Introducción
La obra Sección I del Griego del Nuevo Testamento, publicada por la S.E.U.T. (Seminario Evangélico Unido de Teología, vinculada a iglesias evangélicas españolas), ofrece una introducción a la exégesis bíblica desde una perspectiva protestante. En sus lecciones, expone principios reformados y critica aspectos de la tradición católica, a veces recurriendo a narrativas históricas simplificadas sobre la Edad Media y la Reforma. Este artículo revisa cinco afirmaciones comunes en círculos evangélicos, reconociendo sus raíces en preocupaciones legítimas por el acceso a la Escritura, pero corrigiendo exageraciones con evidencia histórica y bíblica. El objetivo es fomentar un diálogo respetuoso entre católicos y protestantes, reconociendo que ambos comparten una reverencia profunda por la Biblia y el deseo de fidelidad a Cristo. Basado en fuentes católicas, protestantes e historiográficas neutrales, esta versión equilibra la apologética católica con matices para una comprensión más precisa.
Mito Primero: Ignorancia bíblica en la Edad Media por la Biblia solo en latín/griego y oposición a traducciones vernáculas hasta la Reforma
En la lección 34 (pág. 5.8), se describe la Edad Media como una "Edad de las tinieblas" donde la ignorancia bíblica se debía a que la Biblia estaba "sólo en idiomas antiguos, como el latín y el griego", y las traducciones vernáculas surgieron "a pesar de la terrible oposición y persecución".
Esta narrativa contiene verdades parciales, pero exagera la inaccesibilidad y las prohibiciones. La Edad Media (siglos V-XV) no fue uniformemente "oscura": hubo avances significativos en la difusión de la fe, aunque con limitaciones prácticas.
Mito Segundo: La mayoría era analfabeta en la Edad Media, quedando "a oscuras"
"La mayoría de las personas no sabían leer ni escribir. Así que estaban ‘a oscuras’ por lo que respecta a toda clase de conocimiento" (Lección 34, pág. 5.8).
Esta afirmación refleja un estereotipo, pero ignora avances educativos mientras subestima desigualdades. La Iglesia impulsó la educación, pero no fue universal.
El Concilio de Letrán IV (1215) mandó escuelas parroquiales gratuitas, y catedrales/monasterios ofrecían formación en gramática, aritmética, música, teología y oficios. Niños entraban a los 7-8 años, estudiando hasta 10 años; inclusivas para pobres (gratuitas) y niñas (e.g., abadía de Argenteuil enseñaba Escritura, griego, medicina). Ejemplos de movilidad social: Suger (de siervo a regente), Maurice de Sully (de mendigo a obispo constructor de Notre-Dame), San Pedro Damián (porquero), Gregorio VII (cabrero).
Sin embargo, tasas de alfabetización eran bajas: ~5-10% en Inglaterra (s. XIII), 20-30% en ciudades (s. XV), <1% para campesinas. Campesinos (90% población) accedían más vía oral/liturgia que lectura personal; diferencias por clase, género y región. Historiadores como Régine Pernoud destacan progresos, pero neutrales (e.g., en The Making of Europe) notan limitaciones vs. Antigüedad. Corrección: No "tinieblas totales", pero tampoco utopía; la Iglesia promovió educación, aunque el analfabetismo persistió, y la Reforma impulsó alfabetización protestante (e.g., en Prusia).
Mito Tercero: Sola Scriptura como única base de la fe, limitando la Revelación a la Escritura
"Un evangélico... basa toda su teología... sobre la autoridad de la Escritura" (Lección 34).
Este principio reformado enfatiza la Escritura como norma suprema, pero católicos argumentan dos fuentes: Escritura y Tradición apostólica, como enseña Trento (1546).
La Biblia apoya Tradición oral: "Manteneos firmes... en las tradiciones que habéis aprendido de nosotros, de viva voz o por carta" (2 Tes 2,15); "muchas otras cosas hizo Jesús... este mundo no podría contener los libros" (Jn 21,25). Apóstoles transmitieron oralmente (e.g., 2 Tim 2,2). Padres como Crisóstomo (Hom. IV in 2 Tes) y Francisco de Sales defienden esto.
