Alimento diario y matutino (miércoles)
El ministerio orgánico de Juan
Semana 5 --- La primera gran visión de Juan en el espíritu
Leer con oración: Is 1:18; Zac 4:10; Ro 8:35-39
“Tenía en su diestra siete estrellas; de su boca salía una espada aguda de dos filos; y su rostro era como el sol cuando resplandece en su fuerza” (Ap 1:16)
UNO SEMEJANTE AL HIJO DEL HOMBRE
Apocalipsis 1:14a dice: “Su cabeza y sus cabellos eran blancos como blanca lana”. Esto nos muestra la eternidad del Señor Jesús. Antes de la creación Él ya era Dios, y por eso tiene los cabellos blancos. El color blanco representa Su santidad (cfr. Is 1:18). Esto indica que el Señor puede purificar y santificar a la iglesia. Su cabello blanco, que es como blanca lana y como la nieve, quiere decir que en Él nunca hubo corrupción; sino que Él es Santo, separado, puro. Aunque seamos tentados por Satanás y ocasionalmente caigamos en pecado, aunque nuestros pecados sean como la grana, Dios nos prometió hacerlos blancos como la nieve; aunque sean como el carmesí, Él los hará blancos como la lana. Este es el Señor que anda en medio de los candeleros de oro para cuidar de nosotros.
Cuando el Señor nos ilumina y vemos nuestros pecados, debemos arrepentirnos delante de Él. Él usa Su sangre preciosa para purificarnos y volvernos blancos como la lana, como la nieve. Hoy tenemos al Hijo del hombre, que anda en medio de los candeleros de oro. Repetimos: no importa el número de hermanos que la iglesia tenga, Él nunca se olvida de ella, sino que anda junto a Su candelero.
Por un lado Él nos ama y nos limpia de todos nuestros pecados; por otro, Sus ojos son como llama de fuego (Ap 1:14b). La llama de fuego quema todo lo que no es de Dios. En nuestra alma hay muchas cosas naturales, y por medio de Sus ojos, que son como llama de fuego, Él quema todo lo que es natural en nosotros. Él tiene ojos como llama de fuego para sondear y escrutar nuestra humanidad. Zacarías 4:10 habla de “los ojos de Jehová, que recorren toda la tierra”. Sus ojos como llama de fuego eliminan todas las cosas negativas.
Aún vivimos en el viejo hombre. Siempre nos justificamos y nos agrada argumentar en nuestro favor. Cuando los ojos del Señor, como llama de fuego, nos miran, ellos nos exponen y queman todas las impurezas que provienen de la vieja creación. Cuando Él nos muestra estas cosas, y nos damos cuenta, nos arrepentimos y pedimos perdón. De esa manera, somos purificados por la sangre del Señor. Por un lado, Él quema; por otro, nos escruta, nos vigila, porque se está infundiendo en nosotros.
En Apocalipsis 1:15a leemos: “Y sus pies semejantes al bronce bruñido”. El término bruñido puede ser traducido por reluciente. Después de pasar por la depuración del fuego, el bronce se vuelve puro y brilla. El bronce prefigura el juicio. El Señor Jesús, el Hijo del Hombre, pasó por el refinar del fuego, en el horno de los sufrimientos de la cruz, y eso es lo que lo califica para ser el juez Justo. La voz del Señor era como la voz de muchas aguas (v. 15b), o de una multitud. En la reunión de la iglesia, cuando muchos santos liberan el Espíritu, las personas afuera oyen un sonido como la voz de muchas aguas.
En el versículo 16a leemos: “Tenía en su diestra siete estrellas”. Tanto los candeleros, como las estrellas, brillan en las tinieblas. Los candeleros son las iglesias y las estrellas representan a los vencedores. Hoy, tanto la iglesia como los santos individualmente, deben resplandecer en esta era tenebrosa. Alguien que brilla es una estrella en la diestra del Señor. Debemos ser estrellas brillando, dando testimonio en la diestra del Señor, de donde ninguno puede sacarnos (cfr. Ro 8:35-39).
Punto Clave: El Señor anda en medio de las iglesias
Pregunta: Según su experiencia y a la luz de este día: ¿Cuántas de las características del Hijo del Hombre, ya fueron experimentadas o trabajadas en usted?
Dong Yu Lan
Derechos reservados a: Editora “Arvore da Vida”
¡Jesús es el Señor!
SEMANA 12 — DÍA 3
Alimento matutino
Ap. 22:4 Y verán Su rostro, y Su nombre estará en sus frentes.
