Predicar el Evangelio del Reino semana 2 lunes

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5 Septiembre 2001
3.029
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Predicar el Evangelio del Reino
Semana 2--- Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado
Lunes --- Leer con oración: Mt 3:1-6; 4:17; 10:5-7; Lc 1:41; 3:4-5; 16:16
“Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mt 3:2)
UN CAMBIO DE MANERA DE PENSAR
El tema de esta semana es "Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado" (Mt 3:2; 4:17; 10:5-7). Los cuatro evangelios nos hablan con respecto al reino de los cielos. Juan el Bautista, el precursor del Señor Jesús, estando aún en el vientre materno, se estremeció cuando su madre recibió el saludo de María. Esto fue una señal de que él había percibido que el Hijo de Dios estaba por nacer (Lc 1:41). Juan el Bautista sabía que su misión era preparar el camino del Señor para enderezar sus sendas (3:3-5). Además, su misión también consistía en realizar la transición del Antiguo Testamento al Nuevo Testamento (Mt 16:16).
La revelación que le fue dada era que la dispensación del reino de Israel estaba terminando y que el reino de los cielos se había acercado. Él nació en la casa de un sacerdote, por tanto, era del linaje de los sacerdotes del Antiguo Testamento (1:5-9), pero sabía que la función de tal linaje estaba por terminar (Mt 3:1-2). Juan el Bautista, aunque era un sacerdote, no vivió según el reglamento de los sacerdotes del Antiguo Testamento. Tanto su dieta como su manera de vestir no condecían con la ley. Aunque él tenía el derecho de alimentarse del pan de cebada, de la carne de los animales sacrificados y de vestirse con la vestidura sacerdotal, usaba vestidos de pelo de camello y tenía una alimentación basada en langostas y miel silvestre (Mt 3:4; cfr. Ex 28:4; 29:33). En otras palabras, la dispensación del reino de Israel terminaría en Juan el Bautista para que surgiese, entonces, el reino de los cielos.
La revelación de Dios es que Él desea establecer Su reino en la tierra. A partir de Génesis, en el huerto de Edén tenemos una figura del reino. Así como el huerto establece un límite, el reino también tiene un límite. En el Antiguo Testamento el Señor reveló que debería surgir un reino, sin embargo, Nimrod apareció como un vigoroso cazador delante de Dios, el cual era exaltado por los hombres (Gn 10:8-9). A partir de Nimrod, a quien Satanás usó para anticiparse al reino de Dios, se inició el reino de los hombres (v. 10), que era una imitación del primero. Este hombre edificó una ciudad y una torre allí, para que su cúspide llegase hasta los cielos. No obstante, en ese reino no se invocaba el nombre del Señor, sino que se exaltaba el nombre del hombre (11:4), esto perduró hasta la era de los patriarcas.
En medio de tal situación, el Señor llamó a Abraham para dar continuidad a Su reino en la tierra. A lo largo del segundo periodo de dos mil años, Él escogió la descendencia de Abraham para hacer de ella un reino, una gran nación según Su promesa (12:1-2). A partir de Abraham y de sus descendientes, Isaac y Jacob, el Señor desarrolló la nación de Israel (32:28). La intención de Dios era que Su reino surgiese en la tierra a través de esa nación, por eso, Él los reunió junto al monte Sinaí y les dijo que haría de ellos un reino de sacerdotes y una nación santa (Ex 19:2-6). Seguidamente vino el reino de Israel, que tampoco pudo cumplir la voluntad de Dios y, fue por esta razón que Dios los abandonó. Entonces, Dios mismo tuvo que hacerse hombre para traer Su reino a la tierra, e hizo de Su Hijo el Rey del reino de los cielos.
La función de Juan el Bautista era hacer la transición de la dispensación del reino de Israel a la del reino de los cielos. Esta fue la razón por la cual predicaba a los hombres sobre la necesidad del arrepentimiento, pues, sólo teniendo un cambio de manera de pensar, todos ellos podrían seguir al Rey del reino de los cielos cuando viniese. Además, ese cambio de manera de pensar haría que ellos abandonasen las tradiciones religiosas. Juan el Bautista bautizaba en las aguas, como una señal de que todas las cosas antiguas debían ser sepultadas (Mt 3:5-6). ¡Alabado sea el Señor!
Punto Clave: Arrepentirse para entrar en el reino de los cielos.
Pregunta: ¿Cuál fue la misión de Juan el Bautista?
 