Protestantes responden: Tradición debe subordinarse a Escritura (no fuente separada infalible), ya que Pablo advierte contra falsos orales (2 Tes 2,2) y prioriza lo escrito. Sola Scriptura no rechaza tradición histórica (e.g., credos), sino la ve como testigo subordinado, con raíces patrísticas (e.g., Atanasio). Corrección: No "invención" luterana; es debate exegético válido. Católicos ven continuidad en Tradición viva; protestantes, accesibilidad individual guiada por Espíritu Santo.
Mito Cuarto: "Para los que no aceptan la Escritura como autoridad final [es decir, para los católicos] la exégesis no es tan importante.
La postura tradicional de la Iglesia Católica Romana ha sido la de aceptar la Iglesia y el Papa como autoridad última, así que, para ellos, lo más importante es conocer lo que la Iglesia y el Papa dicen" (Lección 36 de la Sección I, pág. 5.25, atribuida a David Muir).
Esta crítica protestante refleja el principio sola scriptura, pero subestima la tradición exegética católica (e.g., Padres de la Iglesia como Justino Mártir y Agustín, quienes usaban métodos alegóricos y literales). Sin embargo, el texto original exagera al afirmar que Lutero y Calvino "suprimieron" libros enteros (Lutero los relegó a apócrifos, no los eliminó; Calvino aceptó los 66 libros protestantes sin rechazar explícitamente la Sabiduría en todos los contextos). La autoridad papal no es "absoluta" en el catolicismo; está subordinada a Dios y la Tradición, como se ve en casos históricos de corrección (e.g., Honorio I). El texto original es correcto en ejemplos históricos, pero omite que la infalibilidad papal es limitada (solo ex cathedra en fe y moral, per Pastor Aeternus, Concilio Vaticano I, 1870).
Para los católicos, la exégesis bíblica es fundamental, no secundaria, y ha sido practicada con rigor desde los primeros siglos. La Iglesia Católica integra la Escritura con la Tradición apostólica (2 Tes 2:15), reconociendo que la Biblia no se interpreta en aislamiento, sino en el contexto de la fe vivida por la comunidad eclesial (Dei Verbum, Concilio Vaticano II, 1965). Esto contrasta con interpretaciones individuales que pueden llevar a divisiones, pero no implica desprecio por la Escritura. Los Padres de la Iglesia, como San Justino Mártir (Diálogo con Trifón, s. II), San Cirilo de Alejandría (Comentarios al Evangelio de Juan, s. IV) y San Agustín (De Doctrina Christiana, s. IV-V), desarrollaron exégesis profunda, combinando análisis literal, alegórico y moral. En la era moderna, eruditos católicos como Marie-Joseph Lagrange (fundador de la École Biblique, s. XX) y Alberto Vaccari (exégesis hebrea) han contribuido significativamente, a menudo superando en metodología a contemporáneos protestantes.
La autoridad última para el católico no es el Papa, sino Dios, revelado en Escritura y Tradición. Cristo fundó una Iglesia visible con Pedro como fundamento (Mt 16:18), prometiendo su perdurabilidad y unidad en la fe. Esto implica que Pedro y sus sucesores tienen un rol de enseñanza infalible en materias de fe y moral cuando hablan ex cathedra (Jn 21:15-17; Lc 22:31-32), pero no en opiniones personales o errores no doctrinales. Como explica Ludwig Ott en Manual de Teología Dogmática (Madrid, 1967, pp. 435-436), esta infalibilidad preserva la fe de la Iglesia, no la hace ciega a la corrección. El Magisterio ordinario repite lo creído "siempre, en todo lugar y por todos" (quod ubique, quod semper, quod ab omnibus, per San Vicente de Lérins, Commonitorium, s. V).