Éx. 25:30 Y pondrás sobre la mesa el pan de la Presencia delante de Mí continuamente. (heb.)
33:14-15 Y él dijo: Mi presencia irá contigo, y te daré descanso. Y Moisés respondió: Si Tu presencia no ha de ir conmigo, no nos saques de aquí.
Sal. 27:8 Cuando Tú dices: Buscad Mi rostro. Tu rostro buscaré, oh Jehová.
En primer lugar, una iglesia edificada posee la presencia de Dios. Apocalipsis 21:22 dice que no hay templo en la Nueva Jerusalén, pues Dios y el Cordero son su templo. Sabemos que en los tiempos del Antiguo Testamento, el templo era el centro de Jerusalén. Por tanto, que Dios y el Cordero sean el templo significa que Dios y el Cordero llegan a ser el centro de la ciudad. En otras palabras, Dios está con la ciudad, y la ciudad posee la presencia de Dios.
Esto nos muestra que donde se produce la edificación, allí está la presencia de Dios. La presencia de Dios es lo que sigue a Su edificación. ¿Acaso nuestra experiencia no nos dice también que siempre que somos juntamente edificados con todos los santos contamos con la presencia de Dios, y que siempre que actuamos de manera individualista, de inmediato dejamos de percibir que Él está presente? (The Building Work of God, págs. 88-89)
Lectura para hoy
Por tanto, tenemos que ceñirnos a este principio. La presencia de Dios tiene que ser el criterio determinante para todo asunto. Independientemente de lo que hagamos, tenemos que prestar atención a si contamos con la presencia de Dios o no. ¿Está Dios presente con nosotros cuando expresamos nuestras propias opiniones? ¿Contamos con Su presencia al decir ciertas cosas o al asumir cierta actitud? ¿Está presente Dios en nuestras sugerencias o propuestas? Si tocamos la presencia de Dios en todo lo que hacemos, veremos que Dios está allí como el templo, y la edificación de Dios estará en medio nuestro. Cuando discutimos unos con otros, es posible que todos tengamos un corazón por el Señor y que haya suficiente justificación para que insistamos en algún punto. Sin embargo, debido a que argumentamos, no tenemos a Dios como el templo, lo cual representa la presencia de Dios mismo. En lugar de ello, habremos derribado la ciudad.
Cuanto más argumentemos o razonemos, más perderemos la presencia de Dios. No olviden que el templo en la Nueva Jerusalén es Dios mismo. La presencia de Dios es el centro de la ciudad. Por tanto, en la iglesia, es imprescindible contar con la presencia de Dios, es imprescindible que Dios mismo sea nuestro templo. Entonces seremos conjuntamente edificados y nuestra condición corresponderá a la Nueva Jerusalén.
En segundo lugar, si una iglesia ha sido edificada, en ella estará el trono de Dios, el gobierno divino. En la Nueva Jerusalén está el trono de Dios. El trono no solamente está relacionado con la presencia de Dios, sino además con el gobierno ejercido por Dios. En este edificio se cuenta con la presencia de Dios y también se halla el señorío de Dios, el ejercicio de Su autoridad. Debido a que el trono de Dios ha sido establecido, Dios puede ejercer Su autoridad. Si queremos saber si una iglesia local viene siendo edificada, todo lo que tenemos que ver es si en ella está el trono de Dios y si Dios ejerce Su señorío entre los que la conforman. (The Building Work of God, págs. 89-91)
En 2 Corintios 2:10…Pablo perdonó a un hermano, y lo hizo en la persona de Cristo… [Aquí la palabra griega traducida “persona”] significa “faz”, la parte que está alrededor de los ojos, la cual es la expresión que muestra todos los pensamientos y sentimientos interiores y exhibe y manifiesta todo lo que una persona es. La parte de la faz que está alrededor de los ojos, por ser la expresión que muestra todos los pensamientos y sentimientos interiores, indica lo que piensa y siente la persona. Pablo perdonó a dicho hermano y lo hizo en la persona de Cristo, conforme a la expresión que indicaba la persona de Cristo, según era transmitida en Su mirada. Pablo no sólo vivía en la presencia del Señor, sino que también se conducía según la expresión de Sus ojos, la cual le comunicaba los sentimientos y pensamientos más íntimos de Cristo. Esto es algo muy profundo, tierno y delicado. (La autobiografía de una persona que vive en el espíritu, págs. 34-35)
Lectura adicional: The Building Work of God, cap. 7; La aplicación de la interpretación de la Nueva Jerusalén a los creyentes que buscan más del Señor, mensajes 1, 4
Witness Lee
Derechos reservados a: “Living Stream Ministry”
¡Jesús es el Señor”
El ministerio orgánico de Juan
Semana 5 --- La primera gran visión de Juan en el espíritu
Leer con oración: Is 1:18; Zac 4:10; Ro 8:35-39
“Tenía en su diestra siete estrellas; de su boca salía una espada aguda de dos filos; y su rostro era como el sol cuando resplandece en su fuerza” (Ap 1:16)
UNO SEMEJANTE AL HIJO DEL HOMBRE
Apocalipsis 1:14a dice: “Su cabeza y sus cabellos eran blancos como blanca lana”. Esto nos muestra la eternidad del Señor Jesús. Antes de la creación Él ya era Dios, y por eso tiene los cabellos blancos. El color blanco representa Su santidad (cfr. Is 1:18). Esto indica que el Señor puede purificar y santificar a la iglesia. Su cabello blanco, que es como blanca lana y como la nieve, quiere decir que en Él nunca hubo corrupción; sino que Él es Santo, separado, puro. Aunque seamos tentados por Satanás y ocasionalmente caigamos en pecado, aunque nuestros pecados sean como la grana, Dios nos prometió hacerlos blancos como la nieve; aunque sean como el carmesí, Él los hará blancos como la lana. Este es el Señor que anda en medio de los candeleros de oro para cuidar de nosotros.
