en el sentido de que ese bautismo no era algo automático.
Leemos en Juan 3:16 que “De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito”. Dios dio a su Hijo para todo el mundo. Aun así no significa que todos los que están en el mundo irán al cielo. Aunque le dio a su Hijo al mundo, todos aquellos que quieren ir al cielo deben acudir al Hijo para recibir salvación. Podemos decir lo mismo del bautismo en el Espíritu Santo. Jesús le ha dado el Espíritu Santo a todos los que le aceptan como su Salvador personal, convirtiéndose en miembros del cuerpo de Cristo. Sin embargo, el hombre aún tiene que llegar al extremo de sus recursos y tener una experiencia personal con Jesús para recibir la plenitud del Espíritu Santo. Esto no se produce automáticamente. Cada uno debe responder personalmente.
Alabamos a Dios por aquella noche especial en que el Señor comenzó a abrir nuestros ojos y poner sed en nuestro corazón de recibir la plenitud del Espíritu Santo. Recordamos cuando Juan el Bautista dijo: “Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento; pero el que viene tras mí, cuyo calzado yo no soy digno de llevar, es más poderoso que yo; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego.” Por muchos años habíamos sido engañados por nuestros predicadores.
Nos habían dicho que debíamos de depender de la experiencia de gente que vivió hace 2.000 años. Esa noche Dios nos habló al corazón en el sentido de que el cristianismo no consiste en depender de la experiencia de otros. Es una experiencia personal con un Dios vivo. Le doy gracias a Jesús por eso.
Un viento recio y fuego
Esa noche mientras orábamos juntos, el Espíritu Santo vino de repente como lo hizo el día de Pentecostés. En los Hechos, capítulo 2, leemos que vino del cielo como un viento recio. Y esa noche mientras estaba sentado junto a mi hermana, oí ese viento recio. Se parecía a un pequeño ciclón en la iglesia. Miré a mí alrededor y no vi nada. Me volví a mi hermana. —Querida, ¿no oyes un ruido extraño? —le pregunté.
—Sí —me contestó—. Pero olvídate del ruido y oremos.
Ella comenzó a orar y al mismo tiempo oí a muchos otros que empezaban a orar. Debe saberse que en nuestra iglesia orábamos siempre siguiendo un orden absoluto, uno por uno. Era suficiente que una sola persona orara en nuestra iglesia puesto que todo estaba escrito delante de nosotros. Si muchos fuesen a orar, hubiésemos tenido que escribir muchas oraciones. Pero esa noche, aquellos presbiterianos se olvidaron del orden escrito y de las oraciones que tenían ante sí, y comenzaron a orar en el Espíritu. Al principio lo hicieron uno por uno, pero antes de que me diera cuenta, todos comenzamos a orar al mismo tiempo.
Querido Jesús, ¿qué pasa en mi iglesia? Se han olvidado del orden escrito —exclamé.
Y mientras todos oraban miré a los pastores. ¡Qué ansiedad se reflejaba en sus rostros! Allí estaban sentados en la plataforma, sin saber qué hacer con esas 200 personas. Ellos también oyeron el viento recio que soplaba. Miré de nuevo a mí alrededor y no vi nada que se moviera; era sólo un ruido.
Luego oí la campana de incendios que sonaba fuerte y con rapidez. Frente a la iglesia se hallaba el Departamento de Policía y la campana de incendios. El hombre de guardia en el Departamento de Policía vio que nuestra iglesia estaba envuelta en llamas, de manera que tocó la campana de incendios para informarle a la gente del pueblo que acudiera de inmediato puesto que se había declarado un incendio. En Indonesia, especialmente en Timor, no tenemos bombas de incendio. Simplemente tocamos la campana y la gente se da cuenta de que hay un incendio y acude de todas partes con baldes de agua y otras cosas para apagar el fuego.
Cuando llegaron a la iglesia vieron las llamas, pero la iglesia no se quemaba.
En vez de ser un fuego natural, era el fuego de Dios. En virtud de esto, muchas personas recibieron a Jesús como su Salvador, y también el bautismo en el Espíritu Santo.
