Este es un articulo especialmente dedicado a los lectores Testigos de Jehova, de mente abierta escrito por Jose Martin, anciano de los Tj por varias decadas, en vista de las fechas que nos acercamos puede ser interesante leerlo, que lo disfruteis.
"Todo lo que vale la pena lo podemos ganar y nada de verdadero valor perder al esforzarnos por agradar a Dios en todo". .
Así comienza el capítulo 16 del libro La Verdad que lleva a Vida Eterna, publicado en 1968 por la Watch Tower Bible and Tract, agencia legal que utilizan los Testigos de Jehová para publicar y distribuir sus doctrinas. ¿Su título?: 'Costumbres populares que no agradan a Dios'. En él, se enumeran algunas de las muchas costumbres populares que son rechazadas por los testigos de Jehová, como desagradables a Dios.
Y efectivamente, nuestra creencia firme en Dios, nos debe de llevar a estar alerta sobre las cosas que le agradan, y las que le desagradan, porque, viéndolo desde el lado positivo, 'todo lo que vale la pena lo podemos ganar y nada de verdadero valor perder', tal como dice el encabezamiento de ese capítulo. Creemos firmemente que el esforzarnos 'por agradar a Dios en todo' no es pérdida y que Dios no es injusto para olvidar estos esfuerzos.
Cuando ojeamos a nuestro alrededor, observamos el proceder de millones de personas, que han perdido el sentido de lo que es correcto e incorrecto, y que avanzan en una deslizante pendiente, hacía el fracaso, con la teoría de que todo es correcto, todo esta permitido, y todo es beneficioso. Esto, evidentemente es erróneo y muy perjudicial para quien lo cree y lo practica. También es erróneo pensar que las costumbres populares, por el hecho de ser populares, tienen que ser beneficiosas de por sí.
¿Qué es una costumbre? Se ha definido una costumbre como "práctica que ha estado establecida por largo tiempo y ha llegado a ser considerada como ley no escrita". También es "un uso o práctica que es común a muchas personas..., o es habitual en el caso de un individuo." Como término jurídico, aplica a "ley no escrita establecida por... práctica uniforme."
Como ejemplo ilustrativo de esto, el capítulo 29 de Génesis, recoge una costumbre que tenía que ver con la negociación que se efectuaba para pedir la mano de una hija. Jacob tuvo que trabajar siete años para Labán antes de recibir a su esposa, pero cuando se cumplieron estos siete años, y Jacob fue a recoger a Raquel, fue engañado por Labán. Éste no le dio a Raquel, sino a su hija mayor, Lea. ¿Por qué? Labán dijo: "No se acostumbra hacerlo así en nuestro lugar, el dar la menor antes de la primogénita." (Gén 29:15-28.)
Sí, era 'costumbre' pagar cierta dote por la novia, que se establecía y acordaba con el padre de ella, (en este caso, siete a os de trabajo) y en el caso de las familias de aquél tiempo, era costumbre el casar primero a la mayor. Jacob tenía que someterse a dicha costumbre.
Algunas costumbres son sumamente agradables, interesantes, muy placenteras, y contribuyen al disfrute de la vida. Otras son pesadas cargas que atribulan a las personas. Por otro lado, no todas las costumbres son agradables a Dios. Todos comprendemos este hecho, y deseamos que nuestro proceder refleje siempre una buena moralidad, unos buenos modales, y una dignidad que alabe a Dios.
Este deseo, del todo encomiable, se alía muy a menudo con la obcecada ignorancia, a la hora de enjuiciar a Dios sobre sus gustos o disgustos. Con facilidad, elevamos nuestros pensamientos a los propios de Dios (Isa 55:11) y tratamos de determinar las costumbres, los hábitos o las formas de actuar que son objeto de atención por parte de Dios, y que le ofenden sobremanera. Esto lo hacemos a pesar de que las mismas están arraigadas en lo más profundo del ser humano, son procederes que no están expresamente prohibidos en la Biblia, y son absolutamente inocentes, inofensivos para quien los realiza.
Este modo de pensar no es nuevo, pues el pueblo judío, escogido de Dios, con el transcurso de los siglos fue creando una Ley aparte de la que Dios les impuso, y en ella fue reflejando sus opiniones sobre lo que gustaba y disgustaba a Dios.
Esta ley conocida como Talmud, era un claro reflejo de la estrechez de miras que el pueblo judío había utilizado para adoptar costumbres que agradaban o desagradaban a Dios. En realidad era un reflejo de lo que agradaba y desagradaba a ellos mismos, que se auto proclamaban 'maestros' de ley.
Es por eso, que Jesús condenó a estos hombres, que estaban muy preocupados por cosas peque as, ínfimas, de poca importancia, diciéndoles: " Ay de ustedes, escribas y fariseos, hipócritas!, porque dan el décimo de la hierbabuena y del eneldo y del comino, pero han desatendido los asuntos de más peso de la Ley, a saber: la justicia y la misericordia y la fidelidad. Era obligatorio hacer estas cosas, y sin embargo no desatender las otras cosas. Guías ciegos, que cuelan el mosquito pero engullen el camello!" (Mt 23:23, 24.)
Y es que cuando nos adentramos en el mundo de lo permitido y lo prohibido, de lo que agrada y desagrada a Dios, con facilidad caemos en el error de pensar que a Dios desagradan cosas que a nosotros nos desagradan. Cuando esto se impone a un grupo, y transcurren los a os, llega a convertirse en ley de vida a quien lo ha venido rechazando por a os. Se crea en él una conciencia de que tal costumbre o práctica es incorrecta y desagrada a Dios, de tal modo que solo con mencionarla, provoca reacciones adversas.
Pablo razonó del siguiente modo: "Yo sé, y de ello estoy persuadido en el Señor Jesús, que nada de sí mismo es contaminado; solo cuando el hombre considera que algo es contaminado, para él es contaminado." (Ro 14:14)
Tales palabras, fueron dichas por Pablo en relación con alimentos, pero es un principio que se extiende a muchas cosas, especialmente a cosas que por tiempo se nos han prohibido, (como pasaba por ciertos alimentos en el pasado) y a causa de un cambio peculiar, decidimos reexaminar dicha prohibición, la examinamos meticulosamente en cada detalle y tratamos de trazar una línea entre lo que está permitido y lo que está prohibido. Los que la han venido rechazando por años, a pesar de los argumentos a favor que se exponen, siguen reaccionando en contra, siguen creyendo que tal costumbre, inofensiva en sí, es un detalle que preocupa a Dios, como si el reino de Dios significara comer, o beber, o celebrar tal o cual fiesta.
Por otro lado, los que se auto proclaman 'organización de Dios', y se dedican a trazar líneas de lo permitido y lo prohibido, caen a menudo en contradicción al aceptar unas y rechazar otras. Olvidan que estamos tratando un tema muy serio. Estamos determinando lo que gusta o disgusta a Dios. Él no nos ha dado una larga lista identificando tales costumbres. Para determinar esto, dependemos de la opinión que nos hemos hecho de él, de los conceptos que hemos absorbido en los muchos a os que hemos estado asociados con cierto grupo, y en contacto con sus ideas.
En la gran mayoría de los casos, provenimos de un grupo religioso que determinaba lo que agradaba y desagradaba a Dios. Nosotros no teníamos que preocuparnos, pues los dirigentes de los Testigos siempre han creído en la incapacidad que tiene el adepto de a pié para tomar decisiones responsables. Toman al testigo por un individuo inútil, hasta que se reestructure por completo su forma de pensar. Deben limpiarle la mente de la perspectiva de vida de antaño y reprogramarle íntegramente. Es por eso, que el neófito testigo de Jehová no tiene que esforzarse por discernir lo correcto o incorrecto de una costumbre. Cuando se acerca al grupo ya está todo dicho y escrito. Él, no tiene capacidad ni autoridad para determinar qué costumbres o qué hábitos desagradan a Dios.
¿Cómo determinan los testigos de Jehová las costumbres populares que no agradan a Dios?
El libro que cité al principio, sigue diciendo: "No todas las costumbres populares son malas. Pero desagradan a Dios si están arraigadas en la religión falsa o si de alguna otra manera están en conflicto con los principios bíblicos."
Estos dos amplios baremos, en manos de un grupo religioso como éste, son bastante tendenciosos, pues si las costumbres populares que desagradan a Dios, son las que están arraigadas en la religión falsa, entonces, como para los testigos de Jehová, ellos son la religión verdadera, y todas las demás son falsas, la solución es bien fácil: las costumbres populares que desagradan a Dios, son todas las que practican las demás religiones, es decir, todas las que ellos determinan, y punto. No se puede discutir, pues ellos son los jueces de lo que gusta y disgusta a Dios.
Desde esta perspectiva, ellos se sienten autorizados, no solo a determinar qué costumbre desagrada a Dios, sino el momento que una costumbre comienza a desagradar a Dios, y por tanto, se atribuyen la prerrogativa para determinar dicho momento en que se debe de dejar de practicar esa costumbre. Hasta 1926 estuvieron celebrando la Navidad y los cumpleaños, y hasta principios de 1930, utilizaban la cruz, como símbolo del lugar donde fue ejecutado Jesús, sin que hasta la fecha, hayan revelado cómo determinaron que tales costumbres no agradaban a Dios, y quién descubrió tal hecho, aunque todos los dedos apuntan al 'juez' Rutherford como el iluminado'.
Como ellos consideran 'religión falsa' a todas las religiones, no es extraño que, entre la lista de procederes populares que ellos deducen, desagradan a Dios, se encuentren todas las fiestas religiosas, todas las costumbres populares que están enraizados en el pueblo, y que tienen sus orígenes en costumbres de características religiosas. Es decir, para ellos son detestables todos aquellos hábitos que recuerden un proceder católico, evangélico, musulmán, etc., aunque dicho hábito no tenga nada que ver con la religión.
Las premisas utilizadas por los testigos de Jehová para determinar si una costumbre desagrada a Dios, son básicamente cuatro:
1 .- Sus orígenes. Se suelen examinar las raíces de tal costumbre: a quién se dirigía, quién lo practicaba, qué tipo de acciones se realizaban en el pasado, con objeto de determinar si tal costumbre era pagana. Para ello, suelen describir el proceder realizado, comparándolo con el proceder que se utilizaba en la adoración de algún ídolo del pasado. Por lo general, citan de alguna Enciclopedia de renombre que reconoce sin ambages: 'Esta costumbre es de origen pagano'.
2 .- Su veracidad. Se suele exigir que tal costumbre esté en conformidad con la verdad, de tal modo que si dentro de la costumbre existe cierta fantasía o falsedad, la misma se rechaza. Se suelen utilizar textos bíblicos para recalcar que Dios es "el Dios de la verdad", y que "los que le adoran tienen que adorarlo con espíritu y verdad". Esto lo hacen, a pesar de que la creencia o costumbre sea absolutamente inocente.
3 .- Su centro de atención. Si el eje de la costumbre tiene que ver con alguna persona o institución fuera de Jehová, y si para honrarla se utiliza un acto, imagen o fiesta, se considera que tal persona o entidad es foco de adoración, y por tanto se rechaza tal práctica.
Y 4 .- Sus efectos. Generalmente buscan resultados de los excesos que provocan, los que utilizan tal costumbre para 'proceder en hechos de conducta relajada, lujurias, excesos con vino, diversiones estrepitosas, partidas de beber e idolatrías ilegales.' (1Pe 4:3.) Esto, junto con las estadísticas de crímenes, accidentes y muertes de tales fiestas, lleva a establecer que la costumbre y no las personas, desagradan a Dios.
Algunas de las costumbres que ellos prohiben sólo abarcan una de estas premisas para ser rechazadas. Otras, tienen dos o tres. Con grandes dotes de persuasión, y con vigorosas afirmaciones, transforman en malignas, costumbres insignificantes e inofensivas, con unas cuantas citas de Enciclopedias ajenas a ellos, y con poquísimas y muy genéricas citas bíblicas, ya que en la mayoría de los casos la Biblia no se pronuncia sobre dichas costumbres.
