...Antes que vengan los días malos, y lleguen los años de los cuales digas: No tengo en ellos contentamiento.
La vejez es la etapa final del ser humano en este mundo. Comúnmente llamada "la edad de oro", la vejez se caracteriza por una condición física en la que el vigor disminuye y los sentidos se debilitan progresivamente. A su vez, tal condición trae un estado de decaimiento anímico; se dejan de hacer las cosas que antes resultaban placenteras. Pero la vejez trae consigo una carga de experiencia y consejería que es poco valuada. En especial, para la actual generación de pulso acelerado y poco tiempo para meditar en los últimos años.
Para unos, puede ser una época feliz en la que se disfrute lo adquirido tras años de trabajo duro. Pero, para la gran mayoría de los ancianos, es un tiempo difícil en que las enfermedades crónico degenerativas acentúan una apatía que roba felicidad y paz.
El consejo del predicador no es para desperdiciarse ahora que uno está en la madurez de la vida, cuando aún se tienen las capacidades suficientes y el interés en construir un provenir. En la vida cristiana, la vejez debería ser vista como una época en la que decir "anciano" se diga con respeto y cariño a nuestros viejitos, y no solo a la familia consanguínea.
Todos tenemos el trabajo de reconfortar a los miembros que ya han recorrido una gran parte de la milla verde, dado que hay mucho que aprender de ellos, tratarlos con paciencia porque, en sus años de juventud, ellos estaban sanos y fuertes para proveer lo necesario, y ahora nos necesitan; se vuelven como niños que requieren cuidados y amor.
En lo personal, me siento contento porque, aunque mi papá partió con el Señor hace unos pocos años, aún conservo a mi mamá, la cual me hace pensar en lo mucho que debo agradecer al Señor por ella y por mi papá ausente. Pero hay otra parte en mí que se siente triste a ratos... Sé que un día se irá mi mamá a reunirse con los seres queridos que se han adelantado, y que en especial estarán en el gozo eterno con el Altísimo. Así son las cosas debajo del sol.
Dios bendiga a mis hermanos en Cristo.
La vejez es la etapa final del ser humano en este mundo. Comúnmente llamada "la edad de oro", la vejez se caracteriza por una condición física en la que el vigor disminuye y los sentidos se debilitan progresivamente. A su vez, tal condición trae un estado de decaimiento anímico; se dejan de hacer las cosas que antes resultaban placenteras. Pero la vejez trae consigo una carga de experiencia y consejería que es poco valuada. En especial, para la actual generación de pulso acelerado y poco tiempo para meditar en los últimos años.
Para unos, puede ser una época feliz en la que se disfrute lo adquirido tras años de trabajo duro. Pero, para la gran mayoría de los ancianos, es un tiempo difícil en que las enfermedades crónico degenerativas acentúan una apatía que roba felicidad y paz.
El consejo del predicador no es para desperdiciarse ahora que uno está en la madurez de la vida, cuando aún se tienen las capacidades suficientes y el interés en construir un provenir. En la vida cristiana, la vejez debería ser vista como una época en la que decir "anciano" se diga con respeto y cariño a nuestros viejitos, y no solo a la familia consanguínea.
Todos tenemos el trabajo de reconfortar a los miembros que ya han recorrido una gran parte de la milla verde, dado que hay mucho que aprender de ellos, tratarlos con paciencia porque, en sus años de juventud, ellos estaban sanos y fuertes para proveer lo necesario, y ahora nos necesitan; se vuelven como niños que requieren cuidados y amor.
En lo personal, me siento contento porque, aunque mi papá partió con el Señor hace unos pocos años, aún conservo a mi mamá, la cual me hace pensar en lo mucho que debo agradecer al Señor por ella y por mi papá ausente. Pero hay otra parte en mí que se siente triste a ratos... Sé que un día se irá mi mamá a reunirse con los seres queridos que se han adelantado, y que en especial estarán en el gozo eterno con el Altísimo. Así son las cosas debajo del sol.
Dios bendiga a mis hermanos en Cristo.
