AGUAS EN EL DESIERTO.

Re: AGUAS EN EL DESIERTO.

Saludos en Cristo Jesús.

UN HOMBRE EN CRISTO

Hemos considerado al hombre en la creación, y al hombre como criatura caída. Consideremos ahora al hombre en Cristo. Ya hemos visto que el pecado entró en el mundo por la desobediencia del hombre, y que ha afectado a cada parte de nuestro ser. Debido a la entrada del pecado en este mundo, cada uno de nosotros tiene una naturaleza pecaminosa, caída. Hemos visto que el pecado toma incluso aquellas capacidades que hemos recibido de Dios y las usa en mal sentido. En la última sección hemos dicho que la respuesta a todo para el creyente se encuentra junto a la cruz. A fin de comprender esta declaración, debemos considerar la verdad que se expone en Romanos, capítulos 6, 7 y 8.

En el libro de Romanos hasta el versículo 12 del capítulo 5 tenemos el examen de la cuestión de los pecados. Queda establecida la culpabilidad absoluta de todo el mundo, y luego se presenta la obra acabada de Cristo como el único remedio. Luego, desde Romanos 5:12 hasta el fin del capítulo 8, se presenta ante nosotros la cuestión del pecado en su raíz y principio. Debemos ver con claridad el problema del pecado si queremos ver la respuesta escrituraria a la cuestión de la autoestima.

Es importante ver que cuando Dios nos salva, Én no perdona nuestra naturaleza pecaminosa y caída, y tampoco la quita. El Señor Jesús dijo a Nicodemo: «Os es necesario nacer de nuevo» (Juan 3:7). Cuando acudimos como pecadores culpables, Dios perdona nuestros pecados y nos da una nueva vida en Cristo. Ahora el creyente tiene dos naturalezas: una que es desesperadamente pecaminosa y que no puede agradar a Dios, y una nueva naturaleza que es verdaderamente vida en Cristo y no puede pecar. La presencia de estas dos naturalezas es causa de conflicto en nuestras vidas.

La vieja naturaleza de pecado nunca mejora a lo largo de toda nuestra vida. Está siempre con nosotros, y es igual de mala después que he sido salvo durante veinte años que como lo era antes de ser salvo. Dios quiere que yo exhiba mi nueva vida y su naturaleza en mi andar cristiano, pero, ¡cuántas veces intenta reafirmarse la vieja naturaleza! Por eso pecan los cristianos, y la ocupación en el yo y el orgullo son parte de esos pecados.

En Romanos 5 tenemos la verdad de que la sangre de Cristo ha quitado mis pecados. En Romanos 6 aprendemos la verdad adicional de que en la muerte de Cristo Dios vio la muerte de nuestro «viejo hombre». «Sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con Él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado» (Romanos 6:6). Ahora, el mandamiento es: «Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro» (Romanos 6:11). Antes de la muerte de Cristo, nunca se mandó a nadie que se considerase a sí mismo (es decir, el viejo hombre) como muerto. Más bien, había sido puesto bajo la ley hasta la venida de Cristo. «La ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo» (Gálatas 3:24). Ahora Cristo ha muerto y resucitado. El creyente, identificado con Cristo, puede decir que él también ha muerto al pecado, y con ello el pecado ya no tiene más dominio sobre él. Ahora Dios nos contempla no como pecadores caídos, sino como aquellos que tenemos nueva vida en Cristo. Debemos permitir que la nueva vida y naturaleza caractericen nuestro caminar cristiano, y debemos reconocer que hemos muerto al pecado.

El acto del bautismo nos expone esta nueva posición. Al pasar por el bautismo, el creyente confiesa su identificación con la muerte, sepultura y resurrección de Cristo. Ya no está identificado con un mundo pecaminoso que ha rechazado al Señor Jesús, sino que forma parte ahora de la familia de Dios. Ha muerto al pecado. Ya no ha de andar más en sus antiguos caminos de pecado; ha de andar ahora «en novedad de vida» (Romanos 6:5). El pecado en mí ómi naturaleza vieja y pecaminosaó ya no tiene más derechos sobre mí. «Si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas» (2 Corintios 5:17).

Este conflicto entre la naturalezas vieja y la nueva queda expuesto de una manera práctica en Romanos 7. Aquí tenemos al hombre verdaderamente renacido y gozando de una nueva vida, pero todavía no ha experimentado la liberación del pecado. Igual que en el caso de muchos de nosotros, el hombre en Romanos 7 descubrió que en tanto que tenía una nueva vida y quería hacer lo bueno, no tenía poder para ello. ¿Cuántos de nosotros hemos querido sinceramente vivir la vida cristiana, pero encontrando constantemente que pecábamos a pesar de nosotros mismos? ¿Cuántos de nosotros no hemos encontrado, en palabras de Romanos 7:15, que «lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago»?

¿Cuál es la razón de que somos incapaces de conseguir la victoria? Encontramos la respuesta en el versículo 18. Debemos llegar a la conclusión escrituraria de que «en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien». Tantas veces estamos dispuestos a admitir que hemos pecado, pero no estamos dispuestos a admitir que no hay nada en nosotros que tenga mérito alguno delante de Dios. No estamos dispuestos a reconocer que no hay absolutamente nada en nosotros en la carne que Dios pueda aceptar ótodo ha quedado arruinado por el pecadoó. Más aún, debemos llegar a la triste conclusión a la que llega el Apóstol en el versículo 24, cuando dice: «¡Miserable de mí!» No sólo es la vieja naturaleza incorregiblemente mala, sino que nuestra condición es increíblemente desgraciada. Es penoso reconocer esta realidad, pero es esencial, si queremos ser liberados del pecado. Es sólo cuando esto se hace realidad en nuestras almas que dejamos de tener ninguna confianza en nuestra vieja naturaleza de pecado y que nos volvemos a Cristo. Por eso dice la última parte del versículo 24 y el versículo 25: «¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro.» La liberación viene no mediante la ocupación con nuestro yo y tratando de mejorarnos a nosotros mismos, sino mirando fuera de nosotros mismos, a Cristo. Entonces encontramos liberación inmediata, porque estamos ocupados con lo que Cristo es, y no con lo que nosotros somos.

A menudo retrocedemos horrorizados al darnos cuenta de lo verdaderamente terrible que es nuestra naturaleza pecaminosa. No queremos admitirlo, de modo que defendemos nuestra vieja naturaleza de pecado, o la excusamos, en lugar de admitir que es tan mala como parece. El camino a la liberación es admitir plenamente lo que Dios ya nos ha dicho en Su Palabra, que «Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso» (Jeremías 17:9). Que nuestra naturaleza sea tan mala como Dios declara que es: Dios la ha condenado en la cruz, y en la muerte de Cristo he muerto al pecado. «Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne» (Romanos 8:3).

Romanos 8 nos presenta la bendita posición del creyente que ha sido liberado del pecado. No sólo son lavados mis pecados, sino que he sido liberado de la ley (o, del principio) del pecado y de la muerte. Ya no estoy ante Dios como un pecador arruinado, sino que estoy «en Cristo Jesús» (Romanos 8:1), no andando «conforme a la carne, sino conforme al Espíritu» (Romanos 8:4). En lugar de tratar de mejorar la naturaleza de pecado, sencillamente me aparto de ella, reconociendo que ante Dios estoy «en Cristo» y que tengo una nueva vida en Él.

Hace años había más gente que quemaba leña y carbón para calentar sus casas, y los deshollinadores eran muy numerosos. Como puede que sepáis, al quemar leña y carbón, se acumula en las chimeneas una sustancia que se llama creosota, y si no se limpia de manera periódica, finalmente el resultado es que la chimenea se enciende. Esos deshollinadores pasaban por las casas con regularidad y limpiaban chimeneas para ganarse la vida. A veces, las chimeneas eran lo suficientemente grandes como para que chicuelos y hombres entrasen en ellas para hacer la limpieza, y podemos imaginarnos cuánto se ensuciaban. Se quedaban cubiertos de hollín de la cabeza a los pies. Veías a esos hombres ir de casa en casa, todos ennegrecidos, con sus escobones y otros utensilios sobre el hombro.

Ahora, dejad que os haga una pregunta: «¿Cómo os ensuciaríais más: abrazando un deshollinador, o luchando con él a brazo partido?» Si reflexionáis un momento, estaréis de acuerdo en que no habría mucha diferencia: de una manera o de la otra os ensuciaríais sin remedio.

