Re: ¡¡¡¡Apostasía fue el origen de toda esta confusión!!!!
Respecto a la presciencia de Dios, no se diga que la omnisciencia divina es de sí misma una causa determinante por la cual los acontecimientos son inevitablemente llevados a cabo. Un padre mortal quien conoce las debilidades y flaquezas de su hijo pueda predecir las calamidades y sufrimientos de su hijo caprichoso. Él pueda prever en el futuro de ese hijo una pérdida (voluntaria) de bendiciones que se podían haber ganado, un menoscabo de posición, autorrespeto, reputación y honor; aún las sombras de una celda de felones y la noche de la tumba de un borracho puedan aparecerse en las tristes visiones del ama de aquel padre aficionado; aún así, convencido por la experiencia de la imposibilidad de acarrear la reforma de aquel hijo, él prevée las horribles manifestaciones del futuro y sólo halla tristeza y angustia en su conocimiento. ¿Se puede decir que el preconocimiento del padre es una causa de la vida pecaminosa del hijo? El hijo, quizás ha alcanzado su madurez; él es el maestro de su destino; un agente libre a sí mismo. El padre es impotente de controlar por fuerza o de dirigir por mando arbitrario; y, aunque él haría gustosamente cualquier esfuerzo o sacrificio por lo que parece ser una pavorosa certeza. Pero seguramente aquel pariente pensativo, suplicante, y amoroso no contribuye a la obstinación por causa de su conocimiento. De otro modo la razón sería decir que un padre negligente, quien no se preocupa de estudiar la naturaleza y carácter Respecto a la presciencia de Dios, no se diga que la omnisciencia divina es de sí misma una causa determinante por la cual los acontecimientos son inevitablemente llevados a cabo. Un padre mortal quien conoce las debilidades y flaquezas de su hijo pueda predecir las calamidades y sufrimientos de su hijo caprichoso. Él pueda prever en el futuro de ese hijo una pérdida (voluntaria) de bendiciones que se podían haber ganado, un menoscabo de posición, autorrespeto, reputación y honor; aún las sombras de una celda de felones y la noche de la tumba de un borracho puedan aparecerse en las tristes visiones del ama de aquel padre aficionado; aún así, convencido por la experiencia de la imposibilidad de acarrear la reforma de aquel hijo, él prevée las horribles manifestaciones del futuro y sólo halla tristeza y angustia en su conocimiento. ¿Se puede decir que el preconocimiento del padre es una causa de la vida pecaminosa del hijo? El hijo, quizás ha alcanzado su madurez; él es el maestro de su destino; un agente libre a sí mismo. El padre es impotente de controlar por fuerza o de dirigir por mando arbitrario; y, aunque él haría gustosamente cualquier esfuerzo o sacrificio por lo que parece ser una pavorosa certeza. Pero seguramente aquel pariente pensativo, suplicante, y amoroso no contribuye a la obstinación por causa de su conocimiento. De otro modo la razón sería decir que un padre negligente, quien no se preocupa de estudiar la naturaleza y carácter de su hijo, quien cierra sus ojos a tendencias pecaminosas, y descansa en la indiferencia descuidada en cuanto al futuro probable, estará beneficiando a su hijo por su insensibilidad misma, por lo que su falta de precaución no puede operar como una causa contribuyente al abandono.9. Nuestro Padre Celestial tiene un pleno conocimiento de la naturaleza y disposiciones de cada uno de Sus hijos, un conocimiento obtenido por larga observación y experiencia en la eternidad pasada de nuestra juventud primitiva; un conocimiento que se compara con el de padres terrenales logrado por la experiencia mortal con sus hijos que es infinitamente pequeña. Por razón de ese eminente conocimiento, Dios lee el futuro de hijos e hijas, de hombres individualmente y de hombres colectivamente como comunidades y naciones; Él sabe lo que cada uno hará bajo determinadas condiciones, y ve el fin desde el principio. Su presciencia se basa en la inteligencia y la razón; El prevée el futuro como un estado que naturalmente y seguramente será; no como uno que tendrá que ser porque Él lo ha querido arbitrariamente así.
10. Pero, se puede argüir que en la instancia dada arriba - la de un padre terrenal y el hijo caprichoso, - el padre no tenía el poder de cambiar el triste camino del pecado a lo cual su hijo estaba apresurando a ignominia y destrucción; a la vez que el Padre omnipotente puede salvar si Él quiere. En respuesta se debe decir esto: El Padre de las almas ha dotado a Sus hijos con la primogenitura del libre albedrío; El no les controla ni les controlará por la fuerza arbitra; Él no impele a ningún hombre hacia el pecado; El no compele a ninguno a la justicia. Al hombre se ha dado la libertad de actuar por sí mismo; y, asociado con esta independencia, es el hecho de la responsabilidad individual. En el juicio con el cual seremos juzgados, todas las circunstancias y condiciones de nuestra vida se considerarán. Las tendencias innatas debidas a la herencia, el efecto del medio ambiente, ora conducente al bien o al mal, las sanas enseñanzas de la juventud, o la ausencia de buena instrucción - éstos y todo otro elemento contribuyente se tiene que tomar en cuenta al rendir una decisión justa en cuanto a la culpabilidad o inocencia del alma. No obstante, la sabiduría divina hace claro cuál será el resultado con dadas condiciones operando sobre las naturalezas y disposiciones sabidas de los hombres; a la vez que todo individuo es libre escoger el bien o el mal entre los límites de las muchas condiciones existentes y operativas.
Otro asunto digno de reflexión en la conexión actual es éste: ¿Ha de ser considerado el hecho de la gran apostasía, el destronamiento y la destrucción virtuales de la Iglesia establecida por Jesucristo, - como un ejemplo de fracaso en los planes del Señor? ¿Es un caso de derrota en la cual Satanás fue vencedor sobre Cristo? Considerad lo siguiente. ¿Cuál mortal jamás ha medido el nivel por el cual la Omnisciencia mide éxito o fracaso? ¿Quién osa afirmar que lo que el hombre llama triunfo o lo que deplora como derrota así será juzgado cuando sea probado por los principios del Cálculo eterno?
La historia del mundo abunda en ejemplos del triunfo temporal de la maldad, de la justicia aparentemente estando encallada, de planes divinos por la hora siendo frustrados, los propósitos de Dios estando afrontados y su consumación aplazado.
Leemos del convenio del Señor con Israel. A Abraham, a Isaac, y a Jacob. Él declaró que sus descendientes serían un pueblo escogido por Su servicio especial de entre las naciones. Por ese linaje el Salvador del género humano había de nacer; en la posteridad de Abraham toda nación de la tierra había de ser bendecida. Bendiciones más allá de la concepción del corazón del hombre, mas allá de la comprensión de la mente del hombre, fueron prometidas en condición de obediencia leal a Él quien se declaraba (de ser) su Dios y su Rey. Por otra parte, el Señor predijo calamidad y sufrimiento, aflicción individual e ignominia nacional, si Israel se desviaba del servicio de Jehová y cediera a las incitaciones de sus vecinos paganos quienes no conocían a Dios. ¿Pensáis que el Señor era ignorante del curso que Su pueblo elegiría? ¿Dejó de prever que Israel seguiría el camino malvado, renunciando a las bendiciones y segando la cosecha de aflicción? Los planes de Jehová no fracasaron, aunque la realización de las bendiciones tan abundantemente prometidas se ha aplazado hace mucho. Igualmente potente con la predicción de la calamidad en el caso del pecado, fue la promesa de restauración eventual al favor. La dispersión de Israel ya cumplida, había de ser seguida por el recogimiento de Israel ahora en marcha.