El caso es que no se utilizan los mismos criterios a la hora de rechazar una costumbre como indeseable. Sucede a menudo, que peque as costumbres muy arraigadas entre los propios Testigos, y que tienen algunos de los elementos antes señalados que ellos prohiben: origen pagano, falsedades en su contenido, ensalzamiento de personas o excesos de algún tipo, son 'asimiladas' y 'racionalizadas' por ellos con argumentos que son perfectamente válidos para las que rechazan.
Existen costumbres populares prohibidas a los testigos, por reunir uno ó varios de los cuatro enunciados señalados arriba. Una de las que más trascendencia puede tener a efectos de apartar al Testigo de a pié del colectivo, es:
LA CELEBRACIÓN DE LA NAVIDAD.
Dos celebraciones que giran en torno a Jesucristo, son catalogadas como indeseables por los testigos de Jehová, porque supuestamente tienen sus orígenes en fiestas y celebraciones paganas, porque están basadas en mentiras, y porque ponen a Jesucristo como centro de atención, y esto le roba honor y gloria a nuestro Dios. Me refiero a la Pascua Florida [llamada Easter en paises de habla inglesa] que conmemora la resurrección de Cristo de entre los muertos, y la Navidad, que conmemora su nacimiento.
Nadie puede negar que tales fiestas, son de origen religioso, y en su origen, fueron patrimonio de la Iglesia Católica Romana. Ellos fueron los originadores de estas fiestas, que colocaron en fechas en las que otros pueblos, celebraban alguna fiesta dedicada a otro dios. Para la Iglesia católica, en su afán por querer introducir el cristianismo a toda costa, en los pueblos vecinos, fue bastante sencillo el buscar una fiesta similar de las muchas que tenían estos pueblos, y transformarlas poco a poco, con matices del cristianismo.
Así, en la celebración de la Pascua Florida, existen serios indicios que "confirman ampliamente el testimonio de la historia en cuanto a su naturaleza babilónica. Los panecillos calientes con cruces del Viernes Santo, y los huevos tintados del domingo Pascual o Easter, figuraban en las ceremonias caldeas [babilónicas] tal como lo hacen ahora." (Citado de The Two Babylons, pág. 107, 108, del Dr. Alexander Hislop)
Y sobre la Navidad, The World Book Encyclopedia, edición de 1966, tomo 3, pág. 416, dice:
"En 354 d. de J.C., el obispo Liberio de Roma ordenó a la gente que celebrara el 25 de Diciembre. Probáblemente escogió esta fecha porque la gente de Roma ya la observaba como la fiesta de Saturno, en celebración del cumplea os del Sol."
Otra enciclopedia denominada Encyclopedia of Religion and Ethics nos dice:
"La mayoría de las costumbres de la Navidad que ahora existen,... no son costumbres cristianas genuinas, sino costumbres paganas que han sido absorbidas y toleradas por la Iglesia... Los Saturnales de Roma suministraron el modelo para la mayoría de las costumbres de celebración alegre de la Navidad."
Curiosamente, a todas estas costumbres, les encuentran detalles que están relacionados con hechos o celebraciones paganas: el adornar la casa con un árbol, con acebo y muérdago, los regalos, las canciones, los dulces típicos de Navidad, etc.
Es decir, para los testigos de Jehová, es absolutamente censurable, el que se celebren ésta fiesta, ¡y hasta utilizan una ilustración muy significativa para negarse a la celebración de ella! En el libro Razonamiento , pág. 114 razonan: "Suponga que una multitud de personas fueran al hogar de cierto caballero y le dijeran que estaban allí para celebrar el cumpleaños de él. El no está a favor de los cumpleaños..."
La ilustración continua pero no dice el porqué el caballero no está "a favor de los cumpleaños."
Es decir, los testigos de Jehová no se pronuncian sobre el hecho en sí de conmemorar el nacimiento o la resurrección de Cristo. Solo hablan de los orígenes y costumbres de tales fiestas, no de la fiesta en sí. Me imagino que no tendrán nada de censurable tales acontecimientos. No existe un mandato específico que ordene a los cristianos el recordar tales fechas, pero tampoco existe un mandato específico que las prohiba. Y el hecho de que los cristianos antiguos no celebraran esos días, tampoco es muy significativo.
Sin embargo, año tras año, las revistas oficiales de los Testigos, cuando se acercan estas fechas, recuerdan con artículos enfáticos, todas las costumbres asociadas de la Navidad, y les dan pautas de cómo comportarse durante estas fechas. Un ejemplo de ello, lo tenemos en Nuestro Ministerio del Reino de Diciembre de 1980, pág. 8, en el que dijeron:
"Nosotros no participamos en las celebraciones religiosas mundanas, ni intercambiamos los saludos tradicionales de los días festivos. Por lo tanto, hay que tener tacto al responder a tales saludos. No hay que hacer del saludo una controversia; más bien, en la mayoría de los casos sencillamente podemos dar las gracias al amo de casa por sus saludos."
Este consejo lo han repetido invariablemente cada vez que se acercan las fiestas navideñas. Por supuesto, no ha quedado ahí la cosa, pues en otras ocasiones se han adentrado más en el tema. Por ejemplo, esto es lo que hicieron en la sección Preguntas a los lectores de La Atalaya del 1 de diciembre de 1979, pág. 31 donde contestaron a la pregunta, de si un testigo de Jehová puede asistir a la comida que muchas familias tienen por costumbre de celebrar el día 25 de Diciembre. Por supuesto, los testigos de Jehová tienen prohibido el asistir a este tipo de comidas, ya sea por la fiesta de Navidad, por la celebración de algún 'santo' o cumpleaños, pero el problema se plantea, cuando el marido no Testigo, exige a su esposa que asista a dicha comida. ¿Qué debe hacer la esposa?
En ese artículo respondieron a la pregunta, y aunque dejaron que la esposa evaluara la situación y las actitudes, dieron tantas razones negativas al respecto, que dificilmente una esposa Testigo se sentiría tentada a participar guisando o adornando la mesa, ni tan siquiera asistiendo a dicha comida.
La cuestión principal que quisíeramos saber, es: ¿Realmente es maligno para Dios en este siglo veinte, el que se celebre una fiesta dedicada al nacimiento de Jesucristo o su resurrección? ¿Puede ver Dios con desagrado que las personas aparten un día al año y lo dediquen a las madres, a los enamorados, a la primavera, o a quien sea, debido a que los orígenes de tales fiestas provengan de una costumbre o fiesta dedicada a dioses falsos? ¿Es condenable por parte de Dios el que costumbres asociadas con dichas fiestas paganas, hayan sido absorbidas por costumbres actuales incorporadas a fiestas absolutamente inofensivas? ¿Son los argumentos que utilizan, suficientemente sólido y consistente como para establecer una prohibición?
Es cierto que Dios expresó su desagrado sobre ciertas costumbres del pasado, pero en todos los casos que lo hizo, fue porque tal costumbre ocasionaba daño físico no solo a los que lo practicaba, sino a terceros. P. ej. los ritos de sacrificar vidas humanas, los de mutilar el cuerpo, los practicados por mediums espiritistas, los que ocasionaban grandes bacanales, etc. Pero curiosamente, en ningún lugar se observa la prohibición de dedicar 'días a', aunque tal práctica supuestamente se observaba en el pasado. Si Dios hubiera observado algo punible en tal práctica, seguro que habría prohibido al pueblo judio el que copiaran dicho acto.
Es de entender, pues, que Dios verá con desagrado prácticas y costumbres que perjudican la salud del ser humano, o que implican dolor y sufrimiento a los animales. No tenemos que esforzarnos mucho para discernir tales costumbres y prácticas.
Independientemente de esto, tenemos que reconocer que es triste que los seres humanos tengan que dedicar 'días' a personas y acontecimientos hermosos como es el amor, el trabajo y las madres. Este comportamiento hipócrita solo se entiende, porque detrás tales celebraciones, existen multitud de intereses comerciales de los que se benefician los propios testigos.
Algunos de ellos tienen negocios, que precisamente esos días, son una fuente de suculentos ingresos: flores, artículos de regalo, ropa y alimentos especiales, durante esas fechas se venden tres y cuatro veces más de lo normal, y los Testigos no se niegan a servirlos, sino más bien se preparan con más mercaderías para atender a todos.
Si tales celebraciones son tan malas e inicuas, ¿por qué los Testigos no se niegan esos días a atender a su público, y de esta manera, no colaborar con el desarrollo y la expansión de tales fiestas?
Ahora bien, hemos visto anteriormente que los testigos de Jehová utilizan generalmente cuatro premisas, para rechazar una práctica o costumbre, y considerarla desagradable a nuestro Dios. Examinemos más profundamente estas cuatro premisas, y veamos su desarrollo en el conjunto de doctrinas que ellos respaldan.
1.- SUS ORIGENES.
Basándose en el origen de la practica, o en que rasgos de la mismas, tuvieron o tienen relación con el paganismo, los testigos de Jehová rechazan multitud de comportamientos, costumbres y fiestas, considerando que las mismas desagradan a Dios.
¿Cual debe ser la actitud de una persona que no quiere desagradar a Dios, para con formas, diseños y costumbres que en algún tiempo o lugar han estado relacionadas con la religión falsa o paganismo? ¿Es en realidad importante, el origen de una costumbre para determinar si la misma es desagradable a Dios?
Puesto que se han utilizado tantas diferentes formas de expresar un sentimiento religioso en la adoración del pasado, y puesto que la mayoría de las costumbres populares que han sobrevivido hasta nuestros días son de naturaleza religiosa, si una persona se tomara la molestia en investigar sobre las mismas, posiblemente hallaría una conexión indeseable con casi toda costumbre popular que impera en los lugares donde habita. Tendría que abstenerse de casi cada acto que realiza, pues todos estos, en algún momento del pasado, tuvieron relación con el paganismo.
Muchos de los artículos de vestir y aspecto de la vida de hoy día se originaron en países y costumbres paganas. Las divisiones actuales del tiempo en horas, minutos y segundos se basan en un sistema babilónico primitivo. Los nombres de los días y meses, y hasta el uso de los mapas! (¡Despertad! 8 de septiembre de 1995, pág. 22 dice que son de origen babilonio) tendrían que descartarse a causa de su origen.
Un ejemplo muy peculiar de los muchos símbolos paganos que utilizamos en la actualidad, tiene que ver con el estrechar la mano.
Entre los dioses de los babilonios se encontraba Marduk que Nabucodonosor convirtió en el dios más poderoso porque: "fue dotándole de los atributos que caracterizaban a los demás. Llegó a ser el símbolo de Babilonia, y de hecho, costumbres como la del APRETÓN DE MANOS provienen del rito anual en el que el rey daba la mano a una estatua de Marduk para que le confiriera autoridad con la cual gobernar un a o más" (Revista "Muy Interesante, Año XII Nº 4, pág. 72).
Otra revista española añadió: "El uso más antiguo que se conoce de este gesto de saludo data del tercer milenio antes de Cristo, en Egipto. Entonces significaba la transmisión de poder de un dios a un gobernante terrenal. Esto está reflejado en el verbo egipcio dar, cuyo jeroglífico representa una mano extendida. En Babilonia, alrededor del 1800 a. de C., se exigía que el rey estrechara las manos de una estatua de Marduk, la deidad principal de la civilización. Este acto tenía lugar en el año nuevo y servía para transferir autoridad al soberano durante un a o más. Los asirios, tras tomar Babilonia, continuaron este rito, por temor a ofender a alguien muy poderoso". (Conocer, nº 85, feb 1990, pág. 36).
El que en el pasado, tal signo, o acto, o costumbre tuviera que ver con el proceder de un pueblo pagano, nada tiene que ver con lo aceptable o desagradable para Dios, porque no era la práctica en sí de dicho hábito lo que la hacía desagradable, sino el significado que se le daba, el sentido que tenía para los que lo practicaban, y para los que observaban tal proceder.
Con el tiempo, tales costumbres fueron perdiendo su connotación religiosa-pagana, para convertirse en expresiones naturales de felicidad, deseo de bienestar y prosperidad, regocijo, y lazos de unión de las personas. Los que observaban dichas costumbres no pensaban que las mismas tuvieran que ver con la ofensa a Dios, con el paganismo o con la adoración de otros dioses. Esto llevaba a una asimilación de tal costumbre.
