AÑO NUEVO... V IDA NUEVA

11 Diciembre 2007
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Al inicio un nuevo año considero que sería muy importante comenzarlo intentando poner un poco de orden en mi vida espiritual y humana, analizando los errores cometidos en el anterior siguiendo el célebre consejo de “año nuevo… vida nueva”.

Algo que me debería preocupar, sería el vivir cada día dentro de la verdad, dando testimonio de ella con actos sencillos, veraces y nobles para intentar distinguir lo verdadero de lo falso dentro de este mundo donde desgraciadamente impera la hipocresía, las falsas verdades y la mentira.

Así mismo tendría que reflexionar mucho sobre el amor que hemos de regalar día a día, aún cuando la vida nos esté comunicando con frecuencia que en el amor, desgraciadamente, solo creen los santos, los ingenuos y los niños.
No obstante lo importante sería entender que el auténtico amor no puede ser otra cosa que una entrega apasionada que no espera nada a cambio y solo busca la felicidad de la persona amada.
Así las cosas me viene a la memoria el positivo razonamiento de aquel filósofo griego que se preguntaba… ¿de qué modo nos servirá conquistar y descubrir el mundo entero, sino amamos y somos amados por todos aquellos que nos rodean?

Una asignatura pendiente en mi vida para este año, bien podría ser el entender que los humanos nos nacemos felices ni infelices sino que la vida nos enseña a elegir entre buscar la felicidad o aceptar la desgracia y en cualquier caso tener siempre presente que la sonrisa y la alegría producen en nuestro espíritu, un remanso de paz.

Nunca podré olvidar la frase que en mis años de adolescencia me comentaba aquel viejo profesor: “el mal provoca tristeza y el bien, alegría. La tristeza es una gran sensación de vacío y fracaso, mientras que la alegría produce al que la siente, el mayor gozo del mundo. No olvides nunca que un mundo en el que los viejos fueran tristes y los adultos serios y aburridos sería una tragedia. Pero una tierra de jóvenes hastiados y pasotas… sería una catástrofe”.

Finalmente sería muy importante para este año que ha comenzado, entender que el cristianismo no es una ideología ni una moral, sino un acontecimiento extraordinario como sería el encontrarme con Jesús de Nazaret para pedirle que me alumbrara y tomar esa antorcha que me ilumine para caminar con fe y esperanza y hacerme esa pregunta que a unos consuela y a otros asusta. La pregunta que se hacen en el bullicio del día y en silencio de la noche
los niños y los adultos ante la soledad del que nada espera después de la muerte… ¿Y después, que?

Y ante esta pregunta me viene a la memoria, el recuerdo de aquel sacerdote que llevaba casi toda su vida en la parroquia de su pueblo.
Al llegar su jubilación su obispo le envió a una misión más tranquila fuera de su querido pueblo.
Antes de marchar, les pidió a sus feligreses que a la hora de su muerte, lo llevaran a enterrar a ese pueblo que abandonaba. Pero no solo para estar junto a ellos que tanto amor le habían demostrado, sino porque deseaba resucitar con ellos y celebrar juntos el final de los tiempos, encabezando la comitiva para dirigirse todos juntos al encuentro final con Jesús.

En definitiva, lo importante para iniciar este nuevo año, sería saber escuchar a Jesús cuando nos habla y mirar la realidad de la vida sin deformarla ni maquillarla.
Sin olvidar que existen otros temas importantes con los que he fallado en el pasado año y que debería corregir para el actual, afrontando con naturalidad mi vida desde la concepción hasta la muerte. Y en este caso preguntarme con toda sinceridad lo que he hecho mal a mi entender e intentar plantearme la necesidad de combatirlo y suprimirlo en el presente año.

Es evidente que dejando entrar a Jesús en nuestro pequeño mundo enconado y violento, florecería la paz como por encanto y la alegría abriría nuestras vías de relación entre los hombres. Porque el encuentro con Jesús ilumina la mirada, renueva la esperanza, rehace la vida, da sentido a la existencia y cambia nuestro sistema de valores y nuestra actitud ante los otros, teniendo en cuenta que la distancia más lejana que podemos estar de Dios es la de una simple oración.

Una vez más repito con esperanza “año nuevo… vida nueva”.
 
Re: AÑO NUEVO... V IDA NUEVA

Al inicio un nuevo año considero que sería muy importante comenzarlo intentando poner un poco de orden en mi vida espiritual y humana, analizando los errores cometidos en el anterior siguiendo el célebre consejo de “año nuevo… vida nueva”.

