Apostolicidad de la Iglesia

2 Junio 1999
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Autor: Profesor José M. Abreu O Cumaná, Estado Sucre, Venezuela




Sobre el concepto de la apostolicidad de la Iglesia


Profesor José M. Abreu O

Cumaná, Estado Sucre, Venezuela







EN TORNO A LA "CATOLICIDAD" DE LA IGLESIA

La visión histórica que la ICR ha divulgado sobre sí misma es como sigue:
Cuando Jesucristo le dijo a Pedro: "Sobre esta roca edificaré mi Iglesia", quiso decir lo siguiente: "Sobre ti edificaré la Iglesia Católica de Roma y tú serás la Cabeza de la Iglesia Católica de Roma". Cuando en el Pentecostés se produjo el nacimiento público de la Iglesia, ese mismo día nació la Iglesia Católica de Roma. Cuando Pablo estableció, organizó, formó y capacitó a las iglesias en casi todo el Imperio, entonces Pablo estableció, organizó, formó y capacitó a "La Iglesia Católica de Roma".

Cuando uno lee el NT lo que encuentra es algo mucho más complejo que esta
visión simple y reduccionista de la historia de la Iglesia. Encuentra lo siguiente: Un conjunto de comunidades de creyentes, a las que el NT llama "iglesias" (asambleas) dispersas en todo el imperio, en medio de una gran diversidad de situaciones: hay iglesias en ciudades grandes y chicas, en casas y familias particulares, iglesias de sólo judíos, iglesias de sólo gentiles, iglesias mixtas. A todas estas comunidades diversas y dispersas Pablo las llamó "El Cuerpo de Cristo", al que llamó también "La Iglesia de Dios", o "La Iglesia de Cristo", o simplemente, "La Iglesia". Entonces lo que fundó Jesucristo y que nació en Pentecostés no fue "La Iglesia Católica de Roma", sino algo mucho más grande, que incluyó a la iglesia que estaba en Jerusalén, a la Iglesia que estaba en Antioquía, a la Iglesia que estaba en Éfeso, a la que estaba en Corintio, a la que estaba en Roma, a la que estaba en Berea, etc., etc.

En ninguna parte del NT encontramos que existiera el gobierno y autoridad
de una iglesia local particular sobre las demás iglesias. Encontramos iglesias con mayor o menor importancia, digamos, estratégica (por ejemplo, la de Antioquía), porque para El Señor, y por consiguiente para todos los apóstoles, no había cristianos de primera ni cristianos de segunda, iglesias de primera o iglesias de segunda. Pero, dentro de la estrategia misionera para la expansión del evangelio es evidente que los grandes centros urbanos y poblados tienen mayor importancia que las pequeñas aldeas del imperio en donde se estableciera una comunidad de creyentes. El plan trazado por Lucas en el Libro de los Hechos muestra una visión global territorial muy propia de la realidad imperial en la que nace la Iglesia de Cristo: "Recibiréis poder y me seréis testigos en Jerusalén, en Judea, en Samaria y hasta lo último de la tierra". Por eso Lucas hace que en Jerusalén estén presentes las 70 naciones que según se creía entonces formaban el mundo, siendo, según parece, España "lo último de la tierra" (¿no será esto lo
que está en la mente de Pablo cuando anuncia a la iglesia que estaba en Roma su intención de pasar por allí rumbo a España?). Este esquema geográfico obedece al mandato de Jesús: "Id y predicad el Evangelio a toda criatura, y el que creyere y fuere bautizado ese será salvo" (NÓTESE EL ORDEN: CREER Y SER BAUTIZADO). Esta vocación universal de
la predicación del Evangelio es lo que le confiere a la Iglesia su "universalidad", es decir, en el sentido literal de la palabra, "su catolicidad". Es en este sentido que la palabra "católica" es empleada a partir del siglo II, tal como aparece en el llamado "Credo de los Apóstoles" , cuando dice: "Creo en la iglesia católica", lo que para algunos parece querer decir: "Creo en la Iglesia Católica de Roma". Los protestantes preferimos traducirla en el sentido original del contexto de todo el credo: "Creo en la Iglesia Universal" (esa que se extiende desde Jerusalén hasta "lo último de la tierra" que bien pudiera ser la Patagonia, la Cochinchina o Macuro, el pueblito donde Colón puso su pie por primera vez en el Continente americano). En resumen, el libro de Los Hechos nos muestra el siguiente cuadro:

(I). Una Iglesia en el contexto judío: la Iglesia de Jerusalén. Es,
digamos, la Iglesia "madre". Allí están los apóstoles, desde allí, por las persecuciones tempranas de Herodes, los creyentes se irán esparciendo por toda Judea y Samaria. Esta Iglesia de Jerusalén, por ser la sede apostólica, jugará un importantísimo y trascendental papel en la expansión del evangelio hacia el mundo gentil. Cuando se presenta, no el conflicto, porque no llegó hasta allí, sino más bien el dilema o la circunstancia desconocida entonces, de la incorporación de creyentes gentiles a la Iglesia (los hermanos de Jerusalén se asombran y dicen: "De modo que Dios ha derramado entre los gentiles lo mismo que entre nosotros") era absolutamente normal y previsible que la Iglesia de Jerusalén fuera la que tratara con el asunto. Por cierto, que fue Santiago, y no Pedro, quien llevó la dirección de una asamblea democrática de todos los creyentes de la Iglesia; Pedro más bien fue el interrogado, el que tuvo que dar explicaciones y no pocas; en ningún momento aparece como "Jefe Supremo". Ni siquiera Santiago se sintió "jefe", pues él dice: "NOS ha parecido a nosotros (toda la asamblea de la iglesia) y al Espíritu Santo....") Simplemente, la Iglesia todavía no se había convertido en la estructura ontocrática que es hoy. Era una comunidad perfectamente democrática, siendo el Espíritu Santo quien la gobernaba. Es evidente que esta comunidad tiene una organización que corresponde a la cultura judía. Desde el principio, las comunidades se irán organizando con el sistema de gobierno por ancianos o presbíteros. Los que presiden las comunidades son ancianos, en el sentido genético del término, y Pablo establece en sus cartas pastorales cuáles son los requisitos espirituales, emocionales, familiares (debían ser casados), doctrinales, sociales (buen testimonio), etc. En esta etapa, el obispado era más una función dentro de una comunidad específica o iglesia local ("epíscopo"=el que vigila , " el que echa el ojo sobre de" ; supervisor, y por consiguiente era un sinónimo de "pastor") que un puesto jerárquico de gobierno sobre una o más iglesias locales. En el NT es muy claro que los funcionarios en la iglesia son: primeramente, apóstoles, luego profetas, evangelistas, pastores y maestros (Efesios 4). El desarrollo del obispado jerárquico es muy posterior al siglo II, cuando ya la Iglesia se va asimilando a la estructura jurídica del imperio. Después de la caída de éste, la estructura eclesiástica se asimilará al orden jurídico imperial y terminará suplantándolo (un ejemplo es el título "Sumo Pontífice" , aplicado hoy al papa, y que correspondía a un cargo público en la administración romana equivalente al Ministro de Obras Públicas).

(II). La Iglesia de Antioquía de Siria: tal vez, la más importante, después
de Jerusalén. Ella fue el centro misionero de Pablo y desde allí se extendió el evangelio al resto de Europa. La historia está muy bien documentada en Hechos. Esta es la Iglesia que tendría hoy todo el derecho de reclamar el primado sobre las iglesias gentiles, pues se entiende que Jerusalén se quedó anclada en su pasado judío. Es Antioquía, no Roma, el centro vital del cristianismo gentil. Solamente el cambio en las condiciones políticas del Imperio, después del siglo III-IV, llevó a la iglesia de Roma a desempeñar un papel mucho más preponderante; pero fue por razones políticas y no teológicas.

