AL VOLVER DE VACACIONES

11 Diciembre 2007
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Al regreso de mis vacaciones, me he traído en las maletas del alma un descanso que necesitaba y el gozo de disfrutar de la compañía de mi esposa hijos y nietos además de la felicidad que produce el reencuentro con la naturaleza y con el mar, que tanto necesitamos los que vivimos en el cemento de las ciudades.

Y he vuelto a deleitarme con esas noches tranquilas y serenas que te invitan a reflexionar sentado en una butaca de lona en la terraza contemplando la luna y las estrellas y respirando una agradable brisa que huele a universo en paz.

Sin embargo también he transportado en esas mismas maletas el gran dolor que supone el saber que no todo el mundo puede disfrutar de esa felicidad que te ofrece el periodo vacacional.

Que existen personas que tienen unas necesidades primordiales que no pueden satisfacer. Que en África miles de hombres, mujeres y niños andan huyendo de sus países por problemas políticos y sufren soledad desesperación y hambre mientras en incesante éxodo en un viaje a ninguna parte, buscan un lugar donde poder vivir en un destino desconocido. Personas hambrientas, sedientas y enfermas conviviendo con una muerte que ven acercarse día a día, sin que nadie les ofrezca una mano protectora.

Y lo más terrible, es que uno aunque intente obviar esta triste situación no deja de reconocer lo que es más triste. Y esto es, la frialdad con la que recibimos estas trágicas noticias cuando nos encontramos cómodamente sentados en el sillón de nuestra casa frente al televisor.

Por todo ello, a veces sumido en una desesperación profunda me pregunto donde estará Dios cuando en esa parte del mundo la pobreza y la muerte van tan unidas, mientras en otros países se derrocha lo que para otros es netamente indispensable para subsistir.

Y esto una vez más, me hace recordar la triste historia ocurrida en Auschwitz, el mayor campo hitleriano de exterminio de la historia de la humanidad, donde murieron más de cuatro millones de personas buena parte de ellas de origen judío.
Por el simple hecho de robar dos personas judías unos trozos de pan, fueron condenados a morir ahorcados delante de sus compatriotas para que sirviera de ejemplo. El mayor de los condenados por su propio peso, murió enseguida. El segundo bastante más joven con un peso inferior no terminó de descoyuntarse y tardó más en morir. Alguien de los que presenciaban la brutal ejecución, indignado gritó ¿Dónde está Dios en este momento?
Un rabino que andaba cerca le calmó diciéndole, Dios en este instante, hermano, está muriendo con él.

Lo que me lleva a la convicción de saber que Dios, como dijo el rabino de Auschwitz, sufre con todos aquellos que sufren. Y posiblemente…muy posiblemente, intente estar muy cerca de todos aquellos que tenemos la inmerecida suerte de disfrutar de unas vacaciones de verano.