En un instante de cordura, en ¡Despertad! del 22 de mayo de 1977, pág. 14, razonaron del siguiente modo: "El hecho de que en algún tiempo o lugar los adoradores de ídolos hayan empleado o empleen cierto diseño no significa automáticamente que los verdaderos adoradores siempre tienen que evitarlo."
Y pusieron un ejemplo bíblico: en el diseño del templo de Jehová en Jerusalén se incorporaron figuras de palmeras, granadas y toros. (1Re 6:29-35; 7:15-18, 23-25.) Estos símbolos eran utilizados por otras religiones falsas y paganas, pero ellos razonan: "El hecho de que otras religiones tomaran estas cosas naturales que Dios creó y las emplearan como símbolos en la adoración idolátrica, no hacía incorrecto el que las emplearan decorativamente los adoradores verdaderos. Cualquiera que visitara el templo podía ver que el pueblo de Dios no adoraba ni veneraba esas decoraciones como símbolos sagrados."
Y es que si uno indaga detenidamente en las costumbres de cualquier pueblo, y en especial, el pueblo judío, encuentra que muchas de sus costumbres y hábitos tenían orígenes paganos, sin que Dios los condenara por este motivos. El uso del incienso, la vestidura de los sacerdotes, muchos de los sacrificios..., hasta los meses judíos tenían nombres de dioses paganos, como el cuarto mes lunar (última parte de junio y primera de julio) llamado Tamuz, que era el nombre de una deidad babilónica! (Eze 8:14) Así, cuando un judío estaba en el mes cuarto, estaba en el mes del dios Tamuz, y no pasaba nada. Jehová no encontró motivo para que se dejara de utilizar dicho nombre ni condenó a los judíos por este motivo.
Es más, profundizando detenidamente en costumbres religiosas babilónicas y egipcias, encontramos muchas similitudes de lo que luego fue el gran sistema de adoración judío. Ernest Renan, en su Historia del pueblo de Israel, 1 parte, pág. 69, de Ediciones Orbis, S.A. 1985, nos cuenta que el culto de Egipto había mucha idolatría. El dios habitaba en un lugar determinado, bien fuese un templo, un arca, o tuviese estatuas. Tenían arcas y tabernáculos en los que, resguardada por alas de gavilanes, estaba la imagen de Dios, invisible para los profanos.
En el rito egipcio, esta capillita cerrada y portátil estaba siempre encima de una barca llevada en hombros por sus sacerdotes en las procesiones y peregrinaciones. Era un naós portátil, gracias al cual, los dioses podían hacer largos viajes sin que se dejara de tributarles en todo el camino los honores que se les debían. Colocar panes sagrados en una mesa delante del dios, era una de las bases del culto egipcio. El dios serpiente estaba muy presente en su adoración.
¿Les suena familiar éste relato a los testigos de Jehová? ¿Les recuerda algún relato bíblico? Seguramente les recordará que en los relatos del pueblo judío peregrinando por el desierto, todas esas figuras fueron utilizadas para adorar a Jehová, con pequeñas modificaciones y matices.
¿De qué se asustan los testigos de Jehová? El origen de una costumbre no tiene nada que ver con lo permisible o lo prohibido de ella.
Es por eso, que los testigos de Jehová caen en diversas contradicciones a la hora de establecer qué costumbres agradan a Dios, y cuáles le desagradan, no examinándolas con el mismo rasero a todas. Hay algunas que las aceptan, a pesar de sus orígenes paganos, con la excusa (ciertamente válida) de que "el usarlas no envuelve el llevar a cabo prácticas religiosas falsas," (Vea La Atalaya del 1 de octubre de 1972, pág. 606) y hay otras que las condenan, a pesar de que quienes lo practican y quienes lo observan desconocen absolutamente lo que significa en realidad tal costumbre.
Insistimos en destacar que el origen de una practica, nada tiene que ver con lo reprobable de la misma. Los humanos somos seres de costumbres. Estas provienen de nuestro más recóndito pasado. Para que una costumbre de origen pagano sea desagradable a Dios, tienen que reunirse en la misma, una serie de circunstancias que después matizaremos. Todo lo demás, es mera palabrería, y ganas de destacar.
2.- SU VERACIDAD.
Con respecto a la veracidad de una práctica, hemos de reconocer que el paso de los siglos, cambia los nombres, los hechos, las fechas, y los significados. Muchos de los relatos de la historia, nos llegan cercenados o exagerados, pero poco a poco van tomando un lugar en la vida, de forma que la realidad ya no importa.
La figura de Don Quijote, Tarzán, ó Drácula, parece que provienen de hechos reales, pero para las personas, esto importa poco. La fantasía los ha revestido de unas propiedades propias, que sobrepasan la realidad.
Algo muy parecido ha ocurrido con algunos relatos bíblicos y con otros relatos de ciertas zonas de la tierra. Los Reyes Magos, Santa Claus, la cigüeña, Ratoncito Pérez, etc., son personajes que provienen de hechos reales, o ficticios, (¡qué más da!) que han venido a ocupar un lugar en la fantasía de los seres humanos. El creer en ellos, no perjudica de manera alguna a los niños, puesto que tales creencias no implican una acción determinada, un comportamiento determinado. Sin embargo, los pensamientos de los Testigos son bastante peregrinos al respecto, y suelen argumentar con ironía: "Por ejemplo, considere el mito de Santa Claus. ¿Ha intentado explicar alguna vez a un niño por qué, como se cuenta en muchos países, este personaje prefiere bajar por la chimenea en lugar de entrar por la puerta? Además, ¿cómo visita tantos millones de hogares en una sola noche? ¿Qué puede decirse de los renos voladores? Cuando un niño se da cuenta de que lo han engañado al hacerle creer que Santa Claus es una persona de la vida real, ¿no se ve socavada la confianza en sus padres?"
Así, cargan los argumentos con tintes tendenciosos, pues, ¿qué padre se le ha visto con problemas para explicar a sus niños estas cosas? Sólo en la mente de los redactores de éste artículo, aparece tales dificultades. (Ti 1:15.)
Por lo general, los niños viven la fantasía de estos personajes sin hacer preguntas, y cuando alguno que es más avispado pregunta, tiene la suficiente capacidad para entender las respuestas. No conozco a ningún niño, que al darse cuenta que lo de Santa Claus, los Reyes Magos, el Ratoncito Pérez, etc., son personajes de la fantasía popular, que por este motivo ya no tengan confianza en sus padres, o hallan sufrido algún trauma especial. Este argumento es absolutamente tendencioso y no tiene sentido.
La veracidad del relato no tiene nada que ver con lo inaceptable de una costumbre o comportamiento a los ojos de Dios, como tampoco es un factor a evaluar para dar por válida dicha costumbre. El paso de los años desvirtúa los hechos, y existen serias dudas sobre muchos de los relatos que nos han llegado en nuestro tiempo. Es por eso que en todas las celebraciones de hechos o acontecimientos pasados, hay factores que no corresponden a la realidad, sin que los mismos desvirtúen la validez o no del hecho.
Por otro lado, existen relatos bíblicos en los que siervos de Dios tenían creencias populares erróneas, y Jehová no condenó tal proceder, ni siquiera corrigió dicha creencia. Por ejemplo: En algunas partes de Oriente, fue, y todavía es, considerada la mandrágora como afrodisíaco, capaz de aumentar la fertilidad humana o ayudar en la concepción. (Cantar 7:13.) Raquel tenía esa creencia y estuvo dispuesta a ceder una oportunidad de concebir en cambio de algunas mandrágoras, como se relata en Gén 30:14, 15. Posiblemente Raquel creía que de esta forma, podría llegar a ser madre con mayor prontitud. En el relato bíblico, no existe ningún tipo de reproche por parte de Dios a Raquel por tal uso de las mandrágoras. La creencia era absolutamente inocua, y no era necesario corregirla.
El nacimiento de Jesús es celebrado el 25 de diciembre por todas las iglesias de la cristiandad, cuando parece ser que Jesús nació a principio de octubre aproximadamente. Los testigos critican esta celebración porque no coincide con exactitud con la fecha del nacimiento de Jesús, además de otras razones. Pero la verdadera cuestión no es si el día corresponde con el hecho en sí. La cuestión, es: ¿Prohibe la Palabra de Dios, la Biblia, que las personas dediquen un día al a o para recordar el nacimiento de Jesucristo? ¿Hay algún texto de la Biblia que prohiba el que alguien haga una comida especial, una fiesta especial, una serie de actos especiales, para manifestar gozo y alegría por el nacimiento de Jesucristo?
Un repaso del nacimiento de Jesús nos lleva a ver que tal acontecimiento fue un hecho gozoso y memorable que un ángel del Señor vino a anunciar a los seres humanos. Les dijo: "No teman, porque, ¡miren!, les declaro buenas nuevas de un gran gozo que todo el pueblo tendrá, porque les ha nacido hoy un Salvador, que es Cristo [el] Señor, en la ciudad de David." (Lc 2:10, 11.)
Lo que nacía era "un Salvador, que es Cristo [el] Señor." No era pues, un hombre cualquiera, que venía en plan 'héroe' a tratar de rescatar a la humanidad en pecado. Y aunque es cierto que, "mejor es [...] el día de la muerte que el día en que uno nace," (Ecl 7:1) en el caso de Jesucristo, tan 'buenas nuevas' eran su nacimiento como su muerte.
No era extraño que tal nacimiento tuviera una acogida maravillosa en el cielo, y que "una multitud del ejército celestial", aparecieran a un grupo de pastores "alabando a Dios y diciendo: "Gloria en las alturas a Dios, y sobre la tierra paz entre los hombres de buena voluntad".
¿Estaría cometiendo un pecado aquella persona que decidiera, el 25 de Diciembre, hacer una fiesta para recordar su nacimiento, tal vez haciendo una comida especial, poniendo unos adornos especiales, o llamando a compañeros y amigos para desearles felicidad y paz? O, ¿cometería un pecado una persona que asistiera a algún evento relacionado con ésta celebración?
Esta es la verdadera cuestión que hay que afrontar, y no desviar los argumentos a los orígenes de esta fiesta, a lo incierto de la fecha, o al uso inmoderado que muchas personas hacen de ella.
El nacimiento de Jesús fue un acontecimiento memorable, y recordarlo de la forma que sea, no es reprensible. En vista de que no hay seguridad del día en que nació, la exactitud de la fecha es lo menos importante, y el hecho de que Jesús, en ningún lugar ordenó que conmemoráramos su nacimiento, tampoco es un factor primordial.
Dios no mandó que lo hicieran, pero los judíos establecieron como práctica, la celebración de una fiesta anual en el aniversario de la reedificación del templo, y ésta fue una de las fiestas a la que Jesús asistió. (Jn 10:22, 23.)
Los Testigos efectúan acciones, tienen costumbres, y realizan hechos cada semana, cada mes, cada año, que ni Jesucristo mandó, ni los cristianos primitivos practicaban, y no por ello, se pueden utilizar como argumentos determinantes de la validez o invalidez de los mismos.
Ellos asisten tres veces a la semana a sus reuniones, realizan las mismas de una forma determinada, cuentan la asistencia, informan su labor cada mes, se reúnen tres veces al año en asamblea, y ni Cristo mandó todas estas costumbres, ni los cristianos primitivos lo entendían así o lo practicaban así.
Insistimos en que es cierto que resulta un comportamiento hipócrita por parte del ser humano, el dedicar ciertos días al año, a regocijarse por el nacimiento de alguien, en este caso concreto, de Jesucristo, y el acordarse de familiares, amigos, y personas necesitadas sólo esos días, pero también es cierto que, porque no lo hagamos no solucionamos nada.
Una encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) llevada a cabo sobre un muestreo de 2.500 personas mayores de 18 a os, y aparecido en el diario granadino Ideal, del 7 de diciembre de 1997, muestra que el 71% de los españoles piensan que la Navidad ha perdido su carácter religioso, y viven la fiesta con un marcado carácter consumista.