(III). Durante el ministerio misionero de Pablo se establecerán
numerosísimas iglesias a lo largo y ancho del Imperio. Una, entre muchas, es la de Roma. Para esta etapa, la Iglesia en Roma es apenas una pequeña comunidad de creyentes judeo-gentiles (ver la lista de Rom.16); de esta comunidad procede una pareja muy destacada: Priscila y Aquila, en este orden pues se nota que la mujer tenía condiciones de liderazgo. Muy probablemente, esta iglesia fue fundada por judíos que habían llegado procedentes de Palestina en la temprana persecución. Para el año 58, aprox., cuando Pablo les escribe preparando el terreno para su proyectado viaje misionero a España, no hay la más mínima traza de la presencia de Pedro en esta Iglesia. No existe ninguna evidencia documental del siglo I-II que demuestre que Pedro haya sido pastor (no se puede hablar de
"obispo" en esta etapa, a menos que entendamos que "obispado" corresponda a las funciones de supervisor del pastor; lo que hoy equivale al "pastorado "). Es posible que Pedro haya estado en Roma; esta es una opción probable pero no probada documentalmente. La única cita que permite inferir su presencia en Roma es I Pedro 5:13, en la que "Babilonia" parece indicar Roma, aunque pudiera también señalar el carácter de "destierro". En todo caso, la fecha de composición debe estar cerca del 64, antes de la persecución neroniana. Pedro no se presenta como "Obispo" de Roma, sino como "un anciano" (presbítero) que "ruega" o "exhorta" a otros ancianos que gobiernan las iglesias a las cuales les escribe: I Ped. 5.1. Para esta fecha, no se ha desarrollado un gobierno episcopal, sino de ancianos; es decir, una estructura de gobierno democrática.

Podemos aceptar, concedo, que Pedro sí estuvo en Roma un breve tiempo (poco
después del 58 hasta el 64). Ya esta Iglesia tiene algunos años de existencia antes de su llegada, quiere decir que antes de Pedro debieron pastorear la iglesia otros "ancianos" o "presbíteros", que ejercieron el "episcopado", es decir, las funciones pastorales de vigilar el rebaño local. En ningún caso, Pedro sería "el primer obispo" de Roma; este título es simplemente un anacronismo; un echar hacia atrás una estructura jerárquica de gobierno existente en tiempos muy posteriores. Algo parecido al término "Papa" del cual no tienen conciencia los primeros siglos del cristianismo, pero que cuando surgió posterior al siglo III entonces se "echó para atrás" y se le aplicó a los pastores u obispos de la Iglesia en Roma, los cuales nunca se llamaron ni fueron llamados "papa". Es lo mismo con el "obispado". La organización episcopal de los siglos posteriores fue retro-proyectada hacia el siglo I, cuando el obispado era una función pastoral y no un gobierno jerárquico.

Aún aceptando que Pedro hubiera sido "obispo" (para la fecha, este término
sólo puede equivaler a "pastor") de la iglesia en Roma, no existe la más mínima insinuación de que sus atributos como "apóstol" fuera un concepto transferible. Esta es la base de la doctrina de la "sucesión" apostólica. El NT da a entender que el apostolado tenía ciertos límites cronológicos; cuando se eligió al "sustituto" de Judas ( no al sucesor) se establece que tenía que haber estado desde el principio hasta la resurrección del Señor. Cuando Pablo defiende sus derechos de ser llamado "apóstol" reconoce que lo es en un sentido "abortivo", es decir, como fuera del tiempo, pero se defiende con su experiencia de haber visto al Señor Resucitado, y aún así le costó mucho ser aceptado como apóstol. Porque para las iglesias, el apostolado era un concepto cerrado, nunca abierto a nuevos "apóstoles".

En Efesios 4 Pablo pone la categoría de "apóstol" fuera de las otras:
"Primeramente, apóstoles", y luego todos los demás: profetas, evangelistas y pastores. No existe en el NT la menor idea de que el "apostolado" pudiera pasar como herencia a otra persona. Así que, aunque se pudiera probar en forma definitiva que Pedro haya estado en Roma (algo que gustosamente acepto) y que haya sido pastor u obispo en ella, (algo que pudo ser posible pero nunca probado) todavía existe un salto teológico (la sucesión) que es imposible probar escrituralmente. Definitivamente, la Biblia no autoriza a pensar en la idea de que un apóstol pudiera transferir a otra persona, llámese obispo o pastor, o anciano, los privilegios y prerrogativas de su condición de apóstol. El apostolado murió con el último de los apóstoles. Así lo vemos con la muerte de Santiago, el apóstol, y "obispo" en Jerusalén; la Iglesia no se preocupó en buscar un sucesor, porque siguió siendo gobernada por un grupo de ancianos o presbíteros.

