"Mis hermanos que subieron conmigo desanimaron al pueblo, pero yo seguí fielmente al Señor mi Dios". - Josué 14:8 (NVI)
¿Alguna vez las voces a tu alrededor han querido hacer desfallecer tu corazón?
¿Has sentido el peso de las circunstancias que gritan "retrocede" cuando Dios dice "avanza"? 
Como Caleb, estamos rodeados de "espías" que ven gigantes donde Dios promete heredad. Pero en medio del informe negativo, una fe inquebrantable declara: ¡PERO YO CREÍ!. Creí en la promesa divina: "Ciertamente la tierra que holló tu pie será para ti... por cuanto cumpliste siguiendo a Jehová mi Dios" (Josué 14:9).

Una anécdota de fidelidad:
Un misionero en Zambia contaba cómo, después de 7 años de sequía espiritual y oposición, estaba listo para empacar. Esa noche, en su choza, abrió la Biblia al azar (¡o no tanto!) y sus ojos cayeron en Isaías 41:13: *"Porque yo, el Señor, tu Dios, te sostengo de la mano derecha; yo soy quien te dice: 'No temas, yo te ayudo'"**. Esa palabra fue bálsamo. Decidió quedarse. Cinco años después, bautizaba a los primeros 50 convertidos de una iglesia que hoy florece.

LA PREDESTINACIÓN DEL MISIONERO: ¿PARA QUÉ NOS FORMÓ DIOS?
"Desde el vientre te formé para que fueras mi siervo" (Isaías 49:5). Su llamado soberano nos transforma radicalmente:
DESTRUYE PREJUICIOS E IDEAS INTOLERANTES:
"Entonces Pedro, tomando la palabra, dijo: En verdad comprendo que Dios no hace acepción de personas, sino que en toda nación se agrada del que le teme y practica justicia" (Hechos 10:34-35).
Su elección derriba muros de raza, cultura y status. Nos obliga a ver a los demás como Él los ve: almas por las que Cristo murió. El llamado misionero es inclusivo por naturaleza.
NOS CONVIERTE EN SIERVOS EXCLUSIVOS DE SUS PROPÓSITOS:
"Si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Por tanto, ya sea que vivamos o que muramos, del Señor somos" (Romanos 14:8).
Dejamos de ser dueños de nuestra vida. Nuestra existencia—cada talento, recurso y aliento—es consagrada exclusivamente para avanzar Sus planes, no los nuestros. Somos administrados, no dueños.
NOS REVELA SU GRAN PROPÓSITO: GLORIFICARLE Y DISFRUTARLE:
"Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable" (1 Pedro 2:9).
Fuimos rescatados para un gozo supremo: proclamar quién es Él. La misión no es una carga; es el ejercicio máximo de nuestra dicha en Cristo. ¡Glorificarle es disfrutarle!
NO OLVIDES SU PROPÓSITO ORIGINAL:
El pecado nos desvió, pero nunca canceló el plan de Dios (Efesios 1:11). Al nacer de nuevo, se nos abre el entendimiento: fuimos formados desde el vientre para Su gloria. Como dijo Jeremías: "Antes de formarte en el vientre, ya te había elegido; antes de que nacieras, ya te había apartado" (Jeremías 1:5).
Hoy, Él te toma de la mano derecha y te repite: "No temas, yo te ayudo". ¡Avanza! 
PARA REFLEXIONAR:
¿Qué "gigante" o voz negativa está intentando paralizarte en este tiempo?
¿De qué manera práctica puedes vivir hoy como "siervo exclusivo" del propósito de Dios?
¿Alguna vez las voces a tu alrededor han querido hacer desfallecer tu corazón?


Como Caleb, estamos rodeados de "espías" que ven gigantes donde Dios promete heredad. Pero en medio del informe negativo, una fe inquebrantable declara: ¡PERO YO CREÍ!. Creí en la promesa divina: "Ciertamente la tierra que holló tu pie será para ti... por cuanto cumpliste siguiendo a Jehová mi Dios" (Josué 14:9).



Un misionero en Zambia contaba cómo, después de 7 años de sequía espiritual y oposición, estaba listo para empacar. Esa noche, en su choza, abrió la Biblia al azar (¡o no tanto!) y sus ojos cayeron en Isaías 41:13: *"Porque yo, el Señor, tu Dios, te sostengo de la mano derecha; yo soy quien te dice: 'No temas, yo te ayudo'"**. Esa palabra fue bálsamo. Decidió quedarse. Cinco años después, bautizaba a los primeros 50 convertidos de una iglesia que hoy florece.



"Desde el vientre te formé para que fueras mi siervo" (Isaías 49:5). Su llamado soberano nos transforma radicalmente:

"Entonces Pedro, tomando la palabra, dijo: En verdad comprendo que Dios no hace acepción de personas, sino que en toda nación se agrada del que le teme y practica justicia" (Hechos 10:34-35).


"Si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Por tanto, ya sea que vivamos o que muramos, del Señor somos" (Romanos 14:8).


"Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable" (1 Pedro 2:9).


El pecado nos desvió, pero nunca canceló el plan de Dios (Efesios 1:11). Al nacer de nuevo, se nos abre el entendimiento: fuimos formados desde el vientre para Su gloria. Como dijo Jeremías: "Antes de formarte en el vientre, ya te había elegido; antes de que nacieras, ya te había apartado" (Jeremías 1:5).




