ALIMENTO DIARIO Y MATUTINO (Miércoles)
Hechos de los apóstoles
Semana 21 --- Pablo se purifica en Jerusalén
Lunes --- Leer con oración: Gn 1:28; Jn 7:37-39; 14:17; 20:22; Hch 1:8; 13:2
“Pero el que se une al Señor, es un solo espíritu es con Él” (1 Co 6:17)
EL OBJETIVO DE LA VOLUNTAD DE DIOS EN SU REINO
El tema del mensaje de esta semana es “Pablo se purifica en Jerusalén” (Hch 21:20-26). Puesto que estamos estudiando el libro de Hechos de los Apóstoles, necesitamos saber lo que sucedió con Pablo al final de su tercer viaje ministerial. Debemos siempre recordar que Dios creó al hombre para que éste sea fructífero, se multiplique, llene la tierra y la sojuzgue (Gn 1:28). Después de tener esa revelación, tuvimos el encargo de practicarla, predicando el evangelio de la misma manera que está registrado en Hechos.
El libro de los Hechos, como su propio nombre lo dice, relata lo que los apóstoles hicieron, cómo predicaron el evangelio y establecieron las iglesias, para mostrarnos cómo debemos proseguir cuando salimos a la expansión, por medio de la obra del Espíritu Santo. Ya desde el comienzo del libro se menciona al Espíritu Santo; por tanto, si la obra de los apóstoles no fuese por el Espíritu, ésta sería totalmente vana. El Espíritu levantó no solamente a los doce apóstoles; su objetivo era levantar muchos y muchos apóstoles.
Al anochecer del día en que resucitó, el Señor Jesús apareció entre Sus discípulos, sopló en ellos y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo” (Jn 20:22). Entonces los discípulos recibieron el Espíritu como la vida divina soplada en ellos. Este Espíritu es la consumación final y máxima del Dios Triuno; y es el Espíritu de realidad (14:17), y “el Espíritu” (7:37-39) Por tanto, cuando salimos a la obra, necesitamos del Espíritu de poder con el cual el Cuerpo fue revestido.
Después de Su resurrección, el Señor Jesús permaneció cuarenta días con los discípulos, y les habló acerca de las cosas concernientes al reino de Dios. La voluntad de Dios de que el hombre sea fructífero, se multiplique, llene la tierra y la sojuzgue tiene un único objetivo: Su reino. Toda la tierra sojuzgada por el hombre debería volverse el reino de Dios. Después de ese período con Sus discípulos, el Señor ascendió a los cielos, ordenándoles que esperasen en Jerusalén la promesa del Espíritu (Hch 1:8). Ellos serían bautizados en el Espíritu Santo, y experimentarían Su aspecto de poder.
El Espíritu tiene un aspecto de vida y otro de poder, pero no son dos Espíritus, sino uno solo. Nosotros lo recibimos al creer en el Señor, y día tras día vivimos por Él, pues está mezclado con nuestro espíritu (1 Co 6:17). Cuando Él nos llena hasta rebosar, se hace el Espíritu de poder, como sucedió con los apóstoles. Si les faltase el Espíritu de poder no tendrían como avanzar en la obra. Entonces, desde el comienzo ellos trabajaron bajo la dirección del Espíritu Santo. Más tarde, cuando Pablo fue levantado para realizar su ministerio de predicar a los gentiles, también trabajó por el Espíritu, con el Espíritu y por medio del Espíritu.
Cuando Pablo vio la gran luz en el camino a Damasco, descubrió que los que invocaban el nombre del Señor eran uno con el Espíritu. En aquella ciudad, por medio de un miembro de la iglesia, fue bautizado, invocando el nombre del Señor, y se hizo uno con la iglesia. Años después, cuando servía con otros hermanos en Antioquía, el Espíritu Santo lo separó para la obra (Hch 13:2). El tenía claridad de que la obra debía ser en el Espíritu. Por tanto, vemos que toda la obra debe ser iniciada por el Espíritu Santo y debe ser ejecutada por el Espíritu y no por nuestro fervor, celo y mucho menos según nuestro punto de vista.
Punto Clave: La obra debe ser realizada en el Espíritu y por el Espíritu.
Pregunta: ¿Qué descubrió Pablo desde que vio la gran luz?
Dong Yu Lan
Derechos reservados a: Editora “Arvore da Vida”
¡Jesús es el Señor!
SEMANA 2 — DÍA 3
Alimento matutino
Ef. 2:22 En quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el espíritu.
4:23 Y os renovéis en el espíritu de vuestra mente.