Si comparamos el deshollinador con nuestra vieja naturaleza pecaminosa, la aplicación se hace evidente. Al diablo no le preocupa si abrazamos el pecado o si estamos constantemente luchando con él, porque de una manera o de la otra quedamos contaminados. Lo que hemos de hacer es apartarnos del deshollinador, mantenernos bien lejos de él. Esto es lo que nos dice la Palabra de Dios que debemos hacer cuando nuestra naturaleza pecaminosa intenta actuar: sencillamente, debo apartarme de ella, y dejar que el Espíritu de Dios ponga a Cristo ante mí. Cada verdadero creyente tiene al Espíritu de Dios morando en él, y el Espíritu de Dios es el poder de la nueva vida. :corazon::baby::corazon:


 
Re: AGUAS EN EL DESIERTO.

Saludos en Cristo Jesús.


EL GOZO DE VIVIR.
Y él me enseñaba, y me decía; Reténga tu corazón mis razones. Guarda mis mandamientos, y vivirás.
Adquiere sabiduría, adquiere inteligencia; No te olvides ni te apartes de las razones de mi boca.

Proverbios 4: 4, 5

Las novelas de amor y las revistas dedicadas a historias románticas inundan las estanterías de quioscos y librerías por doquier. Multitudes viven pendientes de las aventuras ficticias de los protagonistas de las telenovelas y otras producciones semejantes, y ríen y sufren con los personajes imaginarios cuyas vidas comparten por unos instantes cada día.
¿Por qué existe esa atracción virtualmente universal por las historias de amor, por muy imaginarias que sean?
La respuesta es penosamente evidente. Las historias románticas atraen porque en nuestra vida real escasean el amor y su expresión. Pero por muy bien escrita que esté una historia, o por bien representada que sea una telenovela, el triste hecho es que no por ello deja de ser una circunstancia totalmente desprovista de realidad. Cuando termina, el lector o espectador sigue tan desprovisto del amor verdadero como antes, y pronto se ve impulsado a sumergirse en la lectura o contemplación de otro romance prefabricado.

En el caso de los así llamados "amores" ilegítimos, la situación es aún peor, puesto que ya no se trata de soñar con un romance ficticio, sino de tomar parte activa en él. Si una relación es ilegítima, por más romántica que parezca, será de todos modos irreal, sin sustancia ni permanencia. Además, el que se entrega en los brazos de un romance ilusorio, al cual no tiene derecho, destruye toda posibilidad de crecer emocionalmente y lograr un desarrollo interior óptimo. Y a todo esto se suman las dimensiones morales de una situación tal.
La verdadera vida no es una telenovela ni se halla en una sucesión de romances ilegítimos que dejan al alma cada vez más vacía y frustrada. La vida es un don inapreciable que debemos usar de una manera sabia.
El simple existir no es, en realidad, estar viviendo.
¡Cuánta razón tenía Bernard Shaw cuando refiriéndose a alguien, dijo: "Murió a los 30 años. Fue enterrado a los 60"!, Cuando la vida se hace inútil, deja de ser vida.

Si preguntamos ¿Qué es la vida?
Un biólogo podría contestarnos que es el resultado del juego de los órganos que concurre al desarrollo y la conservación del sujeto.
El sociólogo la definiría como la lucha por la existencia. Nos diría que es el proceso por el cual los unos predominan sobre los otros.
Si lleváramos esa pregunta a un astrónomo, respondería que la vida es una ínfima fracción de tiempo en la trayectoria de una estrella. El historiador afirmaría que la vida es progreso, y que el progreso es un simple engaño cuya gloria termina en una ruina inevitable. Eso - agregaría - es lo que enseña la marcha del tiempo.
Si todavía quisiéramos seguir recibiendo respuestas confusas, indefinidas y contradictorias, podríamos llevarle nuestra pregunta a un psicólogo. Diría que " la vida es sólo un chispazo efímero del cerebro. La voluntad y los sentimientos individuales son apenas simples derivados de la herencia y el medio ambiente ".

Para muchas personas, vivir consiste en satisfacer sus deseos y sus sentidos.
¡Cuántos hay que consideran que teniendo qué comer, qué beber y con qué divertirse, no necesitan más, y que ya están viviendo de verdad. Ignoran que al contentarse con eso, no están yendo mucho más arriba del nivel de los irracionales!

El Señor Jesucristo dijo con palabras claras y terminantes:
" Mirad y guardaos de toda avaricia, porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee " S. Lucas 12: 15

Y en otra oportunidad, primero afirma y después pregunta:
" Por lo tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber, ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir.
¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? " S. Mateo 6: 25

Esta es una sabia pregunta que frecuentemente rehusamos escuchar. Y en lugar de vivir sensatamente, esforzándonos hasta el límite razonable, nos lanzamos a esa vorágine de ambición que nos succiona con mucha más violencia de la que podemos resistir.
Es menester que sepamos vivir de verdad. Que cada hora de nuestra existencia sea un peldaño que nos eleve más y más hacia el camino de la perfección, que nos aleje del barro, que nos acerque a Dios.
Alguien ha dicho que " la vida es un sueño del cual, según parece, no hay que despertar ". Y algo hay de cierto en esto, a juzgar por la actitud que tantos millones de personas asumen frente a sus obligaciones y deberes. En lugar de hacer una clara definición de propósitos, de fijarse un blanco y de luchar luego por alcanzarlo con la ayuda del Todopoderoso, más bien se dejan estar o viven a la caza de oportunidades que les permitan alcanzar alguna posible ventaja. Su relación con los demás seres humanos está determinada por la intensidad de su propio egoísmo.

Cuando observamos el rumbo de las cosas, cuando miramos desapasionadamente los hechos y tratamos de juzgarlos por su valor intrínseco, no podemos menos que preguntarnos:
¿Es la vida este cuadro sombrío que se presenta ante nuestro ojos?
¿Es la vida esta continua angustia que oprime al corazón manteniéndolo en suspenso día y noche?
¿Es vivir este afán, esta preocupación, esta desazón continua que entristece el corazón humano?
¿Es vivir este estado de zozobra en que parece hallarse todo el mundo?
La vida, ¿es la suma de todas las incomprensiones humanas que mantienen al hombre alejado de su prójimo?.
¿Se compone de las injusticias que se cometen diariamente en todo lugar del mundo?
¿Vive el que teje una red de falsas apariencias en torno de sí mismo?
¿Es la vida este choque de ambiciones en el que sucumben pueblos e individuos?

¿Eso es vivir?

¿Vive de verdad el que sufre o mima pensamientos morbosos que tarde o temprano se convierten en hechos?
¿Es vivir este continuo chapalear en el barro que nos enloda y que con frecuencia enloda a los demás?
¿Es la vida este disfraz con que tratamos de ocultar nuestra faltas de carácter o de obras?
¿Es la vida el poder de la riqueza?

A veces procuramos explicar que la situación de este mundo y de los hombres es natural, que es una condición normal. Sin embargo, no lo es. Si es verdad que hoy, como en los días de Noé, el corazón del hombre corre únicamente tras lo malo, entonces no está viviendo. Vive quien busca a Dios. Vive quien, con la ayuda del Todopoderoso, se eleva sobre sus propias deficiencias y asciende al nivel que el Señor quiere que ocupe. He aquí la Palabra de Dios y su consejo:
" Buscadme y viviréis " Amós 5: 4

Amigo lector, no imitemos a quienes pasan por alto la única posibilidad de vivir bien y de verdad. No nos hallemos entre aquellos a quienes Jesús les dice, con las palabras del evangelio:
" y no queréis venir a mí, para que tengáis vida " S. Juan 5: 40
Sigamos el consejo del salmista, que nos invita:
" Buscad a Dios, y vivirá vuestro corazón " Salmos 69: 32

En un sentido se aplican también a lo que venimos diciendo, las palabras que Jesús le dijo al joven aquel que le preguntó:
¿Qué bien haré para tener la vida eterna?
La respuesta fue:
" Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos " S. Mateo 19: 17

Cuando vamos a los mandamientos de Dios comprendemos cuál es el pecado que pesa como una terrible carga sobre nuestra conciencia, y nos sentimos inducidos a ir a Jesús de Nazaret en quien hallamos liberación y vida. Es pues, muy importante el papel que juegan los mandamientos del Señor en nuestro paso de la muerte a la vida. Nos aseguran la libertad del pecado y, además, no permiten vivir de verdad mientras estamos sobre la tierra.

