A la espera de tu otra mitad que Dios te ha preparado

18 Mayo 2018
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Cada uno de nosotros tenemos nuestras propias expectativas de cómo sería el matrimonio. ¿Sabes, de entre mucha gente que uno conoce en la vida, quién será nuestra otra mitad? ¿Esto depende de nosotros? Remontándome sobre el transcurso de mi vida, comprendí que nuestro compañero de vida ha sido preparado por Dios hace mucho tiempo.
Mi expectativa para un matrimonio feliz
Nací dentro de una feliz familia cristiana. Desde que era pequeña, he creído en el Señor al lado de mi familia. Cuando era joven, mi tía a menudo me llevaba a la iglesia para asistir a las ceremonias. Cada vez que veía a los hermanos y hermanas teniendo su boda en la iglesia, con sus felices y lindas sonrisas en sus rostros, soñaba que Dios también me ofrecería un feliz y buen matrimonio cuando creciera.
Mi primera relación fallida
Cuando era una estudiante de segundo año de universidad, conocí a Zong a través de internet. Conversábamos muy felices y él me llamaba todas las noches. Me dijo que sus padres preferían a su hermano menor antes que a él y que él no sentía el amor por parte de su familia. Y así, simpatizaba mucho con él y a menudo le leía la Biblia y utilizaba las palabras del Señor para consolarlo y motivarlo. Sin pensarlo mucho, me encariñé con él. Por entonces, mi idea acerca del amor era muy simple: siempre que dos personas se aman de verdad, ellos podrían convertirse en novio y novia y unir sus vidas, juntos en sagrado matrimonio.
Sin embargo, no esperaba que al momento de contarles del entorno familiar de Zong y su situación a los hermanos y hermanas y a mi familia, todos ellos reaccionaran de manera desfavorable acerca de nuestra relación. Mis padres me instaron que encontrara a una pareja que tenga cosas en común conmigo, porque solo de esta forma podría tener una vida conyugal feliz. Los hermanos y hermanas también me aconsejaron no tomar una decisión apresurada de mi matrimonio y me aconsejaron que debiera rezar más al Señor y dejar en Sus manos mi matrimonio, pidiéndole a Él que me demuestre si Zong era mi otra mitad que el Señor me había preparado. Al oír sus palabras, sentí mucha tristeza en mi corazón, pero aún así decidí tomar en cuenta mi relación con Zong. Así que recé al Señor y le pedí que me llevara a tomar la mejor decisión.
No mucho después, mi amigo me dijo que cuando yo estaba en plena relación con Zong, él mismo también estaba viendo muchas otras chicas. Cuando escuché sobre eso, me sentí conmocionada y desilusionada, pero aún más, estuve agradecida con el Señor, porque Él escuchó mi plegaria y a través de la verdad, me hizo saber que Zong y yo no éramos los indicados para ser novio y novia respectivamente. Sin embargo, durante mi contacto con él, había llegado a sentir afecto por él, así que cuando necesitaba romper con él, no pude sino sentir un poquito de tristeza en mi corazón y estaba poco dispuesta de tomar tal decisión. Más tarde, los hermanos y hermanas se unieron a mí y dijeron: “como cristiana, si quieres tener un matrimonio feliz, lo más importante es encontrar a una pareja que valore los mismos ideales y siga tu mismo camino. Si tu otra mitad no cree en el Señor, probablemente este afecte tu fe en el Señor. Hay unos cuantos casos de matrimonios fallidos que han ocurrido en la iglesia. Tomemos por ejemplo, después de casarse con parejas no cristianas, algunos hermanos y hermanas fueron impedidos de creer en el Señor y asistir a reuniones e incluso tuvieron limitaciones para leer la Biblia y adorar a Dios en casa. El matrimonio es el acontecimiento más importante en nuestras vidas. No podemos tomar una decisión a ciegas. Debemos rezar al Señor más sobre este asunto porque sólo aquella persona que el Señor nos la ha preparado es la más indicada para nosotros”. Su comunicación fue muy beneficiosa y provechosa para mí. Sentí un enorme alivio en mi corazón, ya no me sentiría arruinada con mis problemas sentimentales. Así que decidí plantearme nuevos estándares para tener un cónyuge.
Mi segunda relación fallida
Un día, vi que decía en la Biblia: “que yo y mi casa serviremos á Jehová” (Josué 24:15). ¡Correcto! Desde que creí en el Señor, mi familia también debería adorar al Señor también más. Así que debo encontrar una pareja parecida a mí de manera que podamos ir juntos por la senda de la fe en Dios, sólo de esta forma podremos amarnos, apoyarnos y servir juntos al Señor. Después de entender la voluntad del Señor, decidí encontrar un novio que creyera en Él, así podríamos servir y adorar al Señor con un solo corazón.
