Esta frase de 2Tim 4:20 ha sido suficientemente desatendida, como para que ahora, entre todos, podamos desentrañar de ella una oportuna y provechosa enseñanza.
Dos cosas aquí nos sorprenden: una, que Pablo hubiese dejado a su colaborador Trófimo en Mileto, prosiguiendo él su viaje a Roma. Otra, que lo dejara enfermo. Lo primero podría fácilmente excusarse, ya que era forzada su ida a Roma. Este detalle nos sirve para frenar las críticas apresuradas a los hermanos, para actitudes que sin comprenderlas, reprobamos. A veces se presentan situaciones que, de saberlas, no arriesgaríamos preocupaciones e injustas conjeturas.
Lo segundo, es que él mismo apunta que lo dejara enfermo. ¿Cómo? ¿Acaso no poseía Pablo todos los dones? ¿No había ya Dios hecho milagros por la mano de Pablo, incluso sanando enfermos? (Hch 19: 11,12). ¿No había Pablo revivido a Eutico? (Hch 20:10).
Que Trófimo hubiese quedado enfermo en Mileto, quizás no le hizo tanto mal como podríamos imaginar, pero nos hace mucho bien a nosotros que a veces nos afligimos cuando la enfermedad se nos presenta, ya sea en carne propia o en alguno de los nuestros. Si esta acaba con la muerte, nuestra consternación es mayor. Trófimo enfermo en Mileto nos dice que ni los dones están a nuestra orden, y que ni siquiera la oración siempre resulta acorde a nuestro expreso pedido. Así, aprendemos que ni Dios nos ama menos ni que se distrae en sus cuidados u olvide de nosotros, sino que su Soberanía incluye planes que de momento nos son ajenos. Así recordamos cuando el Señor Jesús al enfermarse Lázaro “Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios” (Jn 11:4).
Nosotros no podemos impedir que nuestra limitación humana e incomprensión estallen en llanto, reclamos y voces de protesta. Pero Trófimo, quedando enfermo en Mileto, nos enseña que lo que no comprendemos ahora, lo entenderemos después (Jn 13:7).
Cordiales saludos
Dos cosas aquí nos sorprenden: una, que Pablo hubiese dejado a su colaborador Trófimo en Mileto, prosiguiendo él su viaje a Roma. Otra, que lo dejara enfermo. Lo primero podría fácilmente excusarse, ya que era forzada su ida a Roma. Este detalle nos sirve para frenar las críticas apresuradas a los hermanos, para actitudes que sin comprenderlas, reprobamos. A veces se presentan situaciones que, de saberlas, no arriesgaríamos preocupaciones e injustas conjeturas.
Lo segundo, es que él mismo apunta que lo dejara enfermo. ¿Cómo? ¿Acaso no poseía Pablo todos los dones? ¿No había ya Dios hecho milagros por la mano de Pablo, incluso sanando enfermos? (Hch 19: 11,12). ¿No había Pablo revivido a Eutico? (Hch 20:10).
Que Trófimo hubiese quedado enfermo en Mileto, quizás no le hizo tanto mal como podríamos imaginar, pero nos hace mucho bien a nosotros que a veces nos afligimos cuando la enfermedad se nos presenta, ya sea en carne propia o en alguno de los nuestros. Si esta acaba con la muerte, nuestra consternación es mayor. Trófimo enfermo en Mileto nos dice que ni los dones están a nuestra orden, y que ni siquiera la oración siempre resulta acorde a nuestro expreso pedido. Así, aprendemos que ni Dios nos ama menos ni que se distrae en sus cuidados u olvide de nosotros, sino que su Soberanía incluye planes que de momento nos son ajenos. Así recordamos cuando el Señor Jesús al enfermarse Lázaro “Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios” (Jn 11:4).
Nosotros no podemos impedir que nuestra limitación humana e incomprensión estallen en llanto, reclamos y voces de protesta. Pero Trófimo, quedando enfermo en Mileto, nos enseña que lo que no comprendemos ahora, lo entenderemos después (Jn 13:7).
Cordiales saludos