Los católicos obedecen al Papa en enseñanzas infalibles, pero resisten si contradicen Escritura o Tradición (Hch 5:29: "Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres"). Ejemplos históricos demuestran esto:
- Papa Honorio I (625-638): Apoyó implícitamente el monotelismo (una voluntad en Cristo, negando su doble naturaleza), lo que fue condenado por el III Concilio de Constantinopla (680-681). El concilio anatematizó a Honorio póstumamente: "El Papa Honorio I... ha seguido las falsas doctrinas de los herejes" (Acta Concilii, Canon 13). San León II (682-683) confirmó: "Anatematizamos al Papa Honorio, quien no esclareció esta Iglesia Apostólica con la doctrina de la Tradición Apostólica" (Carta a Emperador Constantino IV). Esto fue reafirmado por sínodos posteriores (e.g., Trullo, 692). Fuentes protestantes como Philip Schaff (History of the Christian Church, vol. 4) reconocen esto como evidencia de que la Iglesia corrige errores papales
- Papa Pascual II (1099-1118): En la controversia de investiduras, firmó bajo coacción un pacto con Enrique V que cedía derechos eclesiásticos al emperador, contrario a la doctrina de separación Iglesia-Estado. Obispos como San Hugo de Grenoble y el futuro Calixto II convocaron sínodos (e.g., Viena, 1112) para anularlo, advirtiendo: "Si os negáis a ratificar las decisiones de nuestra autoridad... nos desligáis del deber de guardaros obediencia" (Acta Sínodo de Viena). Pascual se retractó en el Sínodo de Roma (1112). El Decreto de Graciano (s. XII) cita a San Bonifacio: "Nadie debe juzgar al Papa a menos que se desvíe de la fe" (Dist. 40, c. 6), y Inocencio III (sermón Cum ius summi pontificatus, 1200) afirmó: "La fe me es tan necesaria que... podría ser juzgado por la Iglesia a causa del pecado en cuestiones de fe".
Estos casos, documentados en Historia de la Iglesia de Ricardo García-Villoslada (Madrid, 1979) y fuentes neutrales como The Oxford Dictionary of the Christian Church (ed. Cross, 2005), prueban que el catolicismo no ve al Papa como infalible en todo, sino como servidor de la verdad divina. Perspectivas protestantes (e.g., James Likoudis, The Divine Primacy of the Pope) coinciden en que esto evita absolutismo.
Mito Quinto: Los evangélicos tienen la Escritura como autoridad final y realizan exégesis basada en ella, implicando superioridad sobre la tradición católica.
Hay inconsistencias en el canon protestante durante la Reforma (Lutero dudó de Santiago, Judas, Apocalipsis y Hebreos; relegó deuterocanónicos a "apócrifos útiles"). Sin embargo, exagera: Calvino no "arrancó" la Sabiduría (la citó ocasionalmente); los anabaptistas no rechazaron Marcos universalmente. La Reforma se estabilizó en 66 libros, basada en el canon hebreo (Septuaginta para católicos incluye 7 más). El principio de iluminación individual (perspicuitas scripturae) lleva a diversidad interpretativa (más de 30,000 denominaciones protestantes, per World Christian Encyclopedia, 2001). 2 Pd 1:20 condena interpretaciones privadas, pero protestantes lo ven como contra profecías subjetivas, no exégesis personal. El texto original ignora que católicos también usan exégesis histórica-crítica (Pontificia Comisión Bíblica, 1993).
Los protestantes afirman sola scriptura como autoridad final, realizando exégesis basada en la Biblia. Sin embargo, esto plantea preguntas sobre el canon mismo: ¿qué Biblia? La Reforma no tuvo un canon unificado inicialmente. Martín Lutero relegó los deuterocanónicos (Tobías, Judit, Sabiduría, Sirácida, Baruc, 1-2 Macabeos) a apéndice como "útiles pero no inspirados" (Prefacio a la Biblia de 1534), dudando de Santiago ("epístola de paja", por enfatizar obras; St. 2:24) y otros. Juan Calvino aceptó los 66 libros protestantes, citando ocasionalmente la Sabiduría pero priorizando el canon hebreo (Institución de la Religión Cristiana, 1536). Sebastian Castalio cuestionó el Cantar de los Cantares; anabaptistas y otros radicales rechazaron libros como Apocalipsis o Marcos en contextos específicos. Hoy, la mayoría protestante usa 66 libros, pero esto ignora que el canon católico de 73 fue definido en concilios como Hipona (393), Cartago (397) y Trento (1546), basado en la Septuaginta usada por Jesús y apóstoles (e.g., citas en Heb 11:35 de 2 Mac 7)
Si la Escritura es auto-autenticante, ¿dónde lista su propio canon? Ningún versículo enumera los 66 (o 73) libros (e.g., no menciona Apocalipsis explícitamente como inspirado). Protestantes apelan a tradición judía post-cristiana (Jamnia, s. I, debatido) o "iluminación del Espíritu", violando su propio principio al depender de historia eclesial. Fuentes como Bruce Metzger (The Canon of the New Testament, 1987) muestran que el canon emergió comunitariamente, no solo de Escritura.