Un año más tarde, una hermana me presentó a Li Kemu, un seminarista. Siempre había pensado que los seminaristas estaban muy familiarizados con la Biblia y que también se dedicaban al Señor y pasaban su vida entera para Su servicio, por tanto ellos serían los cristianos más devotos. Me decía a mí misma: si pudiera casarme con un digno seminarista en el futuro, estoy segura que obtendría gran apoyo y ayuda en espíritu e ir por la senda correcta de la fe en Dios. Al pensar en eso, me sentí entusiasmada, pensando que finalmente habría encontrado al hombre de mis sueños.
Sin embargo, la realidad no resultó como me la imaginé. En el curso de nuestra relación, descubrí que a él no le gustaba hablar conmigo acerca de la Biblia y de la fe en Dios. Al principio, sentí un poco de tristeza en mi corazón, excepto admiración hacia él, no me lo tomé a pecho. Sin embargo, lo que era inconcebible para mí fue que de pronto, una vez me dijo que quería vivir conmigo. Sus palabras de verdad me causaron repulsión. Pensé: es un seminarista además de cristiano, ¿cómo es posible que me haga tal pedido? Busco un novio con el propósito de casarme con él; lo que es más, Dios detesta que las parejas vivan juntos antes del matrimonio. Por esa razón, lo rechacé con determinación; sin embargo, me dijo despreocupadamente: “en nuestra escuela, muchas parejas viven juntas afuera del campus: algunos alquilan un lugar, algunos se alojan en un hotel…”. Al escuchar estas palabras, me parecieron increíbles y respondí: “¡Tu escuela es un seminario y ustedes son seminaristas, quienes van a servir como pastores en el futuro! ¿Cómo pueden hacer esas cosas? ¡Eso es desagrada por Dios!” “¿Qué tiene de malo? Ahora, el mundo entero es oscuro y maligno. Es verdad que somos estudiantes del seminario pero también somos como la gente común, quienes naturalmente se influencian por las tendencias sociales”, respondió a la ligera. Al escuchar estas palabras, mi corazón sintió mucha cólera. ¿Qué clase de seminarista es este? ¡No tiene ninguna reverencia hacia Dios! Sus palabras y acciones no se diferencian de los no creyentes. Si me caso con alguien como aquel, que ni siquiera le gusta hablar acerca de la fe en Dios, ¿cómo podría obtener apoyo y ayuda en espíritu de él y servir al Señor junto con él? ¿Todos estos no eran ilusiones? Al pensar en eso, rompí con él.
Al momento de conocer a nuestro compañero de vida, esto es ordenado por Dios
Habiendo pasado por las dos relaciones fallidas, me sentí algo desanimada y descorazonada. Me preguntaba cómo rayos era la otra mitad que Dios me había preparado y cuándo podría conocerlo. Estaba desconcertada con esas preguntas hasta que un día cuando vi los versos en el libro de Rut: “Y Ruth respondió: No me ruegues que te deje, y que me aparte de ti: porque donde quiera que tú fueres, iré yo; y donde quiera que vivieres, viviré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios. Donde tú murieres, moriré yo, y allí seré sepultada: así me haga Jehová, y así me dé, que sólo la muerte hará separación entre mí y ti” (Rut 1:16–17). “Y DIJOLE su suegra Noemi: Hija mía, ¿no te tengo de buscar descanso, que te sea bueno?” (Rut 3:1). Aunque Rut había padecido de frustración en el matrimonio, ella no se volvió a casar después que su esposo murió; más bien, ella continuaba siguiendo a su suegra en la creencia en Dios. Luego, conforme a los maravillosos planes y orquestaciones de Dios, ella tuvo su encuentro con su otra mitad: Boaz. A través de la experiencia de Rut, entendí que Dios hace planes de todas las cosas en el mundo invisible. Cuando entendí eso, ya no me sentía perturbada debido a mis anteriores romances fallidos sino que me sentí mucho más liberada. Creí que cuando llegara la hora indicada, Dios me permitiría conocer a mi compañero.
Y lo conocí, el compañero de vida
Después de dos años, las hermanas de la iglesia me presentaron a Tao. Ese año tenía 25 años.
Cuando lo vi por primera vez, él tenía puesto un par de anteojos, lucía algo tonto y bastante honesto. Luego, asistíamos juntos con frecuencia a las reuniones. En ese tiempo, teníamos una reunión de estudio bíblico una vez a la semana, en la que leíamos las palabras del Señor y compartíamos juntos nuestros conocimiento de Sus palabras. Cada vez que le tocaba el turno para compartir palabras, él siempre podía transmitir algo de nueva iluminación e ilustración, los cuales me beneficiaban mucho y hacían que mi corazón se sintiera muy luminoso. Paulatinamente, empezábamos una relación. Sin embargo, no estaba segura si él era mi otra mitad que Dios me había preparado. Y así, recé por aquello e hice que mi corazón busqué en la voluntad de Dios, presta a obedecer Su plan y orquestación.
