Doctrina Bautista y El Pecado Imperdonable Segun Charles C. Ryrie
Doctrina Bautista y El Pecado Imperdonable Segun Charles C. Ryrie
Según la página 61 del libro en mención dice lo siguiente: Para cometer este pecado específico la presencia de Cristo en la tierra era necesaria; por tanto resultaría imposible hoy en día reproducir dicha situación en forma idéntica.
¿Dios puede perdonar a quien haya cometido el pecado imperdonable? Debemos admitir que estos versículos ofrecen dificultades concretas. J.C. Ryle señala que es mucho más sencillo decir lo que no es que explicar lo que es. Concretamente digamos que la blasfemia consiste en atribuir a Satanás la obra del Espíritu Santo. ¿Cuándo y cómo se puede cometer este grave delito?. Al consultar a diversos autores podemos notar las siguientes posturas:
a)
Charles C. Ryrie señala que el pasaje se encuentra en un contexto de circunstancias que no pueden repetirse en el día de hoy. Es decir, la blasfemia contra el Espíritu Santo, consistió en señalar que el Señor manifestaba el poder del demonio. Podían negar que Él fuese el Mesías pero no reconocer el poder del Espíritu Santo era mucho más grave dado el notorio milagro del cual sus interlocutores eran testigos.
Ryrie concluye diciendo: “Para cometer este pecado particular se requería la presencia personal y visible de Jesús en la tierra; por lo tanto, cometerlo hoy sería imposible”.
No obstante, asegura el autor, tal pecado ase era imperdonable en tanto que las personas no se arrepientan dado que el Señor mismo les exhortó a “ponerse de su lado” (Mt. 12:30).
b) Otros autores, sin negar las particularidades históricas del relato, afirman que en realidad el pecado imperdonable es la incredulidad. S. Prod´hom señala que en tanto el Señor estuviera en la tierra, a cualquiera que hablare en su contra le sería perdonado. De hecho el perdonó a quienes le crucificaron. Más tarde, sería el Espíritu Santo quien a través de la predicación, daría testimonio a favor de Jesús crucificado. Cuando los discípulos anunciaban su nombre en las sinagogas y ante las autoridades era el Espíritu Santo quien hablaba por ellos según el Señor lo había prometido. De modo que la oposición que encontrarían no sería contra ellos ni sus argumentos sino contra el mismo Espíritu Santo. Juan Calvino definió entonces esta blasfemia diciendo: “pecan contra el Espíritu Santo los que de tal manera son tocados por el Espíritu Santo que no pueden pretender ignorancia, y sin embargo, se resisten con deliberada malicia, solamente por resistirse”[3]. Mervin Breneman, explicando este tema dice: “La Blasfemia contra el Espíritu Santo es el pecado imperdonable (Mt. 12:31,32, Lc. 12:10). Para cometerlo, uno debe rechazar conscientemente y persistentemente el testimonio del Espíritu en cuanto a la divinidad y el poder salvífico del Señor Jesús. Ya que solo el Espíritu Santo puede convencer y convertir al hombre, el rechazo continuo y definitivo de su acción lo aparta completamente de toda posibilidad de salvación”[4].
De ser así este no sería el único texto en el cual se habla del tema. En Hebreos 10:26-27 leemos: “si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados, 27sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios”. En tanto la persona permanezca en la incredulidad, tal pecado no se le perdona ya que el Señor dijo: “El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios” (Jn.3:18). Si la persona se arrepiente el condenado es absuelto y justificado. Ningún pecado es imperdonable en tanto la persona este viva y tenga la oportunidad de arrepentirse. Tal como apunta Ryrie, el apóstol Pablo fue un hombre blasfemo que fue perdonado según se desprende de su propia declaración: “habiendo yo sido antes blasfemo, perseguidor e injuriador; mas fui recibido a misericordia porque lo hice por ignorancia, en incredulidad” (1 Tm. 1:13). Un autor explica esto diciendo: “Cuánto más brillante sea la luz, tanto mayor será la culpabilidad de los que la rechazan. El hombre que rehuse arrepentirse y creer será tanto más culpable cuanto más profundo sea el conocimiento que posee del evangelio”[5].
Es posible señalar que una postura complementa a la otra. Es cierto que las circunstancias históricas en que el Señor pronunció la sentencia en cuestión fueron únicas e irrepetibles. Resulta verosímil señalar que hoy sería imposible cometer tal falta. Asimismo también es cierto que la incredulidad es el pecado imperdonable ya que si un incrédulo muere en tal estado será condenado por ello.