Naturalmente, que por ser presbiterianos, no estábamos familiarizados con las palabras “bautismo o plenitud del Espíritu Santo”. Era algo nuevo para nosotros. Pero Dios abrió nuestros ojos y nos dijo que eran cosas que debíamos experimentar en nuestra vida; que no podíamos depender del Pentecostés del pasado.
Quiero darles un ejemplo. Quizá algún día usted se enamore de una joven y el papá le dirá: “Parece que estás enamorado.” Y usted quizá responda: “Sí, papá, estoy enamorado de mi vecina y pienso casarme con ella este verano.” Y su papá le contesta: “No lo hagas. Hace 25 años que tus padres se casaron y pueden depender de nuestra experiencia e imaginarte que estás casado.” ¿Cree que estaría de acuerdo con sus padres si le propusieran una tontería como ésa? Sin duda le contestaría: “Papá, puedes casarte un millón de veces si quieres, pero por mi parte yo también quiero casarme. Cuanto más me dices de tu matrimonio, tanto más quiero casarme yo mismo. Y cuanto más maravilloso sea tu matrimonio, tanto más pronto quiero casarme yo.” Es indudable que no podemos depender de la experiencia de nuestros padres, nosotros debemos tener la propia. Estoy seguro que esto no es solamente cierto respecto de la salvación de Jesucristo, sino también del bautismo del Espíritu Santo. No podemos depender de la experiencia de Juan y Pedro y de otros hombres de la época bíblica. ¡Qué maravillosas eran sus experiencias!
Aún necesitamos la nuestra. Hay muchos que se contentan con la experiencia de Juan y de Pedro. Se parecen al joven que se contentaría con la experiencia de casado de su padre. Muchas personas no se dan cuenta del poder, del amor y del gozo que no disfrutan puesto que no han recibido la plenitud del Espíritu Santo.
Un nuevo estilo de culto
Le agradezco a Dios que esa noche nos perdonó nuestra ignorancia y el Espíritu Santo se manifestó en forma poderosa. Estaba sentado cerca de la parte de atrás de la iglesia de manera que podía ver lo que ocurría. De repente, una hermana, sentada unas filas delante de mí, se puso de pie y comenzó a levantar las manos.
—Señor, esta hermana está violando el orden de nuestra iglesia —dije—. No se nos permite levantar las manos en nuestra iglesia.
Cuando íbamos a la iglesia, orábamos y presentábamos una apariencia de piedad. Esa noche, sin embargo la mujer se puso de pie y levantó sus manos al cielo.
—Señor, ¿qué le pasa a esta mujer? —me dije. Esto no debe seguir en nuestra iglesia. Este no es nuestro estilo de adoración.
Dios me recordó que la Biblia dice: “Alzad vuestras manos al santuario, y bendecid a Jehová.” No, esa mujer no seguía el estilo de nuestra iglesia, pero sí el de la Biblia. “Bueno, si ésa es la explicación, dejaré que continúe”, pensé.
Los dos pastores delante de mí estaban tan asustados que no sabían qué hacer. Por toda la iglesia la gente comenzó a levantar las manos y a adorar a Dios. Aún yo me preguntaba qué era lo que ocurría. Me volví para preguntarle a mi hermana, y vi que ella también tenía las manos levantadas y adoraba a Dios.
Luego noté a la señora que estaba enfrente de mí. Era una mujer ignorante que no sabía ni aún nuestro idioma oficial indonesio que se emplea en todo el país.
Solamente conocía el idioma de su tribu, que es el timorense. Naturalmente no sabía nada de inglés. Para aquel entonces, sin embargo, yo sabía algo de inglés porque lo había estudiado en la escuela. Esta señora comenzó a orar en un inglés hermoso y perfecto. “Señor Jesús, te amo”, decía. “Quiero tomar la cruz y seguirte, te amo, Jesús, te amo”, y así repetía adorando a Dios.
Mis dos pastores, que no sabían una sola palabra de inglés pensaron que estaba pronunciando sonidos ininteligibles. Corrieron al púlpito y exclamaron:
—Dios, si esto no es de ti y esto es del diablo, y el diablo pronuncia estos sonidos ininteligibles, hazlo cesar.
Pero cuanto más oraban, tanto más se derramaba el Espíritu Santo con bendiciones.