Martes

Martes

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Semana 2 --- Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado
Martes --- Leer con oración: Mt 3:5-12; 16:24; 1 P 1:7; 4:12
“Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese” (1 P 4:12)
EL BAUTISMO CON FUEGO
En Mateo 3:5-7 leemos: "Y salía a él Jerusalén, y toda Judea, y toda la provincia de alrededor del Jordán, y eran bautizados por él en el Jordán, confesando sus pecados. Al ver que muchos de los fariseos y de los saduceos venían a su bautismo, les decía: ¡Generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera?". Los fariseos y saduceos enfatizaban que se debía guardar la ley del Antiguo Testamento, pero ellos mismos no tenían un vivir de acuerdo con lo que enseñaban. No obstante, ellos necesitaban arrepentirse para no sufrir la ira venidera, de tal manera que también produjesen frutos dignos de arrepentimiento (v. 8).
Prosiguiendo en el versículo 9 leemos: "Y no penséis decir dentro de vosotros mismos: A Abraham tenemos por padre; porque yo os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham aun de estas piedras". Aunque Dios estableció el reino de Israel para representar a Su reino y para hacer Su voluntad en la tierra, los religiosos no lo hicieron. Sin embargo, Juan el Bautista presentó su ministerio: "Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento; pero el que viene tras mí, cuyo calzado yo no soy digno de llevar, es más poderoso que yo; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego" (v. 11). Necesitamos prestar atención a la parte del versículo que dice: "Él os bautizará en Espíritu Santo y fuego". No está escrito "o con fuego"; el texto muestra claramente que se trata del bautismo con el Espíritu Santo "y" también con fuego.
Finalmente, en el versículo 12 leemos: "Su aventador está en su mano, y limpiará su era; y recogerá su trigo en el granero, y quemará la paja en fuego que nunca se apagará". Por la influencia de los Hermanos Unidos, nosotros por muchos años interpretamos este versículo de la siguiente manera: si usted recibe el bautismo del Espíritu Santo, vivirá eternamente; pero si no acepta al Señor Jesús, habrá un fuego eterno esperándolo. Sin embargo, el problema es que se tomó el término fuego como si correspondiese a la frase: fuego que nunca se apagará. Pero, no es así como está escrito. La conjunción utilizada en el versículo 11 no es la: o, que nos induciría a interpretar como si se tratase de una opción o de otra. La Biblia utiliza la conjunción: y, para expresar dos hechos: el primer bautismo, con el Espíritu Santo, indica el asunto de creer; y el segundo, es el bautismo con fuego, que se refiere al quemar de las impurezas de nuestra vida del alma.
Para comprender mejor el bautismo con fuego, usaremos las experiencias de Pedro. Él pasó por el bautismo de Juan el Bautista, el bautismo con agua, y después por el bautismo con el Espíritu Santo del Señor Jesús. Además, Pedro pasó por el bautismo con fuego del Señor Jesús, porque en sus experiencias reconocía que su vida del alma necesitaba ser terminada. Él oyó las palabras que el Señor le dijo en Mateo 16 con respecto a la vida normal de la iglesia, las cuales se refieren a negar la vida del alma (v. 24).
Aunque ya hemos hablado mucho al respecto en los mensajes de Pedro, sería importante que recordemos algunos aspectos. En la experiencia del apóstol, después de su regeneración, la vida divina, es decir, la vida de Dios que él había recibido, todavía necesitaba crecer. Del nacimiento de sus padres, recibió una vida en la carne, una vida física, y muchas cosas naturales, incluyendo la vida de su alma. Cuando el Señor Jesús le habló sobre la vida de la iglesia, el primer punto importante mencionado fue que para seguirlo es necesario negarse a sí mismo, negar la vida del alma.
Hemos pasado por la experiencia de negar la vida del alma, para lo cual sabemos que hay necesidad de tribulación y sufrimientos. Con relación a los sufrimientos, en el pasado, vimos cómo necesitamos de los tratamientos y de la disciplina, a través de los cuales nos negamos a nosotros mismos. Sin embargo, las experiencias de Pedro nos muestran que podemos negar nuestra vida del alma sin que tengamos que pasar por las experiencias de sufrimiento exterior. Al recibir al Espíritu también recibimos Su fuego santo dentro de nosotros, el cual quiere quemar todas las cosas que no pertenecen a Dios (1 P 1:7; 4:12). ¡Gracias al Señor! Nuestra vida natural necesita ser negada.
Punto Clave: Ser quemado por el fuego del Espíritu.
Pregunta: ¿Cuál es la relación que hay entre las experiencias de Pedro y el bautismo con fuego?
 