Un principio clave reformado es la perspicuitas: la Escritura es clara para salvación, con iluminación individual del Espíritu (Confesión de Westminster, 1646). Lutero lo usó para desafiar autoridad eclesial (e.g., indulgencias). Pero Erasmo de Rotterdam criticó: "Si la Escritura es tan clara, ¿por qué tantos reformadores (Karlstadt, Zwinglio) la interpretan diferente y se llaman mutuamente herejes?" (Hyperaspistes, 1527; cf. García-Villoslada, Martín Lutero, BAC, 1976, p. 362). Esto genera anarquía doctrinal: ¿por qué aceptar la exégesis de un pastor sobre otra, si todos tienen el mismo Espíritu? (1 Jn 2:27 se interpreta variadamente).
Las Sociedades Bíblicas Unidas citan 2 Pd 1:20-21 contra profecías privadas: "Ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada". Protestantes lo ven como contra invenciones humanas, no exégesis personal; católicos, como apoyo a interpretación magisterial. El texto no afirma sola scriptura explícitamente, pero condena subjetividad. Consecuencias: inutilidad relativa de exégesis académica si prima la inspiración personal, llevando a divisiones (e.g., bautismo infantil vs. adulto).
En resumen, la exégesis católica valora Escritura en contexto eclesial, evitando solipsismo. Fuentes protestantes como Norman Geisler (Systematic Theology, 2002) admiten desafíos canónicos, mientras católicas como el Catecismo (nn. 105-119) equilibran Biblia y Magisterio.
La obra Sección I del Griego del Nuevo Testamento, publicada por la S.E.U.T. (Seminario Evangélico Unido de Teología, vinculada a iglesias evangélicas españolas), ofrece una introducción a la exégesis bíblica desde una perspectiva protestante. En sus lecciones, expone principios reformados y critica aspectos de la tradición católica, a veces recurriendo a narrativas históricas simplificadas sobre la Edad Media y la Reforma. Este artículo revisa cinco afirmaciones comunes en círculos evangélicos, reconociendo sus raíces en preocupaciones legítimas por el acceso a la Escritura, pero corrigiendo exageraciones con evidencia histórica y bíblica. El objetivo es fomentar un diálogo respetuoso entre católicos y protestantes, reconociendo que ambos comparten una reverencia profunda por la Biblia y el deseo de fidelidad a Cristo. Basado en fuentes católicas, protestantes e historiográficas neutrales, esta versión equilibra la apologética católica con matices para una comprensión más precisa.
Mito Primero: Ignorancia bíblica en la Edad Media por la Biblia solo en latín/griego y oposición a traducciones vernáculas hasta la Reforma
En la lección 34 (pág. 5.8), se describe la Edad Media como una "Edad de las tinieblas" donde la ignorancia bíblica se debía a que la Biblia estaba "sólo en idiomas antiguos, como el latín y el griego", y las traducciones vernáculas surgieron "a pesar de la terrible oposición y persecución".
Esta narrativa contiene verdades parciales, pero exagera la inaccesibilidad y las prohibiciones. La Edad Media (siglos V-XV) no fue uniformemente "oscura": hubo avances significativos en la difusión de la fe, aunque con limitaciones prácticas.
- La Vulgata latina de San Jerónimo (s. IV) era accesible en el Occidente latino, y el griego en Oriente hasta la caída de Constantinopla (1453). Sin embargo, el latín era lengua culta, no vernácula para la mayoría, lo que limitaba el acceso individual, aunque la predicación oral y lecturas litúrgicas compensaban en comunidades.
- Traducciones vernáculas existieron siglos antes de Lutero (1517), pero eran parciales, regionales y a menudo confinadas a monasterios o élites, no masivas hasta la imprenta (Gutenberg, 1450s). Ejemplos:a) Cirilo y Metodio tradujeron al búlgaro antiguo (s. IX), facilitando la evangelización eslava.b) Ulfilas tradujo al gótico (s. IV), para godos arrianos.c) Beda el Venerable tradujo el Evangelio de Juan al anglosajón (735).d) En Italia, traducciones parciales desde s. XIII (e.g., Niccolò Malermi, 1471), populares en s. XV-XVI, aunque no completas.e) En castellano, la Fazienda de Ultramar (s. XIII) y otras versiones para peregrinos o reyes; el Concilio de Tarragona (1233) restringió lecturas no autorizadas para evitar herejías (e.g., albigenses), pero no se aplicó estrictamente y no detuvo traducciones.f) En francés, versiones desde s. XI-XII, como la de Guyart Desmoulins (s. XIII, impresa 1487).g) En alemán, al menos 14 versiones eruditas y 5 vernáculas pre-Lutero; una total bávara impresa en 1466, reeditada 13 veces.h) Al armenio (s. V).
