"Ama a tu prójimo como a ti mismo"

30 Marzo 2000
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“Ama a tu prójimo como a ti mismo”.

Si preguntas por qué no te explico con pelos y señales el significado oculto de esa frase, centro del Evangelio de Jesús indica por un lado humildad, porque reconoces que puedes estar equivocado, o por lo menos, no saberlo todo. Esto es muy positivo. Entonces yo te pregunto a ti ¿Por qué Él no lo explicó mejor? ¿O es que Él no lo sabía? Te aseguro que Él si lo sabía.

¿Por qué el mensaje de Jesús es tan ambiguo? Esta es una buena pregunta. “A vosotros se os ha dado a conocer los misterios del Reino, pero a ellos, viendo no ven y oyendo no oyen ni entienden”. ¿Qué quiere decir esto? Que no todo el mundo entenderá su mensaje verdadero. Quiere decir que su conocimiento no viene del estudio o de explicaciones de otros, viene de uno mismo, de dentro hacia fuera, de arriba hacia abajo.
Quiere decir que cuando uno está en condiciones de saber, el saber aparece. Quiere decir que cuando el alumno está preparado, aparece el maestro.

Todas las parábolas de Jesús tienen al menos dos sentidos. El hombre le ha encontrado sin embargo otros más, totalmente ajenos a la voluntad del Señor. Y sobre estos caerá su justicia. Tienen un sentido literal, para el ser que empieza a conocer, que entronca con el Antiguo Testamento y viene a perfeccionarlo y a cumplimentarlo.

Cuando ese ser humano ha puesto en práctica estos conocimientos, cuando ha luchado por ellos con su vida, cuando los sigue, madura. Cuando ha sufrido sus consecuencias, cuando ha llegado a la duda, cuando ha llegado a la desesperación. Cuando conoce el mundo y lo encuentra abatido y sin solución. Cuando lo ha intentado arreglar por medios humanos y no ha podido. Cuando se siente decaído y ya no le queda autoestima suficiente para seguir en el mundo. Cuando quiere desaparecer, salir de él. Cuando todo se ha perdido sin remisión y no le queda ya nada.

Entonces, aparece Jesús, el auténtico, el verdadero. El lo ve y Él lo ve. Entonces mira al cielo y se reconoce como una oveja perdida del rebaño celestial. Entonces Él mismo le reconforta y aparecen en su conciencia palabras de consuelo. Entonces Él mismo le explica una a una las sentencias del Evangelio, le indica el camino que ha seguido, el por qué de su existencia, el por qué le ha pasado esto y aquello. El por qué ha tenido que ser así, aunque sea doloroso. Y aparece el “amor al prójimo como a ti mismo”. Hasta entonces no había amor. Hasta entonces no se conocían. Pero desde ese momento el amor enraíza en su corazón. Y entonces aprende a amar. Y aprende quién es su verdadero “prójimo”. Y aprende también “quien es el mismo”.

¿Quieres que te estropee este encuentro maravilloso contándote mi propia experiencia? No, esto lo tendrás que vivir tú mismo. Por eso el lenguaje es ambiguo. Tiene que ser así. Para el que tenga, que Dios le de, y el que no tenga, que no entienda nada.

[]Cedesin>