El sabio Salomón dice con palabras que constituyen el mejor consejo que podríamos dar después de lo que hemos dicho:
" Dejad las simplezas, y vivid; y andad por el camino de la inteligencia " Proverbios 9: 6

Son simplezas todas las cosas humanas tras las que corremos con la esperanza de vivir al poseerlas. Son simplezas las diferentes filosofías con que a veces nos engañamos. Que Dios nos bendiga, para que encontremos el camino de la vida y seamos completamente felices.



Que en nosotros se cumplan las palabras de Clara S. Martinez que
dicen:


Vivir a pleno espíritu. Vivir sin cobardías;
lanzados los ideales con las alas al viento.
Marchar mirando al cielo, sin desfallecimiento,
con alma valerosa, templada de hidalguía.
Y el corazón en alto, como en brindis divino,
ebrio de amor por todo; los hombres y las cosas,
y floreciendo encima del mal, como las rosas
que coronan de gloria los tallos de espinos.

Buscar en las alturas nuestro invencible fuerte,
crecer, agigantarse de cumbres interiores
para mirar desde ellas pequeños los rencores
y la traición y el odio y el dolor y la muerte

Vivir no es tener vida, sino darla en belleza,
brindarla a la cruzada de un ideal bendito,
ofrecerla en un gesto supremo de infinito
para todo heroísmo, para toda grandeza.

Vivir intensamente, sin dudas ni recelos
la libertad excelsa de las almas serenas,
rompiendo el servilismo de todas las cadenas,
con las alas del alma tendidas a los cielos. :baby::chirolp_k:corazon:



 
Re: AGUAS EN EL DESIERTO.

Saludos en Cristo Jesús.

2) LA ESENCIA DE LA NUEVA LEY
El deber de toda la teología moral es exponer las características esenciales y el contenido específico de la ley neotestamentaria. Algo se dijo ya en el capítulo sobre la norma moral acerca de lo que es característico del cristianismo. Aquí sólo recogemos los rasgos más salientes según sus expresiones bíblicas.

1) "Ley de Cristo" (Gal 6, 2). Cristo es ya el blanco al que apuntaba la ley veterotestamentaria (Rom 10, 4; Gal 3, 24), del mismo modo que es Él quien, como Verbo personal del Padre, adoctrina a los paganos con la ley natural. Cristo es el legislador propiamente dicho de la nueva Alianza por su pasión redentora, por su resurrección y sobre todo por el envío del Espíritu Santo. Su "nueva ley" la promulgó Cristo exteriormente por las inauditas obras de su amor redentor, el cual introduce en la ley la nueva norma suprema (cf. Ioh 13, 12 ; 15, 12 ss), y por su palabra, de inigualable autoridad. Corroboró lo exigido por los diez mandamientos (parte prohibitiva, que es como la línea que señala el "peligro de muerte"), y prestó la autorizada expresión de su palabra al íntimo impulso de la "ley del Espíritu", sobre todo en el sermón de la montaña (Mt 5 s), en su oración sacerdotal y en el discurso de despedida (Ioh 13, 31-17, 26). Esta ley, en su más íntima esencia, no es una mera valla, ni una voluntad impuesta desde fuera, sino una pulsación interior de la gracia del Espíritu Santo, blanco supremo de la perfección; por ello, Cristo debe ser llamado el legislador, y con mucha mayor razón que Moisés. Por su realeza humanodivina Jesús es, a un mismo tiempo, el que promulga la voluntad amorosa del Padre y el que recibe nuestra obediencia.

Toda nuestra relación con la ley debe ser considerada a partir de Cristo. Lo esencial para el discípulo de Cristo es que éste no impone sus órdenes sólo desde fuera, como la ley humana y la mosaica, en cuanto ésta es ley "escrita" (cf. 2 Cor 3, 6 s), sino sobre todo desde dentro, a través de la incorporación viviente en Él. Así, el cristiano que vive en gracia es todo lo contrario de un hombre "sin ley" (ánomos), aunque no esté bajo la ley (hypó nómon), ni bajo la antigua de Moisés ni, en general, bajo ninguna ley que sea sólo coacción exterior; pues vive "dentro de la ley de Cristo", énnomos Khristu, lo que quiere decir que recibe su ley desde dentro, en virtud de su incorporación en Cristo; Cristo mismo es su ley, en la que es recibido por gracia del Espíritu Santo (1 Cor 9, 20 s; cf. Rom 6, 14).

Con esto queda dicho claramente que la esencia del seguimiento e imitación de Cristo no puede ser un remedo puramente exterior, ni una relación externa con Cristo, sino una vida en Cristo, que dimana de la íntima unión con Él en la gracia.

2) "La ley escrita en la mente y el corazón" (Hebr 8, 10; Ier 31, 33). Lo más esencial en la "nueva ley" es la renovación de los sentimientos y de lo más recóndito del corazón del hombre por la gracia del Espíritu Santo. "La antigua Alianza fue escrita en un libro y proclamada con la aspersión de sangre (Hebr 9) ; es por tanto una alianza en letras. La nueva es Alianza en el Espíritu Santo, por el que la caridad se derrama en nuestro corazón (Rom 5). Por eso la nueva Alianza es el Espíritu Santo, siendo Él quien obra en nosotros la caridad, que es el cumplimiento perfecto de la ley" 14. "El Nuevo Testamento consiste en la infusión del Espíritu Santo que instruye desde el interior... Y por eso dice: Escribiré mis leyes en su mente. Y emplea el plural para significar los diversos preceptos y consejos. Inclina también los afectos a realizar las buenas obras, y por eso dice: ("y las escribiré en sus corazones (superscribam) : esto es, que además del conocimiento, les imprimiré la caridad"... "La caridad de Dios ha sido derramada en nuestros corazones".

3) "La ley del Espíritu de vida, en Jesucristo" (Rom 8, 2). Santo Tomás, como fiel intérprete de san Pablo, afirma que la nueva ley sólo "secundariamente" consiste en proponer, "de palabra o por escrito, lo que el cristiano ha de hacer o ha de creer". "Lo esencial en la ley del Nuevo Testamento, aquello en que radica toda su fuerza, es la gracia del Espíritu Santo, que se concede por la fe en Cristo. Y por esto la nueva ley es principalmente la gracia del Espíritu Santo". Lo que la ley contiene, además, en palabras y escritura, "dispone a la gracia del Espíritu Santo y al recto uso de esta misma gracia". "¿Qué otra cosa son las leyes de Dios, esas leyes que Él mismo ha escrito en el corazón, sino la gracia del Espíritu Santo, por cuya presencia se derrama en nuestros corazones la caridad, que es la perfección de la ley?" (SAN AGUSTÍN, De spiritu el littera, cap. xx[, PI, 44, 222).

Puesto que fundamentalmente la nueva ley es el mismo Espíritu Santo, es esencialmente una "ley vital", una ley que infunde vida. La ley veterotestamentaria, por cuanto ley escrita con caracteres materiales, era ley muerta, carente de la fuerza del Espíritu Santo, que en el AT aún no se comunicaba con tanta abundancia, y cuando lo hacía era sólo con vistas a la nueva ley. Así es como la antigua podía obrar como una "ley mortífera", a consecuencia de la fuerza mortífera del pecado (hamartia, sarx), y de su carácter profundamente negativo (como indicador de la línea de "peligro de muerte"). La nueva ley, por el contrario, es esencialmente una ley de vida, íntima palpitación e impulso de la nueva vida hacia un crecimiento siempre mayor.

