Este fue un buen día.
Me he sentido a gusto.
EL SEÑOR me ha bendecido.
En mi cumpleaños, poco puedo decir de mí, ya que eso no le importa a las personas. Pero sí puedo decir lo que Dios ha hecho a mi favor.
He permanecido a salvo de todas las cosas malas que hay en este mundo cruel. Libre de accidentes, de asaltantes, de peligros... y ahora, también a salvo de la pandemia. Dios ha puesto Su mirada en mí, y eso se agradece. Dios ha pasado por alto los pecados de mi juventud, aunque las hijas de mi pasado -las consecuencias- no han dudado ni un solo momento en perdonarme ni un solo error cometido, escupiéndome en la cara.
Muchas cosas habré de agradecer, y por muchas tantas también, habré de pedir perdón.
Ahora empieza una nueva etapa en la que se multiplicarán las molestias y malestares propios del proceso degenerativo por la edad. De igual modo, también se multiplicarán los milagros; Dios no deja de ser fiel a Su palabra para cumplirla. Cada año, cada día, cada minuto y segundo... Cada instante habrá de valer oro para mí, ya que la oscuridad está más cerca de mi futuro que cuando creí en el que me salvó.
Habré de vivir retirado de las cosas de la juventud para meditar y platicar con el que me trajo a cumplir un propósito tardío que aún no conozco. No sé con quién me cruce, no sé a qué personas conoceré, no sé en qué circunstancias me hallaré... Pero, sin duda alguna, este misterioso destino trazado por el dedo de Dios me conducirá hasta llegue al final de la milla verde. Me hará seguir Su gracia en mí.
Me he sentido a gusto.
EL SEÑOR me ha bendecido.
En mi cumpleaños, poco puedo decir de mí, ya que eso no le importa a las personas. Pero sí puedo decir lo que Dios ha hecho a mi favor.
He permanecido a salvo de todas las cosas malas que hay en este mundo cruel. Libre de accidentes, de asaltantes, de peligros... y ahora, también a salvo de la pandemia. Dios ha puesto Su mirada en mí, y eso se agradece. Dios ha pasado por alto los pecados de mi juventud, aunque las hijas de mi pasado -las consecuencias- no han dudado ni un solo momento en perdonarme ni un solo error cometido, escupiéndome en la cara.
Muchas cosas habré de agradecer, y por muchas tantas también, habré de pedir perdón.
Ahora empieza una nueva etapa en la que se multiplicarán las molestias y malestares propios del proceso degenerativo por la edad. De igual modo, también se multiplicarán los milagros; Dios no deja de ser fiel a Su palabra para cumplirla. Cada año, cada día, cada minuto y segundo... Cada instante habrá de valer oro para mí, ya que la oscuridad está más cerca de mi futuro que cuando creí en el que me salvó.
Habré de vivir retirado de las cosas de la juventud para meditar y platicar con el que me trajo a cumplir un propósito tardío que aún no conozco. No sé con quién me cruce, no sé a qué personas conoceré, no sé en qué circunstancias me hallaré... Pero, sin duda alguna, este misterioso destino trazado por el dedo de Dios me conducirá hasta llegue al final de la milla verde. Me hará seguir Su gracia en mí.