Miercoles

Miercoles

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Semana 2 --- Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado
Miércoles --- Leer con oración: Mt 3:2; Jn 3:15; Ro 8:3; He 2:14; 4:15; 1 P 1:7
“Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado” (He 4:15)
CUMPLIR TODA JUSTICIA
No podemos tener la falsa impresión de que la experiencia de Pedro está sólo relacionada al hecho de recibir muchos tratamientos exteriores para ser disciplinado. Por el contrario, el Señor Jesús siempre exponía su vida natural en su vivir diario. Para Pedro ese tipo de experiencia no era fácil, pues representaba un quemar interior, como el refinar del oro que pasa por el fuego.
Nosotros, de igual manera, necesitamos de ese fuego que refina "el oro" (1 P 1:7). El Señor Jesús es Aquel que vendrá para bautizarnos con el Espíritu Santo y con fuego: con el Espíritu Santo, para que obtengamos la vida divina; y con el fuego, para que nuestra vida natural sea quemada.
Cuando nos disponemos a practicar esta palabra, o incluso, a sumergirnos en esta experiencia, necesitamos aprovechar la ocasión para que nuestra vida natural sea expuesta. De esta manera, ésta será quemada, y nosotros creceremos en vida. No necesitamos situaciones de tragedias, tratos o disciplinas exteriores; simplemente, cuando somos expuestos en nuestra condición natural, podemos volvernos al espíritu, donde hay un fuego santo que sirve para quemarnos. ¡Gracias a Dios!
Juan el Bautista vino para preparar el camino al Señor Jesús. Bautizaba con agua para arrepentimiento, a fin de introducir al hombre delante de Dios. A partir de allí, el hombre estaría apto para recibir el bautismo con el Espíritu Santo y con fuego, por eso predicaba: "Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado" (Mt 3:2). En aquel tiempo el reino aún no había llegado, sin embargo, estaba cerca. El reino de los cielos sólo vendría después del surgimiento del Rey.
Cuando el Señor Jesús vino necesitaba ser bautizado por Juan el Bautista. Nosotros Lo considerábamos sólo como el Hijo de Dios, sin embargo, necesitamos percibir que Él fue engendrado por el Espíritu Santo en María, la cual Le dio un cuerpo de carne y de sangre y Le llamó Jesús. Como Hijo del hombre, Él vino a salvar al hombre de sus pecados (Mt 1:18, 20-21). Como los hombres tienen participación de carne y de sangre, Él tenía que ser igualmente como un hombre de carne y sangre para salvarlos de sus pecados (He 2:14).
No obstante, Su cuerpo sólo tenía la semejanza de la carne de pecado, pero sin pecado (Ro 8:3). A fin de solucionar el problema del pecado que está en el hombre, el Señor Jesús cargó sobre Sí, en el madero, todos los pecados de la humanidad (1 P 2:24). Por medio del derramamiento de Su sangre en la cruz, Él pudo aniquilar la naturaleza pecaminosa de la carne del hombre y crucificar a Satanás.
Para que entendamos mejor, Juan 3:14 nos muestra una analogía en la cual el Señor Jesús se compara a la serpiente de bronce que fue hecha por Moisés en el desierto, la cual tenía sólo la forma de la serpiente, pero no su veneno. Todo aquel que era mordido por una serpiente se sanaba al mirar la serpiente de bronce (Nm 21:9). El Señor Jesús fue colgado en el madero como aquella serpiente de bronce. Él tenía un cuerpo de carne y de sangre, pero en Él no había pecado (He 4:15). El Señor, al ser levantado en la cruz, derramó Su sangre para purificar nuestros pecados y así crucificó tanto la carne como a Satanás. ¡Gracias al Señor!
En Su paso por la tierra, era necesario que el Señor Jesús fuese bautizado, sin embargo, Juan el Bautista le dijo: "Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí? (Mt 3:14b). Juan el Bautista sabía que él necesitaba recibir el bautismo de parte del Señor pero, Dios había determinado que Juan el Bautista Lo bautizase según Su voluntad. Entonces el Señor Jesús dijo: "Deja ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia" (v. 15b). Esta justicia es según lo que Dios determinó y nosotros necesitamos cumplirla. Así como el cuerpo que el Señor recibió de María necesitó ser sepultado en las aguas, nosotros, de igual manera, necesitamos ser bautizados para estar aptos para recibir el bautismo con el Espíritu Santo y con fuego.
Punto Clave: Volverse al espíritu.
Pregunta: ¿Por qué Jesús necesitó ser bautizado?
 