Es una ley "en Jesucristo"; puesto que el Espíritu Santo es el don de Cristo, ascendido al cielo, don que indica nuestra viviente incorporación en Cristo. "La ley del espíritu de vida en Cristo Jesús me liberó de la lev del pecado y de la muerte" (Rom 8, 2). Por la muerte redentora de Cristo, que soportó la pena por nuestros pecados, la ley exterior perdió su peligrosidad y su impotencia, pues como fruto de la redención hemos recibido el Espíritu Santo, que destruye nuestro estado de caída en el pecado (sarx), precisamente por nuestra incorporación a Cristo (Rom 8, 35). Por lo mismo no estamos ya bajo el régimen o imperio del pecado, ni de la ley dada en razón del pecado, sino bajo el suave imperio de la gracia (Rom 6, 14). "Del imperio de la ley pasamos bajo el imperio de la gracia de Cristo, que resucitó de entre los muertos, para que fructifiquemos para Dios" (Rom 7, 4). Mas por cuanto el "eón" del pecado y el imperio de la ley trabaja aún en nosotros y quiere esclavizarnos, es siempre posible que caigamos otra vez bajo su dominio y el de la ley. El que, falto de sentimientos filiales, no sigue la voz interior, las luces e invitaciones del Espíritu Santo, y cumple la ley con sumisión fingida y servil, ése está aún "bajo el dominio del pecado", puesto que su voluntad se inclina a querer lo que es contrario a la ley. La gracia derroca este dominio y lleva al cumplimiento de la ley, no como quien se doblega a la fuerza, sino con entera libertad: "que no somos hijos de la esclava sino de la libre, por la libertad que nos ha dado Cristo" (Gal 4, 31).

Por la gracia de los sacramentos de la nueva Alianza, escapa el cristiano al dominio del pecado y de la ley puramente exterior. Mas el hombre carnal y el espiritual continúan en recíproca guerra (Gal 5, 17). Por eso el Evangelio que anuncia a los hijos de Dios su liberación del dominio de la ley, es una viva amonestación a huir las obras de la carne (aáp). Sólo "si os guiáis por el Espíritu, no estáis bajo la ley" (Gal 5, 18). Pues "contra los frutos del Espíritu: caridad, gozo, paz, longanimidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza, no hay ley" (Gal 5, 22 s). Contra los apetitos del hombre viejo y carnal obran aún las amenazas y negaciones de la ley prohibitiva. Mas los "frutos del Espíritu", que son el sello de la verdadera libertad de los hijos de Dios, no los produce la mera sumisión impuesta por la ley general prohibitiva, sino la que infunde la docilidad filial al Espíritu Santo.

De ahí que sea un grave peligro para la moralidad cristiana, que es vida según la "ley de la gracia", el que el cristiano se oriente en un sentido puramente "jurídico" y "legalista", de conformidad exterior a las leyes prohibitivas generales, y alegando la inexistencia de una ley general, pretenda mantenerse "libre" frente a la moción interior de la gracia, es decir, intente resistir a ella. Así es como se defiende el "viejo principio carnal". La plenitud de una vida según la "ley de la gracia" no choca contra ninguna ley prohibitiva, pues tal vida, aunque esté regida por las limitaciones legales y nunca pueda traspasarlas, cubre un campo mucho más amplio que el que cae bajo la regulación de la ley exterior. "La mera legalidad termina siempre en minimalismo... La progresiva reglamentación legal de los actos religiosos y profanos ha concentrado todas las fuerzas morales dentro de los límites negativos y prohibitivos de la ley... Mas con esto ya no puede realizarse el juicio propiamente de conciencia ni alcanzarse el cumplimiento pleno de la ley bajo el impulso del amor... La llamada del amor: he ahí la palabra propia y decisiva"

La nueva ley, siendo "ley de gracia", nos prohibe colocar en primera línea lo ético, o sea lo mandado, y considerar la gracia como algo secundario, o como simple medio que ayuda a cumplir la ley. El orden no es: "ley y gracia", sino: "gracia y .ley". Lo primero es "estar en Cristo" por la gracia merced al Espíritu Santo; lo segundo, las obras cuya ejecución nos inspire la gracia ; nuestro deber y nuestra libre colaboración con la gracia viene sólo en tercer lugar. La gracia es más que "ley" o reclamo. Mas la ley cristiana es expresión y reclamo de la gracia. Los que "están en Cristo" ven en la voluntad de Dios, manifestada ora por la ley exterior, ora por los estímulos internos, ante todo sus intenciones amorosas, y en sus obligaciones, ante todo, una prueba de amor.

Importa que el verdadero cristiano cobre una conciencia cada vez más clara de este hecho. Su vida moral no se debilitará por ello, sino que se hará más profunda y más gozosa.

Si lo primordial es el amor y la gracia de Dios, entonces las exigencias de la gracia interior y la llamada exterior del amor (la ley externa) se hacen más apremiantes. De este modo el campo de la moralidad se aleja cada vez más del vallado o límite exterior marcado por los mandamientos prohibitivos, para acercarse a la cumbre señalada en el sermón de la montaña, al precepto de la progresiva perfección. El campo propio de la moral cristiana es la formación de Cristo en nosotros. "Los diez mandamientos protegen la periferia del campo en el que Cristo quiere tomar forma" .

4) "La ley perfecta de la libertad" (Iac 1, 25; 2, 12). La nueva ley es "la ley perfecta" por ser la ley de la gracia del Espíritu Santo, por haber sido puesta por Cristo, revelación perfecta del Padre para nosotros, y porque su contenido no es ya susceptible de un nuevo perfeccionamiento. El cristiano puede ganar un conocimiento cada vez más claro de ella, a medida que abraza mejor esta "regia ley" (Iac 2, 8). Mas sólo puede conocerla mediante la fiel sumisión a la enseñanza v dirección de la Iglesia, esposa del Espíritu Santo. Alejarse de la Iglesia equivale a alejarse de la "ley de la fe" (Rom 3, 27), de la fuente íntima de la fe y del blanco a que ésta apunta, que es la unidad en el amor.

Al llamar, con Santiago, "ley perfecta" a la "ley de Cristo". debemos hacerlo con plena conciencia de que lo que en ella menos importa es precisamente lo que en la ley humana constituye un rasgo esencial, o sea la delimitación exterior, la clara determinación de una exigencia mínima que todos pueden cumplir por igual, por la imposición desde fuera. La "ley perfecta" de la nueva Alianza tiene, sin duda, su delimitación general y primaria en las prohibiciones del decálogo; pero no consiste propiamente en esto. Siendo la ley de la perfección, su esencia consiste en señalarnos nuestro fin más elevado, el regio precepto de la perfecta caridad. Quedarse atrás conscientemente, es hacerse merecedor de la condena de esta ley, que todo lo abarca (Iac 2, 9). Esta ley fue también promulgada exteriormente por la palabra y las obras de amor de Cristo, pero su promulgación más esencial es la que se realiza interiormente por la gracia del Espíritu Santo.

La ley de Cristo es "ley de libertad" (Iac 2, 12), porque es "ley de amor" (cf. Gal 6, 2), porque es la "ley de la fe", y como tal esencialmente don del amor de Dios y energía para obrar en el amor (Gal 5, 6). Y donde se da amor por amor, donde el obrar es movido por la fuerza interior del amor, allí existe la más alta libertad interior. La gracia y el amor en el Espíritu Santo unen perfectamente la voluntad humana con la de Cristo. Así pudo santa Teresa de Lisieux acuñar la clásica expresión de la ley y la libertad: "Hago siempre mi querer", precisamente porque el verdadero cristiano, que vive en la "ley de la libertad", tiene un solo querer con Cristo.

Aún las prescripciones exteriores de la nueva ley no son un menoscabo, sino una protección de la libertad interior. Aún desde el punto de vista natural, se aplican a la ley moral estas palabras de León xrii : "... la razón de ser necesaria al hombre la ley ha de buscarse primera y radicalmente en el mismo libre albedrío, esto es, en que nuestras voluntades no discrepen de la recta razón. Y nada puede decirse ni pensarse más perverso y absurdo que la afirmación de que el hombre, porque naturalmente es libre, se halla exento de dicha ley; si así fuera, se seguiría que para la libertad es necesario el no ajustarse a la razón... " 21

Así pues, la ley interior de la fe y de la gracia trae consigo también prescripciones exteriores, ya en razón del mínimo exigido por la parte prohibitiva, ya por el summunti del "precepto regio" (Iac 2, 8) del amor, proclamado en el sermón de la montaña. Así como las normas penetran hasta lo íntimo del alma mediante la razón (prudencia, conciencia), así también las prescripciones externas del Evangelio o de la Iglesia consiguen penetrar hasta lo íntimo del ser, mediante la gracia excitante e iluminadora del Espíritu Santo, derramada en el interior para socorro de la libertad.

Lo que produce propiamente la libertad de los hijos de Dios es la gracia del Espíritu Santo. Lo que la preserva es la docilidad y sumisión al único maestro y Señor, a Cristo, que nos adoctrina exteriormente por su palabra, por su ejemplo y por su Iglesia, e interiormente por el Espíritu de verdad.