En el caso de que Pedro hubiera sido "jefe" de la Iglesia, lo habría sido
de la de Roma y por un breve tiempo, pero nunca fue "JEFE" de las numerosas iglesias esparcidas por el Imperio, y su jefatura murió con él, como cuando Santiago murió en Jerusalén; con él murió su jefatura de la iglesia en Jerusalén. Es decir, Pedro nunca es llamado "Cabeza de La Iglesia"; este término se usa única y exclusivamente para Jesucristo. La Iglesia de Cristo nunca fue un monstruo de dos cabezas. Jesucristo le prometió a Pedro que sobre él edificaría "SU" Iglesia; es decir, Pedro es "base", "fundamento", nunca la "Piedra Angular". Esto lo declara el mismo Pedro en su Primera Carta. Nadie como él está autorizado para interpretar mejor las palabras que le dirigió el Señor. Pedro se concibe a sí mismo como "una piedra viva" del Edificio Espiritual que es la Iglesia, una piedra que está en el fundamento, debajo, nunca encima; pero esta misma condición se la otorga a todos los creyentes; todos somos piedras vivas de ese edificio cuya Roca Angular es y ha sido siempre Jesucristo. El apóstol Pablo, echando mano a esta misma figura, dice que la función de los apóstoles era poner, como peritos arquitectos, los fundamentos sobre los cuales cada uno de nosotros tiene que edificar. Estos fundamentos son los que él llama: "el fundamento de los apóstoles"; en plural, porque la Iglesia está fundada sobre el testimonio y trabajo de los apóstoles, y esto se encuentra en el NT. Las tradiciones posteriores, lo que en el correr de los siglos hemos venido construyendo, han de ser comparadas y contrastadas, examinadas y juzgadas, por ese fundamento apostólico. En esto consiste la "apostolicidad" de la Iglesia, no en comprobar que ha habido una ininterrumpida "sucesión" de "apóstoles" (supuestamente los obispos), sino en comprobar que a lo largo de los siglos hemos podido mantener nuestra fidelidad al mensaje establecido de una vez y para siempre por los Apóstoles. Quien no construya sobre este fundamento y no guarde su fidelidad a la enseñanza contenida en el N. T. , simplemente estará construyendo "paja, heno, madera y hojarasca", la cual será quemada a su debido tiempo. Para decirlo en palabras del Señor mismo, quien no guarde fidelidad a la enseñanza apostólica tal como está contenida en la Palabra de Dios, será igual a aquel que construyó sobre la arena a la orilla del río. La Iglesia, sea cual sea su denominación, que no esté construida sobre LA ROCA que es Cristo, está destinada al juicio de Dios, el cual siempre empieza por la casa de Dios, tal como lo vemos en el Apocalipsis.

Como Iglesia local, para Pablo era obvio que siendo la Iglesia de la
capital del Imperio, Roma tendría una importancia estratégica fundamental, pues de ella saldrían convertidos prácticamente para todos los rincones del Imperio, como suele suceder hoy con las grandes metrópolis. En este sentido es que Pablo reconoce que la solidez de la fe de esta Iglesia era conocida en "todo el mundo" romano. Esa y no otra es la condición de prestigio que Pablo le reconoce a la iglesia en Roma, pero Pablo nunca pensó que esto significaba que la iglesia en Roma tuviera autoridad y poder sobre los asuntos de la vida de otras iglesias tan prestigiosas como ella: la de Corintio, la de Éfeso o las de Tesalónica.

De modo que el cuadro a finales del siglo I muestra la existencia de una
multiplicidad de iglesias locales, de mayor o menor prestigio según la localización en el Imperio; la de Roma es una entre iguales. Todas estas comunidades gobernadas o más bien dirigidas por un cuerpo de ancianos o pastores, los cuales ejercían "un obispado" colectivo y democrático, formaban un solo cuerpo: la Iglesia de Cristo. La historia de cómo los ideólogos católicos han equiparado esta Iglesia de Cristo, cuerpo místico del Señor, con "la Iglesia de Roma" es una de los más impresionantes ejemplos de manipulación de la verdad histórica en función de la construcción de un poder religioso. Esta es la historia de la Iglesia Católica Romana (en el sentido jurídico específico) desde el siglo IV-V, pasando por los siglos de su formación decisiva en la Edad Media, especialmente siglos VIII al XV, hasta nuestros días.