Jueves

Jueves

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Semana 2 --- Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado
Jueves --- Leer con oración: Mt 3:14-16; 4:12; 9:14; 14:3-5; Jn 3:26
“Y hubo una voz de los cielos, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia” (Mt 3:17)
SER UN DISCÍPULO DEL SEÑOR
En Mateo 3:16 leemos: "Y Jesús, después que fue bautizado, subió luego del agua; y he aquí los cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre él". El Señor Jesús recibió la unción y pasó a ser llamado "el Cristo", que significa aquel que recibió el ungir del Espíritu Santo. Él vino con la misión de bautizar con el Espíritu Santo y con fuego (3:11), según la justicia de Dios.
La justicia es todo aquello que Dios determinó, de acuerdo a ella necesitamos arrepentirnos y ser bautizados. El bautismo que Juan el Bautista practicaba era con agua; por otro lado, el Señor Jesús vino para bautizarnos con el Espíritu Santo y con fuego. Juan el Bautista sabía que era el precursor, aquel que iba adelante, preparando el camino y enderezando las sendas; aunque Juan el Bautista tenía claridad al respecto, no vemos registro en la Biblia de que él haya seguido al Señor para recibir un día el bautismo del Señor Jesús. Por el contrario, vemos que más tarde tuvo muchos problemas y terminó distanciándose de la obra del Señor. Tuvo sus propios discípulos y continuó su obra bautizando a las personas que venían a su encuentro (Jn 3:23-26). Así, Juan el Bautista, con su bautismo, estaba compitiendo con el bautismo del Señor Jesús.
El precursor del Señor no recibió el bautismo con el Espíritu Santo, y además, sus discípulos lo consideraban un maestro. Esta situación era tolerable hasta antes de que el Señor llegara, pero después tenía que revertirse, es decir, luego Juan el Bautista debería seguir al Señor. Si Lo hubiese seguido, después de la muerte y resurrección del Señor Jesús, Juan el Bautista no sólo sería bautizado con el Espíritu Santo y con fuego, también todos sus discípulos deberían dejar de ser sus seguidores y llegar a ser discípulos del Señor Jesús. Pero, según la Biblia vemos que él aún los preservó (Mt 9:14).
Esto nos sirve de advertencia puesto que entre nosotros, que trabajamos en la obra del Señor, ciertamente hay quienes nos acompañan, que constantemente nos siguen. Debemos poner atención para jamás hacer de ellos nuestros discípulos. Recordemos que a pesar de que los discípulos de Juan el Bautista ayudaron a su maestro, lamentablemente no siguieron al Señor Jesús.
Pablo mencionó lo siguiente en su primera epístola a los corintios: "Porque he sido informado acerca de vosotros, hermanos míos, por los de Cloé, que hay entre vosotros contiendas. Quiero decir, que cada uno de vosotros dice: Yo soy de Pablo; y yo de Apolos; y yo de Cefas; y yo de Cristo" (1:11-12). A aquellos que estaban causando división en la iglesia el apóstol los llamó de carnales, niños en Cristo (3:1). De la misma manera, si tenemos discípulos, probablemente estaremos haciendo una obra de división y partidismo. Podemos tener personas bajo nuestro cuidado, personas que nos siguen, pero siempre debemos llevarlas al Señor, de quien verdaderamente deben llegar a ser Sus discípulos. Por causa de la falta de discernimiento de Juan el Bautista, una circunstancia se levantó, y fue encarcelado (Mt 4:12; 14:3-5).
Además, por no haber seguido al Señor Jesús, Juan el Bautista no recibió al Espíritu Santo, sino que vivió sólo según su vida del alma. Él sabía que el Señor era el Hijo de Dios, pero en aquel momento dejó una gran interrogante: "¿Eres tú aquel que había de venir, o esperaremos a otro?" (Mt 11:2-3). Entonces los discípulos fueron a hablar con el Señor Jesús, quien no respondió directamente, sino sólo les habló de la obra que estaba realizando, y al final les advirtió: "Bienaventurado es el que no halle tropiezo en mí" (v. 6).
Aquellos que son anímicos argumentan, se justifican mucho a favor de sí mismos y no logran ver su vida del alma, su vida natural. Juan el Bautista no quiso seguir al Señor Jesús. Probablemente porque tenía la ambición de tener sus propios discípulos y ser el líder de ese grupo, el Señor lo dejó seguir su propio camino y no lo sacó de la prisión. Esto dio como resultado su decapitación (14:6-12).
De la historia de Juan el Bautista podemos aprender algunas lecciones: cuando conducimos a las personas no es para que sean nuestros discípulos, sino discípulos del Señor Jesús.
Punto Clave: Llevar a las personas al Señor.
Pregunta: ¿Cuál fue el principal problema de Juan el Bautista?
 