Está reñido con esta "ley perfecta de la libertad" el no someterse plenamente a la moción interna de la gracia para aferrarse, conforme al espíritu de la esclavitud antigua, a la letra exterior del mínimo, resistiendo así al llamamiento y a las exigencias interiores de la gracia.

Lo que hace que la nueva ley sea ley de libertad no es, pues, el que sus prescripciones legales sean relativamente poco numerosas, en comparación de las de la antigua. Es cierto, sin embargo, que la multiplicación innecesaria de los preceptos generales constituye un peligro para el espíritu de verdadera libertad, que debe probarse con el cumplimiento de la nueva ley entera, con el libre arrojo que le es esencial y según las necesidades del momento. Grandes santos que con toda libertad han abrazado y cumplido fielmente las más minuciosas y estrictas reglas religiosas, nos previenen seriamente contra el establecimiento de excesivas reglamentaciones legales.

Indudablemente la nueva ley exige, como lo nota santo Tomás, una perfección mucho más elevada que el AT. Mas precisamente el desarrollo del espíritu de libertad, que atiende a lo bueno o a lo mejor en toda circunstancia, exige del legislador humano una sabia discreción para no dictar sino las leyes realmente necesarias y adaptadas a las exigencias de los tiempos.

Si todos los cristianos estuvieran animados por el espíritu de la "ley perfecta de la libertad", muchas de las barreras y de las amenazas impuestas por las leyes serían superfluas. Buena parte de las leyes civiles y eclesiásticas han sido dictadas sólo "por razón del pecado", a causa de la perversión del "hombre viejo". Por eso no cohíben al que sabe someterse libremente a la ley del amor, como hijo del Dios omnipotente.

Sólo puede hablar con derecho y verdad de la libertad de los hijos de Dios y de todo lo que aquélla incluye, aquel que ha declarado guerra sin cuartel a las "obras de la carne", el que de veras está pronto a vivir "conforme al espíritu" (cf. Gal 5, 13 ; 1 Petr 2, 16). Con este espíritu se nos da esta libertad, nuevo ser que impone nuevos deberes.:corazon::baby::chirolp_k

 
Re: AGUAS EN EL DESIERTO.

Saludos en Cristo Jesús.

NUESTRO UNICO CONSUELO

por Rev. Carlos Haak





¿Cuál es tu consuelo en la vida? ¿En la muerte?



El consuelo es algo que todos queremos tener en la vida. Tener paz consigo mismo, ser aliviado de la miseria, poseer contentamiento y calma interior -- ¡todos lo desean, por cierto!



Pero el consuelo es algo que pocos tienen. Pues, para algunos el consuelo es cuando todo va bien en la vida, cuando uno tiene todo lo que desea, buena salud y pocos problemas. Otros dirían que el consuelo consiste en la habilidad de deshacerse de lo malo, tener una voluntad fuerte, tomar lo amargo con lo dulce. Todavía otros dicen que el consuelo es el poder escapar de las realidades de la vida, sea por vacaciones, píldoras o bebidas.



El consuelo es algo que se necesita. Tómese, por ejemplo, una persona internada en el hospital, sufriendo los dolores del cáncer. Si usted preguntaría a esa persona, "¿Cuál es tu consuelo?", él o ella te contestaría quizas que sus amigos le han colmado de visitas y regalos, o que tiene los mejores médicos de la ciudad. ¿Qué diría usted para consolar a esa persona? ¿Diría: "Las cosas podrían ser peores. Ten valor, mejores dias vendrán"?



Tómese otro ejemplo, una casa funebre. ¿Qué palabra de consuelo hablaría usted allí? Unos dirían que el consuelo es considerar lo bueno que hizo la persona difunta en la vida.



Otros, que la muerte viene a todos y lo que importa es que gocemos de la vida mientras se pueda. Y todavía otros, abrumados de tristeza, admitirían francamente que no se puede hallar consuelo en esta vida, que no hay lugar alguno en este mundo sin lágrimas. ¿Qué consuelo podría dar usted a los que así hablan?



Frente a todas las ideas mundanas de consuelo, frente a todas las tentativas de hombre de consolar a los entristecidos, el verdadero cristiano, no importan las circunstancias del momento, tiene el único consuelo tanto en la vida como en la muerte. Su consuelo se basa en la Biblia, la Palabra de Dios. En efecto, se pueda decir que la Biblia es la palabra de consuelo de Dios a su pueblo. Se manda al profeta Isaías a proclamar la palabra de Dios en Isaías 40:1, 2, "Consolad, consolad a mi pueblo, dice vuestro Dios. Hablad al corazón de Jerusalén; decidle a voces que su tiempo de servicio duro es ya cumplido, que su pecado es perdonado; que ha recibido de la mano de Jehová el doble por todos sus pecados." En estos versículos la palabra de consuelo es que la iniquidad de Jerusalén es perdonada, que ya ha cumplido su milicia, porque ha recibido de Dios el perdón de sus pecados. Isaías expresa la misma palabra calmante en 52:9, "Prorrumpid a una en gritos de júbilo, y cantad, soledades de Jerusalén;



porque Jehová ha consolado a su pueblo, ha rescatado a Jerusalén." Allí, otra vez, la Escritura identifica el consuelo con la redención, es decir, con el perdón de pecados por la gracia de Dios. El apóstol Pablo nos da el mismo mensaje de consuelo en 2 Corintios 1:3, 4, "Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que nosotros podamos consolar a los que están en cualquier tribulación con que nosotros mismos somos consolados por Dios". Aquí Dios se identifica como el "Dios de toda consolación", es decir, toda consolación procede de Dios y se halla únicamente al estar en comunión con el. Dios es quien nos puede consolar en todas nuestras tribulaciones. Y el propósito por lo cual Dios nos consuela es para que nosotros podamos consolar a los que están en cualquier tribulación.



En resumen, lo que la Biblia nos enseña acerca de consuelo es lo siguinte: El consuelo es saber y reconocer que yo no soy mío propio sino que pertenezco, cuerpo y alma, a Jesucristo, quien me compró con su sangre, de manera que todos mis pecados son perdonados y me es dada la vida eterna.



¡Eso sí es consuelo! ¡Cuán maravilloso! Que yo, así en la vida como en la muerte, pertenezco a Jesús, o como leemos en Romanos 14:8, "Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así pues, ya sea que vivamos, o que muramos, del Señor somos."



Ese consuelo que procede de Dios consiste de dos paries. En primer lugar, el consuelo cristiano es el conocimiento que no soy mío propio. No soy ni independiente ni confiado en mí mismo. Pablo escribe en 1 Corintios 6:19, "¿O no sabéis que vuestro cuerpo es santuerio del Espfritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?" Esto quiere decir que el hijo de Dios no confia en sí mismo para su consuelo ni tampoco en producto alguno de la sabiduría humana. Esto es, por supuesto, muy contrario a lo que nos gustaría pensar. En nuestro orgullo pensamos a veces que nuestra propia mente o fuerza nos podrá ayudar a salir de nuestras tribulaciones. Pero el consuelo cristiano es la confesión, "No soy mío propio." Si fuera mío propio, entonces sería yo responsable personalmente por aquella enorme deuda de pecado que jamás podría cancelar sino únicamente acrecentar a diario.



En segundo lugar, el verdadero consuelo es el conocimiento que yo sí pertenezcoa mi fiel Salvador Jesucristo. Le pertenezco porque Jesús me compró con su sangre derramada en el Calvario donde el me redimió de mis pecados y me hizo suyo propio. El apóstol Pedro lo expresa de esta manera: "... fuisteis rescatados ... no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como do un cordero sin mancha y sin contaminación" (1 Pedro 1:18, 19). Yo le pertenezco a Jesús porque él por gracia me compró con su sangre en la cruz.



¿Qué significa pertenecer a Jesús? Pertenecer a Jesús significa que soy unido inseparablemente a él por la fe. Es decir, soy propiedad de él, él es mi dueño y es responsable de mí, tanto cuerpo y alma, en la vida y en la muerte, para el tiempo y para la eternidad. Esto significa que Jesús es responsable de mi ser entero y me guarda y me conduce a la gloria eterna de su reino. Además, significa que me gobierna por su Espíritu y gracia, y, siendo mi Señor, me proporciona todo lo que necesito para cuerpo y alma. Por lo tanto, puedo confiar en él y echar toda mi ansiedad sobre él, sabiendo que el tiene cuidado de mí (1 Pedro 5:7). Pertenecer a Jesús significa que puedo decir con el inspirado apóstol Pablo, "Y vivo, no ya yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó, y se entregó a sí mismo por mí" (Galatas 2:20).