Mito Segundo: La mayoría era analfabeta en la Edad Media, quedando "a oscuras"
"La mayoría de las personas no sabían leer ni escribir. Así que estaban ‘a oscuras’ por lo que respecta a toda clase de conocimiento" (Lección 34, pág. 5.8).
Esta afirmación refleja un estereotipo, pero ignora avances educativos mientras subestima desigualdades. La Iglesia impulsó la educación, pero no fue universal.
El Concilio de Letrán IV (1215) mandó escuelas parroquiales gratuitas, y catedrales/monasterios ofrecían formación en gramática, aritmética, música, teología y oficios. Niños entraban a los 7-8 años, estudiando hasta 10 años; inclusivas para pobres (gratuitas) y niñas (e.g., abadía de Argenteuil enseñaba Escritura, griego, medicina). Ejemplos de movilidad social: Suger (de siervo a regente), Maurice de Sully (de mendigo a obispo constructor de Notre-Dame), San Pedro Damián (porquero), Gregorio VII (cabrero).
Sin embargo, tasas de alfabetización eran bajas: ~5-10% en Inglaterra (s. XIII), 20-30% en ciudades (s. XV), <1% para campesinas. Campesinos (90% población) accedían más vía oral/liturgia que lectura personal; diferencias por clase, género y región. Historiadores como Régine Pernoud destacan progresos, pero neutrales (e.g., en The Making of Europe) notan limitaciones vs. Antigüedad. Corrección: No "tinieblas totales", pero tampoco utopía; la Iglesia promovió educación, aunque el analfabetismo persistió, y la Reforma impulsó alfabetización protestante (e.g., en Prusia).
Mito Tercero: Sola Scriptura como única base de la fe, limitando la Revelación a la Escritura
"Un evangélico... basa toda su teología... sobre la autoridad de la Escritura" (Lección 34).
Este principio reformado enfatiza la Escritura como norma suprema, pero católicos argumentan dos fuentes: Escritura y Tradición apostólica, como enseña Trento (1546).
La Biblia apoya Tradición oral: "Manteneos firmes... en las tradiciones que habéis aprendido de nosotros, de viva voz o por carta" (2 Tes 2,15); "muchas otras cosas hizo Jesús... este mundo no podría contener los libros" (Jn 21,25). Apóstoles transmitieron oralmente (e.g., 2 Tim 2,2). Padres como Crisóstomo (Hom. IV in 2 Tes) y Francisco de Sales defienden esto.
Protestantes responden: Tradición debe subordinarse a Escritura (no fuente separada infalible), ya que Pablo advierte contra falsos orales (2 Tes 2,2) y prioriza lo escrito. Sola Scriptura no rechaza tradición histórica (e.g., credos), sino la ve como testigo subordinado, con raíces patrísticas (e.g., Atanasio). Corrección: No "invención" luterana; es debate exegético válido. Católicos ven continuidad en Tradición viva; protestantes, accesibilidad individual guiada por Espíritu Santo.
Mito Cuarto: "Para los que no aceptan la Escritura como autoridad final [es decir, para los católicos] la exégesis no es tan importante.
La postura tradicional de la Iglesia Católica Romana ha sido la de aceptar la Iglesia y el Papa como autoridad última, así que, para ellos, lo más importante es conocer lo que la Iglesia y el Papa dicen" (Lección 36 de la Sección I, pág. 5.25, atribuida a David Muir).
Esta crítica protestante refleja el principio sola scriptura, pero subestima la tradición exegética católica (e.g., Padres de la Iglesia como Justino Mártir y Agustín, quienes usaban métodos alegóricos y literales). Sin embargo, el texto original exagera al afirmar que Lutero y Calvino "suprimieron" libros enteros (Lutero los relegó a apócrifos, no los eliminó; Calvino aceptó los 66 libros protestantes sin rechazar explícitamente la Sabiduría en todos los contextos). La autoridad papal no es "absoluta" en el catolicismo; está subordinada a Dios y la Tradición, como se ve en casos históricos de corrección (e.g., Honorio I). El texto original es correcto en ejemplos históricos, pero omite que la infalibilidad papal es limitada (solo ex cathedra en fe y moral, per Pastor Aeternus, Concilio Vaticano I, 1870).