El que nosotros decidamos no involucrarnos en celebrar y compartir el espíritu navideño, que como reconoce La Atalaya del 15 de Diciembre de 1997, pág. 6 es una fiesta "orientada a la familia" en donde "la gente por mucho tiempo se ha valido de los días festivos para fortalecer los vínculos familiares", puede hacernos creer en la supremacía nuestra con respecto a los demás. De hecho, estamos dando a entender que "nosotros no necesitamos de días festivos, de espíritu navideños, para ser amorosos, bondadosos con nuestra familia, más solidarios con nuestro prójimo."
Toda persona que pertenece o ha pertenecido a sectas como los testigos de Jehová, sabe que esto es absolutamente falso, y que el proceder de sus miembros en nada difiere con respecto a su familia y amigos al del resto de humanos. Es más, los miembros de sectas como los testigos de Jehová, suelen reaccionar en contra de familiares y amigos que no comparten sus creencias, y los eluden e ignoran por a os sin ningún escrúpulo de conciencia, aunque los mismos vivan a corta distancia de ellos.
En realidad, la aceptación de una ideología abstencionistas, es una fórmula más de aislacionismo que es muy conveniente a este tipo de grupos.
3.- SU CENTRO DE ATENCION.
El tercer ejemplo utilizado para determinar lo correcto o incorrecto de una costumbre, tiene que ver con su centro de atención. En muchos lugares, hay la costumbre de apartar días para honrar a 'santos' o personas famosas, muertas o vivas, a naciones o instituciones.
Los testigos de Jehová razonan, que dedicar un 'día' a celebrar algo: el nacimiento, el nombre, la situación, o simplemente el recuerdo de una persona o institución, desvía nuestra adoración hacía ellos, y roba la misma a Dios. Como Dios es un dios celoso, que no comparte la devoción, estaríamos violando tal 'principio' si por un día, por unas horas o por unos minutos, hacemos centro de atención a esa persona, viva o muerta; o a esa institución.
El caso más palpable que utilizan es el de los cumpleaños. Dentro de los testigos de Jehová, a raíz de la prohibición que establecieron en 1927, de que sus adeptos celebrasen la Navidad, se vieron obligados a prohibir los cumpleaños para ser consecuentes, con su prohibición de la celebración del cumpleaños de Jesucristo.
4.- SUS EFECTOS.
La Biblia dice que los cristianos deben ser 'moderados en los hábitos' y este es un principio que se debe extender a todo el proceder de su vida: en los tratos familiares, en el trabajo, en los momentos de ocio, etc. Por eso, no es extraño que eviten lugares en los que el vino fluye con facilidad, en el que el desenfreno no tiene límite, y en donde el jolgorio está fuera de lugar, y provoca en muchos casos, accidentes con resultados de muertes.
Conocido es por nuestra parte, de como la gente utiliza ocasiones de reunión, de alegría y felicidad, y las convierte en verdaderos bacanales, en donde no existe control de los resultados.
Es problema está, por supuesto, no en la fiesta que se celebra, sino en las personas que participan en ella. Ciertas fiestas, han revivido de sus cenizas y son símbolos de todo lo dicho. La simple mención de tales fiestas, nos recuerda algunos aspectos del vivir humano, que no quisiéramos adoptar en nuestro engranaje cristiano.
CÓMO DETERMINAR LAS COSTUMBRES QUE NO AGRADAN A DIOS.
El gran reto que se le presenta al cristiano tiene que ver con la determinación de lo correcto o incorrecto, lo agradable o desagradable a Dios. Este reto no lo es tanto cuando analizamos la Palabra de Dios y comprendemos que si Dios tiene que prohibirnos algo, tiene que venir reflejado en dicho libro.
Cómo determinar las costumbres que no agradan a Dios? Fundamentalmente de dos maneras:
A) Debe estar prohibida expresamente en la Biblia.
Debe existir un mandato específico que prohiba tal proceder, o en el que se pruebe lo detestable desde el punto de vista de Dios. La Biblia prohibe el dar adoración a imágenes inanimadas, o el consultar a médium espiritistas, o a pronosticadores oficiales de futuro. También prohibe la fornicación o inmoralidad sexual, el asesinato, las borracheras, el robo, la avaricia, la extorsión. Estas prácticas no deben imperar en la vida del cristiano.
Aunque hábitos o costumbres relacionados con tales comportamientos se hagan populares en el lugar donde vivimos, no debemos olvidar que tales costumbres fueron prohibidas en el pasado por Dios, y que el paso de los a os, no han hecho menos detestables su práctica. Violan principios éticos y de convivencia. Por lo tanto, no sería muy apropiado que adoptáramos tales costumbres en nuestro modo de proceder, pues todo lo que vale la pena lo podemos perder, tal como vimos al principio de este folleto.
B) Tal costumbre perjudica física o mentalmente a quien la practica o a los que le rodean.
Esto es fácil descubrirlo por los resultados o efectos que tal costumbre provoca. El fumar provoca cáncer de pulmones. La circuncisión femenina es una práctica cruel y lleva a la impotencia de muchas mujeres. La fiesta de los toros, pone en peligro la vida de personas, y provoca sufrimiento innecesario a los animales. Algo parecido ocurre con la práctica inglesa de la 'caza del zorro'. Los deportes de riesgo matan todos los años a miles de personas.
Y así podríamos ir alargando esta lista de juegos, deportes, celebraciones, costumbres y hábitos que perjudican la salud física y mental de quien la practica. Ninguna de estas costumbres populares están prohibidas expresamente en la Biblia, pero el sentido común, y el observar sin acritud los efectos de tales costumbres deben de llevar a las personas a determinar si las mismas, por muy populares y divertidas que sean, deben ser un elemento a asimilar en el conjunto de hábitos que van a acompañarnos en el futuro.
Independientemente de nuestra elección, nadie tiene derecho a establecer como norma de ley, la prohibición de tales costumbres. Como dijo Pablo: "Un [hombre] juzga un día como superior a otro; otro juzga un día como todos los demás; cada uno esté plenamente convencido en su propia mente." (Ro 14:5, 6.)
Si alguien considera negativo la celebración de un día de fiesta que no lo imponga a los demás. Lo contrario también es cierto. Que cada uno tome su propia decisión. Solo estamos autorizados a predicar la ley del Cristo, que no era otra que la ley del amor. Con ella como estandarte, podemos motivar a otros a que cultiven los frutos del espíritu, tales como 'amor, gozo, paz, gran paciencia, benignidad, bondad, fe, apacibilidad, y autodominio,' pues "contra tales cosas no hay ley." (Gál 5:22, 23.)
Todos debemos sopesar detenidamente con estudio y oración cual es nuestra posición ante Dios, pues al final "todos estaremos de pie ante el tribunal de Dios; porque está escrito: "'Tan ciertamente como que vivo yo --dice Jehová--, ante mí toda rodilla se doblará, y toda lengua hará reconocimiento abierto a Dios'".
"De manera que cada uno de nosotros rendirá cuenta de sí mismo a Dios", (Ro 14:10-12.) de sus hábitos, sus costumbres y su modo de actuar, por lo que nadie, tiene derecho a 'juzgar el proceder de su hermano'. Hay que animar a todos, a que 'no juzguen nada antes de su debido tiempo, hasta que venga el Señor, el cual sacará a la luz las cosas secretas de la oscuridad así como también pondrá de manifiesto los consejos de los corazones, y entonces a cada uno su alabanza le vendrá de Dios.' (1Co 4:5)
MEJOR QUE REGLAS IMPUESTAS POR HOMBRES.
Evidentemente, los cristianos tienen cosas más importantes que, las de estar preocupándose por las costumbres y los hábitos que desagradan a Dios. Pablo oraba para "que el amor de ustedes abunde todavía más y más con conocimiento exacto y pleno discernimiento; para que se aseguren de las cosas más importantes, para que estén exentos de defectos y no hagan tropezar a otros hasta el día de Cristo". (Flp 1:9, 10.)
Y es que los cristianos no tienen que estar excesivamente preocupados por investigar las raíces ni la veracidad de las fiestas y costumbres de anta o. Como dijo La Atalaya del 15 de mayo de 1972, pág. 295, "es una pérdida de tiempo y fomento inútil de angustia el preocuparnos cómo servía el objeto en el pasado (o qué significa hoy en otra parte del mundo)".
No entendemos, cómo después de decir esto, los Testigos siguen afanados en buscarle los tres pies al gato a las costumbres y hábitos que nos rodean.
cada cual debe participar de ellas, o libremente rechazarlas, sin entrar en el juego en el que han entrado los testigos de Jehová hasta ahora, "que terminan en nada, pero que proporcionan cuestiones para investigación más bien que una dispensación de cosa alguna por Dios con relación a la fe." (1Ti 1:4.)
Sinceramente, cuando uno examina la multitud de citas que efectúan los Testigos de la Enciclopedia Británica o Americana, surgen muchas dudas por saber qué harían o qué creerían ellos de no existir estas enciclopedias. Parece como si sus prohibiciones dependieran en su totalidad, del fruto de las investigaciones que han realizado los publicadores de estas enciclopedias, personas ajenas a los Testigos; y que sin ellas, nadie sabría del origen de tales fiestas, y podría celebrarlas con libertad, sin relacionarlas en absoluto con fiestas o celebraciones paganas del pasado. Por eso, más bien que preocuparnos por cada costumbre que nos rodea, debemos dejar que éstas especulaciones las realicen este tipo de personas que se sienten autorizados a determinar lo correcto e incorrecto de las cosas, que no son felices con las normas bíblicas y la libertad que gozan los cristianos desde que Cristo nos trajo la libertad, (Jn 8:32) y que tienen miedo a tal libertad.
Para sentirse seguros en la vida, necesitan un código de normas que delimite cada paso, como el ni o que necesita de un andador o una ni era. El cristiano maduro no debe ser así. Debe ser como criatura recién nacida en lo que respecta a la maldad, pero como un hombre con la estatura de Cristo con respecto a usar sus facultades perceptivas para distinguir tanto lo correcto como lo incorrecto. (1Pe 2:2; Heb 5:14.)
Como dijo Pablo: "Por lo tanto, hermanos, no somos hijos de una sirvienta, sino de la mujer libre. Para tal libertad Cristo nos libertó. Por lo tanto, estén firmes, y no se dejen restringir otra vez en un yugo de esclavitud." (Gál 4:31-5:1.)
El cristiano no tiene que someterse a ritos religiosos que violen su conciencia entrenada por la Biblia; no debe estar atado a costumbres que le supongan cargas, financiera o en otros sentidos; no deben sentirse obligados a hacer, o no hacer algo concreto, pero tampoco debe estar restringido en su proceder y actuar por las normas y prohibiciones que grupos sectarios establecen para distinguirse de los demás, especialmente cuando tales costumbres no están prohibidas por algún pasaje bíblico, y cuando son inofensivas y fruto de la cultura popular. Las personas que se dedican a establecer tales rigorismos, no entienden que el objetivo de cualquier mandato debe de ser, el "amor procedente de un corazón limpio y de una buena conciencia y de fe sin hipocresía."
No solo en éste siglo veinte, sino en todas las épocas, ha existido personas que han pretendido discernir lo que gusta y disgusta a nuestro Dios, "queriendo ser maestros de ley, pero sin percibir ni las cosas que dicen ni las cosas acerca de las cuales hacen vigorosas afirmaciones."
Pablo estaba muy consciente, que con la venida de Cristo, muchas cosas habían cambiado para los cristianos. Que el pacto de Dios con los hombres era en los corazones, y no un pacto escrito. Que ya no estamos bajo Ley, porque "nosotros sabemos que la Ley es excelente con tal que uno la maneje legítimamente con el conocimiento de este hecho: que la ley no se promulga para el justo, sino para desaforados e ingobernables, impíos y pecadores, faltos de bondad amorosa, y profanos, parricidas y matricidas, homicidas, fornicadores, hombres que se acuestan con varones, secuestradores, mentirosos, perjuros y cualquier otra cosa que esté en oposición a la enseñanza saludable". (1Ti 1:5-10.)
Por eso, cada cristiano, tiene la obligación de mantener su conciencia limpia, de entrenar sus facultades perceptivas para distinguir lo correcto de lo incorrecto, por medio de uso, y recordar que "sea que estén comiendo, o bebiendo, o haciendo cualquier otra cosa, tienen que hacer todas las cosas para la gloria de Dios". (1Co 10:31.)