Todas las cosas son controladas ahora por Cristo quien está a la mano derecha de Dios, y todos los sucesos de la vida son usados por Cristo para mi bien y me provecho espiritual.



Los problemas y dolores de esta vida presente no me pueden aplastar ni pueden cortar la bendita unión que Cristo por gracia conmigo. Fue esta condujo a Pablo hermosas palabras ha establecido conciencia que a escribir las halladas en Romanos 8, "¿Quién nos separará del amor de Cristo? ... Porque estoy persuadido de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni postestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesus nuestro Señor" (8:35, 38, 39).



En conclusión, nótense dos cosas. En primer lugar, este consuelo es un consuelo único. No hay otra cosa en todo el mundo que nos puede consolar. Este consuelo cristiano no es el consuelo mayor, ni el consuelo mejor, ni el consuelo principal. Es el único consuelo. Mi consuelo no es que pertenezco a Jesús y que estoy sano y rico y fuerte. Mi consuelo no es que pertenezco a Jesús y que tengo una excelente póliza de seguro. No. Porque tener algo al lado de este consuelo único significa perder este consuelo. El único consuelo es pertenecer completa y exclusivamente a Jesús en la vida y en la muerte.



En segundo lugar, este consuelo es todo suficiente. Es suficiente para todas las circunstancias de la vida y para todos los horrores de la muerte. No importa lo malo que venga en mi vida, el pertenecer a Jesús significa que él me consuela y que él lo envía todo para mi provecho. El consuelo es saber que Jesús jamás me abandona y que todas las cosas, de una que otra manera, deben servir para mi bien. No, no siempre sabemos cómo es eso ni podemos siempre explicar cómo lo malo es para nuestro bien. El consuelo es creerlo. Cuando cosas malas nos sobrevienen, el consuelo es saber que Dios las ha enviado para nuestro bien, y que, en Cristo, nos concede también la gracia para soportarlas con gratitud. Esto es lo que el Espíritu Santo quiere decir en Romanos 8:28, "Y sabemos que todas las cosas cooperan para bien de los que aman a Dios, de los que son llamados conforme a su proposito."



¿Es éste tu único consuelo, que no te perteneces a ti mismo sino al fiel Salvador Jesucristo? ¡Vive entonces sinceramente para él en gratitud todos los dias de tu vida!:corazon::chirolp_k:baby:
 
Re: AGUAS EN EL DESIERTO.

Saludos en Cristo Jesús.

LAS COSAS INVISIBLES DE DIOS



por



OSCAR ENRIQUE TENES





INTRODUCCION:



Dios no es Dios, solo de lo visible, sino también de lo invisible. Uno de los llamados del nuevo pacto es: lo que establece Romanos 1:17 que dice “que el justo por la fe vivirá”, por consiguiente la fe se constituye en: “las cosas que no se ven, en las cosas invisibles”, esto derivado del concepto de fe que se da en Hebreos 11:1 “Es, pues, la fe la certeza de los que se espera, la convicción de lo que se ve” o sea la convicción de lo invisible; ahora bien, la principal característica de las cosas que no se ven es que estas, son eternas, mientras que las que se ven son temporales. La fe nos impulsa a vivir, ya servir a Dios con la mente, porque “nosotros tenemos la mente de Cristo” 1 Corintios 2:16, pero hablando de las cosas que no se ven aunque no se vean, estas se sienten, y las vemos con los ojos del entendimiento; hasta aquí es imprescindible que entendamos lo siguiente: Todo hijo de Dios tiene ojos naturales y ojos del entendimiento Efesios 1:18, en el antiguo pacto leemos que el profeta Óseas dijo en Óseas 4:6 “Mi pueblo fue destruido, porque le falto conocimiento”.



Uno de los principales objetivos del conocimiento bíblico, es que este, nos lleva a saber que es lo que Dios nos ha concedido 1 Corintios 2:12, pero tenemos que comprender que el conocimiento no se ve sino que es algo intangible; se nos llama creyentes obviamente porque creemos, veamos lo siguiente: Todos creemos en la ley de la gravedad, es decir creemos que: Todo lo que sube baja, esto lo creemos porque lo vemos con los ojos físicos, sin embargo Dios nos llama a creer lo que no se ve, fuimos predestinados para creer lo invisible de Dios, por ejemplo: La Biblia dice que estamos bendecidos, con toda bendición espiritual Efesios 1:3, pero en lo natural, algunas veces talvez eso no se ve, por la condición en lo físico que eventualmente estemos pasando, pero Dios quiere que veamos lo invisible de el, por eso el justo por la fe vivirá, debemos caminar por lo que creemos no por lo que vemos.



LO INVISIBLE DE DIOS



Si leemos en Romanos 1:18-20 que dice: “Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad; porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se los manifestó. Porque las cosas invisibles de Dios, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa”



El máximo ejemplo de algo invisible que se hizo visible, fue cuando Dios que es espíritu se metió en un cuerpo llamado Jesús y se hizo visible. Algo que es innegable es que: Todos queremos ver lo invisible y lo visible de Dios; pero hay que entender que no podemos ver las cosas invisibles, de acuerdo con este pasaje las cosas invisibles son: Su eterno poder y su deidad. En otras palabras el poder de Dios es invisible y también es invisible su deidad o sea su divinidad, no nos podemos hacer imagen de Dios, no podemos decir aquí esta tu Dios y presentar algo visible, o bien presentar a algún hombre...



Un hecho importante es que: A Dios nadie lo ha visto y jamás lo veremos, por eso lo medular de Dios esta en las cosas invisibles, por ejemplo la deidad no se ve, y eso es sumamente importante, por consiguiente todos los Hijos de Dios debemos creer cosas que no se ven, que sin embargo si existen, por eso la Biblia dice en 1 Corintios 2:14 que “el hombre natural no percibe las cosas invisibles de Dios”, por ejemplo todos los cristianos confesamos que Jesucristo es el señor, que Jesucristo es Dios, pero eso no lo vemos.



OTRA COSA INVISIBLE DE DIOS ES EL ESPIRITU



1 Timoteo 6:15-16 “la cual a su tiempo mostrará el bienaventurado y solo Soberano, Rey de reyes, y Señor de señores, el único que tiene inmortalidad, que habita en luz inaccesible; a quien ninguno de los hombres ha visto ni puede ver, al cual sea la honra y el imperio sempiterno, Amén.



Para nosotros lo importante y nuestra apología o defensa es lo que esta escrito; denotan estos versículos que Dios es inmortal, no así nosotros, que por causa de nuestro cuerpo terrenal tenemos que pasar por el proceso de muerte física, pero esto no es algo malo, (Pablo dijo: “Para mi el vivir es Cristo y el morir es ganancia” Filipenses 1:21), Dios ya no, ahora bien el proceso de la muerte es pasar de un cuerpo terrenal a un cuerpo celestial 2 Corintios 5:1, 1 Corintios 15:40, porque la dadiva de Jesucristo es vida eterna Romanos 6:23, es necesario acotar que al espíritu no lo vemos; ahora mismo usted ve mi cuerpo, pero esta escuchando lo invisible de mi persona, es decir mi espíritu: Cuando el hombre muere físicamente el cuerpo se deshace, por consiguiente el cuerpo que yace en un ataúd es polvo; la vida que es el espíritu ya no esta, la Biblia dice que: “el espíritu es el que da vida, la carne para nada aprovecha” Juan 6:63. El espíritu quien lo da es Dios, pero ese se vuelve al cielo al morir Eclesiastés 12:7, pero Jesucristo es el que tiene la inmortalidad. Si en cualquier reunión preguntamos: ¿Cuantos han visto a Dios? La respuesta es: Nadie, de lo contrario estaríamos en contra de lo que dice la Biblia, entonces nadie ha visto a Dios ni lo vera. Esto implica que Dios no quiere que lo miremos, de otra manera Dios quiere que respetemos su deidad la cual es invisible, como hemos visto y vemos en la actualidad, los ídolos encienden la ira de Dios, pues de esta manera se esta semejando a Dios a algo que se ve, cayendo irremediablemente en idolatría; pero su deidad es invisible, el no quiere que lo veamos sino que lo entendamos a través de su palabra, es decir que nos ocupemos en lo invisible de él. Veamos más de lo invisible de Dios