El cisma de Oriente en el año 1000 es una prueba de que la iglesia que
estaba en Roma no ejercía una autoridad de dominio sobre todas las iglesias. Este estallido no es otra cosa que la culminación de un largo proceso histórico. Simplemente, las iglesias de Oriente rechazan las pretensiones hegemónicas de Roma, reconocen su prestigio, pero rechazan su injerencia en el gobierno de las iglesias orientales, las cuales reclaman igualdad de autoridad.

En el caso de la Epístola de Clemente a los Corintios, su intervención se
basó en un deseo de mediar, para solucionar un conflicto, de parte de una iglesia hermana de gran prestigio, por estar en la capital del imperio. Clemente no reclama en ningún momento ejercicio de autoridad, no apela al nombre de Pedro o a la autoridad recibida de Pedro. Sus apelaciones son totalmente ajenas al sentido de la autoridad o del poder religioso. No es una orden sino una exhortación pastoral para que resuelvan el problema surgido con los ancianos suspendidos de sus funciones. De modo que esta carta no puede ser usada como prueba de que en el siglo I la Iglesia en Roma era reconocida como "LA IGLESIA", con jurisdicción universal. La realidad eclesiástica que revela esta carta es bastante similar a la revelada en el NT: las iglesias locales conservan y son celosas defensoras de su autonomía de gobierno, aunque se aman y se respetan mutuamente, y como iglesias hermanas se interesan por los problemas mutuos. Reconocen el lugar de prestigio y jerarquía espirituales, pero no las jurisdiccionales. El gobierno interno de cada comunidad sigue siendo democrático.

Sí es cierto que lo que hoy consideramos como "Iglesia Católica de Roma",
con sus énfasis particulares, sus devociones marianas, su estructura basada en el Derecho Romano (base del Derecho Canónico, que es lo verdaderamente distintivo de la I.C.R.) empezó con la "constantinización de la Iglesia". Uno habla de la "conversión" de Constantino, pero esto es un decir. En realidad fue el inicio de un largo proceso, que culminará con la Iglesia medieval, especialmente con el papado de Bonifacio VIII, verdadero creador de la doctrina de la doble naturaleza de la Iglesia (Las Dos llaves: Poder Político y Poder Espiritual). La legalización del cristianismo, bajo Constantino, y la oficialización como religión del Imperio, bajo Teodosio el Grande, son los inicios históricos de lo que es hoy la inmensa e impresionante maquinaria de la I.C.R. Lo que al principio se vio como un triunfo para la fe sobre el paganismo, se revelaría más tarde como un verdadero caballo de Troya dentro de la fe, pues el mundo pagano entró como río desbordado en el patio trasero de la casa, y el cristianismo se volvió mundano y corrompido, y este caballo sigue galopando hasta hoy en las entrañas del catolicismo. De hecho, la concepción de la Iglesia como una mezcla extraña de dos realidades, el Reino, por una parte, y el mundo, por la otra, resulta una auténtica negación de toda la teología del NT en la cual existe y existirá siempre una frontal guerra entre los poderes mundanos, a cuya cabeza está Satanás, y el Reino de Dios, a cuya Cabeza está Cristo. De hecho, la visión final del NT es la guerra definitiva entre estos dos poderes. Por eso, resulta realmente chocante que la Iglesia Católica pueda al mismo tiempo pretender ser IGLESIA (campo del Reino de Dios) y ESTADO (realidad política que no se somete al Reino de Dios). Reino y Mundo unidos en un solo cuerpo, me parece la más chocante aberración teológica. Cualquiera que conozca la teología del NT tiene que percatarse de la tremenda trampa tendida por el Diablo, el dios de este Mundo. Esto lo dice San Pablo, no yo. Por eso, sí creo que la Iglesia Católica Romana (no la Iglesia que estaba en Roma, de Pablo) viene a ser lo que es hoy cuando el Imperio empezó a desmoronarse, y la Iglesia empezó a soñar con sustituirlo. Casi lo logra con aquel famoso Sacro Imperio Romano. Me pregunto si la Iglesia Católica de hoy, con un papa que es más líder político que otra cosa, ha renunciado definitivamente a su largo y acariciado sueño de volver a constituir un Imperio, pero ahora bajo la soberanía espiritual y política de las Dos Llaves del Vaticano.
 
¿ La iglesia más antigua ?

¿ La iglesia más antigua ?