Algo que me debería preocupar, sería el vivir cada día dentro de la verdad, dando testimonio de ella con actos sencillos, veraces y nobles para intentar distinguir lo verdadero de lo falso dentro de este mundo donde desgraciadamente impera la hipocresía, las falsas verdades y la mentira.

Así mismo tendría que reflexionar mucho sobre el amor que hemos de regalar día a día, aún cuando la vida nos esté comunicando con frecuencia que en el amor, desgraciadamente, solo creen los santos, los ingenuos y los niños.
No obstante lo importante sería entender que el auténtico amor no puede ser otra cosa que una entrega apasionada que no espera nada a cambio y solo busca la felicidad de la persona amada.
Así las cosas me viene a la memoria el positivo razonamiento de aquel filósofo griego que se preguntaba… ¿de qué modo nos servirá conquistar y descubrir el mundo entero, sino amamos y somos amados por todos aquellos que nos rodean?

Una asignatura pendiente en mi vida para este año, bien podría ser el entender que los humanos nos nacemos felices ni infelices sino que la vida nos enseña a elegir entre buscar la felicidad o aceptar la desgracia y en cualquier caso tener siempre presente que la sonrisa y la alegría producen en nuestro espíritu, un remanso de paz.

Nunca podré olvidar la frase que en mis años de adolescencia me comentaba aquel viejo profesor: “el mal provoca tristeza y el bien, alegría. La tristeza es una gran sensación de vacío y fracaso, mientras que la alegría produce al que la siente, el mayor gozo del mundo. No olvides nunca que un mundo en el que los viejos fueran tristes y los adultos serios y aburridos sería una tragedia. Pero una tierra de jóvenes hastiados y pasotas… sería una catástrofe”.

Finalmente sería muy importante para este año que ha comenzado, entender que el cristianismo no es una ideología ni una moral, sino un acontecimiento extraordinario como sería el encontrarme con Jesús de Nazaret para pedirle que me alumbrara y tomar esa antorcha que me ilumine para caminar con fe y esperanza y hacerme esa pregunta que a unos consuela y a otros asusta. La pregunta que se hacen en el bullicio del día y en silencio de la noche
los niños y los adultos ante la soledad del que nada espera después de la muerte… ¿Y después, que?

Y ante esta pregunta me viene a la memoria, el recuerdo de aquel sacerdote que llevaba casi toda su vida en la parroquia de su pueblo.
Al llegar su jubilación su obispo le envió a una misión más tranquila fuera de su querido pueblo.
Antes de marchar, les pidió a sus feligreses que a la hora de su muerte, lo llevaran a enterrar a ese pueblo que abandonaba. Pero no solo para estar junto a ellos que tanto amor le habían demostrado, sino porque deseaba resucitar con ellos y celebrar juntos el final de los tiempos, encabezando la comitiva para dirigirse todos juntos al encuentro final con Jesús.

En definitiva, lo importante para iniciar este nuevo año, sería saber escuchar a Jesús cuando nos habla y mirar la realidad de la vida sin deformarla ni maquillarla.
Sin olvidar que existen otros temas importantes con los que he fallado en el pasado año y que debería corregir para el actual, afrontando con naturalidad mi vida desde la concepción hasta la muerte. Y en este caso preguntarme con toda sinceridad lo que he hecho mal a mi entender e intentar plantearme la necesidad de combatirlo y suprimirlo en el presente año.

Es evidente que dejando entrar a Jesús en nuestro pequeño mundo enconado y violento, florecería la paz como por encanto y la alegría abriría nuestras vías de relación entre los hombres. Porque el encuentro con Jesús ilumina la mirada, renueva la esperanza, rehace la vida, da sentido a la existencia y cambia nuestro sistema de valores y nuestra actitud ante los otros, teniendo en cuenta que la distancia más lejana que podemos estar de Dios es la de una simple oración.

Una vez más repito con esperanza “año nuevo… vida nueva”.

Gracias hermano Manchego por compartir con nosotros tus bonitas y profundas palabras. A ellas respondo Amén, Amén y Amén.

Cuando el agotamiento cotidiano nos hace perder fuerzas, cuando observamos gestos egoístas a nuestro alrededor, cuando la ignorancia y la hipocresía campea en este mundo, debemos recordar que Jesús, el maravilloso regalo del PAdre, es fuente de vida, fuego, luz, amor y salvación, y nunca se agota su fuente porque es divina, y él nos da la fuerza y vida verdadera para continuar adelante.

Así que vida nueva, fuerza y vida verdadera.

Un abrazo y Dios lo bendiga.