Viernes

Viernes

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Semana 2 --- Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado
Viernes --- Leer con oración: Mt 3:2, 16-17; 4:17-22; 10:2-4, 7-8; Lc 1:5-9
“Porque de esta manera os será otorgada amplia y generosa entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (2 P 1:11)
EL REINO DE LOS CIELOS SE HA ACERCADO
El Señor Jesús usaba todas las circunstancias, eventos y personas que encontraba para enseñarles a los discípulos, y esas experiencias fueron registradas para nuestra instrucción. En el asunto del bautismo, por ejemplo, con respecto al bautismo con agua, con el Espíritu Santo y con fuego, hoy podemos aprender algunas lecciones. Aquel que no ha recibido el bautismo del Señor Jesús vive todavía en el alma, por tanto, por el hecho de ser un hombre anímico, termina estorbando la obra del Señor.
Necesitamos recordar que la finalidad de la venida de Juan el Bautista, que era un sacerdote, fue la de introducir al Señor Jesús como el Rey del reino de los cielos. En el Antiguo Testamento todo rey necesitaba de un sacerdote para que lo ungiese (1 S 16:1; 1 R 1:32-34). El surgimiento de un rey era confirmado por un sacerdote. Por ejemplo, en la experiencia de David vemos que Dios, para ungirlo como rey, usó al sacerdote Samuel. Es siempre el sacerdocio el que introduce la realeza. ¡Gracias al Señor! El Señor Jesús vino para ser el Rey del reino de los cielos. Por tanto, Dios usó a un sacerdote, que fue Juan el Bautista (Lc 1:5-9).
El sacerdocio de Juan el Bautista introdujo al Señor Jesús como el Rey del reino de los cielos. El Señor Jesús comenzó a predicar de la misma manera que Juan predicaba antes de la llegada del Rey (Mt 3:2): "Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado". Así, Jesús llevó a las personas a arrepentirse mediante su predicación, y los que Le recibieron y llegaron a ser Sus discípulos fueron usados para que Su ministerio pudiese ser propagado (4:18-22).
En Mateo 10:1-8 Jesús llamó a Sus doce discípulos y les dio instrucciones para sanar enfermos, resucitar muertos, purificar leprosos y expulsar demonios. Entre Sus muchos seguidores, los discípulos, escogió a doce para poder continuar el ministerio que había recibido al ser ungido por el Espíritu Santo (3:16-17). Entre los doce había personas de todo tipo. Unos eran más cultos, pero la gran mayoría estaba compuesta de pescadores de Galilea (10:2-4). El Señor Jesús, para dar continuación a Su obra, les recomendó que no entrasen en casa de samaritanos ni fuesen a los gentiles, pues la salvación comenzaría por la casa de Israel (vs. 5-6). Así que, salieron y predicaron que el reino de los cielos se había acercado (v. 7).
Mencionamos tres porciones de la Biblia que hablan que el reino de los cielos se había acercado para mostrar claramente que la voluntad de Dios es que prediquemos el reino. Tanto Juan el Bautista, el sacerdote, como el Señor, el Rey, y Sus discípulos predicaron la misma cosa: "Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado" (Mt 3:2; 4:17; 10:7). Esto quiere decir que el encargo principal de Dios es predicar el evangelio del reino, pues todo es para el reino. Incluso nosotros, los regenerados, somos para el reino (2 P 1:11), por tanto, nuestra predicación debe corresponder al encargo de Dios, siempre enfatizando el reino.
Primera de Pedro nos habla sobre nuestro vivir después de la regeneración (1:3-4) a fin de que obtengamos la salvación completa. La salvación de Dios posee tres etapas. La primera de ellas habla con respecto a la salvación de nuestro espíritu. El Señor Jesús al hacerse el Espíritu nos introdujo en Él, y así obtuvimos la salvación de nuestro espíritu cuando creímos en Él (Jn 3:6).
La tercera etapa habla con respecto a la salvación de nuestro cuerpo: todos aquellos que fueron regenerados, cuando el Señor venga en Su segunda venida, serán redimidos, y así será efectuada la salvación de nuestro cuerpo (1 Co 15:51-54).
Lo que nos falta hoy es la salvación de nuestra alma (1 P 1:9). Esta es la segunda etapa de nuestra salvación y es nuestra responsabilidad, es decir, necesitamos permitir que el Señor Jesús trabaje en nosotros. Obtuvimos el bautismo en el Espíritu Santo cuando creímos en Él, pero ahora, mientras vivimos en la vida de la iglesia, necesitamos del bautismo con fuego. Este es un fuego que no deja de arder, así como el fuego del altar del holocausto que no podía apagarse nunca. Pedro comparó el fuego que es usado para refinar el oro con el que está quemando dentro de nosotros continuamente. Este fuego es capaz de quemar todas nuestras impurezas, las cosas naturales que no pertenecen a Dios (1 P 1:7). ¡Alabado sea el Señor!
Punto Clave: Quemar continuo.
Pregunta: ¿Cuál era el encargo principal de la predicación de Juan el Bautista, de Jesús y de Sus discípulos?
 
