Alimento diario (lunes, martes y miercoles)

hgo

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5 Septiembre 2001
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PRACTICANDO EL LIBRO DE LOS HECHOS
Semana 7 --- La Iglesia en Jerusalén Sufre Gran Persecución
Lunes --- Leer con oración: Hch 1:4-5, 8; 2:1-11, 16-18, 21, 37-38

“Y estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí. Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días” (Hch 1:4-5)
LLENOS DE VIDA Y REVESTIDOS DE PODER
El mensaje de esta semana nos habla con respecto a la persecución ocurrida con la iglesia en Jerusalén. Recordemos primero como esta iglesia fue establecida. Después que murió y resucitó, el Señor Jesús permaneció cuarenta días con los discípulos y, al ascender a los cielos, les dijo que esperasen en Jerusalén hasta que viniera sobre ellos el Espíritu Santo (Hch 1:4, 8-9). En Lucas 24:49 el Señor dijo: “He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis revestidos de poder desde lo alto” (lit.). Esa fue la promesa registrada en Joel 2:28-29 y que fue cumplida en el día de Pentecostés (Hch 1:4-5, 8; 2:1-4, 16-18).
En Lucas 24:46-47 el Señor Jesús les dijo: “Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día; y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén”. Esa palabra comenzaría a ser predicada en Jerusalén y se extendería a todas las naciones, y no solamente a los judíos; pero para que eso ocurriese, los discípulos deberían ser revestidos del poder del Espíritu Santo. Por un lado, ellos recibieron el Espíritu Santo interiormente, en Su aspecto esencial, para vida y crecimiento de vida (Jn 20:22); por otro, recibieron el Espíritu sobre ellos, como si se revistieran de algo, exteriormente. Por tanto, no sólo el Espíritu Santo entró en ellos y se hizo el Espíritu esencial de vida, sino que también los revistió de poder de lo alto, exteriormente. Solamente así sería posible predicar el evangelio para arrepentimiento y remisión de los pecados.
Después de Su resurrección, el Señor Jesús permaneció con los discípulos por cuarenta días, hablándoles con respecto al reino de Dios, y de cómo vivir como ciudadanos del reino de los cielos. Ciertamente Él observó que los discípulos necesitaban negarse a sí mismos y perder la vida del alma, porque el reino está relacionado totalmente con la vida divina, y no con la vida natural. Él los introduciría en la iglesia, donde está la realidad del reino de los cielos, para que ejercitasen la vida de ciudadanos del reino, sin las preferencias naturales y anímicas.
El Espíritu esencial de vida ya entró en ellos y ahora necesitaba crecer y expandirse hasta el alma. Cuanto más el Espíritu Santo saturase el alma de ellos, más cosas naturales serían removidas, hasta que ésta fuese tomada totalmente por el Espíritu. De esa manera, ellos estarían calificados para entrar en la manifestación del reino. Creemos que fue eso lo que el Señor Jesús debió haberles hablado en esos cuarenta días. Finalmente, el Señor les dijo que ellos serían Sus testigos en Jerusalén, Judea, Samaria y hasta lo último de la tierra. El testimonio de Jesucristo es la iglesia.
Llegado el día de Pentecostés, el Espíritu Santo descendió sobre ellos y hubo manifestaciones de poder. Los ciento veinte galileos pudieron hablar en varios dialectos las grandezas de Dios (Hch 2:1-11). Inicialmente las personas que los oían pensaron que ellos estaban ebrios, pero Pedro se levantó con los once diciendo que ellos no estaban ebrios, sino que estaban llenos del Espíritu Santo; y les predicó el evangelio, diciendo que todo aquel que invocare el nombre del Señor sería salvo (v. 21). El nombre del Señor es Su persona, y cuando invocamos Su nombre llamamos a Su misma persona y somos salvos por Él.
Los judíos que oyeron esa predicación preguntaron a Pedro: “Varones hermanos, ¿que haremos?” (v. 37b). Pedro les respondió: “Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo” (v. 38). ¡Invocar el nombre del Señor y ser bautizado es un camino maravilloso de salvación que el Señor nos dio! En aquel día tres mil personas fueron salvas.
Punto Clave: Ser revestidos del poder del Espíritu Santo
Pregunta: ¿Cuál es el objetivo del Señor al permanecer con los discípulos por cuarenta días después de Su muerte y resurrección?
PRACTICANDO EL LIBRO DE LOS HECHOS
Semana 7 --- La Iglesia en Jerusalén Sufre Gran Persecución
Martes --- Leer con oración: Hch 2:42-46; 4:34-35; 5:1-11; Mt 16:18-19

"Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón" (Hch 2:46)
EL COMIENZO DE LA VIDA DE LA IGLESIA EN JERUSALÉN
Los recién convertidos de la iglesia en Jerusalén estaban todos muy gozosos y entusiasmados, perseverando en la enseñanza y en la comunión de los apóstoles, en el partimiento del pan y en las oraciones. Y sobrevino temor a toda persona; y muchas maravillas y señales eran hechas por los apóstoles (Hch 2:42-43). En esa atmósfera, “Todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas; y vendían sus propiedades y sus bienes, y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno” (vs. 44-45). Así que, todos los días se reunían en el templo y partían el pan de casa en casa (v. 46). ¡Que comienzo tan maravilloso de vida de iglesia concedió el Espíritu Santo a la iglesia primitiva!
En Hechos 4:34-35 vemos que no había entre ellos ningún necesitado; porque todos los que poseían heredades o casas, las vendían, y traían el precio de lo vendido y lo ponían a los pies de los apóstoles; y se repartía a cada uno según su necesidad. Ese fue un sentir que los hermanos tuvieron porque estaban entusiasmados y alegres, y espontáneamente decidieron hacer así; pero eso no era una enseñanza del Señor o de los apóstoles. Esa práctica continuó, hasta que surgió el problema de Ananías y Safíra (5:1-11); después tal vez paró, pues no hubo más registro de esto.
Como la iglesia había surgido allí, los doce apóstoles escogidos por el Señor Jesús espontáneamente llegaron a ser los ancianos en Jerusalén, y se dedicaron a la oración y al ministerio de la palabra; además de hacer la obra del Señor en aquella ciudad, ellos no podían ocuparse de la distribución de los alimentos. Por lo tanto, fueron elegidos siete hombres para servir como diáconos, y la iglesia se estableció sobre la base de la ciudad de Jerusalén, donde vivían todos los santos que allí se reunían con sus ancianos y diáconos (6:1-7).
En Hechos 5:11 leemos: “Y vino gran temor sobre toda la iglesia, y sobre todos los que oyeron estas cosas”. Esa es la primera vez que el término iglesia se menciona en el libro de hechos. La iglesia en Jerusalén fue la primera iglesia en ser establecida en una ciudad. Ésta fue iniciada por el Espíritu Santo, y estaba compuesta de todos los creyentes que habitaban en Jerusalén, de entre los cuales había ancianos y diáconos.
El término original griego para la iglesia es ekklesía, compuesto de dos palabras, ek que significa: fuera, exterior; y klesía, un derivado del verbo kaléo que significa: llamar. Por tanto, la iglesia significa: la congregación llamada a salir fuera; asamblea. La iglesia es la congregación de los que fueron llamados por Dios. No es un edificio o casa, tampoco es una organización. Para la administración de la iglesia, Dios constituyó a los ancianos, y para servir a los santos levantó a los diáconos. Así comenzó la iglesia en Jerusalén.
El término iglesia fue mencionado primeramente en Mateo 16:18, cuando el Señor dijo a Pedro: “Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella”. Por un lado, la roca se refiere al mismo Señor Jesús, pues Él es la roca espiritual (cfr. 1 Co 10:4); por otro, esa roca también significa la revelación de Dios, que el Señor es el Cristo, el Hijo del Dios viviente.
El Señor además afirmó en Mateo 16:18 que las puertas del Hades no prevalecerán contra la iglesia, pues con ella están las llaves del reino de los cielos (v. 19). El Señor quiere que ejercitemos la realidad del reino de los cielos para que entremos en su manifestación, en el reino milenario. En la vida de la iglesia ejercitamos el negarnos a nosotros mismos, a perder la vida del alma y a buscar el crecimiento de vida, porque el reino de los cielos es totalmente un asunto de vida. Para entrar en él es necesario nacer de nuevo, recibiendo la vida de Dios, que es plantada en nosotros como una semilla en buena tierra. Al comienzo la semilla es como un feto que está en el vientre materno, que poco a poco es formado, nace, crece hasta alcanzar la madurez y, finalmente, podrá entrar en el reino de los cielos.
Punto Clave: Los que creyeron tenían todo en común
Pregunta: A la luz de Mateo 16:18, ¿qué es la iglesia?