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Desde España con amor
JL Sansaloni
Cristiano hombre libre
Sacado por la Gracia del Señor del pozo oscuro de la ignorancia.
"Todo lo que vale la pena lo podemos ganar y nada de verdadero valor perder al esforzarnos por agradar a Dios en todo". .
Así comienza el capítulo 16 del libro La Verdad que lleva a Vida Eterna, publicado en 1968 por la Watch Tower Bible and Tract, agencia legal que utilizan los Testigos de Jehová para publicar y distribuir sus doctrinas. ¿Su título?: 'Costumbres populares que no agradan a Dios'. En él, se enumeran algunas de las muchas costumbres populares que son rechazadas por los testigos de Jehová, como desagradables a Dios.
Y efectivamente, nuestra creencia firme en Dios, nos debe de llevar a estar alerta sobre las cosas que le agradan, y las que le desagradan, porque, viéndolo desde el lado positivo, 'todo lo que vale la pena lo podemos ganar y nada de verdadero valor perder', tal como dice el encabezamiento de ese capítulo. Creemos firmemente que el esforzarnos 'por agradar a Dios en todo' no es pérdida y que Dios no es injusto para olvidar estos esfuerzos.
Cuando ojeamos a nuestro alrededor, observamos el proceder de millones de personas, que han perdido el sentido de lo que es correcto e incorrecto, y que avanzan en una deslizante pendiente, hacía el fracaso, con la teoría de que todo es correcto, todo esta permitido, y todo es beneficioso. Esto, evidentemente es erróneo y muy perjudicial para quien lo cree y lo practica. También es erróneo pensar que las costumbres populares, por el hecho de ser populares, tienen que ser beneficiosas de por sí.
¿Qué es una costumbre? Se ha definido una costumbre como "práctica que ha estado establecida por largo tiempo y ha llegado a ser considerada como ley no escrita". También es "un uso o práctica que es común a muchas personas..., o es habitual en el caso de un individuo." Como término jurídico, aplica a "ley no escrita establecida por... práctica uniforme."
Como ejemplo ilustrativo de esto, el capítulo 29 de Génesis, recoge una costumbre que tenía que ver con la negociación que se efectuaba para pedir la mano de una hija. Jacob tuvo que trabajar siete años para Labán antes de recibir a su esposa, pero cuando se cumplieron estos siete años, y Jacob fue a recoger a Raquel, fue engañado por Labán. Éste no le dio a Raquel, sino a su hija mayor, Lea. ¿Por qué? Labán dijo: "No se acostumbra hacerlo así en nuestro lugar, el dar la menor antes de la primogénita." (Gén 29:15-28.)
Sí, era 'costumbre' pagar cierta dote por la novia, que se establecía y acordaba con el padre de ella, (en este caso, siete a os de trabajo) y en el caso de las familias de aquél tiempo, era costumbre el casar primero a la mayor. Jacob tenía que someterse a dicha costumbre.
Algunas costumbres son sumamente agradables, interesantes, muy placenteras, y contribuyen al disfrute de la vida. Otras son pesadas cargas que atribulan a las personas. Por otro lado, no todas las costumbres son agradables a Dios. Todos comprendemos este hecho, y deseamos que nuestro proceder refleje siempre una buena moralidad, unos buenos modales, y una dignidad que alabe a Dios.
Este deseo, del todo encomiable, se alía muy a menudo con la obcecada ignorancia, a la hora de enjuiciar a Dios sobre sus gustos o disgustos. Con facilidad, elevamos nuestros pensamientos a los propios de Dios (Isa 55:11) y tratamos de determinar las costumbres, los hábitos o las formas de actuar que son objeto de atención por parte de Dios, y que le ofenden sobremanera. Esto lo hacemos a pesar de que las mismas están arraigadas en lo más profundo del ser humano, son procederes que no están expresamente prohibidos en la Biblia, y son absolutamente inocentes, inofensivos para quien los realiza.
Este modo de pensar no es nuevo, pues el pueblo judío, escogido de Dios, con el transcurso de los siglos fue creando una Ley aparte de la que Dios les impuso, y en ella fue reflejando sus opiniones sobre lo que gustaba y disgustaba a Dios.
Esta ley conocida como Talmud, era un claro reflejo de la estrechez de miras que el pueblo judío había utilizado para adoptar costumbres que agradaban o desagradaban a Dios. En realidad era un reflejo de lo que agradaba y desagradaba a ellos mismos, que se auto proclamaban 'maestros' de ley.
Es por eso, que Jesús condenó a estos hombres, que estaban muy preocupados por cosas peque as, ínfimas, de poca importancia, diciéndoles: " Ay de ustedes, escribas y fariseos, hipócritas!, porque dan el décimo de la hierbabuena y del eneldo y del comino, pero han desatendido los asuntos de más peso de la Ley, a saber: la justicia y la misericordia y la fidelidad. Era obligatorio hacer estas cosas, y sin embargo no desatender las otras cosas. Guías ciegos, que cuelan el mosquito pero engullen el camello!" (Mt 23:23, 24.)
Y es que cuando nos adentramos en el mundo de lo permitido y lo prohibido, de lo que agrada y desagrada a Dios, con facilidad caemos en el error de pensar que a Dios desagradan cosas que a nosotros nos desagradan. Cuando esto se impone a un grupo, y transcurren los a os, llega a convertirse en ley de vida a quien lo ha venido rechazando por a os. Se crea en él una conciencia de que tal costumbre o práctica es incorrecta y desagrada a Dios, de tal modo que solo con mencionarla, provoca reacciones adversas.
Pablo razonó del siguiente modo: "Yo sé, y de ello estoy persuadido en el Señor Jesús, que nada de sí mismo es contaminado; solo cuando el hombre considera que algo es contaminado, para él es contaminado." (Ro 14:14)
Tales palabras, fueron dichas por Pablo en relación con alimentos, pero es un principio que se extiende a muchas cosas, especialmente a cosas que por tiempo se nos han prohibido, (como pasaba por ciertos alimentos en el pasado) y a causa de un cambio peculiar, decidimos reexaminar dicha prohibición, la examinamos meticulosamente en cada detalle y tratamos de trazar una línea entre lo que está permitido y lo que está prohibido. Los que la han venido rechazando por años, a pesar de los argumentos a favor que se exponen, siguen reaccionando en contra, siguen creyendo que tal costumbre, inofensiva en sí, es un detalle que preocupa a Dios, como si el reino de Dios significara comer, o beber, o celebrar tal o cual fiesta.
Por otro lado, los que se auto proclaman 'organización de Dios', y se dedican a trazar líneas de lo permitido y lo prohibido, caen a menudo en contradicción al aceptar unas y rechazar otras. Olvidan que estamos tratando un tema muy serio. Estamos determinando lo que gusta o disgusta a Dios. Él no nos ha dado una larga lista identificando tales costumbres. Para determinar esto, dependemos de la opinión que nos hemos hecho de él, de los conceptos que hemos absorbido en los muchos a os que hemos estado asociados con cierto grupo, y en contacto con sus ideas.
En la gran mayoría de los casos, provenimos de un grupo religioso que determinaba lo que agradaba y desagradaba a Dios. Nosotros no teníamos que preocuparnos, pues los dirigentes de los Testigos siempre han creído en la incapacidad que tiene el adepto de a pié para tomar decisiones responsables. Toman al testigo por un individuo inútil, hasta que se reestructure por completo su forma de pensar. Deben limpiarle la mente de la perspectiva de vida de antaño y reprogramarle íntegramente. Es por eso, que el neófito testigo de Jehová no tiene que esforzarse por discernir lo correcto o incorrecto de una costumbre. Cuando se acerca al grupo ya está todo dicho y escrito. Él, no tiene capacidad ni autoridad para determinar qué costumbres o qué hábitos desagradan a Dios.
¿Cómo determinan los testigos de Jehová las costumbres populares que no agradan a Dios?
El libro que cité al principio, sigue diciendo: "No todas las costumbres populares son malas. Pero desagradan a Dios si están arraigadas en la religión falsa o si de alguna otra manera están en conflicto con los principios bíblicos."
Estos dos amplios baremos, en manos de un grupo religioso como éste, son bastante tendenciosos, pues si las costumbres populares que desagradan a Dios, son las que están arraigadas en la religión falsa, entonces, como para los testigos de Jehová, ellos son la religión verdadera, y todas las demás son falsas, la solución es bien fácil: las costumbres populares que desagradan a Dios, son todas las que practican las demás religiones, es decir, todas las que ellos determinan, y punto. No se puede discutir, pues ellos son los jueces de lo que gusta y disgusta a Dios.
Desde esta perspectiva, ellos se sienten autorizados, no solo a determinar qué costumbre desagrada a Dios, sino el momento que una costumbre comienza a desagradar a Dios, y por tanto, se atribuyen la prerrogativa para determinar dicho momento en que se debe de dejar de practicar esa costumbre. Hasta 1926 estuvieron celebrando la Navidad y los cumpleaños, y hasta principios de 1930, utilizaban la cruz, como símbolo del lugar donde fue ejecutado Jesús, sin que hasta la fecha, hayan revelado cómo determinaron que tales costumbres no agradaban a Dios, y quién descubrió tal hecho, aunque todos los dedos apuntan al 'juez' Rutherford como el iluminado'.
Como ellos consideran 'religión falsa' a todas las religiones, no es extraño que, entre la lista de procederes populares que ellos deducen, desagradan a Dios, se encuentren todas las fiestas religiosas, todas las costumbres populares que están enraizados en el pueblo, y que tienen sus orígenes en costumbres de características religiosas. Es decir, para ellos son detestables todos aquellos hábitos que recuerden un proceder católico, evangélico, musulmán, etc., aunque dicho hábito no tenga nada que ver con la religión.
Las premisas utilizadas por los testigos de Jehová para determinar si una costumbre desagrada a Dios, son básicamente cuatro:
1 .- Sus orígenes. Se suelen examinar las raíces de tal costumbre: a quién se dirigía, quién lo practicaba, qué tipo de acciones se realizaban en el pasado, con objeto de determinar si tal costumbre era pagana. Para ello, suelen describir el proceder realizado, comparándolo con el proceder que se utilizaba en la adoración de algún ídolo del pasado. Por lo general, citan de alguna Enciclopedia de renombre que reconoce sin ambages: 'Esta costumbre es de origen pagano'.
2 .- Su veracidad. Se suele exigir que tal costumbre esté en conformidad con la verdad, de tal modo que si dentro de la costumbre existe cierta fantasía o falsedad, la misma se rechaza. Se suelen utilizar textos bíblicos para recalcar que Dios es "el Dios de la verdad", y que "los que le adoran tienen que adorarlo con espíritu y verdad". Esto lo hacen, a pesar de que la creencia o costumbre sea absolutamente inocente.
3 .- Su centro de atención. Si el eje de la costumbre tiene que ver con alguna persona o institución fuera de Jehová, y si para honrarla se utiliza un acto, imagen o fiesta, se considera que tal persona o entidad es foco de adoración, y por tanto se rechaza tal práctica.
Y 4 .- Sus efectos. Generalmente buscan resultados de los excesos que provocan, los que utilizan tal costumbre para 'proceder en hechos de conducta relajada, lujurias, excesos con vino, diversiones estrepitosas, partidas de beber e idolatrías ilegales.' (1Pe 4:3.) Esto, junto con las estadísticas de crímenes, accidentes y muertes de tales fiestas, lleva a establecer que la costumbre y no las personas, desagradan a Dios.
Algunas de las costumbres que ellos prohiben sólo abarcan una de estas premisas para ser rechazadas. Otras, tienen dos o tres. Con grandes dotes de persuasión, y con vigorosas afirmaciones, transforman en malignas, costumbres insignificantes e inofensivas, con unas cuantas citas de Enciclopedias ajenas a ellos, y con poquísimas y muy genéricas citas bíblicas, ya que en la mayoría de los casos la Biblia no se pronuncia sobre dichas costumbres.
El caso es que no se utilizan los mismos criterios a la hora de rechazar una costumbre como indeseable. Sucede a menudo, que peque as costumbres muy arraigadas entre los propios Testigos, y que tienen algunos de los elementos antes señalados que ellos prohiben: origen pagano, falsedades en su contenido, ensalzamiento de personas o excesos de algún tipo, son 'asimiladas' y 'racionalizadas' por ellos con argumentos que son perfectamente válidos para las que rechazan.