Sabado

Sabado

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Semana 2 --- Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado
Sábado --- Leer con oración: Lv 6:12-13; Is 2:2-3; Zac 8:20-23; Mt 17:1-5
“Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd” (Mt 17:5)
SACERDOTES, REYES Y APÓSTOLES
En Mateo 16:24 leemos: "Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame". Este "sí mismo" incluye nuestras opiniones y conceptos. Los que aun son naturales y anímicos siempre manifiestan el "yo" y en la iglesia están llenos de opiniones: "Yo creo que debe ser así, yo creo que no debe ser así". Para seguir al Señor, es necesario negar el "yo" con sus opiniones, tomar la cruz y rechazar la vida del alma, es decir, llevar siempre a la muerte nuestra vida natural. Sin embargo, no debemos sólo esperar los tratamientos provenientes de las disciplinas exteriores. Según la experiencia de Pedro, para que él fuera transformado, tuvo que permitir que fuera purificado por el fuego que estaba en su interior y que no cesaba de quemar, así como el fuego del altar del holocausto (1 P 1:7; cfr. Lv 6:12-13). Cada vez que su ser natural era expuesto, inmediatamente "lanzaba su vida natural al fuego". Podemos decir que al final su vida del alma fue totalmente eliminada, esto resultó en la salvación de su alma. Esta prueba es más preciosa que el oro perecedero refinado por el fuego.
Pedro estaba seguro, pues sabía que en la manifestación del Señor Jesús, en Su tribunal, el juicio no sería más sobre el asunto de los pecados, pues eso es algo que ya fue solucionado cuando creímos en la obra redentora y en el poder de la sangre del Señor Jesús. Este es un aspecto del evangelio de la gracia que predicamos. Si no somos iluminados cuando pecamos, es porque aún estamos en tinieblas. El Señor un día nos buscó, vino con Su luz, y así nosotros reconocimos nuestra condición de pecadores, confesamos nuestros pecados, y Él nos perdonó. Este perdón está basado en el hecho que Él mismo murió en nuestro lugar en la cruz. Así fuimos justificados, santificados y también reconciliados con Dios. Él ahora nos acepta y nos restaura a la condición de un hombre sin pecado para poder recibir la vida de Dios. ¡Gracias al Señor!
En Su segunda venida, con relación a nosotros los que creímos, el Señor no vendrá para juzgar el asunto de los pecados, sino que vendrá para ver cuánto hemos negado la vida del alma, o cuánto nuestra alma fue salva. Lo que hemos aprendido hasta hoy es que por medio de las circunstancias difíciles y de la disciplina de Dios, nuestra vida del alma es negada. Ahora, cuando miramos la experiencia de Pedro, si estamos dispuestos en todo momento, nosotros mismos lanzaremos nuestra vida del alma al fuego santo del Espíritu.
En Mateo 17 leemos que el Señor Jesús llevó a Sus tres discípulos hasta el monte y allí se transfiguró. Sus vestiduras se hicieron blancas como la luz, y Su rostro resplandecía porque Él es el Rey del reino de los cielos. Entonces aparecieron Moisés y Elías con Él (vs. 1-3). Sin embargo, Pedro nuevamente manifestó su vida natural y dijo: "Señor, bueno es para nosotros que estemos aquí; si quieres, hagamos aquí tres enramadas: una para ti, otra para Moisés, y otra para Elías" (v. 4).
No obstante, Dios Padre inmediatamente habló: "Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd" (v. 5b). El error de Pedro fue que él quiso colocar a Moisés y a Elías en el mismo nivel que el Señor Jesús. Moisés y Elías representaban a los vencedores del Antiguo Testamento. Ellos tienen una posición en el reino de los cielos. El pueblo de Israel será la parte terrenal en la manifestación del reino de los cielos como sacerdotes y también como profetas para llevar a las naciones delante de Dios (Mt 8:11; Zac 8:20-23; Is 2:2-3). El otro grupo de personas, que es representado por Pedro, Jacobo y Juan, son los vencedores del Nuevo Testamento. ¡Gracias al Señor! Sin importar si son vencedores del Nuevo o del Antiguo Testamento, probablemente se sentarán en los tronos, pero aún así deben oír a una sola persona: "Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd". Estos tres discípulos son nuestros modelos. Al igual que ellos, muchos que también nieguen la vida del alma, al permitir que la vida y la naturaleza de Dios crezcan en ellos, serán vencedores de la misma manera.
Como vimos, el sacerdocio tiene como objetivo llevar al hombre a la presencia de Dios, y el rey, trae la autoridad de Dios para ser ejecutada en la tierra. Juan el Bautista predicaba que el reino de los cielos se había acercado, y por medio de su sacerdocio, fue introducido el Rey del reino de los cielos. Por otro lado, el Rey, tuvo doce discípulos que también predicaban el reino de los cielos..
Punto Clave: Predicar el reino de los cielos.
Pregunta: ¿Cuál es la diferencia entre el sacerdote, el rey y el apóstol?
 