Para los católicos, la exégesis bíblica es fundamental, no secundaria, y ha sido practicada con rigor desde los primeros siglos. La Iglesia Católica integra la Escritura con la Tradición apostólica (2 Tes 2:15), reconociendo que la Biblia no se interpreta en aislamiento, sino en el contexto de la fe vivida por la comunidad eclesial (Dei Verbum, Concilio Vaticano II, 1965). Esto contrasta con interpretaciones individuales que pueden llevar a divisiones, pero no implica desprecio por la Escritura. Los Padres de la Iglesia, como San Justino Mártir (Diálogo con Trifón, s. II), San Cirilo de Alejandría (Comentarios al Evangelio de Juan, s. IV) y San Agustín (De Doctrina Christiana, s. IV-V), desarrollaron exégesis profunda, combinando análisis literal, alegórico y moral. En la era moderna, eruditos católicos como Marie-Joseph Lagrange (fundador de la École Biblique, s. XX) y Alberto Vaccari (exégesis hebrea) han contribuido significativamente, a menudo superando en metodología a contemporáneos protestantes.
La autoridad última para el católico no es el Papa, sino Dios, revelado en Escritura y Tradición. Cristo fundó una Iglesia visible con Pedro como fundamento (Mt 16:18), prometiendo su perdurabilidad y unidad en la fe. Esto implica que Pedro y sus sucesores tienen un rol de enseñanza infalible en materias de fe y moral cuando hablan ex cathedra (Jn 21:15-17; Lc 22:31-32), pero no en opiniones personales o errores no doctrinales. Como explica Ludwig Ott en Manual de Teología Dogmática (Madrid, 1967, pp. 435-436), esta infalibilidad preserva la fe de la Iglesia, no la hace ciega a la corrección. El Magisterio ordinario repite lo creído "siempre, en todo lugar y por todos" (quod ubique, quod semper, quod ab omnibus, per San Vicente de Lérins, Commonitorium, s. V).
Los católicos obedecen al Papa en enseñanzas infalibles, pero resisten si contradicen Escritura o Tradición (Hch 5:29: "Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres"). Ejemplos históricos demuestran esto:
- Papa Honorio I (625-638): Apoyó implícitamente el monotelismo (una voluntad en Cristo, negando su doble naturaleza), lo que fue condenado por el III Concilio de Constantinopla (680-681). El concilio anatematizó a Honorio póstumamente: "El Papa Honorio I... ha seguido las falsas doctrinas de los herejes" (Acta Concilii, Canon 13). San León II (682-683) confirmó: "Anatematizamos al Papa Honorio, quien no esclareció esta Iglesia Apostólica con la doctrina de la Tradición Apostólica" (Carta a Emperador Constantino IV). Esto fue reafirmado por sínodos posteriores (e.g., Trullo, 692). Fuentes protestantes como Philip Schaff (History of the Christian Church, vol. 4) reconocen esto como evidencia de que la Iglesia corrige errores papales
- Papa Pascual II (1099-1118): En la controversia de investiduras, firmó bajo coacción un pacto con Enrique V que cedía derechos eclesiásticos al emperador, contrario a la doctrina de separación Iglesia-Estado. Obispos como San Hugo de Grenoble y el futuro Calixto II convocaron sínodos (e.g., Viena, 1112) para anularlo, advirtiendo: "Si os negáis a ratificar las decisiones de nuestra autoridad... nos desligáis del deber de guardaros obediencia" (Acta Sínodo de Viena). Pascual se retractó en el Sínodo de Roma (1112). El Decreto de Graciano (s. XII) cita a San Bonifacio: "Nadie debe juzgar al Papa a menos que se desvíe de la fe" (Dist. 40, c. 6), y Inocencio III (sermón Cum ius summi pontificatus, 1200) afirmó: "La fe me es tan necesaria que... podría ser juzgado por la Iglesia a causa del pecado en cuestiones de fe".
Estos casos, documentados en Historia de la Iglesia de Ricardo García-Villoslada (Madrid, 1979) y fuentes neutrales como The Oxford Dictionary of the Christian Church (ed. Cross, 2005), prueban que el catolicismo no ve al Papa como infalible en todo, sino como servidor de la verdad divina. Perspectivas protestantes (e.g., James Likoudis, The Divine Primacy of the Pope) coinciden en que esto evita absolutismo.
