Estimado hermano:
Dios no le pide a nadie lo imposible. Si alguien ignora la verdadera fe, pero se guía por la recta conciencia y trata de seguir lo que la conciencia le indica como verdadero, esa persona puede alcanzar la salvación. Por eso, los que no conocen el cristianismo tienen posibilidades de salvarse.
Te cito lo que dice el Concilio Vaticano II, Constitución dogmática Lumen Gentium:
14. El Sagrado Concilio ante todo se dirige a los fieles católicos. Porque enseña, fundado en la Sagrada Escritura y en la Tradición, que esta Iglesia, peregrina, es necesaria para la salvación. Pues solamente Cristo es el Mediador y el camino de salvación, que se nos hace presente en su Cuerpo, que es la Iglesia; y El mismo, al inculcar expresamente la necesidad de la fe y del bautismo (cf. Marc. 16, 16; Io. 3, 5), confirmó a un mismo tiempo la necesidad de la Iglesia, en la que los hombres entran por el bautismo como por una única puerta. Por ello, no podrían salvarse quienes, sabiendo que la Iglesia católica fue instituida por Dios, mediante Jesucristo, como necesaria, desdeñaren entrar o no quisieren permanecer en ella.
A la sociedad de la Iglesia se incorporan plenamente los que, teniendo el Espíritu de Cristo, aceptan íntegramente su organización y todos los medios de salvación depositados en ella, y por los vínculos de la profesión de la fe, de los sacramentos, del régimen eclesiástico y de la comunión, se unen en su cuerpo visible con Cristo, que la dirige por medio del Sumo Pontífice y de los Obispos. Sin embargo, no alcanza la salvación, aunque esté incorporado a la Iglesia, el que, al no perseverar en la caridad, permanece en el seno de la Iglesia con el "cuerpo", pero no con el "corazón" (26). Y no olviden todos los hijos de la Iglesia que su privilegiada condición no debe atribuirse a sus propios méritos, sino a una gracia especial de Cristo; y, si no responden a ella con el pensamiento, palabras y obras, lejos de salvarse, serán juzgados con mayor severidad (27).
Los catecúmenos que, por impulso del Espíritu Santo, desean y quieren expresamente ser incorporados a la Iglesia, ya por ese mismo deseo se unen a ella; y la Madre Iglesia ya los abraza amorosa y solícitamente como a hijos.
15. La Iglesia se siente unida por varios vínculos con todos los que se honran con el nombre de cristianos, por estar bautizados, aunque no profesan íntegramente la fe, o no conservan la unidad de comunión bajo el Sucesor de Pedro (28). Muchos, pues, conservan la Sagrada Escritura como norma de fe y de vida, y manifiestan celo religioso, creen en el amor de Dios Padre todopoderoso, y en Cristo Hijo de Dios y Salvador (29), están marcados con el bautismo, por el que se unen a Cristo, y hasta reconocen y aceptan, en sus propias Iglesias o comunidades eclesiales, otros sacramentos. Muchos de ellos tienen también el episcopado, celebran la Sagrada Eucaristía y fomentan la piedad hacia la Virgen Madre de Dios (30). A esto se añade también la comunión de oraciones y de otros beneficios espirituales; más aún, una cierta unión verdadera en el Espíritu Santo, puesto que también obra en ellos con su virtud santificante por medio de dones y de gracias, y a algunos de ellos hasta les dio la fortaleza del martirio. Así es como el Espíritu promueve en todos los discípulos de Cristo el deseo y la actuación para que todos se unan pacíficamente en un rebaño y bajo un solo Pastor, tal como Cristo determinó (31). Para obtener lo cual la Madre Iglesia no cesa de orar, esperar y trabajar, y a todos sus hijos los exhorta a que se santifiquen y se renueven de modo que la imagen de Cristo resplandezca más clara sobre la faz de la Iglesia.
16. Por fin, los que todavía no han recibido el Evangelio, en diversas formas están ordenados al Pueblo de Dios (32). En primer lugar, aquel pueblo al que se confiaron las alianzas y las promesas, y del cual nació Cristo según la carne (cf. Rom. 9, 4-5); pueblo, según la elección, amadísimo a causa de sus padres, porque los dones y la vocación de Dios son irrevocables (cf. Rom. 11, 28-29). Mas el plan de salvación abarca tambien a los que reconocen al Creador, y entre ellos están en primer lugar los Musulmanes que, haciendo expresa profesión de la fe de Abraham, adoran con nosotros a un solo Dios, misericordioso, que ha de juzgar a los hombres en el último día. Este mismo Dios tampoco está lejos de otros que entre sombras e imágenes buscan al Dios deconocido, puesto que les da a todos la vida, la inspiración y todas las cosas (cf. Act. 17, 25-28), y como Salvador quiere que todos los hombres se salven (cf. 1 Tim. 2, 4). De hecho, los qu inculpablemente desconocen el Evangelio de Cristo y su Iglesia, pero aún van buscando con sinceridad a Dios, y bajo el influjo de la gracia se esfuerzan por cumplir con las obras de Su voluntad, conocida por el dictamen de la conciencia, pueden conseguir la salvación eterna (33). La divina Providencia no niega los auxilios necesarios para su salvación a los que sin culpa suya no llegaron todavía a un claro reconocimiento de Dios y, sin embargo, se esfuerzan, no sin auxilio de la gracia divina, por encontrar una recta vida. La Iglesia aprecia todo lo bueno y verdadero, que entre ellos se da, como una preparación para el evangelio (34), y como dado por quien ilumina a todo hombre, para que finalmente tenga la vida. Pero con demasiada frecuencia los hombres, engañados por el demonio, se hicieron necios en sus razonamientos y trocaron la verdad de Dios por la mentira, sirviendo a la criatura más bien que al Creador (cf. Rom. 1, 21 y 25), o, viviendo y muriendo sin Dios en este mundo, están expuestos a la desesperación final. Por esto la Iglesia, al recordar el mandato del Señor: Predicad el Evangelio a toda criatura (cf. Marc. 16, 15), fomenta cuanto puede las misiones para promover la gloria de Dios y la salvación de todos éstos.
Bendiciones