Domingo

Domingo

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Semana 2 --- Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado
Domingo --- Leer con oración: Éx 28:4, 12, 30; He 3:1
“Por tanto, hermanos santos, participantes del llamamiento celestial, considerad al apóstol y sumo sacerdote de nuestra profesión, Cristo Jesús” (He 3:1)
COLPORTOR - SACERDOTE Y APÓSTOL
El Señor Jesús fue introducido en la realeza por medio del servicio sacerdotal de Juan el Bautista y enseguida, envió a los apóstoles para que ejercieran Su autoridad por medio de predicar el evangelio del reino. Necesitamos quedarnos impresionados con esta revelación y percibir que hoy el Señor también nos envía, como apóstoles, con Su autoridad, para predicar el evangelio del reino, pues ese es Su objetivo. Primeramente Dios usó un sacerdote de la transición del Antiguo para el Nuevo Testamento a fin de introducir al Rey del reino de los cielos. Este Rey, por su parte, envía a Sus apóstoles, dándoles autoridad para predicar el evangelio del reino.
El Señor nos dio el encargo de ser colportores hace más de diez años. Inicialmente los considerábamos vendedores de libros, pero poco a poco la Biblia nos fue revelando que ellos son más que eso; son enviados por Dios. El colportor lleva una "bolsa" que contiene la palabra de Dios. En el siglo XI, la Iglesia Católica Romana controlaba todo, y las personas comunes no tenían acceso a la palabra de Dios, excepto algunas pocas que pertenecían al clero. En Francia hubo un comerciante que tenía muchos vendedores. Él mandaba copiar ocultamente porciones de las Escrituras, y éstas eran colocadas en una bolsa que los vendedores llevaban colgada del cuello, debajo de una vestidura para que nadie pudiese verlas. En ella estaba la palabra de Dios. Cuando estos vendedores contactaban a las personas y percibían que tenían el deseo de recibir al Señor Jesús, sacaban una copia de las Escrituras y se las daban. Fue así como surgió el término colportor en nuestro diccionario.
Entonces, el Señor nos mostró que Él no era sólo el Sumo Sacerdote según la orden de Melquisedec, sino también el Apóstol. El sumo sacerdote lleva al hombre a la presencia de Dios, y el apóstol trae a Dios al hombre. En Hebreos 3:1 leemos: "Por tanto, hermanos santos, participantes del llamamiento celestial, considerad al apóstol y sumo sacerdote de nuestra profesión, Cristo Jesús". El Señor Jesús está en nosotros que creímos y desea hacer de nosotros Su expresión. Un colportor funciona como un apóstol y sumo sacerdote, pues no sólo lleva palabras espirituales a las personas, sino también, trae a Dios a los hombres.