Mito Quinto: Los evangélicos tienen la Escritura como autoridad final y realizan exégesis basada en ella, implicando superioridad sobre la tradición católica.
Hay inconsistencias en el canon protestante durante la Reforma (Lutero dudó de Santiago, Judas, Apocalipsis y Hebreos; relegó deuterocanónicos a "apócrifos útiles"). Sin embargo, exagera: Calvino no "arrancó" la Sabiduría (la citó ocasionalmente); los anabaptistas no rechazaron Marcos universalmente. La Reforma se estabilizó en 66 libros, basada en el canon hebreo (Septuaginta para católicos incluye 7 más). El principio de iluminación individual (perspicuitas scripturae) lleva a diversidad interpretativa (más de 30,000 denominaciones protestantes, per World Christian Encyclopedia, 2001). 2 Pd 1:20 condena interpretaciones privadas, pero protestantes lo ven como contra profecías subjetivas, no exégesis personal. El texto original ignora que católicos también usan exégesis histórica-crítica (Pontificia Comisión Bíblica, 1993).
Los protestantes afirman sola scriptura como autoridad final, realizando exégesis basada en la Biblia. Sin embargo, esto plantea preguntas sobre el canon mismo: ¿qué Biblia? La Reforma no tuvo un canon unificado inicialmente. Martín Lutero relegó los deuterocanónicos (Tobías, Judit, Sabiduría, Sirácida, Baruc, 1-2 Macabeos) a apéndice como "útiles pero no inspirados" (Prefacio a la Biblia de 1534), dudando de Santiago ("epístola de paja", por enfatizar obras; St. 2:24) y otros. Juan Calvino aceptó los 66 libros protestantes, citando ocasionalmente la Sabiduría pero priorizando el canon hebreo (Institución de la Religión Cristiana, 1536). Sebastian Castalio cuestionó el Cantar de los Cantares; anabaptistas y otros radicales rechazaron libros como Apocalipsis o Marcos en contextos específicos. Hoy, la mayoría protestante usa 66 libros, pero esto ignora que el canon católico de 73 fue definido en concilios como Hipona (393), Cartago (397) y Trento (1546), basado en la Septuaginta usada por Jesús y apóstoles (e.g., citas en Heb 11:35 de 2 Mac 7)
Si la Escritura es auto-autenticante, ¿dónde lista su propio canon? Ningún versículo enumera los 66 (o 73) libros (e.g., no menciona Apocalipsis explícitamente como inspirado). Protestantes apelan a tradición judía post-cristiana (Jamnia, s. I, debatido) o "iluminación del Espíritu", violando su propio principio al depender de historia eclesial. Fuentes como Bruce Metzger (The Canon of the New Testament, 1987) muestran que el canon emergió comunitariamente, no solo de Escritura.
Un principio clave reformado es la perspicuitas: la Escritura es clara para salvación, con iluminación individual del Espíritu (Confesión de Westminster, 1646). Lutero lo usó para desafiar autoridad eclesial (e.g., indulgencias). Pero Erasmo de Rotterdam criticó: "Si la Escritura es tan clara, ¿por qué tantos reformadores (Karlstadt, Zwinglio) la interpretan diferente y se llaman mutuamente herejes?" (Hyperaspistes, 1527; cf. García-Villoslada, Martín Lutero, BAC, 1976, p. 362). Esto genera anarquía doctrinal: ¿por qué aceptar la exégesis de un pastor sobre otra, si todos tienen el mismo Espíritu? (1 Jn 2:27 se interpreta variadamente).
Las Sociedades Bíblicas Unidas citan 2 Pd 1:20-21 contra profecías privadas: "Ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada". Protestantes lo ven como contra invenciones humanas, no exégesis personal; católicos, como apoyo a interpretación magisterial. El texto no afirma sola scriptura explícitamente, pero condena subjetividad. Consecuencias: inutilidad relativa de exégesis académica si prima la inspiración personal, llevando a divisiones (e.g., bautismo infantil vs. adulto).
En resumen, la exégesis católica valora Escritura en contexto eclesial, evitando solipsismo. Fuentes protestantes como Norman Geisler (Systematic Theology, 2002) admiten desafíos canónicos, mientras católicas como el Catecismo (nn. 105-119) equilibran Biblia y Magisterio.