Existen costumbres populares prohibidas a los testigos, por reunir uno ó varios de los cuatro enunciados señalados arriba. Una de las que más trascendencia puede tener a efectos de apartar al Testigo de a pié del colectivo, es:
LA CELEBRACIÓN DE LA NAVIDAD.
Dos celebraciones que giran en torno a Jesucristo, son catalogadas como indeseables por los testigos de Jehová, porque supuestamente tienen sus orígenes en fiestas y celebraciones paganas, porque están basadas en mentiras, y porque ponen a Jesucristo como centro de atención, y esto le roba honor y gloria a nuestro Dios. Me refiero a la Pascua Florida [llamada Easter en paises de habla inglesa] que conmemora la resurrección de Cristo de entre los muertos, y la Navidad, que conmemora su nacimiento.
Nadie puede negar que tales fiestas, son de origen religioso, y en su origen, fueron patrimonio de la Iglesia Católica Romana. Ellos fueron los originadores de estas fiestas, que colocaron en fechas en las que otros pueblos, celebraban alguna fiesta dedicada a otro dios. Para la Iglesia católica, en su afán por querer introducir el cristianismo a toda costa, en los pueblos vecinos, fue bastante sencillo el buscar una fiesta similar de las muchas que tenían estos pueblos, y transformarlas poco a poco, con matices del cristianismo.
Así, en la celebración de la Pascua Florida, existen serios indicios que "confirman ampliamente el testimonio de la historia en cuanto a su naturaleza babilónica. Los panecillos calientes con cruces del Viernes Santo, y los huevos tintados del domingo Pascual o Easter, figuraban en las ceremonias caldeas [babilónicas] tal como lo hacen ahora." (Citado de The Two Babylons, pág. 107, 108, del Dr. Alexander Hislop)
Y sobre la Navidad, The World Book Encyclopedia, edición de 1966, tomo 3, pág. 416, dice:
"En 354 d. de J.C., el obispo Liberio de Roma ordenó a la gente que celebrara el 25 de Diciembre. Probáblemente escogió esta fecha porque la gente de Roma ya la observaba como la fiesta de Saturno, en celebración del cumplea os del Sol."
Otra enciclopedia denominada Encyclopedia of Religion and Ethics nos dice:
"La mayoría de las costumbres de la Navidad que ahora existen,... no son costumbres cristianas genuinas, sino costumbres paganas que han sido absorbidas y toleradas por la Iglesia... Los Saturnales de Roma suministraron el modelo para la mayoría de las costumbres de celebración alegre de la Navidad."
Curiosamente, a todas estas costumbres, les encuentran detalles que están relacionados con hechos o celebraciones paganas: el adornar la casa con un árbol, con acebo y muérdago, los regalos, las canciones, los dulces típicos de Navidad, etc.
Es decir, para los testigos de Jehová, es absolutamente censurable, el que se celebren ésta fiesta, ¡y hasta utilizan una ilustración muy significativa para negarse a la celebración de ella! En el libro Razonamiento , pág. 114 razonan: "Suponga que una multitud de personas fueran al hogar de cierto caballero y le dijeran que estaban allí para celebrar el cumpleaños de él. El no está a favor de los cumpleaños..."
La ilustración continua pero no dice el porqué el caballero no está "a favor de los cumpleaños."
Es decir, los testigos de Jehová no se pronuncian sobre el hecho en sí de conmemorar el nacimiento o la resurrección de Cristo. Solo hablan de los orígenes y costumbres de tales fiestas, no de la fiesta en sí. Me imagino que no tendrán nada de censurable tales acontecimientos. No existe un mandato específico que ordene a los cristianos el recordar tales fechas, pero tampoco existe un mandato específico que las prohiba. Y el hecho de que los cristianos antiguos no celebraran esos días, tampoco es muy significativo.
Sin embargo, año tras año, las revistas oficiales de los Testigos, cuando se acercan estas fechas, recuerdan con artículos enfáticos, todas las costumbres asociadas de la Navidad, y les dan pautas de cómo comportarse durante estas fechas. Un ejemplo de ello, lo tenemos en Nuestro Ministerio del Reino de Diciembre de 1980, pág. 8, en el que dijeron:
"Nosotros no participamos en las celebraciones religiosas mundanas, ni intercambiamos los saludos tradicionales de los días festivos. Por lo tanto, hay que tener tacto al responder a tales saludos. No hay que hacer del saludo una controversia; más bien, en la mayoría de los casos sencillamente podemos dar las gracias al amo de casa por sus saludos."
Este consejo lo han repetido invariablemente cada vez que se acercan las fiestas navideñas. Por supuesto, no ha quedado ahí la cosa, pues en otras ocasiones se han adentrado más en el tema. Por ejemplo, esto es lo que hicieron en la sección Preguntas a los lectores de La Atalaya del 1 de diciembre de 1979, pág. 31 donde contestaron a la pregunta, de si un testigo de Jehová puede asistir a la comida que muchas familias tienen por costumbre de celebrar el día 25 de Diciembre. Por supuesto, los testigos de Jehová tienen prohibido el asistir a este tipo de comidas, ya sea por la fiesta de Navidad, por la celebración de algún 'santo' o cumpleaños, pero el problema se plantea, cuando el marido no Testigo, exige a su esposa que asista a dicha comida. ¿Qué debe hacer la esposa?
En ese artículo respondieron a la pregunta, y aunque dejaron que la esposa evaluara la situación y las actitudes, dieron tantas razones negativas al respecto, que dificilmente una esposa Testigo se sentiría tentada a participar guisando o adornando la mesa, ni tan siquiera asistiendo a dicha comida.
La cuestión principal que quisíeramos saber, es: ¿Realmente es maligno para Dios en este siglo veinte, el que se celebre una fiesta dedicada al nacimiento de Jesucristo o su resurrección? ¿Puede ver Dios con desagrado que las personas aparten un día al año y lo dediquen a las madres, a los enamorados, a la primavera, o a quien sea, debido a que los orígenes de tales fiestas provengan de una costumbre o fiesta dedicada a dioses falsos? ¿Es condenable por parte de Dios el que costumbres asociadas con dichas fiestas paganas, hayan sido absorbidas por costumbres actuales incorporadas a fiestas absolutamente inofensivas? ¿Son los argumentos que utilizan, suficientemente sólido y consistente como para establecer una prohibición?
Es cierto que Dios expresó su desagrado sobre ciertas costumbres del pasado, pero en todos los casos que lo hizo, fue porque tal costumbre ocasionaba daño físico no solo a los que lo practicaba, sino a terceros. P. ej. los ritos de sacrificar vidas humanas, los de mutilar el cuerpo, los practicados por mediums espiritistas, los que ocasionaban grandes bacanales, etc. Pero curiosamente, en ningún lugar se observa la prohibición de dedicar 'días a', aunque tal práctica supuestamente se observaba en el pasado. Si Dios hubiera observado algo punible en tal práctica, seguro que habría prohibido al pueblo judio el que copiaran dicho acto.
Es de entender, pues, que Dios verá con desagrado prácticas y costumbres que perjudican la salud del ser humano, o que implican dolor y sufrimiento a los animales. No tenemos que esforzarnos mucho para discernir tales costumbres y prácticas.
Independientemente de esto, tenemos que reconocer que es triste que los seres humanos tengan que dedicar 'días' a personas y acontecimientos hermosos como es el amor, el trabajo y las madres. Este comportamiento hipócrita solo se entiende, porque detrás tales celebraciones, existen multitud de intereses comerciales de los que se benefician los propios testigos.
Algunos de ellos tienen negocios, que precisamente esos días, son una fuente de suculentos ingresos: flores, artículos de regalo, ropa y alimentos especiales, durante esas fechas se venden tres y cuatro veces más de lo normal, y los Testigos no se niegan a servirlos, sino más bien se preparan con más mercaderías para atender a todos.
Si tales celebraciones son tan malas e inicuas, ¿por qué los Testigos no se niegan esos días a atender a su público, y de esta manera, no colaborar con el desarrollo y la expansión de tales fiestas?
Ahora bien, hemos visto anteriormente que los testigos de Jehová utilizan generalmente cuatro premisas, para rechazar una práctica o costumbre, y considerarla desagradable a nuestro Dios. Examinemos más profundamente estas cuatro premisas, y veamos su desarrollo en el conjunto de doctrinas que ellos respaldan.
1.- SUS ORIGENES.
Basándose en el origen de la practica, o en que rasgos de la mismas, tuvieron o tienen relación con el paganismo, los testigos de Jehová rechazan multitud de comportamientos, costumbres y fiestas, considerando que las mismas desagradan a Dios.
¿Cual debe ser la actitud de una persona que no quiere desagradar a Dios, para con formas, diseños y costumbres que en algún tiempo o lugar han estado relacionadas con la religión falsa o paganismo? ¿Es en realidad importante, el origen de una costumbre para determinar si la misma es desagradable a Dios?
Puesto que se han utilizado tantas diferentes formas de expresar un sentimiento religioso en la adoración del pasado, y puesto que la mayoría de las costumbres populares que han sobrevivido hasta nuestros días son de naturaleza religiosa, si una persona se tomara la molestia en investigar sobre las mismas, posiblemente hallaría una conexión indeseable con casi toda costumbre popular que impera en los lugares donde habita. Tendría que abstenerse de casi cada acto que realiza, pues todos estos, en algún momento del pasado, tuvieron relación con el paganismo.
Muchos de los artículos de vestir y aspecto de la vida de hoy día se originaron en países y costumbres paganas. Las divisiones actuales del tiempo en horas, minutos y segundos se basan en un sistema babilónico primitivo. Los nombres de los días y meses, y hasta el uso de los mapas! (¡Despertad! 8 de septiembre de 1995, pág. 22 dice que son de origen babilonio) tendrían que descartarse a causa de su origen.
Un ejemplo muy peculiar de los muchos símbolos paganos que utilizamos en la actualidad, tiene que ver con el estrechar la mano.
Entre los dioses de los babilonios se encontraba Marduk que Nabucodonosor convirtió en el dios más poderoso porque: "fue dotándole de los atributos que caracterizaban a los demás. Llegó a ser el símbolo de Babilonia, y de hecho, costumbres como la del APRETÓN DE MANOS provienen del rito anual en el que el rey daba la mano a una estatua de Marduk para que le confiriera autoridad con la cual gobernar un a o más" (Revista "Muy Interesante, Año XII Nº 4, pág. 72).
Otra revista española añadió: "El uso más antiguo que se conoce de este gesto de saludo data del tercer milenio antes de Cristo, en Egipto. Entonces significaba la transmisión de poder de un dios a un gobernante terrenal. Esto está reflejado en el verbo egipcio dar, cuyo jeroglífico representa una mano extendida. En Babilonia, alrededor del 1800 a. de C., se exigía que el rey estrechara las manos de una estatua de Marduk, la deidad principal de la civilización. Este acto tenía lugar en el año nuevo y servía para transferir autoridad al soberano durante un a o más. Los asirios, tras tomar Babilonia, continuaron este rito, por temor a ofender a alguien muy poderoso". (Conocer, nº 85, feb 1990, pág. 36).
El que en el pasado, tal signo, o acto, o costumbre tuviera que ver con el proceder de un pueblo pagano, nada tiene que ver con lo aceptable o desagradable para Dios, porque no era la práctica en sí de dicho hábito lo que la hacía desagradable, sino el significado que se le daba, el sentido que tenía para los que lo practicaban, y para los que observaban tal proceder.
Con el tiempo, tales costumbres fueron perdiendo su connotación religiosa-pagana, para convertirse en expresiones naturales de felicidad, deseo de bienestar y prosperidad, regocijo, y lazos de unión de las personas. Los que observaban dichas costumbres no pensaban que las mismas tuvieran que ver con la ofensa a Dios, con el paganismo o con la adoración de otros dioses. Esto llevaba a una asimilación de tal costumbre.