Los colportores presentan la palabra de Dios a las personas, quienes al recibirlas, son llevadas a Su presencia. En esta función, el colportor es como un sumo sacerdote. El sumo sacerdote tenía una vestidura llamada efod sobre la cual era colocaba el pectoral (Ex 28:4). El pectoral era doble, y en su interior estaba el Urim y el Tumim (v. 30). La vestidura del sumo sacerdote además tenía dos hombreras donde estaban seis piedras preciosas en un hombro y seis en el otro, en ellas estaba grabado el nombre de las doce tribus (vs. 9-12). Esto significa que, a pesar de que el sumo sacerdote era de la tribu de Leví, no lo era sólo por esa tribu. Antes bien, cargaba a las doce tribus de Israel en sus hombros, los cuales representan responsabilidad.
El pectoral también posee doce piedras preciosas, que representan a las doce tribus de Israel. El sumo sacerdote no sólo debía cargar la responsabilidad de las doce tribus sobre sus hombros, sino también sobre su corazón para amarlas (Ex 28:29). De igual manera, no porque cierto hermano sea de la "tribu de Leví" cuidará sólo a esa "tribu". Necesitamos amar a todos los hijos de Dios.
Aunque los colportores de hoy no llevan una bolsa que cuelga del cuello, pero en su maletín llevan libros que explican la Biblia. Esto es equivalente al Urim y al Tumim del Antiguo Testamento, que servían para explicar la palabra de Dios. Cuando recibí esta revelación, comencé a animar a los hermanos a ser colportores. En ese tiempo surgieron varios colportores. ¡Aleluya! Así que, el colportor, según la luz de la Biblia, es como un sumo sacerdote. Por medio del Urim y el Tumim, que representan a los libros espirituales que tenemos, el colportor por un lado trae la revelación de la palabra de Dios a las personas, y por otro, lleva a las personas a la presencia de Dios.
El sacerdote introdujo al Rey, y el Rey introdujo a los apóstoles para llevar al hombre a Dios, y traer Dios al hombre. El encargo de ellos es decir a los hombres que el reino de los cielos se ha acercado. El Señor Jesús ya vino a la tierra, el Rey ya fue introducido. Por medio del evangelio del reino que ellos predicaron, más personas son ganadas. Hoy tenemos claridad de que como colportores, tenemos la función de sumo sacerdote y también de apóstoles. Todos nosotros podemos ser colportores: por un lado podemos ser aquellos que dejaron la profesión, pero por otro, podemos ser colportores con profesión. Lo importante es que cada uno de nosotros debe ser un apóstol y sumo sacerdote. Dios nos quiere enviar.
El evangelio del reino necesita ser propagado. Esperamos que más personas tomen este encargo del Señor y hagan un voto delante de Él: "Yo quiero ser un colportor". Si tenemos ese deseo, podemos ser perfeccionados y después funcionar como colportores. El lugar para ser perfeccionados es el CEPPEV (Centro de Perfeccionamiento para la Propagación del Evangelio). ¡Aleluya! Podemos no sólo llevar al hombre a la presencia de Dios como sumo sacerdotes, sino también, traer al Rey a los hombres como apóstoles. ¡Amén!
Punto Clave: Llevar al hombre a la presencia de Dios.
Pregunta: ¿Qué es ser un colportor?

Dong Tu Lan
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Jesus es el Señor!
La iglesia en Armenia