Todo aquel que es salvo es miembro del Cuerpo de Cristo. ¿Es entonces la vida que está en cada uno de nosotros, una vida que pertenece a los miembros o al Cuerpo? Tanto la Biblia como nuestra experiencia comprueban que aunque cada uno de nosotros es un miembro de Cristo, la vida que está en cada uno de nosotros no es la vida de un miembro, sino la vida del Cuerpo. Todos los miembros de nuestro cuerpo participan de una sola vida. Cada miembro participa de la misma vida de los demás miembros, es decir, de la vida de todo el cuerpo. Por ejemplo, una oreja, a menos que sea cortada, participa de la misma sangre que fluye a través del ojo, la nariz, y el resto del cuerpo. Del mismo modo, en el Cuerpo de Cristo, cuando un miembro se une al Cuerpo o tiene comunión con el Cuerpo, su vida es la vida del Cuerpo y la vida del Cuerpo es su vida. No es conveniente que él sea separado de los otros miembros, o viceversa, porque la vida que está en él y en los otros miembros, pertenece al mismo Cuerpo; no se puede distinguir ni separar. Es esta vida la que nos une los unos a los otros para ser el Cuerpo de Cristo, o en palabras más precisas y enfáticas, es esta vida la que se mezcla con nosotros para que seamos el Cuerpo de Cristo. (La experiencia de vida, págs. 337-338)
Lectura para hoy
La expresión en el espíritu se encuentra en cada capítulo de Efesios, excepto en el capítulo 1. ¿Se da cuenta usted de lo que hay en nuestro espíritu? Tal vez usted afirme que el Señor Jesús y el Espíritu de Dios están ahí, lo cual es correcto. Sin embargo, debemos ver que el nuevo hombre también se encuentra en nuestro espíritu. La habitación de Dios, Su morada, está en nuestro espíritu (2:22). En tipología, la antigua ciudad de Jerusalén era la morada de Dios, pero ahora la morada de Dios está en nuestro espíritu. Nuestro espíritu regenerado es la Jerusalén actual. Quizás usted piense que no se puede comparar nuestro espíritu con la ciudad de Jerusalén, pues ésta era una ciudad grande y nuestro espíritu es muy pequeño. Pero si conoce bien la Biblia, se dará cuenta de que nuestro espíritu ahora es mucho más grande que Jerusalén; es tan espacioso como el universo. El problema es que somos demasiado individualistas y pensamos únicamente en nuestro propio espíritu. Pero cuando la Biblia se refiere a “vuestro espíritu”, incluye al espíritu de todos los santos.
Por mucho tiempo los conceptos naturales, las ideas religiosas y las enseñanzas tradicionales han ocupado nuestros pensamientos. Para conocer lo referente a nuestro espíritu, es crucial que hagamos todo eso a un lado y que veamos que nuestro espíritu es tan vasto como el universo. Todos sabemos que Dios mora en el tercer cielo; sin embargo, Él también mora en nuestro espíritu, lo cual hace de él la Jerusalén de hoy. ¡Aleluya que en el universo existe una entidad maravillosa llamada nuestro espíritu! El Espíritu da testimonio juntamente con nuestro espíritu (Ro. 8:16).Las palabras nuestro espíritu incluyen el espíritu de Pablo, el de Martín Lutero, el de Juan Wesley, el del hermano Nee, el espíritu de usted y el mío. ¡Cuán vasto es nuestro espíritu! La Biblia revela que Dios es el Dios de nuestro espíritu (Nm.16:22; He. 12:9). ¿Dónde está Dios ahora? ¡En nuestro espíritu! ¿Dónde se encuentra la morada de Dios? ¡En nuestro espíritu! ¿Dónde está el nuevo hombre? ¡También en nuestro espíritu!
La manera de vestirnos del nuevo hombre consiste en que nuestro espíritu (el cual está mezclado con el Espíritu), en el cual se hallan Dios, la morada de Dios y el nuevo hombre, llegue a ser el espíritu de nuestra mente. Nuestra mente domina y dirige todo nuestro ser. El hecho de que el espíritu llegue a ser el espíritu de nuestra mente significa que él la dirige, la controla, la domina y la posee. En lugar de que nuestra mente sea la mente de nuestro espíritu, nuestro espíritu debe ser el espíritu de nuestra mente. Si lamente es lamente de nuestro espíritu, eso significa que nuestra mente domina, controla y dirige a nuestro espíritu; mas si nuestro espíritu es el espíritu de nuestra mente, eso indica que nuestro espíritu domina, controla y dirige nuestra mente. Cuando el espíritu dirige nuestra mente, gobierna todo nuestro ser. Cuando eso sucede, nuestro ser se somete al control de nuestro espíritu, donde está Dios, la morada de Dios y el nuevo hombre. En el espíritu de nuestra mente somos renovados. Por medio de este espíritu nos vestimos del nuevo hombre.
(Estudio-vida de Efesios, págs. 218-220)
Lectura adicional: La experiencia de vida, cap. 15; Estudio-vida de Efesios, mensajes 24, 46-49, 93-94
Witness Lee
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¡Jesús es el Señor!