Una vez, Tao compartió los siguientes versos conmigo: “Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y le puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase” (Génesis 2:15). “Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo; haréle ayuda idónea para él’” (Génesis 2:18). Luego él se unió a mí, “el matrimonio de cada persona es ordenado por Dios hace mucho tiempo. Por ejemplo en aquel entonces, Dios hizo a Eva de modo que ella pudiera hacerle compañía a Adán, por eso que ellos juntos pudieron ayudarse y hacerse cargo del Jardín del Edén”. Su comunidad me hizo entender mejor que Dios hace mucho tiempo nos ha preparado nuestras otras mitades respectivas.
Posteriormente, durante el tiempo que pasábamos juntos, cuando yo tropezaba con dificultades, con frecuencia él era capaz de unirse a mí con respecto a las palabras del Señor para hacerme entender Su voluntad y ayudarme a superar las dificultades. Los hermanos y hermanas, y nuestras familias aprobaron bastante nuestra relación, así que confirmé aún más en mi corazón que él era la otra mitad que Dios me había preparado. En 2007, Tao y yo, en medio de buenos deseos por parte de nuestras familias, y hermanos y hermanas, unimos juntos nuestras vidas en sagrado matrimonio.
Hasta la fecha, hemos estado casados por 11 años. Durante esos años, cuando nos enfrentamos a los problemas y dificultades, bien en la vida cotidiana o en espíritu, pudimos rezar a Dios con un solo corazón y encontrar el camino para practicar de Su palabra, luego lidiamos y resolvimos juntos esos problemas y dificultades. Cuando hubo desavenencias y conflictos entre nosotros, a través de la oración y la búsqueda de Dios, ambos nos hacíamos más sencillos, más humildes en vez de ser más codiciosos “pujando por cada centavo”, de manera que pudimos entendernos y tolerarnos. De esta forma, los conflictos entre nosotros pudieron resolverse pronto y fuimos capaces de vivir en paz entre nosotros otra vez.
El matrimonio es determinado por los destinos de ambas partes
Un día, vi las palabras de Dios que decían: “Uno se encuentra con muchas personas en su vida, pero no sabe quién será su compañero o compañera en el matrimonio. Aunque todos tienen sus propias ideas y posturas personales en este asunto, nadie puede prever quién será finalmente su media naranja real, y las nociones que uno pueda tener cuentan poco. Después de conocer a una persona que te gusta, puedes mostrar interés por ella; pero si este interés es recíproco o no, si puede llegar a ser tu pareja, no te toca a ti decidirlo. El objeto de tus afectos no es necesariamente la persona con la que podrás compartir tu vida; y, entretanto, alguien que nunca esperabas entra silenciosamente en tu vida y se convierte en tu pareja, pasa a ser el elemento más importante en tu destino, tu otra mitad, alguien a quien tu destino está inextricablemente vinculado. […] El matrimonio es una importante coyuntura en la vida de una persona. Es el producto de su destino, un vínculo crucial en el mismo; no se fundamenta en la voluntad o las preferencias individuales de cualquier persona, y no está influenciado por ningún factor externo, sino que está determinado totalmente por los destinos de las dos partes, por los arreglos y las predeterminaciones del Creador relativos a los destinos de la pareja”.
Las palabras de Dios me permiten entender mejor cómo Dios manda en nuestro matrimonio. Él hace los planes de acuerdo a los destinos de ambas partes. No importa la opción y preferencia que tengamos, nunca cambiará el matrimonio que Dios ha decidido para nosotros. Y lo que Dios nos prepare es para bien. Recordando cuando primero buscaba un novio, esperaba encontrar a alguien que fuera bien parecido y de mis sueños de acuerdo a mis propios estándares. Mi primer novio, aunque cumplía mis condiciones, tenía un carácter desfavorable: mientras estaba en una relación conmigo, él también salía con muchas otras chicas. Ni siquiera tenía la moral que la gente normal debe tener, por lo menos. Si bien él me escuchaba leer la Biblia, no creía en el Señor. No teníamos una fe en común e íbamos por diferentes caminos en la vida, así que él no era el indicado para ser mi pareja. Más tarde y supuestamente, conocí a una persona que era parecida a mí. Había creído que podríamos ayudarnos y apoyarnos en espíritu y caminar juntos por la senda de la fe en Dios. Sin embargo, resultó que él era un falso creyente. Por fin, de acuerdo a los planes de Dios, conocí a Tao y después nos casamos. Esto me hizo ver que, en efecto, yo no decido en mi matrimonio sino que este se rige y planifica por Dios en Su totalidad. La elección de mi otra mitad de acuerdo a mi gusto fue equivocada e incompatible según la voluntad de Dios. Y el matrimonio que Dios me concedió es para bien. Mi esposo y yo somos uno en mente y propósito y juntos adoramos a Dios y cumplimos nuestros deberes como Sus criaturas. Vivimos muy felices. Agradezco a Dios desde el fondo de mi corazón por lo que Él me preparó.
A través de mi experiencia, siento de verdad, que la pareja en nuestro viaje por la vida fue preparada por el Creador hace mucho tiempo. En el matrimonio, deberíamos mantener un corazón de espera y búsqueda, obedeciendo la soberanía y los designios de Dios.