Escribí esto el año pasado luego del incidente. Pensé bien compartirlo con ustedes Dios les bendiga...
:: AL DERRIBADO ::
Hace como dos meses atrás vino una pareja de hermanos de Massachussets a visitarnos y decidimos llevarlos a ver nuestra gran ciudad de New York. Entre algunos lugares turísticos que pudimos visitar, les llevamos a las famosas “Torres Gemelas” [World Trade Center]. Verdaderamente eran edificios espectaculares. Pero poco sabíamos que la terrible mañana del 11 de Septiembre sería el último día en que disfrutaríamos de dicho privilegio.
Acababa de llegar a mi oficina en nuestro Nursing Home en Brooklyn, cuando recibí una llamada de unos de mis empleados informándome que las Torres estaban humeando. Al subir al 7mo piso de nuestro edificio, pudimos observar el evento que se desenlazaba claramente. La inmensidad de la estructura hacía a las mismas fácil de observar a la distancia. A nuestro lado se encontraba un Técnico de Emergencias Médicas de la ciudad [EMS - Emergency Medical Service] que nos traía un paciente. De su radio pudimos oír el mensaje, “Atención, todas las unidades, oficialmente un avión acaba de chocar con el World Trade Center. Tenemos muchas víctimas. Esto NO ES un simulacro.” Fue entonces que repentinamente apareció un segundo avión y azotó la torre adyacente. La escena era escalofriante. No podía creer lo que a nuestros ojos se desenlazaba. — “¡No es posible!” decía un anciano. El resto ya se ha hecho historia mientras vimos las magníficas torres caer y desaparecer del lienzo del panorama Neoyorquino. Las noticias que precedieron el evento fueron aún más lastimeras. Sobre 40,000 empleados diariamente ocupan estas torres y se estima que cientos de miles las visitan a diario. Cerca de 3000 vidas se estiman han perecido en la tragedia.
Este evento me trajo a la memoria al profeta Jeremías. El Señor le mostró al profeta que Israel sería destruida y devastada totalmente por sus enemigos. No sólo le mostró la destrucción de su pueblo, sino que le mandó a comprar la herencia a su primo Salum sabiendo que la eminente destrucción de Israel estaba en mano. Obviamente el siervo del Señor no ve la lógica en tal acto. Pero Dios amonesta a su siervo y le hace una retóricamente le dice: “He aquí yo soy Jehová, Dios de toda carne; ¿habrá algo que sea difícil para mí?” Dios continúa hablando con el profeta y le muestra una promesa incomparable de restauración total para la misma ciudad que se convertiría en escombros y el papel que el profeta ocuparía en los planes de Dios.
Recientemente, escuchamos al alcalde de la ciudad de New York anunciar la re-edificación del monumento neoyorquino y al arquitecto original de las Torres Gemelas, anunciar que no solo podían edificarlas con una mejor y más avanzada construcción, sino que podían añadirle otros 50 pisos sobre el tamaño original. Si estos hombres de diminuta comparación a nuestro excelentísimo Dios son capaces de hacer tales alegaciones de reconstrucción, ¿cuánto más le es posible a nuestro Dios el edificar una vida que, como nuestras torres, se ha derrumbado?
Y cuando todo lo que logres y conoces te haya fallado
¿Qué solución encontrarás a la circunstancia que has hallado?
Y cuando sea una que jamás, ni imaginariamente, llegó a tu mente
¿Culparemos a Aquél que todo puede de ignorar conscientemente?
¿Será posible que en los planes preconcebidos de mi existencia
se violen los atributos inmutables de un Dios de Amor y Benevolencia?
¿Cuestionaremos las acciones de Aquél Incuestionable, Magnífico Artista
cuando sólo los bordes de sus vestidos son expuestos a nuestra vista?
Cuán miserable ahora es mi vida al ver el extremo al que ha llegado,
al ver los logros y deseos de humillación espumarse y ser robados
y el ver los escombros de una gran ciudad ser escoria y lamento
de aquellos que la vieron en el poderío concedido por un momento.
Ahora las puertas quemadas y los muros derrumbados no tienen apariencia
y todos los que miran hacia ella cabecean por lo que ha quedado sin conciencia
por ser vergüenza del Imperio de incomparable poder y precedente
Imperio de pureza, Imperio del Altísimo, de ese Imperio trascendente.
Y que haremos cuando el hombre fuerte realice que sus fuerzas se acaban
cuando un mundo despiadado se asiente sobre los hombros que antes le ayudaban
y que poco a poco se vaya inclinando su semblante incapacitado
por la cuan enorme carga que domina sus fuerzas, imposibilitado.
Pero al mirar a aquel miserable que en sus hombros todo se asienta
realizo que es entonces que conoce que está al final de toda su fuerza.
Es ahora en que solamente uno dispuesto a la ayuda le pudiera
sostener la pesada carga que le agobia, un Ayudador que quisiera.
Y en la espera por ayuda esos días parecen años y los años larga espera
que simplemente anhelan, no ser ciudad fortificada sino una simple aldea
y que finalmente un Salvador apareciera, que sostuviese a ese mundo
y que así sus fuerzas recobrara, extinguiendo el llanto que arde en lo profundo.
Mi amigo y hermano, Jesús quiere ser tu Ayudador. Quizás la torre de tu vida ha caído y ha sido destruida a punto que has perdido la esperanza de poder levantarte nuevamente. Pero Jesús hoy te dice como le dijo al profeta Jeremías, ¿habrá algo que sea difícil para mí? El Señor anhela restaurar tu vida, reedificar los muros caídos, cambiar tu lamento en gozo. ¡El te levantará!
