Al regreso de mis vacaciones me he traído en las maletas del alma, un descanso que necesitaba y el gozo de disfrutar de la compañía de mi esposa hijos y nietos además de la felicidad que produce el reencuentro con la naturaleza y con el mar, que tanto necesitamos los que vivimos en el cemento de las ciudades.
Y he vuelto a deleitarme con esas noches tranquilas y serenas que te invitan a reflexionar sentado en una butaca de lona en la terraza contemplando la luna y las estrellas y respirando una agradable brisa que huele a universo en paz.
Sin embargo también he transportado en esas mismas maletas el gran dolor que supone el saber que no todo el mundo puede disfrutar de esa felicidad que te ofrece el periodo vacacional. Que existen personas que tienen unas necesidades primordiales que no pueden satisfacer. Que en Africa miles de hombres, mujeres y niños andan huyendo de sus paises por problemas políticos y sufren soledad desesperación y hambre mientras en un incesante éxodo en un viaje a ninguna parte buscan un lugar donde poder vivir, en un destino desconocido. Personas hambrientas, sedientas y enfermas conviviendo con una muerte que ven acercarse día a día, sin que nadie les ofrezca una mano protectora.
Y lo más terrible es que uno aunque se tambalé o se resquebraje, no deja de reconocer lo que es más triste. Y esto es la frialdad con la que recibimos estas trágicas noticias cuando nos encontramos cómodamente sentados en el sillón de nuestra casa frente al televisor escuchando esas desesperantes noticias y obviando esa voz interior “cómoda e irresponsable” que te tranquiliza diciéndote que al estar tan lejos del problema… ¿què puedes hacer tu?
Por todo ello a veces sumido en una desesperación profunda me pregunto donde estará Dios cuando en esa parte del mundo la pobreza y la muerte van tan unidas, mientras en otros paises se derrocha lo que para otros es netamente indispensable para subsistir.
Y esto una vez más me hace recordar la triste historia ocurrida en Auschwitz, el mayor campo hitleriano de exterminio de la historia de la humanidad, donde murieron más de cuatro millones de personas buena parte de ellas de origen judío.
Por el simple hecho de robar dos personas judías unos trozos de pan, fueron condenados a morir ahorcados delante de sus compatriotas para que sirviera de ejemplo. El mayor de los condenados por su propio peso, murió enseguida. El segundo bastante más joven con un peso inferior no terminó de descoyuntarse y tardó más en morir. Alguien de los que presenciaban la brutal ejecución, indignado gritó ¿Dónde está Dios en este momento? Un rabino que andaba cerca le calmó diciéndole, Dios en este instante hermano, está muriendo con él.
Lo que me llega a la convicción de saber que Dios, como dijo el rabino de Auschwitz, sufre con todos aquellos que sufren. Y posiblemente, muy posiblemente, disfrute con todos aquellos que tenemos la inmerecida suerte de disfrutar de unas vacaciones de verano.