PRACTICANDO EL LIBRO DE LOS HECHOS
Semana 7 --- La Iglesia en Jerusalén Sufre Gran Persecución
Miércoles --- Leer con oración: Jn 3:3, 5; 12:24; Mt 16:21-23; Lv 11:3

"Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón" (He 4:12)
EJERCITAR EL ESPÍRITU PARA DISCERNIR LA FUENTE DE LAS PALABRAS
Para que la iglesia fuese establecida, fue necesario que el mismo Hijo de Dios muriese en la cruz y resucitase al tercer día, liberando así Su vida divina (Jn 12:24). Al recibirla, el hombre se convierte en un hijo de Dios y ciudadano del reino de los cielos (3:3, 5). Juan 1:12-13 dice que: “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios”. En la iglesia no puede haber nada de la voluntad de la carne o del hombre, pues la iglesia es totalmente espiritual.
Aunque Pedro amase al Señor, su amor en los Evangelios era aún muy natural. Cuando Jesús dijo que era necesario ir a Jerusalén y padecer mucho de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas, ser muerto y resucitar al tercer día, Pedro le dijo: “Señor, ten compasión de ti; en ninguna manera esto te acontezca” (Mt 16:21-22). Satanás entonces usó el amor natural de Pedro para intentar impedir que Jesús fuese a la cruz. No obstante, Jesús le respondió: “¡Quítate de delante de mí, Satanás!; me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres” (v. 23). El Señor fue muy directo y franco. No siempre debemos usar palabras educadas, especialmente tratándose de Satanás.
Necesitamos tener discernimiento en el espíritu a fin de saber de dónde provienen las palabras: si fueron del Espíritu, debemos recibirlas. Pero, ¿cómo comprobar eso si no estamos en el espíritu? Quien invoca al Señor, ora-lee la Palabra y se vuelve al espíritu tiene vida para dispensar. Pero, si alguien abre la boca, sólo para criticar y hablar mal de los demás, necesitamos ser muy directos y no aceptar eso. Debemos tener discernimiento; no considerar si esas palabras son bonitas o no, sino considerar la fuente de donde provienen.
Para saber si las palabras que oímos provienen o no del espíritu, debemos ser como los animales limpios de Levítico 11:3 que tienen pezuña hendida y rumian, lo que significa tener discernimiento. Discernir si algo viene o no del Señor demuestra que tenemos espíritu de discernimiento. Por eso, necesitamos buscarlo por medio del rumiar y digerir la Palabra para asimilarla y, de esa manera, hacernos espiritualmente saludables; Satanás no tendrá lugar para atacarnos, y las bacterias y virus malignos no encontraran lugar en nosotros.
Pedro no tenía ningún discernimiento, y Satanás se aprovechó de eso. Al parecer, el Señor Jesús debía haberle dicho: “Pedro, no digas eso”; sin embargo le dijo: “¡Quítate de delante de mí, Satanás!” El Señor fue muy directo al tratar con ese asunto, porque Pedro vivía en la esfera del alma natural y el Señor tuvo que reprender a Satanás en él. Una persona anímica ciertamente será usada por Satanás, porque sólo se inclina para las cosas de los hombres, la voluntad de los hombres, la voluntad del alma. Antes bien, necesitamos, buscar la voluntad de Dios, pues no nos importa lo que el hombre piense o haga; nos importa lo que Dios dice. Cuando alguien nos critica, no queremos oír las críticas de los hombres; queremos buscar el hablar de Dios. En la vida de la iglesia, no debemos permitir mezcla de cosas espirituales con cosas del alma natural.
Punto Clave: Discernir la fuente de donde provienen las palabras
Pregunta: ¿Cómo discernir si algo viene o no del Espíritu?
Dong Yu Lan
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