Hechos de los apóstoles
Semana 21 --- Pablo se purifica en Jerusalén
Lunes --- Leer con oración: Gn 1:28; Jn 7:37-39; 14:17; 20:22; Hch 1:8; 13:2
“Pero el que se une al Señor, es un solo espíritu es con Él” (1 Co 6:17)
EL OBJETIVO DE LA VOLUNTAD DE DIOS EN SU REINO
El tema del mensaje de esta semana es “Pablo se purifica en Jerusalén” (Hch 21:20-26). Puesto que estamos estudiando el libro de Hechos de los Apóstoles, necesitamos saber lo que sucedió con Pablo al final de su tercer viaje ministerial. Debemos siempre recordar que Dios creó al hombre para que éste sea fructífero, se multiplique, llene la tierra y la sojuzgue (Gn 1:28). Después de tener esa revelación, tuvimos el encargo de practicarla, predicando el evangelio de la misma manera que está registrado en Hechos.
El libro de los Hechos, como su propio nombre lo dice, relata lo que los apóstoles hicieron, cómo predicaron el evangelio y establecieron las iglesias, para mostrarnos cómo debemos proseguir cuando salimos a la expansión, por medio de la obra del Espíritu Santo. Ya desde el comienzo del libro se menciona al Espíritu Santo; por tanto, si la obra de los apóstoles no fuese por el Espíritu, ésta sería totalmente vana. El Espíritu levantó no solamente a los doce apóstoles; su objetivo era levantar muchos y muchos apóstoles.
Al anochecer del día en que resucitó, el Señor Jesús apareció entre Sus discípulos, sopló en ellos y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo” (Jn 20:22). Entonces los discípulos recibieron el Espíritu como la vida divina soplada en ellos. Este Espíritu es la consumación final y máxima del Dios Triuno; y es el Espíritu de realidad (14:17), y “el Espíritu” (7:37-39) Por tanto, cuando salimos a la obra, necesitamos del Espíritu de poder con el cual el Cuerpo fue revestido.
Después de Su resurrección, el Señor Jesús permaneció cuarenta días con los discípulos, y les habló acerca de las cosas concernientes al reino de Dios. La voluntad de Dios de que el hombre sea fructífero, se multiplique, llene la tierra y la sojuzgue tiene un único objetivo: Su reino. Toda la tierra sojuzgada por el hombre debería volverse el reino de Dios. Después de ese período con Sus discípulos, el Señor ascendió a los cielos, ordenándoles que esperasen en Jerusalén la promesa del Espíritu (Hch 1:8). Ellos serían bautizados en el Espíritu Santo, y experimentarían Su aspecto de poder.
El Espíritu tiene un aspecto de vida y otro de poder, pero no son dos Espíritus, sino uno solo. Nosotros lo recibimos al creer en el Señor, y día tras día vivimos por Él, pues está mezclado con nuestro espíritu (1 Co 6:17). Cuando Él nos llena hasta rebosar, se hace el Espíritu de poder, como sucedió con los apóstoles. Si les faltase el Espíritu de poder no tendrían como avanzar en la obra. Entonces, desde el comienzo ellos trabajaron bajo la dirección del Espíritu Santo. Más tarde, cuando Pablo fue levantado para realizar su ministerio de predicar a los gentiles, también trabajó por el Espíritu, con el Espíritu y por medio del Espíritu.
Cuando Pablo vio la gran luz en el camino a Damasco, descubrió que los que invocaban el nombre del Señor eran uno con el Espíritu. En aquella ciudad, por medio de un miembro de la iglesia, fue bautizado, invocando el nombre del Señor, y se hizo uno con la iglesia. Años después, cuando servía con otros hermanos en Antioquía, el Espíritu Santo lo separó para la obra (Hch 13:2). El tenía claridad de que la obra debía ser en el Espíritu. Por tanto, vemos que toda la obra debe ser iniciada por el Espíritu Santo y debe ser ejecutada por el Espíritu y no por nuestro fervor, celo y mucho menos según nuestro punto de vista.
Punto Clave: La obra debe ser realizada en el Espíritu y por el Espíritu.
Pregunta: ¿Qué descubrió Pablo desde que vio la gran luz?
Dong Yu Lan
Derechos reservados a: Editora “Arvore da Vida”
¡Jesús es el Señor!
SEMANA 2 — DÍA 3
Alimento matutino
Ef. 2:22 En quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el espíritu.
4:23 Y os renovéis en el espíritu de vuestra mente.
