Cuando el calendario señala “miércoles de ceniza”, inevitablemente me viene a la memoria aquel mismo día de hace varios años. Recuerdo que me encontraba en la bella ciudad española de Valladolid desarrollando mi labor profesional.
Alrededor de las ocho de la tarde me acerqué a la Iglesia Catedral para asistir a la Santa Misa, recibir la ceniza y comenzar de este modo el tiempo de Cuaresma. Mi sorpresa, fue enorme, cuando observé que el celebrante era mi paisano albaceteño D. José Delicado Baeza por entonces Arzobispo de aquella bella ciudad castellana, buen amigo y consejero de mi familia y que desgraciadamente falleció hace unos años.
Al acercarme al altar para recibir la ceniza, nuestras miradas se cruzaron con cierta sonrisa, sobre todo por mi parte, al sentirme reconocido por Monseñor Delicado al que hacía varios años no veía
Finalizada la celebración eucarística pasé a la sacristía para saludar a Monseñor Delicado con un efusivo apretón de manos. Durante unos minutos hablamos sobre nuestras respectivas familias y recordamos con añoranza nuestra querida Semana Santa de Albacete. Al despedirnos quedamos emplazados para volver a vernos en ulterior ocasión no sin antes, naturalmente, recibir su recomendación de vivir estos días santos con el recogimiento y el fervor de buen cristiano.
Y uno, apenas sin poder evitarlo y subido en el vehículo de la nostalgia comenzó a recordar aquellos días lejanos de la Semana Santa de los años cincuenta/sesenta que se vivían con extrema sencillez recordando que Jesús moría para que nosotros tuviéramos Vida.
Eran días de recogimiento de penitencia y de silencio. Días dedicados a participar en los actos litúrgicos en Iglesias repletas de fieles y de este modo recordar por entero la Pasión y Muerte de Jesús asistiendo a las distintas procesiones organizadas.
Han pasado los años y a mi entender el concepto de Semana Santa ha cambiado en cuanto a la espiritualidad de los fieles. Por entonces vivíamos entre la austeridad del ayuno y la abstinencia del miércoles de ceniza y el viernes de Dolores a la alegría del sábado de Gloria con la Resurrección del Señor. Sin que esto a mi entender quiera decir que actualmente no existan los mismos días de recogimiento de oración y de penitencia.
Ahora generalmente la Semana Santa se ha convertido en tiempo de esparcimiento. En tiempo dedicado a salir a las carreteras alejándonos de la rutina diaria, buscando el sol de las playas, los buenos restaurantes y los bares de copas para de este modo disfrutar plenamente de unas pequeñas vacaciones, motivo por supuesto totalmente razonable e incluso merecido.
En cualquier caso pienso que no es necesariamente incompatible los días de vacación y disfrute con los de recogimiento y oración.
Que se puede intentar descubrir al Cristo crucificado o a su madre Dolorosa allá donde vayamos. En la carretera, en el restaurante, en el bar de copas, en la playa tomando el sol, paseando con la familia o acudiendo a cualquier manifestación religiosa.
Lo importante es que en nosotros nazca el Jesús triunfante y glorioso que venga a iluminar nuestra vida.
FELIZ SEMANA SANTA
Alrededor de las ocho de la tarde me acerqué a la Iglesia Catedral para asistir a la Santa Misa, recibir la ceniza y comenzar de este modo el tiempo de Cuaresma. Mi sorpresa, fue enorme, cuando observé que el celebrante era mi paisano albaceteño D. José Delicado Baeza por entonces Arzobispo de aquella bella ciudad castellana, buen amigo y consejero de mi familia y que desgraciadamente falleció hace unos años.
Al acercarme al altar para recibir la ceniza, nuestras miradas se cruzaron con cierta sonrisa, sobre todo por mi parte, al sentirme reconocido por Monseñor Delicado al que hacía varios años no veía
Finalizada la celebración eucarística pasé a la sacristía para saludar a Monseñor Delicado con un efusivo apretón de manos. Durante unos minutos hablamos sobre nuestras respectivas familias y recordamos con añoranza nuestra querida Semana Santa de Albacete. Al despedirnos quedamos emplazados para volver a vernos en ulterior ocasión no sin antes, naturalmente, recibir su recomendación de vivir estos días santos con el recogimiento y el fervor de buen cristiano.
Y uno, apenas sin poder evitarlo y subido en el vehículo de la nostalgia comenzó a recordar aquellos días lejanos de la Semana Santa de los años cincuenta/sesenta que se vivían con extrema sencillez recordando que Jesús moría para que nosotros tuviéramos Vida.
Eran días de recogimiento de penitencia y de silencio. Días dedicados a participar en los actos litúrgicos en Iglesias repletas de fieles y de este modo recordar por entero la Pasión y Muerte de Jesús asistiendo a las distintas procesiones organizadas.
Han pasado los años y a mi entender el concepto de Semana Santa ha cambiado en cuanto a la espiritualidad de los fieles. Por entonces vivíamos entre la austeridad del ayuno y la abstinencia del miércoles de ceniza y el viernes de Dolores a la alegría del sábado de Gloria con la Resurrección del Señor. Sin que esto a mi entender quiera decir que actualmente no existan los mismos días de recogimiento de oración y de penitencia.
Ahora generalmente la Semana Santa se ha convertido en tiempo de esparcimiento. En tiempo dedicado a salir a las carreteras alejándonos de la rutina diaria, buscando el sol de las playas, los buenos restaurantes y los bares de copas para de este modo disfrutar plenamente de unas pequeñas vacaciones, motivo por supuesto totalmente razonable e incluso merecido.
En cualquier caso pienso que no es necesariamente incompatible los días de vacación y disfrute con los de recogimiento y oración.
Que se puede intentar descubrir al Cristo crucificado o a su madre Dolorosa allá donde vayamos. En la carretera, en el restaurante, en el bar de copas, en la playa tomando el sol, paseando con la familia o acudiendo a cualquier manifestación religiosa.
Lo importante es que en nosotros nazca el Jesús triunfante y glorioso que venga a iluminar nuestra vida.
FELIZ SEMANA SANTA