“Venid luego, dice Jehová, y entremos en cuenta: si tus pecados fueran como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana.” Isaías 1:18
En Cristo,
:: AL DERRIBADO ::
Hace como dos meses atrás vino una pareja de hermanos de Massachussets a visitarnos y decidimos llevarlos a ver nuestra gran ciudad de New York. Entre algunos lugares turísticos que pudimos visitar, les llevamos a las famosas “Torres Gemelas” [World Trade Center]. Verdaderamente eran edificios espectaculares. Pero poco sabíamos que la terrible mañana del 11 de Septiembre sería el último día en que disfrutaríamos de dicho privilegio.
Acababa de llegar a mi oficina en nuestro Nursing Home en Brooklyn, cuando recibí una llamada de unos de mis empleados informándome que las Torres estaban humeando. Al subir al 7mo piso de nuestro edificio, pudimos observar el evento que se desenlazaba claramente. La inmensidad de la estructura hacía a las mismas fácil de observar a la distancia. A nuestro lado se encontraba un Técnico de Emergencias Médicas de la ciudad [EMS - Emergency Medical Service] que nos traía un paciente. De su radio pudimos oír el mensaje, “Atención, todas las unidades, oficialmente un avión acaba de chocar con el World Trade Center. Tenemos muchas víctimas. Esto NO ES un simulacro.” Fue entonces que repentinamente apareció un segundo avión y azotó la torre adyacente. La escena era escalofriante. No podía creer lo que a nuestros ojos se desenlazaba. — “¡No es posible!” decía un anciano. El resto ya se ha hecho historia mientras vimos las magníficas torres caer y desaparecer del lienzo del panorama Neoyorquino. Las noticias que precedieron el evento fueron aún más lastimeras. Sobre 40,000 empleados diariamente ocupan estas torres y se estima que cientos de miles las visitan a diario. Cerca de 3000 vidas se estiman han perecido en la tragedia.
Este evento me trajo a la memoria al profeta Jeremías. El Señor le mostró al profeta que Israel sería destruida y devastada totalmente por sus enemigos. No sólo le mostró la destrucción de su pueblo, sino que le mandó a comprar la herencia a su primo Salum sabiendo que la eminente destrucción de Israel estaba en mano. Obviamente el siervo del Señor no ve la lógica en tal acto. Pero Dios amonesta a su siervo y le hace una retóricamente le dice: “He aquí yo soy Jehová, Dios de toda carne; ¿habrá algo que sea difícil para mí?” Dios continúa hablando con el profeta y le muestra una promesa incomparable de restauración total para la misma ciudad que se convertiría en escombros y el papel que el profeta ocuparía en los planes de Dios.
Recientemente, escuchamos al alcalde de la ciudad de New York anunciar la re-edificación del monumento neoyorquino y al arquitecto original de las Torres Gemelas, anunciar que no solo podían edificarlas con una mejor y más avanzada construcción, sino que podían añadirle otros 50 pisos sobre el tamaño original. Si estos hombres de diminuta comparación a nuestro excelentísimo Dios son capaces de hacer tales alegaciones de reconstrucción, ¿cuánto más le es posible a nuestro Dios el edificar una vida que, como nuestras torres, se ha derrumbado?
Y cuando todo lo que logres y conoces te haya fallado
¿Qué solución encontrarás a la circunstancia que has hallado?
Y cuando sea una que jamás, ni imaginariamente, llegó a tu mente
¿Culparemos a Aquél que todo puede de ignorar conscientemente?
¿Será posible que en los planes preconcebidos de mi existencia
se violen los atributos inmutables de un Dios de Amor y Benevolencia?
¿Cuestionaremos las acciones de Aquél Incuestionable, Magnífico Artista
cuando sólo los bordes de sus vestidos son expuestos a nuestra vista?
Cuán miserable ahora es mi vida al ver el extremo al que ha llegado,
al ver los logros y deseos de humillación espumarse y ser robados
y el ver los escombros de una gran ciudad ser escoria y lamento
de aquellos que la vieron en el poderío concedido por un momento.
Ahora las puertas quemadas y los muros derrumbados no tienen apariencia
y todos los que miran hacia ella cabecean por lo que ha quedado sin conciencia
por ser vergüenza del Imperio de incomparable poder y precedente
Imperio de pureza, Imperio del Altísimo, de ese Imperio trascendente.
Y que haremos cuando el hombre fuerte realice que sus fuerzas se acaban
cuando un mundo despiadado se asiente sobre los hombros que antes le ayudaban
y que poco a poco se vaya inclinando su semblante incapacitado
por la cuan enorme carga que domina sus fuerzas, imposibilitado.
Pero al mirar a aquel miserable que en sus hombros todo se asienta
realizo que es entonces que conoce que está al final de toda su fuerza.
Es ahora en que solamente uno dispuesto a la ayuda le pudiera
sostener la pesada carga que le agobia, un Ayudador que quisiera.
Y en la espera por ayuda esos días parecen años y los años larga espera
que simplemente anhelan, no ser ciudad fortificada sino una simple aldea
y que finalmente un Salvador apareciera, que sostuviese a ese mundo
y que así sus fuerzas recobrara, extinguiendo el llanto que arde en lo profundo.
Mi amigo y hermano, Jesús quiere ser tu Ayudador. Quizás la torre de tu vida ha caído y ha sido destruida a punto que has perdido la esperanza de poder levantarte nuevamente. Pero Jesús hoy te dice como le dijo al profeta Jeremías, ¿habrá algo que sea difícil para mí? El Señor anhela restaurar tu vida, reedificar los muros caídos, cambiar tu lamento en gozo. ¡El te levantará!
“Venid luego, dice Jehová, y entremos en cuenta: si tus pecados fueran como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana.” Isaías 1:18
En Cristo,
