A cara descubierta.......

job377

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24 Enero 2004
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II. EXPOSICION DE LAS DOCTRINAS GNOSTICAS
El prólogo del libro I descubre la preocupación de San Ireneo: «Algunos, rechazando la verdad, introducen falsos discursos» y por medio de argucias tratan de engañar a los cristianos sencillos; manipulan el sentido de la Palabra divina, mienten sobre el Creador, presumen de un «conocimiento» (gnosis) reservado a ellos, que los elevan por sobre el Creador, hasta un Padre supremo que sería por naturaleza desconocido para todos, y enteramente desconectado de este mundo. Sus métodos: se encubren bajo el secreto reservado a los iniciados. Por el secretismo y la apariencia de gnosis, su doctrina ejerce fascinación sobre los ingenuos. La táctica de San Ireneo es arrancarles la máscara y sacar a la luz su doctrina para que sus errores queden al desnudo (libro I). Luego desentraña sus enseñanzas para mostrar las contradicciones y su oposición a la Palabra revelada (libros II-V).

1. Origen
Se ignoran sus remotos orígenes históricos. Se tienen datos sobre su desarrollo, parcialmente en el Nuevo Testamento, por las referencias antiheréticas sobre todo de San Pablo y de San Juan (1).

1.1. Psicológico. El mal que experimentamos en el mundo causa una angustia de la que los seres humanos tratamos de liberarnos. Esta tendencia da origen a diversas religiones, que ofrecen variadas respuestas, muchas de las cuales proponen la huida del mundo material en que vivimos, al que se considera causa y origen de los males. El gnosticismo trata de «conocer» (de ahí la gnosis) la «verdadera naturaleza» del mundo, del ser humano y de Dios. Cree encontrar la salvación en el conocimiento. El hombre verdadero es el espíritu, «semilla de la divinidad» encarcelada en la carne, que el Salvador habría venido a liberar para que se remonte a su origen en el Pléroma (es decir la Plenitud en la región del espíritu). Por supuesto, dicha gnosis es privilegio del «iniciado» (en griego mystes, de donde resulta una religión «mistérica»).

«La gnosis del gnosticismo es una forma de conocimiento religioso que tiene por objeto la verdadera realidad espiritual del hombre. Dada a conocer por un revelador-salvador y garantizada por una propia tradición esotérica, la gnosis es de suyo capaz por sí misma de salvar a quien la posee. Por lo general la didaskalía o instrucción gnóstica, con la que el adepto es iniciado, se basa en la transmisión de un relato mítico, que se propone responder a las preguntas existenciales típicas de todo gnóstico» (2).

1.2. Histórico. Según San Ireneo, Simón el Mago (cf. Hech 8,9-25) es el patriarca de todos los gnósticos cristianos (3). Durante el siglo I estos sectarios se concentraron en las regiones de Palestina y Siria, pero ya a mediados del siglo II se extendieron a Egipto y al Occidente.

1.3. Fuentes. Acuden a las mismas fuentes que los cristianos, pero usadas e interpretadas a su manera:

1ª La Escritura. San Ireneo los acusa de abusar de ella, entresacando vocablos y frases aisladas para explicarlas de tal modo que apoyen sus doctrinas, cuyo origen toman de otras fuentes. De este modo simulan ser cristianos para engañar a los incautos y arrastrarlos a sus sectas (cf. III, 25,2). (4) Como presumen de tener el «conocimiento», pasan por ser aquellos que interpretan la Biblia de modo profundo, guiados por los «misterios» que en secreto San Pablo habría comunicado a algunos elegidos, ocultos para los cristianos comunes.

2ª La Tradición. Se oponen a la Tradición de la Iglesia, pues ellos guardarían la verdadera, ya que el Señor, que tenía diversas naturalezas (el Cristo «de arriba» o pneumático y el «terreno» o psíquico) habría revelado una cosa a los sencillos y terrenos, y otra más elevada a los espirituales o «pneumáticos» (cf. III, 11,1; 16,1.6): a los judíos y a los Apóstoles (que también eran judíos), como eran «psíquicos» y no «espirituales» (cf. III, 15,2), les anunció al Dios del Antiguo Testamento. En cambio, a los «espirituales» les reveló a su Padre, que es enteramente desconocido (cf. III, 5,1; 12,6). Por eso los Apóstoles siguieron predicando al Dios judío (cf. III, 12,12). En cambio los «espirituales» recibieron la gnosis de la verdad completa (cf. III, 12,7; 13,2). De ahí que los cristianos de la Iglesia terrena deban salvar su alma por la fe y las obras, siguiendo lo mandado en el Antiguo Testamento y los Evangelios comunes. En cambio, a los iniciados Pablo enseñó al Padre desconocido y al Cristo «de lo alto» que se manifestó en Jesús (cf. III, 5,1; 17,1). Así pues, solamente los gnósticos conservan la tradición de «la verdad perfecta».