Los pecados de la carne
Lo que el apóstol estaba experimentando en Romanos 7 era una guerra contra el pecado que habita en el cuerpo. «El pecado, encontrando la oportunidad en el mandamiento, me engañó-Era el pecado produciendo muerte en mí... vendido al pecado... sino el pecado que vive en mí» (vv. 11,13,14,17, 20). Mientras permanezca en la carne, un creyente es vencido frecuentemente por el pecado que hay dentro de él. Son muchas las batallas y muchos los pecados cometidos. Se pueden clasificar las necesidades del cuerpo humano en tres categorías: nutrición, reproducción y defensa. Antes de la caída del hombre éstas eran necesidades legítimas, ajenas al pecado. Sólo después que el hombre cayó en el pecado se convirtieron en instrumentos del pecado. En el caso de la nutrición, el mundo utiliza la comida para seducirnos. La primera tentación del hombre está en este campo de la comida. De la misma manera que la fruta del conocimiento del bien y del mal tentó a Eva, hoy en día el beber y los banquetes se han convertido en un pecado de la carne. No tratemos con ligereza este asunto de la comida, porque muchos cristianos carnales han tropezado en ese punto. Los creyentes carnales de Corinto hacían tropezar a sus hermanos precisamente en este asunto de la comida. Por eso a todos los que tenían que ser ancianos y diáconos en aquel entonces se les exigía que hubiesen superado este punto (1 Ti. 3:3, 8). Sólo la persona espiritual comprende la inutilidad de dedicarse a comer y a beber. «Así pues, si coméis o bebéis, o sea lo que sea lo que hagáis, hacedlo todo para la gloria de Dios» (1 Co. 10:31).
Segundo, la reproducción. Después de la caída del hombre la reproducción se convirtió en deseo carnal o concupiscencia. La Biblia relaciona de una manera especial la concupiscencia con la carne. Incluso en el jardín del Edén el pecado de la gula provocó de inmediato concupiscencia y vergüenza. Pablo pone juntas estas dos cosas en su primera carta a los Corintios (6:13, 15) y relaciona claramente la embriaguez con la maldad (vv. 9,10).
Ahora, la defensa. Cuando el pecado ha conseguido el control, el cuerpo manifiesta su fuerza en la defensa propia. Se resiste a todo lo que pueda interferir en su bienestar y su placer. Lo que comúnmente se llama mal genio, y algunos de sus frutos como el enojo y la rivalidad, proceden de la carne y en consecuencia son pecados de la carne. Como el pecado es la motivación que hay detrás de la defensa propia, de ahí han surgido directa o indirectamente muchas transgresiones. ¡Cuántos de los pecados más oscuros de este mundo surgen del amor propio, de la vanidad y de todo lo demás que sale del yo!
Un análisis de todos los pecados del mundo mostrará que cada uno de ellos está relacionado con estas tres categorías. Un cristiano carnal es aquel que está dominado por uno, dos o los tres puntos en cuestión. Así como no sorprende a nadie que una persona del mundo esté dominada por el pecado de su cuerpo, debería considerarse como algo muy anormal que un cristiano nacido de nuevo permanezca mucho tiempo en la carne, fracase en someter el poder del pecado y viva una vida de altibajos. Un creyente debería permitir al Espíritu Santo que examinase su corazón y que le instruyese sobre lo que está prohibido por la ley del Espíritu Santo y la ley de la naturaleza, sobre lo que le impide adquirir templanza y autocontrol y sobre lo que le domina y le priva de libertad en su espíritu para servir a Dios libremente. No podrá emprender una plena vida espiritual mientras esos pecados no sean eliminados.
W. Nee
Jesus es el Señor!
La iglesia en Armenia
Lo que el apóstol estaba experimentando en Romanos 7 era una guerra contra el pecado que habita en el cuerpo. «El pecado, encontrando la oportunidad en el mandamiento, me engañó-Era el pecado produciendo muerte en mí... vendido al pecado... sino el pecado que vive en mí» (vv. 11,13,14,17, 20). Mientras permanezca en la carne, un creyente es vencido frecuentemente por el pecado que hay dentro de él. Son muchas las batallas y muchos los pecados cometidos. Se pueden clasificar las necesidades del cuerpo humano en tres categorías: nutrición, reproducción y defensa. Antes de la caída del hombre éstas eran necesidades legítimas, ajenas al pecado. Sólo después que el hombre cayó en el pecado se convirtieron en instrumentos del pecado. En el caso de la nutrición, el mundo utiliza la comida para seducirnos. La primera tentación del hombre está en este campo de la comida. De la misma manera que la fruta del conocimiento del bien y del mal tentó a Eva, hoy en día el beber y los banquetes se han convertido en un pecado de la carne. No tratemos con ligereza este asunto de la comida, porque muchos cristianos carnales han tropezado en ese punto. Los creyentes carnales de Corinto hacían tropezar a sus hermanos precisamente en este asunto de la comida. Por eso a todos los que tenían que ser ancianos y diáconos en aquel entonces se les exigía que hubiesen superado este punto (1 Ti. 3:3, 8). Sólo la persona espiritual comprende la inutilidad de dedicarse a comer y a beber. «Así pues, si coméis o bebéis, o sea lo que sea lo que hagáis, hacedlo todo para la gloria de Dios» (1 Co. 10:31).
Segundo, la reproducción. Después de la caída del hombre la reproducción se convirtió en deseo carnal o concupiscencia. La Biblia relaciona de una manera especial la concupiscencia con la carne. Incluso en el jardín del Edén el pecado de la gula provocó de inmediato concupiscencia y vergüenza. Pablo pone juntas estas dos cosas en su primera carta a los Corintios (6:13, 15) y relaciona claramente la embriaguez con la maldad (vv. 9,10).
Ahora, la defensa. Cuando el pecado ha conseguido el control, el cuerpo manifiesta su fuerza en la defensa propia. Se resiste a todo lo que pueda interferir en su bienestar y su placer. Lo que comúnmente se llama mal genio, y algunos de sus frutos como el enojo y la rivalidad, proceden de la carne y en consecuencia son pecados de la carne. Como el pecado es la motivación que hay detrás de la defensa propia, de ahí han surgido directa o indirectamente muchas transgresiones. ¡Cuántos de los pecados más oscuros de este mundo surgen del amor propio, de la vanidad y de todo lo demás que sale del yo!
Un análisis de todos los pecados del mundo mostrará que cada uno de ellos está relacionado con estas tres categorías. Un cristiano carnal es aquel que está dominado por uno, dos o los tres puntos en cuestión. Así como no sorprende a nadie que una persona del mundo esté dominada por el pecado de su cuerpo, debería considerarse como algo muy anormal que un cristiano nacido de nuevo permanezca mucho tiempo en la carne, fracase en someter el poder del pecado y viva una vida de altibajos. Un creyente debería permitir al Espíritu Santo que examinase su corazón y que le instruyese sobre lo que está prohibido por la ley del Espíritu Santo y la ley de la naturaleza, sobre lo que le impide adquirir templanza y autocontrol y sobre lo que le domina y le priva de libertad en su espíritu para servir a Dios libremente. No podrá emprender una plena vida espiritual mientras esos pecados no sean eliminados.
W. Nee
Jesus es el Señor!
La iglesia en Armenia