Alimento diario y matutino (lunes)

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5 Septiembre 2001
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Alimento diario y matutino (lunes)
El ministerio orgánico de Juan
Semana 1--- El ministerio de los apóstoles
Lunes --- Leer con oración: Hch 2:4; 1 Co 15:45
“Y habiendo dicho esto, sopló, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo” (Jn 20:22)
SER LLENOS DEL ESPÍRITU HASTA REBOSAR
En los últimos seis meses, hemos estudiado el libro de los Hechos de los Apóstoles con respecto a la vida, principalmente en cuanto al encargo de Dios que recibimos: la obra de expansión. Para dicha obra necesitamos del Espíritu de poder, no sólo en cuanto a Su derramamiento, como lo fue en Pentecostés, ya que la necesidad en aquella ocasión fue para enfrentar esa situación (Hch 2:4).
Las personas que oyeron el evangelio predicado por Pedro en el día de Pentecostés, en Jerusalén, eran las mismas que cincuenta días antes habían dicho: “¡Crucifícale!”. Por tanto, habiendo pasado tan pocos días, sería absurdo pedirles que creyesen en el Señor. Por eso el Espíritu Santo tuvo que derramarse sobre los discípulos en Su aspecto de poder. Lenguas como de fuego descendieron sobre ellos, haciendo que éstos ciento veinte galileos, personas sin mucha instrucción, tuviesen elocuencia, y sin miedo alguno predicasen que Jesús era el Hijo de Dios. El Espíritu se derrama de acuerdo con la necesidad. En esa época, existió esa necesidad. Nosotros también necesitamos hoy del Espíritu de poder, por un lado, para enfrentar las necesidades de la expansión; y por otro, para resistir los ataques del enemigo.
No obstante, no estamos hablando del Espíritu en Su aspecto pentecostal del derramamiento, el cual tenía un efecto temporal: cuando había el derramamiento, había poder; cuando no había derramamiento, no había poder. Hoy sentimos que ese poder necesita ser algo que salga de nosotros, que proceda de nuestro interior. El Espíritu fue concedido a los discípulos al caer la tarde del día de la resurrección. Ese día el Señor se les apareció, sopló en ellos y recibieron el Espíritu Santo (Jn 20:22). No fue algo derramado de lo alto, sino que vino por el soplo del Señor.
De esta manera, vemos que los discípulos recibieron el Espíritu Santo en dos aspectos: primero, interiormente como vida, a través del soplo del Señor; segundo, exteriormente cuando fue derramado y los revistió en Su aspecto económico, de poder. Cuando el Espíritu es derramado, hay poder, pero ese poder es temporal. Lo que necesitamos es el poder del Espíritu que habita por siempre en nosotros, ya que el Señor entró en nosotros como el Espíritu vivificante, que da vida (1 Co 15:45).
El Espíritu en nuestro interior necesita crecer y expandirse para que las tres partes de nuestra alma (mente, voluntad y emoción) sean saturadas y estén llenas de Él. Expandiéndose más y más, alcanzará a todo nuestro cuerpo mortal para que esté lleno de vida. Necesitamos permitir que el Espíritu nos llene hasta rebosar. Cada vez que ejercitamos nuestro espíritu, el Espíritu llena todo nuestro ser, saturándolo de vida. Necesitamos de ese tipo de poder, que no es temporal, que dura sólo un determinado tiempo y luego se pierde. El Espíritu, que ya está en nuestro espíritu, está lleno de poder, por eso, necesitamos llenarnos para que Él sea liberado y rebose ¡Alabado sea el Señor!
Punto Clave: Necesitamos del poder del Espíritu que habita por siempre en nosotros
Pregunta: ¿Por qué hubo la necesidad del derramamiento del Espíritu en el día de Pentecostés?
Dong Yu Lan
Derechos reservados a: Editora “Arvore da Vida”
¡Jesús es Señor!
SEMANA 8 — DÍA 1
Alimento matutino
Jn. 17:3 Y ésta es la vida eterna: que te conozcan a Ti, el único Dios verdadero, y a quien has enviado, Jesucristo.
Ef. 4:3 Diligentes en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz.
1 Jn. 5:6 Éste es Aquel que vino mediante agua y sangre: Jesucristo; no solamente por el agua, sino por el agua y por la sangre. Y el Espíritu es el que da testimonio; porque el Espíritu es la realidad.