En un instante de cordura, en ¡Despertad! del 22 de mayo de 1977, pág. 14, razonaron del siguiente modo: "El hecho de que en algún tiempo o lugar los adoradores de ídolos hayan empleado o empleen cierto diseño no significa automáticamente que los verdaderos adoradores siempre tienen que evitarlo."
Y pusieron un ejemplo bíblico: en el diseño del templo de Jehová en Jerusalén se incorporaron figuras de palmeras, granadas y toros. (1Re 6:29-35; 7:15-18, 23-25.) Estos símbolos eran utilizados por otras religiones falsas y paganas, pero ellos razonan: "El hecho de que otras religiones tomaran estas cosas naturales que Dios creó y las emplearan como símbolos en la adoración idolátrica, no hacía incorrecto el que las emplearan decorativamente los adoradores verdaderos. Cualquiera que visitara el templo podía ver que el pueblo de Dios no adoraba ni veneraba esas decoraciones como símbolos sagrados."
Y es que si uno indaga detenidamente en las costumbres de cualquier pueblo, y en especial, el pueblo judío, encuentra que muchas de sus costumbres y hábitos tenían orígenes paganos, sin que Dios los condenara por este motivos. El uso del incienso, la vestidura de los sacerdotes, muchos de los sacrificios..., hasta los meses judíos tenían nombres de dioses paganos, como el cuarto mes lunar (última parte de junio y primera de julio) llamado Tamuz, que era el nombre de una deidad babilónica! (Eze 8:14) Así, cuando un judío estaba en el mes cuarto, estaba en el mes del dios Tamuz, y no pasaba nada. Jehová no encontró motivo para que se dejara de utilizar dicho nombre ni condenó a los judíos por este motivo.
Es más, profundizando detenidamente en costumbres religiosas babilónicas y egipcias, encontramos muchas similitudes de lo que luego fue el gran sistema de adoración judío. Ernest Renan, en su Historia del pueblo de Israel, 1 parte, pág. 69, de Ediciones Orbis, S.A. 1985, nos cuenta que el culto de Egipto había mucha idolatría. El dios habitaba en un lugar determinado, bien fuese un templo, un arca, o tuviese estatuas. Tenían arcas y tabernáculos en los que, resguardada por alas de gavilanes, estaba la imagen de Dios, invisible para los profanos.
En el rito egipcio, esta capillita cerrada y portátil estaba siempre encima de una barca llevada en hombros por sus sacerdotes en las procesiones y peregrinaciones. Era un naós portátil, gracias al cual, los dioses podían hacer largos viajes sin que se dejara de tributarles en todo el camino los honores que se les debían. Colocar panes sagrados en una mesa delante del dios, era una de las bases del culto egipcio. El dios serpiente estaba muy presente en su adoración.
¿Les suena familiar éste relato a los testigos de Jehová? ¿Les recuerda algún relato bíblico? Seguramente les recordará que en los relatos del pueblo judío peregrinando por el desierto, todas esas figuras fueron utilizadas para adorar a Jehová, con pequeñas modificaciones y matices.
¿De qué se asustan los testigos de Jehová? El origen de una costumbre no tiene nada que ver con lo permisible o lo prohibido de ella.
Es por eso, que los testigos de Jehová caen en diversas contradicciones a la hora de establecer qué costumbres agradan a Dios, y cuáles le desagradan, no examinándolas con el mismo rasero a todas. Hay algunas que las aceptan, a pesar de sus orígenes paganos, con la excusa (ciertamente válida) de que "el usarlas no envuelve el llevar a cabo prácticas religiosas falsas," (Vea La Atalaya del 1 de octubre de 1972, pág. 606) y hay otras que las condenan, a pesar de que quienes lo practican y quienes lo observan desconocen absolutamente lo que significa en realidad tal costumbre.
Insistimos en destacar que el origen de una practica, nada tiene que ver con lo reprobable de la misma. Los humanos somos seres de costumbres. Estas provienen de nuestro más recóndito pasado. Para que una costumbre de origen pagano sea desagradable a Dios, tienen que reunirse en la misma, una serie de circunstancias que después matizaremos. Todo lo demás, es mera palabrería, y ganas de destacar.
2.- SU VERACIDAD.
Con respecto a la veracidad de una práctica, hemos de reconocer que el paso de los siglos, cambia los nombres, los hechos, las fechas, y los significados. Muchos de los relatos de la historia, nos llegan cercenados o exagerados, pero poco a poco van tomando un lugar en la vida, de forma que la realidad ya no importa.
La figura de Don Quijote, Tarzán, ó Drácula, parece que provienen de hechos reales, pero para las personas, esto importa poco. La fantasía los ha revestido de unas propiedades propias, que sobrepasan la realidad.
Algo muy parecido ha ocurrido con algunos relatos bíblicos y con otros relatos de ciertas zonas de la tierra. Los Reyes Magos, Santa Claus, la cigüeña, Ratoncito Pérez, etc., son personajes que provienen de hechos reales, o ficticios, (¡qué más da!) que han venido a ocupar un lugar en la fantasía de los seres humanos. El creer en ellos, no perjudica de manera alguna a los niños, puesto que tales creencias no implican una acción determinada, un comportamiento determinado. Sin embargo, los pensamientos de los Testigos son bastante peregrinos al respecto, y suelen argumentar con ironía: "Por ejemplo, considere el mito de Santa Claus. ¿Ha intentado explicar alguna vez a un niño por qué, como se cuenta en muchos países, este personaje prefiere bajar por la chimenea en lugar de entrar por la puerta? Además, ¿cómo visita tantos millones de hogares en una sola noche? ¿Qué puede decirse de los renos voladores? Cuando un niño se da cuenta de que lo han engañado al hacerle creer que Santa Claus es una persona de la vida real, ¿no se ve socavada la confianza en sus padres?"
Así, cargan los argumentos con tintes tendenciosos, pues, ¿qué padre se le ha visto con problemas para explicar a sus niños estas cosas? Sólo en la mente de los redactores de éste artículo, aparece tales dificultades. (Ti 1:15.)
Por lo general, los niños viven la fantasía de estos personajes sin hacer preguntas, y cuando alguno que es más avispado pregunta, tiene la suficiente capacidad para entender las respuestas. No conozco a ningún niño, que al darse cuenta que lo de Santa Claus, los Reyes Magos, el Ratoncito Pérez, etc., son personajes de la fantasía popular, que por este motivo ya no tengan confianza en sus padres, o hallan sufrido algún trauma especial. Este argumento es absolutamente tendencioso y no tiene sentido.
La veracidad del relato no tiene nada que ver con lo inaceptable de una costumbre o comportamiento a los ojos de Dios, como tampoco es un factor a evaluar para dar por válida dicha costumbre. El paso de los años desvirtúa los hechos, y existen serias dudas sobre muchos de los relatos que nos han llegado en nuestro tiempo. Es por eso que en todas las celebraciones de hechos o acontecimientos pasados, hay factores que no corresponden a la realidad, sin que los mismos desvirtúen la validez o no del hecho.
Por otro lado, existen relatos bíblicos en los que siervos de Dios tenían creencias populares erróneas, y Jehová no condenó tal proceder, ni siquiera corrigió dicha creencia. Por ejemplo: En algunas partes de Oriente, fue, y todavía es, considerada la mandrágora como afrodisíaco, capaz de aumentar la fertilidad humana o ayudar en la concepción. (Cantar 7:13.) Raquel tenía esa creencia y estuvo dispuesta a ceder una oportunidad de concebir en cambio de algunas mandrágoras, como se relata en Gén 30:14, 15. Posiblemente Raquel creía que de esta forma, podría llegar a ser madre con mayor prontitud. En el relato bíblico, no existe ningún tipo de reproche por parte de Dios a Raquel por tal uso de las mandrágoras. La creencia era absolutamente inocua, y no era necesario corregirla.
El nacimiento de Jesús es celebrado el 25 de diciembre por todas las iglesias de la cristiandad, cuando parece ser que Jesús nació a principio de octubre aproximadamente. Los testigos critican esta celebración porque no coincide con exactitud con la fecha del nacimiento de Jesús, además de otras razones. Pero la verdadera cuestión no es si el día corresponde con el hecho en sí. La cuestión, es: ¿Prohibe la Palabra de Dios, la Biblia, que las personas dediquen un día al a o para recordar el nacimiento de Jesucristo? ¿Hay algún texto de la Biblia que prohiba el que alguien haga una comida especial, una fiesta especial, una serie de actos especiales, para manifestar gozo y alegría por el nacimiento de Jesucristo?
Un repaso del nacimiento de Jesús nos lleva a ver que tal acontecimiento fue un hecho gozoso y memorable que un ángel del Señor vino a anunciar a los seres humanos. Les dijo: "No teman, porque, ¡miren!, les declaro buenas nuevas de un gran gozo que todo el pueblo tendrá, porque les ha nacido hoy un Salvador, que es Cristo [el] Señor, en la ciudad de David." (Lc 2:10, 11.)
Lo que nacía era "un Salvador, que es Cristo [el] Señor." No era pues, un hombre cualquiera, que venía en plan 'héroe' a tratar de rescatar a la humanidad en pecado. Y aunque es cierto que, "mejor es [...] el día de la muerte que el día en que uno nace," (Ecl 7:1) en el caso de Jesucristo, tan 'buenas nuevas' eran su nacimiento como su muerte.
No era extraño que tal nacimiento tuviera una acogida maravillosa en el cielo, y que "una multitud del ejército celestial", aparecieran a un grupo de pastores "alabando a Dios y diciendo: "Gloria en las alturas a Dios, y sobre la tierra paz entre los hombres de buena voluntad".
¿Estaría cometiendo un pecado aquella persona que decidiera, el 25 de Diciembre, hacer una fiesta para recordar su nacimiento, tal vez haciendo una comida especial, poniendo unos adornos especiales, o llamando a compañeros y amigos para desearles felicidad y paz? O, ¿cometería un pecado una persona que asistiera a algún evento relacionado con ésta celebración?
Esta es la verdadera cuestión que hay que afrontar, y no desviar los argumentos a los orígenes de esta fiesta, a lo incierto de la fecha, o al uso inmoderado que muchas personas hacen de ella.
El nacimiento de Jesús fue un acontecimiento memorable, y recordarlo de la forma que sea, no es reprensible. En vista de que no hay seguridad del día en que nació, la exactitud de la fecha es lo menos importante, y el hecho de que Jesús, en ningún lugar ordenó que conmemoráramos su nacimiento, tampoco es un factor primordial.
Dios no mandó que lo hicieran, pero los judíos establecieron como práctica, la celebración de una fiesta anual en el aniversario de la reedificación del templo, y ésta fue una de las fiestas a la que Jesús asistió. (Jn 10:22, 23.)
Los Testigos efectúan acciones, tienen costumbres, y realizan hechos cada semana, cada mes, cada año, que ni Jesucristo mandó, ni los cristianos primitivos practicaban, y no por ello, se pueden utilizar como argumentos determinantes de la validez o invalidez de los mismos.
Ellos asisten tres veces a la semana a sus reuniones, realizan las mismas de una forma determinada, cuentan la asistencia, informan su labor cada mes, se reúnen tres veces al año en asamblea, y ni Cristo mandó todas estas costumbres, ni los cristianos primitivos lo entendían así o lo practicaban así.
Insistimos en que es cierto que resulta un comportamiento hipócrita por parte del ser humano, el dedicar ciertos días al año, a regocijarse por el nacimiento de alguien, en este caso concreto, de Jesucristo, y el acordarse de familiares, amigos, y personas necesitadas sólo esos días, pero también es cierto que, porque no lo hagamos no solucionamos nada.
Una encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) llevada a cabo sobre un muestreo de 2.500 personas mayores de 18 a os, y aparecido en el diario granadino Ideal, del 7 de diciembre de 1997, muestra que el 71% de los españoles piensan que la Navidad ha perdido su carácter religioso, y viven la fiesta con un marcado carácter consumista.
El que nosotros decidamos no involucrarnos en celebrar y compartir el espíritu navideño, que como reconoce La Atalaya del 15 de Diciembre de 1997, pág. 6 es una fiesta "orientada a la familia" en donde "la gente por mucho tiempo se ha valido de los días festivos para fortalecer los vínculos familiares", puede hacernos creer en la supremacía nuestra con respecto a los demás. De hecho, estamos dando a entender que "nosotros no necesitamos de días festivos, de espíritu navideños, para ser amorosos, bondadosos con nuestra familia, más solidarios con nuestro prójimo."