La Iglesia Romana, para demostrar que ella es la verdadera Iglesia de Cristo, afirma que ella es antigua, la más antigua de las iglesias cristianas. Las otras iglesias cristianas, según ella, son recientes porque nacieron después. "Los protestantes", dicen los sacerdotes, "nacieron con Lutero; ¿dónde estaban antes ellos? La Iglesia Romana, en cambio, data desde el primer siglo y se mantuvo fiel hasta ahora".
Este argumento especioso puede turbar a más de uno. Vamos a examinarlo:
1.- La antiguedad de un sistema no prueba de por sí la divina autoridad.
* Los fariseos apelaban al antiguo uso del divorcio, pero Jesús les dijo: "mas al principio no fue así" (Mateo 19:8). Los judíos decían acerca de la doctrina de Cristo:" ¿Qué nueva doctrina es ésta?" (Marcos 1:27). Los samaritanos pretendían que adorar a Dios en el monte Gerizim era de más antiguedad que en Jerusalén (Juan 4:20). Los judíos acusaban a San Pablo de ser jefe de una nueva secta (Hechos 24:5). Los atenienses llaman "nueva doctrina" la que el apóstol predicaba (Hechos 17:19).
* Los paganos de los primeros siglos se vanagloriaban de la antiguedad de su religión en relación a la del cristianismo. San Agustín les contestó: "¿Acaso la antiguedad vale más que la verdad?" Si así fuese, los asesinos, adúlteros, ladrones y todos los malhechores podrían justificar y defender sus hechos porque son cosas antiquísimas que se cometieron desde el principio del mundo.
El mal no puede ser honesto porque se practique desde antaño. Esta es la política de Satanás, que consiguió, a través del tiempo, que su obra fuese aprobada como asimismo un falso y vergonzoso culto bajo el pretexto de su antiguedad. El vulgo empezó a adorar a hombres ya muertos por parecerle que eran dioses, y este culto, habiendo continuado por mucho tiempo, vino a considerarse como aprobado, mientras que la verdad no viene ni procede de la antiguedad, sino de Dios. Y Tertuliano dice: "Cristo se llama la Verdad y no la antiguedad. Todo lo que esté contra la verdad, aunque fuere una tradición antigua, es una herejía."
* No puede ser una señal indispensable de la verdadera iglesia de Cristo una señal que esta Iglesia no ha podido tener siempre; en su origen la iglesia cristiana no podía tener la antiguedad, y hoy, al iniciar una obra cristiana en la China, los budistas pueden alegar que son más antiguos que vosotros.
El paganismo, la incredulidad, son más antiguos que vosotros, y convenís en esto: ¿diréis vosotros que valen más que vuestra religión?
* ¡Cuántas veces vemos que las cosas nuevas valen más que las viejas!
En la manera de vestir, de viajar, de enviar cartas, etc., ¿quién es el que no prefiere las invenciones modernas? Es preciso admitir posibilidad de progreso aun en el conocimiento de la verdad. La verdad es antigua, es eterna; pero la adquisición de ella es progresiva.
La antiguedad en sí no es por lo tanto criterio de la verdadera iglesia.
2.- La iglesia papal tal cual ahora es, no es antigua. Una buena sociedad antigua puede degenerar de su origen y entonces deja de ser una sociedad antigua primitiva, es una novedad.
Este es el caso de la Iglesia de Roma.
* Es preciso que se reconozca que en la cristiandad existen las iglesias griegas y siriaca, que son más antiguas que ella, por cuanto fueron fundadas antes que la Iglesia de Roma. Gregorio, patriarca de Constantinopla, respondía el 5 de octubre de 1868 a los legados de Pío IX que lo invitaban al Concilio de 1869 en Roma: "Los principios del Papa no concuerdan en absoluto con los de la Iglesia Ortodoxa de Oriente. El Papa no cesa de profesar los mismos principios que están en abierta oposición con los del Evangelio, con las enseñanzas de los concilios ecuménicos y de los padres."
* Es preciso que reconozca bien que dejó de ser la Iglesia Romana de los primeros siglos de los tiempos apostólicos, de los primeros obispos de Roma, y ni tampoco de los tiempos de Gregorio Magno (600).