Cuando el Señor nos ilumina y vemos nuestros pecados, debemos arrepentirnos delante de Él. Él usa Su sangre preciosa para purificarnos y volvernos blancos como la lana, como la nieve. Hoy tenemos al Hijo del hombre, que anda en medio de los candeleros de oro. Repetimos: no importa el número de hermanos que la iglesia tenga, Él nunca se olvida de ella, sino que anda junto a Su candelero.
Por un lado Él nos ama y nos limpia de todos nuestros pecados; por otro, Sus ojos son como llama de fuego (Ap 1:14b). La llama de fuego quema todo lo que no es de Dios. En nuestra alma hay muchas cosas naturales, y por medio de Sus ojos, que son como llama de fuego, Él quema todo lo que es natural en nosotros. Él tiene ojos como llama de fuego para sondear y escrutar nuestra humanidad. Zacarías 4:10 habla de “los ojos de Jehová, que recorren toda la tierra”. Sus ojos como llama de fuego eliminan todas las cosas negativas.
Aún vivimos en el viejo hombre. Siempre nos justificamos y nos agrada argumentar en nuestro favor. Cuando los ojos del Señor, como llama de fuego, nos miran, ellos nos exponen y queman todas las impurezas que provienen de la vieja creación. Cuando Él nos muestra estas cosas, y nos damos cuenta, nos arrepentimos y pedimos perdón. De esa manera, somos purificados por la sangre del Señor. Por un lado, Él quema; por otro, nos escruta, nos vigila, porque se está infundiendo en nosotros.
En Apocalipsis 1:15a leemos: “Y sus pies semejantes al bronce bruñido”. El término bruñido puede ser traducido por reluciente. Después de pasar por la depuración del fuego, el bronce se vuelve puro y brilla. El bronce prefigura el juicio. El Señor Jesús, el Hijo del Hombre, pasó por el refinar del fuego, en el horno de los sufrimientos de la cruz, y eso es lo que lo califica para ser el juez Justo. La voz del Señor era como la voz de muchas aguas (v. 15b), o de una multitud. En la reunión de la iglesia, cuando muchos santos liberan el Espíritu, las personas afuera oyen un sonido como la voz de muchas aguas.
En el versículo 16a leemos: “Tenía en su diestra siete estrellas”. Tanto los candeleros, como las estrellas, brillan en las tinieblas. Los candeleros son las iglesias y las estrellas representan a los vencedores. Hoy, tanto la iglesia como los santos individualmente, deben resplandecer en esta era tenebrosa. Alguien que brilla es una estrella en la diestra del Señor. Debemos ser estrellas brillando, dando testimonio en la diestra del Señor, de donde ninguno puede sacarnos (cfr. Ro 8:35-39).
Punto Clave: El Señor anda en medio de las iglesias
Pregunta: Según su experiencia y a la luz de este día: ¿Cuántas de las características del Hijo del Hombre, ya fueron experimentadas o trabajadas en usted?
Dong Yu Lan
Derechos reservados a: Editora “Arvore da Vida”
¡Jesús es el Señor!
SEMANA 12 — DÍA 3
Alimento matutino
Ap. 22:4 Y verán Su rostro, y Su nombre estará en sus frentes.