Luego un hombre de la otra parte de la iglesia comenzó a orar en alemán. De pie allí, sus palabras de adoración y alabanza a Dios eran realmente hermosas.
Después, la gente comenzó a ponerse de pie por toda la iglesia, adorando a Dios en idiomas distintos.
Esa noche, pareció que el cielo descendía hasta la iglesia, y era tan maravilloso. Algunos hablaban en francés, otros alababan a Dios en dialectos de las distintas tribus. Y una señora decía: “Shalom Shalom”, aun cuando no tenía la menor idea de que estaba hablando en el idioma hebreo.
Y cuando aquellos centenares de personas llegaron a la iglesia para apagar el fuego, oyeron la alabanza y dijeron: ¿Qué le pasa a esta gente? Nunca han hecho ruido. Nunca han orado en voz alta.
Se apiñaron en la iglesia para ver lo que pasaba y en vez de 200, había esa noche más de 1.000 personas en nuestra iglesia, procedentes de toda la ciudad.
Y mientras se manifestaba el Espíritu Santo, la gente en toda la iglesia se convencía de sus pecados y aceptaba a Jesús como su Salvador personal. Se arrepentían de sus pecados y regresaban corriendo a sus casas y recogían los artículos de brujería y sus fetiches y sus materiales de astrología y sus libros obscenos y sus libros sobre interpretación de sueños y los traían a la iglesia y los quemaban en una pira.
Nadie predicaba esa noche, pero el Espíritu Santo se manifestaba a su manera. El culto continuó hasta la media noche. El Señor comenzó a revelar pecados y faltas a diferentes personas. Y mientras declaraban lo que Dios les mostraba, el Espíritu Santo ejercía su ministerio en favor de los demás que estaban allí. ¡De qué manera gloriosa el Señor rectificaba la confusión de nuestras vidas!
Un sermón extraordinario
De repente, uno de los hombres se puso de pie en el púlpito. Era extraordinario. Los laicos no se ponían de pie en el frente. Era el lugar para los pastores o ancianos. Pero este hermano se puso de pie en el frente y abrió su Biblia. Me reí para mis adentros porque este hombre se había arrepentido hacía solamente unos días.
“Este pobre hermano”, pensé. “Acaba de arrepentirse y ahora quiere predicarnos. Debe estar loco.” Pero nada le importaba lo que nosotros pensábamos; abrió la Biblia y dijo: “Hermanos, y hermanas, Dios me ha dicho que esta es la operación del Espíritu Santo.” Luego comenzó a leer en los Hechos capítulo 2, versículo 17: “Y en los postreros días, dice Dios, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; vuestros jóvenes verán visiones, y vuestros ancianos soñarán sueños.” Después de leer estos versículos comenzó a predicar. Después de media hora, el Señor le dijo que al otro día, nosotros los laicos debíamos salir a predicar el evangelio. Esta vez no me pude contener.
“Esto es increíble”, dije. “¿Cómo pueden los laicos salir a predicar el evangelio?
Jamás hemos asistido a un Instituto Bíblico o Seminario. Acabamos de arrepentimos. ¿Cómo podemos predicar el evangelio? Esto es imposible”. Hermano Mel —me respondió este hermano—. El Señor me ha dicho que debemos de salir y predicar el evangelio y que éste es el deber de los creyentes. No es solamente el deber de los pastores y ancianos, sino que todo creyente debe predicar a Jesucristo.
Creo ahora que esto es lo que no hemos hecho en nuestras iglesias. Y es aquí en donde nos hemos equivocado. Nos sentamos por años tratando de explicarnos todas las cosas, sin darnos cuenta de la sencillez de la Palabra, y de esta manera no hacemos nada.
Le agradezco a Dios que esa noche comenzó a hablarnos y decirnos: “Mañana deben salir a predicar el evangelio.” En los primeros tres meses, tuvimos unos setenta grupos de laicos que salían y predicaban el evangelio de pueblo en pueblo. Y cuando salían, grandes señales les seguían, y así se inició el avivamiento indonesio.
Capítulo 2 del libro "Como un viento recio" por Mel Tari.
Que Dios les bendiga a todos
Paz a la gente de buena voluntad