Toda persona que pertenece o ha pertenecido a sectas como los testigos de Jehová, sabe que esto es absolutamente falso, y que el proceder de sus miembros en nada difiere con respecto a su familia y amigos al del resto de humanos. Es más, los miembros de sectas como los testigos de Jehová, suelen reaccionar en contra de familiares y amigos que no comparten sus creencias, y los eluden e ignoran por a os sin ningún escrúpulo de conciencia, aunque los mismos vivan a corta distancia de ellos.
En realidad, la aceptación de una ideología abstencionistas, es una fórmula más de aislacionismo que es muy conveniente a este tipo de grupos.
3.- SU CENTRO DE ATENCION.
El tercer ejemplo utilizado para determinar lo correcto o incorrecto de una costumbre, tiene que ver con su centro de atención. En muchos lugares, hay la costumbre de apartar días para honrar a 'santos' o personas famosas, muertas o vivas, a naciones o instituciones.
Los testigos de Jehová razonan, que dedicar un 'día' a celebrar algo: el nacimiento, el nombre, la situación, o simplemente el recuerdo de una persona o institución, desvía nuestra adoración hacía ellos, y roba la misma a Dios. Como Dios es un dios celoso, que no comparte la devoción, estaríamos violando tal 'principio' si por un día, por unas horas o por unos minutos, hacemos centro de atención a esa persona, viva o muerta; o a esa institución.
El caso más palpable que utilizan es el de los cumpleaños. Dentro de los testigos de Jehová, a raíz de la prohibición que establecieron en 1927, de que sus adeptos celebrasen la Navidad, se vieron obligados a prohibir los cumpleaños para ser consecuentes, con su prohibición de la celebración del cumpleaños de Jesucristo.
4.- SUS EFECTOS.
La Biblia dice que los cristianos deben ser 'moderados en los hábitos' y este es un principio que se debe extender a todo el proceder de su vida: en los tratos familiares, en el trabajo, en los momentos de ocio, etc. Por eso, no es extraño que eviten lugares en los que el vino fluye con facilidad, en el que el desenfreno no tiene límite, y en donde el jolgorio está fuera de lugar, y provoca en muchos casos, accidentes con resultados de muertes.
Conocido es por nuestra parte, de como la gente utiliza ocasiones de reunión, de alegría y felicidad, y las convierte en verdaderos bacanales, en donde no existe control de los resultados.
Es problema está, por supuesto, no en la fiesta que se celebra, sino en las personas que participan en ella. Ciertas fiestas, han revivido de sus cenizas y son símbolos de todo lo dicho. La simple mención de tales fiestas, nos recuerda algunos aspectos del vivir humano, que no quisiéramos adoptar en nuestro engranaje cristiano.
CÓMO DETERMINAR LAS COSTUMBRES QUE NO AGRADAN A DIOS.
El gran reto que se le presenta al cristiano tiene que ver con la determinación de lo correcto o incorrecto, lo agradable o desagradable a Dios. Este reto no lo es tanto cuando analizamos la Palabra de Dios y comprendemos que si Dios tiene que prohibirnos algo, tiene que venir reflejado en dicho libro.
Cómo determinar las costumbres que no agradan a Dios? Fundamentalmente de dos maneras:
A) Debe estar prohibida expresamente en la Biblia.
Debe existir un mandato específico que prohiba tal proceder, o en el que se pruebe lo detestable desde el punto de vista de Dios. La Biblia prohibe el dar adoración a imágenes inanimadas, o el consultar a médium espiritistas, o a pronosticadores oficiales de futuro. También prohibe la fornicación o inmoralidad sexual, el asesinato, las borracheras, el robo, la avaricia, la extorsión. Estas prácticas no deben imperar en la vida del cristiano.
Aunque hábitos o costumbres relacionados con tales comportamientos se hagan populares en el lugar donde vivimos, no debemos olvidar que tales costumbres fueron prohibidas en el pasado por Dios, y que el paso de los a os, no han hecho menos detestables su práctica. Violan principios éticos y de convivencia. Por lo tanto, no sería muy apropiado que adoptáramos tales costumbres en nuestro modo de proceder, pues todo lo que vale la pena lo podemos perder, tal como vimos al principio de este folleto.
B) Tal costumbre perjudica física o mentalmente a quien la practica o a los que le rodean.
Esto es fácil descubrirlo por los resultados o efectos que tal costumbre provoca. El fumar provoca cáncer de pulmones. La circuncisión femenina es una práctica cruel y lleva a la impotencia de muchas mujeres. La fiesta de los toros, pone en peligro la vida de personas, y provoca sufrimiento innecesario a los animales. Algo parecido ocurre con la práctica inglesa de la 'caza del zorro'. Los deportes de riesgo matan todos los años a miles de personas.
Y así podríamos ir alargando esta lista de juegos, deportes, celebraciones, costumbres y hábitos que perjudican la salud física y mental de quien la practica. Ninguna de estas costumbres populares están prohibidas expresamente en la Biblia, pero el sentido común, y el observar sin acritud los efectos de tales costumbres deben de llevar a las personas a determinar si las mismas, por muy populares y divertidas que sean, deben ser un elemento a asimilar en el conjunto de hábitos que van a acompañarnos en el futuro.
Independientemente de nuestra elección, nadie tiene derecho a establecer como norma de ley, la prohibición de tales costumbres. Como dijo Pablo: "Un [hombre] juzga un día como superior a otro; otro juzga un día como todos los demás; cada uno esté plenamente convencido en su propia mente." (Ro 14:5, 6.)
Si alguien considera negativo la celebración de un día de fiesta que no lo imponga a los demás. Lo contrario también es cierto. Que cada uno tome su propia decisión. Solo estamos autorizados a predicar la ley del Cristo, que no era otra que la ley del amor. Con ella como estandarte, podemos motivar a otros a que cultiven los frutos del espíritu, tales como 'amor, gozo, paz, gran paciencia, benignidad, bondad, fe, apacibilidad, y autodominio,' pues "contra tales cosas no hay ley." (Gál 5:22, 23.)
Todos debemos sopesar detenidamente con estudio y oración cual es nuestra posición ante Dios, pues al final "todos estaremos de pie ante el tribunal de Dios; porque está escrito: "'Tan ciertamente como que vivo yo --dice Jehová--, ante mí toda rodilla se doblará, y toda lengua hará reconocimiento abierto a Dios'".
"De manera que cada uno de nosotros rendirá cuenta de sí mismo a Dios", (Ro 14:10-12.) de sus hábitos, sus costumbres y su modo de actuar, por lo que nadie, tiene derecho a 'juzgar el proceder de su hermano'. Hay que animar a todos, a que 'no juzguen nada antes de su debido tiempo, hasta que venga el Señor, el cual sacará a la luz las cosas secretas de la oscuridad así como también pondrá de manifiesto los consejos de los corazones, y entonces a cada uno su alabanza le vendrá de Dios.' (1Co 4:5)
MEJOR QUE REGLAS IMPUESTAS POR HOMBRES.
Evidentemente, los cristianos tienen cosas más importantes que, las de estar preocupándose por las costumbres y los hábitos que desagradan a Dios. Pablo oraba para "que el amor de ustedes abunde todavía más y más con conocimiento exacto y pleno discernimiento; para que se aseguren de las cosas más importantes, para que estén exentos de defectos y no hagan tropezar a otros hasta el día de Cristo". (Flp 1:9, 10.)
Y es que los cristianos no tienen que estar excesivamente preocupados por investigar las raíces ni la veracidad de las fiestas y costumbres de anta o. Como dijo La Atalaya del 15 de mayo de 1972, pág. 295, "es una pérdida de tiempo y fomento inútil de angustia el preocuparnos cómo servía el objeto en el pasado (o qué significa hoy en otra parte del mundo)".
No entendemos, cómo después de decir esto, los Testigos siguen afanados en buscarle los tres pies al gato a las costumbres y hábitos que nos rodean.
cada cual debe participar de ellas, o libremente rechazarlas, sin entrar en el juego en el que han entrado los testigos de Jehová hasta ahora, "que terminan en nada, pero que proporcionan cuestiones para investigación más bien que una dispensación de cosa alguna por Dios con relación a la fe." (1Ti 1:4.)
Sinceramente, cuando uno examina la multitud de citas que efectúan los Testigos de la Enciclopedia Británica o Americana, surgen muchas dudas por saber qué harían o qué creerían ellos de no existir estas enciclopedias. Parece como si sus prohibiciones dependieran en su totalidad, del fruto de las investigaciones que han realizado los publicadores de estas enciclopedias, personas ajenas a los Testigos; y que sin ellas, nadie sabría del origen de tales fiestas, y podría celebrarlas con libertad, sin relacionarlas en absoluto con fiestas o celebraciones paganas del pasado. Por eso, más bien que preocuparnos por cada costumbre que nos rodea, debemos dejar que éstas especulaciones las realicen este tipo de personas que se sienten autorizados a determinar lo correcto e incorrecto de las cosas, que no son felices con las normas bíblicas y la libertad que gozan los cristianos desde que Cristo nos trajo la libertad, (Jn 8:32) y que tienen miedo a tal libertad.
Para sentirse seguros en la vida, necesitan un código de normas que delimite cada paso, como el ni o que necesita de un andador o una ni era. El cristiano maduro no debe ser así. Debe ser como criatura recién nacida en lo que respecta a la maldad, pero como un hombre con la estatura de Cristo con respecto a usar sus facultades perceptivas para distinguir tanto lo correcto como lo incorrecto. (1Pe 2:2; Heb 5:14.)
Como dijo Pablo: "Por lo tanto, hermanos, no somos hijos de una sirvienta, sino de la mujer libre. Para tal libertad Cristo nos libertó. Por lo tanto, estén firmes, y no se dejen restringir otra vez en un yugo de esclavitud." (Gál 4:31-5:1.)
El cristiano no tiene que someterse a ritos religiosos que violen su conciencia entrenada por la Biblia; no debe estar atado a costumbres que le supongan cargas, financiera o en otros sentidos; no deben sentirse obligados a hacer, o no hacer algo concreto, pero tampoco debe estar restringido en su proceder y actuar por las normas y prohibiciones que grupos sectarios establecen para distinguirse de los demás, especialmente cuando tales costumbres no están prohibidas por algún pasaje bíblico, y cuando son inofensivas y fruto de la cultura popular. Las personas que se dedican a establecer tales rigorismos, no entienden que el objetivo de cualquier mandato debe de ser, el "amor procedente de un corazón limpio y de una buena conciencia y de fe sin hipocresía."
No solo en éste siglo veinte, sino en todas las épocas, ha existido personas que han pretendido discernir lo que gusta y disgusta a nuestro Dios, "queriendo ser maestros de ley, pero sin percibir ni las cosas que dicen ni las cosas acerca de las cuales hacen vigorosas afirmaciones."
Pablo estaba muy consciente, que con la venida de Cristo, muchas cosas habían cambiado para los cristianos. Que el pacto de Dios con los hombres era en los corazones, y no un pacto escrito. Que ya no estamos bajo Ley, porque "nosotros sabemos que la Ley es excelente con tal que uno la maneje legítimamente con el conocimiento de este hecho: que la ley no se promulga para el justo, sino para desaforados e ingobernables, impíos y pecadores, faltos de bondad amorosa, y profanos, parricidas y matricidas, homicidas, fornicadores, hombres que se acuestan con varones, secuestradores, mentirosos, perjuros y cualquier otra cosa que esté en oposición a la enseñanza saludable". (1Ti 1:5-10.)
Por eso, cada cristiano, tiene la obligación de mantener su conciencia limpia, de entrenar sus facultades perceptivas para distinguir lo correcto de lo incorrecto, por medio de uso, y recordar que "sea que estén comiendo, o bebiendo, o haciendo cualquier otra cosa, tienen que hacer todas las cosas para la gloria de Dios". (1Co 10:31.)
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Desde España con amor
JL Sansaloni
Cristiano hombre libre
Sacado por la Gracia del Señor del pozo oscuro de la ignorancia.