Éx. 25:30 Y pondrás sobre la mesa el pan de la Presencia delante de Mí continuamente. (heb.)
33:14-15 Y él dijo: Mi presencia irá contigo, y te daré descanso. Y Moisés respondió: Si Tu presencia no ha de ir conmigo, no nos saques de aquí.
Sal. 27:8 Cuando Tú dices: Buscad Mi rostro. Tu rostro buscaré, oh Jehová.
En primer lugar, una iglesia edificada posee la presencia de Dios. Apocalipsis 21:22 dice que no hay templo en la Nueva Jerusalén, pues Dios y el Cordero son su templo. Sabemos que en los tiempos del Antiguo Testamento, el templo era el centro de Jerusalén. Por tanto, que Dios y el Cordero sean el templo significa que Dios y el Cordero llegan a ser el centro de la ciudad. En otras palabras, Dios está con la ciudad, y la ciudad posee la presencia de Dios.
Esto nos muestra que donde se produce la edificación, allí está la presencia de Dios. La presencia de Dios es lo que sigue a Su edificación. ¿Acaso nuestra experiencia no nos dice también que siempre que somos juntamente edificados con todos los santos contamos con la presencia de Dios, y que siempre que actuamos de manera individualista, de inmediato dejamos de percibir que Él está presente? (The Building Work of God, págs. 88-89)
Lectura para hoy
Por tanto, tenemos que ceñirnos a este principio. La presencia de Dios tiene que ser el criterio determinante para todo asunto. Independientemente de lo que hagamos, tenemos que prestar atención a si contamos con la presencia de Dios o no. ¿Está Dios presente con nosotros cuando expresamos nuestras propias opiniones? ¿Contamos con Su presencia al decir ciertas cosas o al asumir cierta actitud? ¿Está presente Dios en nuestras sugerencias o propuestas? Si tocamos la presencia de Dios en todo lo que hacemos, veremos que Dios está allí como el templo, y la edificación de Dios estará en medio nuestro. Cuando discutimos unos con otros, es posible que todos tengamos un corazón por el Señor y que haya suficiente justificación para que insistamos en algún punto. Sin embargo, debido a que argumentamos, no tenemos a Dios como el templo, lo cual representa la presencia de Dios mismo. En lugar de ello, habremos derribado la ciudad.
Cuanto más argumentemos o razonemos, más perderemos la presencia de Dios. No olviden que el templo en la Nueva Jerusalén es Dios mismo. La presencia de Dios es el centro de la ciudad. Por tanto, en la iglesia, es imprescindible contar con la presencia de Dios, es imprescindible que Dios mismo sea nuestro templo. Entonces seremos conjuntamente edificados y nuestra condición corresponderá a la Nueva Jerusalén.
En segundo lugar, si una iglesia ha sido edificada, en ella estará el trono de Dios, el gobierno divino. En la Nueva Jerusalén está el trono de Dios. El trono no solamente está relacionado con la presencia de Dios, sino además con el gobierno ejercido por Dios. En este edificio se cuenta con la presencia de Dios y también se halla el señorío de Dios, el ejercicio de Su autoridad. Debido a que el trono de Dios ha sido establecido, Dios puede ejercer Su autoridad. Si queremos saber si una iglesia local viene siendo edificada, todo lo que tenemos que ver es si en ella está el trono de Dios y si Dios ejerce Su señorío entre los que la conforman. (The Building Work of God, págs. 89-91)
En 2 Corintios 2:10…Pablo perdonó a un hermano, y lo hizo en la persona de Cristo… [Aquí la palabra griega traducida “persona”] significa “faz”, la parte que está alrededor de los ojos, la cual es la expresión que muestra todos los pensamientos y sentimientos interiores y exhibe y manifiesta todo lo que una persona es. La parte de la faz que está alrededor de los ojos, por ser la expresión que muestra todos los pensamientos y sentimientos interiores, indica lo que piensa y siente la persona. Pablo perdonó a dicho hermano y lo hizo en la persona de Cristo, conforme a la expresión que indicaba la persona de Cristo, según era transmitida en Su mirada. Pablo no sólo vivía en la presencia del Señor, sino que también se conducía según la expresión de Sus ojos, la cual le comunicaba los sentimientos y pensamientos más íntimos de Cristo. Esto es algo muy profundo, tierno y delicado. (La autobiografía de una persona que vive en el espíritu, págs. 34-35)
Lectura adicional: The Building Work of God, cap. 7; La aplicación de la interpretación de la Nueva Jerusalén a los creyentes que buscan más del Señor, mensajes 1, 4
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¡Jesús es el Señor”