Colosenses 1:15-16 “El es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda la creación. Porque en el fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles, sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él”



Dios es espíritu, por eso es invisible, de tal forma que el evangelio se convierte en locura porque hablamos de algo o alguien invisible; ahora podemos entender que: “Dios salva a los creyentes por la locura de la predicación” 1 Corintios 1:21, de tal forma que los no creyentes no son lo que creen en lo visible, sino los que creen en lo invisible, derivado de esto podemos comprender que la batalla de la fe es permanecer en lo invisible no en lo visible, la palabra de Dios en el evangelio de la gracia nos educa en las cosas que no se ven, de tal manera que la palabra de Dios es tremendamente importante para nuestras vidas, todos quieren ver a Dios, pero a Dios no lo podemos ver, por eso no podemos decir venga y conozca a Dios porque eso es imposible, ahora a Dios lo debemos conocer con los ojos del entendimiento Hebreos 8:11 lo dice claramente: “Y ninguno enseñara a su prójimo. Ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce al Señor; porque todos me conocerán. Desde el menor hasta el mayor de ellos”



Actualmente algunos dicen venga y desayune con el Señor, esto no es así, únicamente lo podemos conocer a través de su palabra, o sea que con los ojos físicos nunca veremos a Dios; Que interesante entender lo que dice el apóstol Pablo en el evangelio que: Debemos servir a Dios con la mente, o sea la única forma que vemos a Dios es con los ojos del entendimiento y manifestándose en nuestra vida, físicamente no, con los ojos naturales nunca lo vamos a ver, pues si buscamos a Dios con los ojos físicos, nunca lo veremos, que importante es comprender que cuando Dios llega a nuestra vida es cuando nuestros ojos del entendimiento son abiertos, esa era la oración de Pablo para los de la Iglesia de Éfeso, Efesios 1:18. Cuando vemos a Dios con los ojos del entendimiento, al entender las cosas invisibles de él, Dios nos manda a caminar en lo que no se ve, Dios ya cumplió sus promesas en nosotros, él ya esta en nosotros Colosenses 1:27, pero Dios nos esta formando día tras día a través del conocimiento de su evangelio Galatas 4:19, derivado de esto con, esto es con el conocimiento del evangelio ya no somos los mismos.



Fuera de Dios no hay nada; no es que lo hacemos o dejemos de hacer, es lo que creemos, nuestra vida le pertenece al invisible, por eso podemos entender a Dios, creyendo en él; pero no es que podamos verlo, si decimos que hemos vista a Dios haríamos al evangelio mentiroso, y eso es religiosidad, entonces no podemos decir hemos visto a Dios o que el nos ha hablado físicamente, entendamos amados hermanos solo escuchamos la voz de Dios a través del hombre interior, es decir a través del espíritu, a través de los ojos del entendimiento. Sin embargo en el Antiguo Pacto el espíritu de Dios descendía sobre algunos, pero ahora nosotros en este nuevo Pacto establecido sobre mejores promesas Hebreos 8:6 Dios se metió en nosotros, y Cristo en vosotros la esperanza de gloria Colosenses 1:27, “todo lo podemos en Cristo que nos fortalece” Filipenses 4:13.



Dentro de nuestra función de liderazgo en el cuerpo de Cristo, Dios no nos ha puesto a supervisar a los hermanos (esto lo hace Dios), sino para amarlos, entonces a Dios no lo podemos ver pues es invisible, por consiguiente su poder (el evangelio Romanos 1:16) y su deidad son invisibles, comprendiendo entonces que Dios esta en nosotros, entonces si queremos conocer a Dios, estudiemos su evangelio. Por consiguiente nosotros no somos lo que vemos sino lo que Dios ha hecho en nosotros.



DIOS ES EL CREADOR DE TODO



En la Biblia la existencia de Dios se da por algo lógico Génesis 1:1 dice: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra”



No se prueba la existencia de Dios por medio de algo visible, sin embargo Dios no solo creo lo visible sino también lo invisible esto implica que Dios creó cosas invisibles, nosotros tenemos que caminar en lo invisible, por ejemplo: nos pueden decir que tenemos cáncer, pues creamos a lo invisible pues por sus llagas fuimos nosotros curados Isaías 53:4-5, si somos creyentes creemos en lo invisible, lo cual se torna en manifestación en las cosas visibles, lo visible es temporal, lo invisible es eterno, la formación de Cristo en nosotros es creer lo invisible y tornarlo en visible, por eso Pablo sufría dolores de parto por los galatas hasta que Cristo se formara en ellos Galatas 4:19, dicho de otra manera lo invisible manifestado en lo visible, lo que dice el evangelio es donde nosotros nos tenemos que establecer, no son las noticias que nos amedrentan, NO, debemos establecernos en lo que dice en el evangelio, esto es en lo invisible.



A todo hijo de Dios también nos habla la voz de la carne, que es iniquidad, por ejemplo al encender un televisor: todo que lo vemos y oímos es: guerras, todo es violencia y daños, existe terrorismo por doquier, eso naturalmente mata y perjudica, eso es lo que se ve, o sea las cosas visibles, también las cosas visibles son: plagas y pestilencias, pero nosotros somos llamados a vivir en lo invisible, no estamos en la tierra estamos en lugares celestiales Efesios 2:6, juntamente con Cristo. Todos los hijos de Dios podemos tener los ojos en la tierra y también ponerlos en los lugares celestiales; hay que dividir la carne y el espíritu, los ojos físicos y los ojos del entendimiento, dividir lo visible y lo invisible, pero esto no es hipocresía, la ley de Moisés fue dada para la carne, esto es para lo visible, pero el evangelio fue dado para lo invisible, el evangelio fue dado para los valientes que caminan por la fe que dicen si Dios lo dice, yo lo creo pero no somos felices si caminamos por lo visible, sin embargo puede eventualmente suceder, que si nos descuidamos comenzamos a ver lo visible, y solo salen quejas de nuestra boca que no traen gozo, no traen satisfacción, todo en esta tierra es vanidad de vanidades, todo es aflicción, dijo Salomón, si nos dedicamos ver lo visible caemos en estrés, y algunas otras enfermedades, y esto no es vida en abundancia.



Todos hemos peleado o altercado, o nos gusta pelear con Dios Romanos 9:20 por ejemplo cuando decimos ¿porque Dios me hiciste eso?, sin embargo todo lo que nos acontece es para aprender, para formar carácter en nosotros, para ver lo invisible para no poner la esperanza en las cosas visibles, por ejemplo perdimos dinero para no poner nuestra esperanza en el dinero, que es visible, sino poner los ojos del entendimiento en Dios, entonces Dios creo cosas visibles e invisibles pero si ponemos la mirada en lo visible, recordemos que a esta vida no hemos traído nada y nada nos llevaremos 1 Timoteo 6:7, no pongamos nuestra esperanza en las cosas visibles, Dios valora lo intangible, por eso el reino de Dios no es comida ni bebida, sino las cosas invisibles Romanos 14:17, y Dios honra lo invisible.



¿QUE ES LA FE?



Hebreos 11:1 “Es pues, la fe la certeza de los que se espera, la convicción de lo que no se ve”



Se piensa que andar en fe es una repetición vana de palabras, No, la fe fue dada para crear una convicción en nosotros, la fe es una convicción que llega a nuestro corazón, la fe se establece en nosotros, es decir dentro de nosotros a través del sacrificio de Jesucristo, recuerde que él es el autor y consumador de la fe Hebreos 12:2, Dios quiere hacer de nosotros hombres de convicciones, hombres de principios.