La Iglesia Romana, hasta el año 600 no tenía misa, purgatorio, confesión auricular, apócrifos, tradiciones, méritos, culto a las imágenes, etc. Era entonces la iglesia cristiana, y no la papal.
Las fechas del origen y nacimiento de los ritos y dogmas son bien conocidas. Casi todos han sido creados entre el 787 y 1870. La Iglesia Romana, tal cual como hoy es, cuenta más o menos unos 370 años de existencia, porque fue solamente en el Concilio de Trento, posterior a la muerte de Lutero, que fue definitivamente fijado su credo, su culto y su organización. (Téngase en cuenta que esto fue escrito en el siglo pasado).
3.- La Iglesia Romana no posee sucesión apostólica. No habiendo tenido un apóstol que la fundara no pueden los papas llamarse sus sucesores; y menos aún pueden vanagloriarse de que sus obispos formen una cadena no ininterrumpida desde Pablo o Pedro.
A esa pretendida cadena falta el primer eslabón, todo. Es una burda fábula de que Pedro haya sido obispo de Roma, y que haya nombrado sucesor delegándole sus prerrogativas e indicándole que las transmitiera a su vez a un sucesor, etc. Pero suponiendo que así fuese, no existiría la cadena ininterrumpida del primer obispo de Roma, hasta el Papa actual.
a) Los historiadores eclesiásticos no están de acuerdo acerca de los primeros cuatro sucesores del primer obispo de Roma; nadie puede decir cuáles fueron.
* ¿Quién fue el segundo obispo de Roma? Jerónimo dice que la mayoría de los padres latinos (Tertuliano, Rufino, etc.), dicen que fue Clemente, Eusebio, Ireneo, Jerónimo y Agustín afirman que fue Lino.
* ¿Quién fue el tercer obispo de Roma? Los Pontificiales, dicen que fue Cleto; pero Ireneo, Eusebio y Agustín ni siquiera lo mencionan porque nunca existió.
* Cleto es una abreviatura de Anacleto que vino después de Clemente. Y aquí Roma dividió aquel pobre hombre en dos partes y lo coloca como tercer obispo de Roma, un hombre que nunca existió.
* ¿Quién fue el cuarto obispo de Roma? Tertuliano, Rufino, Epifanio, etc., dicen que Clemente fue el segundo, pero la Iglesia de Roma lo coloca como el cuarto y Platina dice que aun cuando fue nombrado por Pedro, por razones de humildad dejó que por veinte años pontificaran otros dos en su lugar. ¿Desobedeció a Pedro? Todo esto es una fantasmagoría.
b) La "Santa Sede" en Roma, estuvo varias veces vacante. He aquí la cadena ininterrumpida en varias ocasiones. Según Platina, estuvo vacante: después de Juan III, diez meses; después de Pelagio II, siete meses; después de Gregorio 1, cinco meses; después de Fabián, un mes; después de Bonifacio II, seis meses; después de Martín 1, catorce meses; después de Pablo 1, trece meses; después de Nicolás 1, ocho años y siete meses; después de Clemente IV , diecisiete meses; después de Clemente V, dos años; después de Nicolás IV, veintisiete meses. En conjunto, la Santa Sede estuvo vacante casi veinticinco años.
¡Y cuántos cismas entre papas y antipapas han interrumpido la pretendida sucesión apostólica en la Iglesia Romana! Hubo 28 llamados antipapas.
¿De quién es sucesor el Papa actual a través de tantos cismas?
¿Dónde está la tan decantada sucesión apostólica?
4.- La Iglesia del Papa no posee ni la vida y menos aún la doctrina de los apóstoles o apostólica. ¿La doctrina? Pero para formular su credo la Iglesia Romana tuvo que añadir doce artículos al Credo Apostólico.
¿Dónde hallamos el papado, la confesión, la mariolatría, el purgatorio, la misa, etc., entre los apóstoles? Su doctrina explícita es que Cristo es suficiente para todo e hizo todo. No hay más lugar para sacerdotes, sacrificio; no hay más condenación. Roma, como Pedro y Pablo habían profetizado, ha apostatado (1 Timoteo 4; 2 Pedro 1).
¿La vida? Arnaldo De Brescia en su tiempo predicaba que el clero romano carecía de vida y de doctrinas apostólicas, y que, por lo tanto, no tenía autoridad.
* Los apóstoles podían casarse, y parte de ellos lo estaban: los curas están obligados a un celibato forzoso.
 Los apóstoles no perseguían anadie: Roma estableció la Inquisición

Teófilo Gay