Todo aquel que es salvo es miembro del Cuerpo de Cristo. ¿Es entonces la vida que está en cada uno de nosotros, una vida que pertenece a los miembros o al Cuerpo? Tanto la Biblia como nuestra experiencia comprueban que aunque cada uno de nosotros es un miembro de Cristo, la vida que está en cada uno de nosotros no es la vida de un miembro, sino la vida del Cuerpo. Todos los miembros de nuestro cuerpo participan de una sola vida. Cada miembro participa de la misma vida de los demás miembros, es decir, de la vida de todo el cuerpo. Por ejemplo, una oreja, a menos que sea cortada, participa de la misma sangre que fluye a través del ojo, la nariz, y el resto del cuerpo. Del mismo modo, en el Cuerpo de Cristo, cuando un miembro se une al Cuerpo o tiene comunión con el Cuerpo, su vida es la vida del Cuerpo y la vida del Cuerpo es su vida. No es conveniente que él sea separado de los otros miembros, o viceversa, porque la vida que está en él y en los otros miembros, pertenece al mismo Cuerpo; no se puede distinguir ni separar. Es esta vida la que nos une los unos a los otros para ser el Cuerpo de Cristo, o en palabras más precisas y enfáticas, es esta vida la que se mezcla con nosotros para que seamos el Cuerpo de Cristo. (La experiencia de vida, págs. 337-338)
Lectura para hoy
La expresión en el espíritu se encuentra en cada capítulo de Efesios, excepto en el capítulo 1. ¿Se da cuenta usted de lo que hay en nuestro espíritu? Tal vez usted afirme que el Señor Jesús y el Espíritu de Dios están ahí, lo cual es correcto. Sin embargo, debemos ver que el nuevo hombre también se encuentra en nuestro espíritu. La habitación de Dios, Su morada, está en nuestro espíritu (2:22). En tipología, la antigua ciudad de Jerusalén era la morada de Dios, pero ahora la morada de Dios está en nuestro espíritu. Nuestro espíritu regenerado es la Jerusalén actual. Quizás usted piense que no se puede comparar nuestro espíritu con la ciudad de Jerusalén, pues ésta era una ciudad grande y nuestro espíritu es muy pequeño. Pero si conoce bien la Biblia, se dará cuenta de que nuestro espíritu ahora es mucho más grande que Jerusalén; es tan espacioso como el universo. El problema es que somos demasiado individualistas y pensamos únicamente en nuestro propio espíritu. Pero cuando la Biblia se refiere a “vuestro espíritu”, incluye al espíritu de todos los santos.
Por mucho tiempo los conceptos naturales, las ideas religiosas y las enseñanzas tradicionales han ocupado nuestros pensamientos. Para conocer lo referente a nuestro espíritu, es crucial que hagamos todo eso a un lado y que veamos que nuestro espíritu es tan vasto como el universo. Todos sabemos que Dios mora en el tercer cielo; sin embargo, Él también mora en nuestro espíritu, lo cual hace de él la Jerusalén de hoy. ¡Aleluya que en el universo existe una entidad maravillosa llamada nuestro espíritu! El Espíritu da testimonio juntamente con nuestro espíritu (Ro. 8:16).Las palabras nuestro espíritu incluyen el espíritu de Pablo, el de Martín Lutero, el de Juan Wesley, el del hermano Nee, el espíritu de usted y el mío. ¡Cuán vasto es nuestro espíritu! La Biblia revela que Dios es el Dios de nuestro espíritu (Nm.16:22; He. 12:9). ¿Dónde está Dios ahora? ¡En nuestro espíritu! ¿Dónde se encuentra la morada de Dios? ¡En nuestro espíritu! ¿Dónde está el nuevo hombre? ¡También en nuestro espíritu!
La manera de vestirnos del nuevo hombre consiste en que nuestro espíritu (el cual está mezclado con el Espíritu), en el cual se hallan Dios, la morada de Dios y el nuevo hombre, llegue a ser el espíritu de nuestra mente. Nuestra mente domina y dirige todo nuestro ser. El hecho de que el espíritu llegue a ser el espíritu de nuestra mente significa que él la dirige, la controla, la domina y la posee. En lugar de que nuestra mente sea la mente de nuestro espíritu, nuestro espíritu debe ser el espíritu de nuestra mente. Si lamente es lamente de nuestro espíritu, eso significa que nuestra mente domina, controla y dirige a nuestro espíritu; mas si nuestro espíritu es el espíritu de nuestra mente, eso indica que nuestro espíritu domina, controla y dirige nuestra mente. Cuando el espíritu dirige nuestra mente, gobierna todo nuestro ser. Cuando eso sucede, nuestro ser se somete al control de nuestro espíritu, donde está Dios, la morada de Dios y el nuevo hombre. En el espíritu de nuestra mente somos renovados. Por medio de este espíritu nos vestimos del nuevo hombre.
(Estudio-vida de Efesios, págs. 218-220)
Lectura adicional: La experiencia de vida, cap. 15; Estudio-vida de Efesios, mensajes 24, 46-49, 93-94
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