Apocalípticos evangelistas radicales

22 Febrero 2006
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Dentro del amplísimo espectro religioso estadounidense, hay que destacar el muy importante papel que desempeña lο que se conoce como el "cristianismo del despertar" en el contexto de las Iglesias libres protestantes y, sobre todo, de los movimientos evangelistas y carismático-pentecostalistas. En realidad, en virtud de lο vigoroso de su difusión actual por un gran número de continentes hoy día es posible ver en él una suerte de "religión de orientación cristiana". Los dos principales intereses de estos movimientos están representados por la renovación del individuo, el cual ha de poner su vida en manos de Cristo, y sus actividades misioneras por todo el mundo, las cuales están encaminadas a ganar a todos los hombres para la causa cristiana y, todavía más en concreto, para su muy particular manera de entender el cristianismo. Por supuesto, la idea de que Cristo retornará muy pronto aquí, a la tierra, en carne y hueso, forma asimismo parte del repertorio básico de su predicación, pero a pesar de ello, y no obstante constituir también uno de los principales motores de las actividades misioneras evangelistas (el evangelio, en efecto, ha de ser proclamado a todas las naciones antes de que se produzca la segunda venida de Cristo), no figura entre las ideas centrales de la espiritualidad evangelista. Con todo, precisamente en relación con el año 2000 el seno de todo este movimiento pentecostalista ha dado también albergue a la aparición frecuente de grupos y predicadores caracterizados por una "acusada conciencia apocalíptica" (R. Hempelmann). Este hecho ha sido ocasión para la génesis de pavorosos retratos del fin de los tiempos, fechas que coincidirán con los días de la "gran tribulación", el espantoso reinado del Anticristo y muchas y terribles batallas, todas las cuales girarán en torno a Israel (que es sobre quien, en definitiva, versan las profecías y amenazas bíblicas). Israel se encuentra bajo la amenaza de los ejércitos que el Anticristo ha reunido en Harmaguedón con la intención de aniquilarlo. Dependiendo de la orientación política de los diferentes grupos, este Anticristo es identificado con diversos poderes políticos (con la excepción, claro está, de los Estados Unidos). Sin embargo, los verdaderos cristianos del movimiento respectivo ya no tienen por qué sentir ningún miedo frente a estas luchas escatológicas, porque, antes de que se produzcan, el Señor los trasladará oportunamente a los cielos, desde donde podrán ser testigos de la masacre terrena sin ser molestados. En el punto culminante de los combates Cristo aparecerá de forma visible en la tierra, flanqueado por los ejércitos celestiales (y los santos que fueron arrebatados al cielo), y aniquilará a las legiones del Anticristo. Luego reinará durante un reinado de paz que durará mil años, pero después tendrá que derrotar una vez más a Satán, esta vez de forma definitiva, para que tenga por fin lugar la resurrección de los muertos, el juicio Final y la total recreación de cielos y tierra.
Siempre es posible despachar todos estos escenarios apocalípticos acusándolos de no ser otra cosa que un producto abstracto engendrado por la fantasía enfermiza de un grupo de trastornados religiosos y políticos. Pero todos estos escenarios -sobre todo en épocas de grandes revoluciones políticas y sociales, de crisis y conflictos armados- ejercen una considerable fascinación sobre un gran número de personas profundamente inseguras y desarraigadas en las más diversas naciones y continentes. Por último, todos ellos pueden también apoyarse en cada uno de sus detalles en un determinado texto bíblico, ya sea en el libro de Daniel, el más antiguo de los libros apocalípticos de 1a Biblia (siglos ΙΙ-ΙΙΙ a. C.), en el profeta Ezequiel, ο, sobre todo, en el Apocalipsis de Juan, el último libro del Nuevo Testamento. ¿Cuáles son las principales objeciones que la Iglesia y la teología tienen que plantearle a una interpretación semejante de los textos bíblicos?

Tratar de discutir con los representantes convencidos de estos grupos en términos objetivos equivale prácticamente a una utopía. No hay, en efecto, ninguna base común sobre la que levantar una comprensión metódicamente fιndamentada de los textos bíblicos. En ausencia de todas las reglas interpretativas elaboradas por las ciencias históricas y literarias ("hermenéutica"), los textos bíblicos yacen a merced del capricho subjetivo de los intérpretes individuales ο de determinados grupos, sobre todo si son leídos al pie de la letra, tal y como parecen figurar allí.