El capítulo 4 de Efesios y el capítulo 17 de Juan revelan que la unidad del Cuerpo de Cristo es divina, o sea, que no es natural ni humana sino algo de Dios, incluso es Dios mismo; además, es una unidad orgánica, no humanamente sino divinamente. La unidad del Cuerpo de Cristo procede de Dios y también de la vida, no de la vida humana creada sino de la vida divina e increada. Por tanto, dicha unidad es divinamente orgánica y está llena de la vida divina. Estos dos aspectos deben quedar grabados en nosotros: la unidad del Cuerpo de Cristo es divina y es divinamente orgánica. (Cinco prioridades en el recobro del Señor, pág. 7)
Lectura para hoy
Necesitamos ver con toda claridad que tanto la esencia como la realidad del Cuerpo de Cristo son asuntos que dependen completamente del Espíritu del Dios Triuno procesado y consumado. Ya sea su esencia o su realidad, todo ello depende de este Espíritu. El Espíritu es la realidad de la esencia y también es la esencia a la cual pertenece la realidad. La palabra esencia alude a la sustancia interna, mientras que la palabra realidad alude a la expresión tangible, a lo que se ha hecho real. Debido a que el Espíritu es la sustancia interna del Cuerpo de Cristo, Él también es la expresión tangible exterior de la misma. Tanto la esencia y la sustancia internas como la realidad y la expresión externas son del Espíritu. Este Espíritu es la clave que hace posible que experimentemos todo lo que el Dios Triuno es para el Cuerpo de Cristo. Por ejemplo, la clave que hace posible que en el Cuerpo de Cristo experimentemos el amor de Dios así como Su obra de santificación y Su fortalecimiento, está en el Espíritu de realidad. Es el Espíritu de realidad quien hace real el amor de Dios en el Cuerpo de Cristo, de tal modo que éste sea santificado y fortalecido. Este Espíritu de realidad es el propio Dios Triuno procesado, y también es la totalidad de los atributos del Dios Triuno procesado. Si tenemos este Espíritu, tenemos todos los atributos del Dios Triuno procesado, tales como amor, misericordia, justicia, santidad, vida, luz, poder y gracia. Además, el Espíritu es también la eficacia de todos los procesos por los que pasó el Dios Triuno. La encarnación, la crucifixión y la resurrección tienen su propia eficacia, y su eficacia es simplemente el Espíritu de esencia y realidad. La eficacia de la muerte así como de la resurrección de Cristo pueden ser vistas en nosotros, quienes poseemos este Espíritu de esencia y realidad. (Una visión completa del Cuerpo de Cristo, págs. 35-36)
La unidad del Espíritu es sencillamente el Espíritu mismo. Por lo tanto, guardar la unidad del Espíritu equivale a guardar el Espíritu… El Espíritu es la unidad. Ésta es la razón por la cual la unidad es llamada la unidad del Espíritu. Si usted está en el Espíritu, entonces está en la unidad. Pero si se encuentra fuera del Espíritu, ya no estará en unidad, sino en división. Tal vez no se dé cuenta de lo grave que es esto. Para estar en división, lo único que se requiere es estar fuera del Espíritu. Cuando usted está fuera del Espíritu, no está más en unidad, y mientras no esté en unidad, estará en división, ya que todo lo que no sea unidad es división. Aunque puede haber muchas divisiones, sólo existe la unidad única y la unidad única es el Espíritu.
Mientras usted no esté en el Cuerpo y con el Espíritu, estará en división; y mientras esté fuera del Espíritu, se encontrará fuera de la unidad. Todo cuanto usted piense, diga y haga en el recobro del Señor debe hallarse en el Espíritu. Si usted no está en el Espíritu, no puede decir que está en el Cuerpo. El Cuerpo es uno con el Espíritu, y el Espíritu es la realidad del Cuerpo. Si usted no está en el Espíritu, no está en la unidad, sino en división.
Todos los que están en el recobro del Señor necesitan recibir la clara visión de que el recobro del Señor básica y fundamentalmente consiste en recobrar la unidad del Cuerpo de Cristo. (The Spirit and the Body, págs. 178-179)
Lectura adicional:Una visión completa del Cuerpo de Cristo, caps. 1-2;The Spirit and the Body, cap. 18
Witness Lee
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