AMENAZA Y ANGUSTIA

Bart

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24 Enero 2001
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http://www.icp-e.org/hemeroteca/e2002/e020213.htm

AMENAZA Y ANGUSTIA


Dice la Biblia que "en el amor no hay temor, pues el perfecto amor echa fuera el temor".

Esta neurosis de angustia y ansiedad que padece el hombre del siglo veintiuno y que están denunciando los psiquiatras es una consecuencia de la falta de amor a Dios.

El hombre de hoy es, en su intimidad, un ser triste y preocupado, con un sentido trágico de la vida y de las cosas que le rodean.

Tiempo atrás, el demente era aquél que se creía Napoleón o el que pescaba truchas en el patio del manicomio. La demencia que hoy nos invade a todos es colectiva. Menos visible, no tan ridícula ante los ojos de los demás, pero más perjudicial para la salud de la mente y para la del alma.

Decía Ortega que "la angustia se origina donde quiera se aproxima una amenaza a la existencia humana en cualquier plano esencial". Y ahí se encuentra la raíz de la enfermedad que el mundo padece ahora. El hombre de hoy carece de seguridad. Se cree amenazado por catástrofes cósmicas y vive bajo la psicosis continua de la amenaza, sea una guerra, una enfermedad o una crisis económica. El periódico que lee cada mañana contribuye a aumentar en él esta sensación de inseguridad. En un plano más individual, le inquieta la perspectiva de futuro. Aún despierto tiene sueños trágicos, visiones maléficas que le turban el espíritu. Los psiquiatras están haciendo fabulosos negocios con esta ola de neurosis y de ansiedad que invade al hombre de hoy.

La razón es clara: El hombre ha perdido la confianza en Dios como Padre y Amigo. Dios se ha convertido en una rutina más entre las muchas que llenan su vida. Ni le preocupa ni le inquieta. Pero tampoco recurre a Él en demanda de ayuda. Se siente solo y perdido en el Universo y la lucha, es natural, se le hace muy dura.

Dios, sin embargo, no duerme. Vela. Vigila. Contempla nuestra desesperación inútil y aguarda el momento de nuestra rendición. Dios quiere reprender los vientos y calmar las aguas que amenazan con sepultar nuestra vida en el dolor. Pero no lo hará hasta que oiga de nosotros el "Señor, sálvanos, que perecemos". Nuestro objetivo principal en la vida puede y debe ser Dios. En caso de no vivirlo, puede ser también nuestro último recurso. Dios espera siempre.




Juan Antonio Monroy es escritor, conferenciante internacional y director de la revista Alternativa 2000

© J.A. Monroy
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