La convicción de lo invisible, dentro del evangelio de la gracia Dios es que: Dios va formando, para no poner nuestra esperanza en lo visible; vemos en la humanidad que existen hombres que tienen todo, pero no son felices, pero nosotros los Cristianos entendemos que la felicidad esta en las convicciones, no en la riquezas materiales, es decir creyendo lo que Cristo hizo por nosotros en la cruz del calvario, esto implica que crear a Cristo en nosotros, es crear en nosotros una gran cantidad de convicciones que no se ven, por ejemplo la gente cree mas que están mal, que creer que están bien, eso es erróneo, la Biblia nos dice que somos dueños de todo 1 Corintios 3:21; el mundo de Dios subsiste aparte de este mundo. Por consiguiente existe el mundo carnal y el mundo espiritual, entonces debemos caminar en el espíritu no satisfaciendo los deseos de la carne galatas 5:16, por ejemplo: Algunos dicen no puedo sembrar u ofrendar, porque estoy mal económicamente, el problema es que si no sembramos no cosechamos Galatas 6:7.



Dios reconcilio consigo todas las cosas 2 Corintios 5:19, pero nosotros no las hemos reconciliado aún, pues nos preocupamos por nada, recordemos que Dios no nos ha dado espíritu de temor sino de poder 2 Timoteo 1:7, el temor detiene nuestra decisiones por eso no progresamos, y ese no es el espíritu que Dios nos ha dado. Si Dios por nosotros, quien contra nosotros Romanos 8:31.



CONCLUSIÓN:



Vamos a concluir con un ejemplo de alguien que prefirió las cosas invisibles de Dios a las visibles, leamos Hebreos 11:23-27 “Por la fe Moisés, cuando nació, fue escondido por sus padres por tres meses porque le vieron niño hermoso, y no temieron el decreto del rey. Por la fe Moisés, hecho ya grande rehusó llamarse hijo de la hija de Faraón, escogiendo antes ser maltratado con el pueblo de Dios que gozar de los deleites temporales del pecado, teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios; porque tenia puesta la mirada en el galardón. Por la fe dejo a Egipto, no temiendo la ira del rey, porque se sostuvo como viendo al invisible”



La Biblia dice que: “Sin fe es imposible agradar a Dios” Hebreos 11:6, o sea que Dios se agrada cuando creemos lo invisible de él, nuestros pensamientos no son los pensamientos de Dios Jehová se hizo carne y nos dio a Jesucristo que es nombre sobre todo nombre, hermano amado en Jesucristo, tenemos que tener nuestra mirada en el galardón, Dios prometió vida y vida en abundancia para nosotros Juan 10:10, esto es viendo lo invisible de Dios, así como vida eterna Juan 10:28, pero si no vemos lo invisible nos acarrea problemas, si analizamos que el fruto del espíritu es “amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza” Galatas 5:22, como testimonio les digo que los momentos mas felices que yo he tenido en mi vida se han dado cuando entiendo algo mas del evangelio de la gracia; esa realmente es mi prosperidad, mi grande galardón, pero mientras mas nos da Dios mas se nos requiere. ¡Gloria a nuestro Dios! :baby::chirolp_k:corazon:



 
Re: AGUAS EN EL DESIERTO.

Es bello experimentar hoy el gozo de Dios, descubrir y recibir ese regalo que Dios tiene para nosotros: uno de los frutos del Espíritu Santo. Gal 5:22 "Los frutos del Espíritu Santo son: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza".

Al igual que en algún pasaje de Efesios, hoy en día nos es necesario recibir poder y fuerza a través del Espíritu Santo para que por la fe Cristo habite en nuestros corazones, y así, firmes y enraizados en el amor (Dios es amor)podremos comprender:
1º). Con todos los santos (la iglesia de Cristo), la gran dimensión del amor de Cristo, un amor que excede todo conocimiento!... así (promete la palabra) estaremos llenos de toda la plenitud de Dios.
2º). Y a aquél (entiendo: podremos comprender a Dios) que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que podemos pedir o entender, según el poder que actúa en nosotros (esto es: el poder del Espíritu Santo). A Él (A Dios) sea la gloria en la iglesia (en nosotros) y en Cristo Jesús por todos los siglos. Amén.

Juan 1: 12-13 "más a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les concedió el privilegio de llegar a ser hijos de Dios. Y son hijos de Dios no por naturaleza, ni por voluntad carnal, ni por voluntad de varón, sino porque Dios los ha engendrado"

"Más el que bebiere del agua que yo le daré no tendrá sed jamás, sinó que de su interior correrán ríos de agua viva" ... porque es el Espíritu Santo quien vivifica. Jesús le llamó consolador y abogado y prometió enviarnoslo y a través de Él comunicarnos todas sus cosas y estar con nosotros todos los días hasta el fin del mundo. Pregunto ¿Se ha acortado la mano de Dios? ¿Era una promesa solo para los creyentes de aquellos días?... Dios es el mismo ayer, hoy y siempre, y puede perfectamente transformar y obrar en todos los aspectos de nuestra vida. Es importante que recibamos ese regalo de Jesús, su agua viva: el Espíritu Santo prometido para nosotros... una fuente de ríos de agua viva corriendo en nuestro interior, llenándonos de amor, fortaleciéndonos, ayudándonos a vivir bajo la gracia de Cristo, blanqueando nuestras vestiduras... llenándonos de la plenitud de Dios... produciendo frutos... experimentando a Jesús con nosotros todos los días, y desde ahora la vida eterna. Amén.
 
Re: AGUAS EN EL DESIERTO.

Es bello experimentar hoy el gozo de Dios, descubrir y recibir ese regalo que Dios tiene para nosotros: uno de los frutos del Espíritu Santo. Gal 5:22 "Los frutos del Espíritu Santo son: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza".

Al igual que en algún pasaje de Efesios, hoy en día nos es necesario recibir poder y fuerza a través del Espíritu Santo para que por la fe Cristo habite en nuestros corazones, y así, firmes y enraizados en el amor (Dios es amor)podremos comprender:
1º). Con todos los santos (la iglesia de Cristo), la gran dimensión del amor de Cristo, un amor que excede todo conocimiento!... así (promete la palabra) estaremos llenos de toda la plenitud de Dios.
2º). Y a aquél (entiendo: podremos comprender a Dios) que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que podemos pedir o entender, según el poder que actúa en nosotros (esto es: el poder del Espíritu Santo). A Él (A Dios) sea la gloria en la iglesia (en nosotros) y en Cristo Jesús por todos los siglos. Amén.

Juan 1: 12-13 "más a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les concedió el privilegio de llegar a ser hijos de Dios. Y son hijos de Dios no por naturaleza, ni por voluntad carnal, ni por voluntad de varón, sino porque Dios los ha engendrado"

"Más el que bebiere del agua que yo le daré no tendrá sed jamás, sinó que de su interior correrán ríos de agua viva" ... porque es el Espíritu Santo quien vivifica. Jesús le llamó consolador y abogado y prometió enviarnoslo y a través de Él comunicarnos todas sus cosas y estar con nosotros todos los días hasta el fin del mundo. Pregunto ¿Se ha acortado la mano de Dios? ¿Era una promesa solo para los creyentes de aquellos días?... Dios es el mismo ayer, hoy y siempre, y puede perfectamente transformar y obrar en todos los aspectos de nuestra vida. Es importante que recibamos ese regalo de Jesús, su agua viva: el Espíritu Santo prometido para nosotros... una fuente de ríos de agua viva corriendo en nuestro interior, llenándonos de amor, fortaleciéndonos, ayudándonos a vivir bajo la gracia de Cristo, blanqueando nuestras vestiduras... llenándonos de la plenitud de Dios... produciendo frutos... experimentando a Jesús con nosotros todos los días, y desde ahora la vida eterna. Amén.
Saludos Islevargas,gracias por tu aportación.
QUE SEAMOS CAPACES DE COMPRENDER CON TODOS LOS SANTOS ,CUAL SEA LA ANCHURA ,LA ALTURA ,LA PROFUNDIDAD Y LA LONGITUD Y DE CONOCER EL AMOR DE CRISTO QUE EXCEDE TODO CONOCIMIENTO.
Como tú has apuntado ;ESTAR ARRAIGADOS Y CIMENTADOS EN AMOR.:dazzler1:DIOS TE AMA.
 
Re: AGUAS EN EL DESIERTO.

Saludos en Cristo Jesús.



LAS DOS NATURALEZAS
DEL CREYENTE

Gordon Hayhoe

Traducción: Santiago Escuain



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PREFACIO
Este breve escrito ha sido redactado con el deseo de ayudar a almas ansiosas, porque el Señor querría que conociéramos nuestra plena salvación y nos gozáramos en ella.

En Romanos 8:23 se nos dice que debemos esperar para la redención de nuestros cuerpos, lo que tendrá lugar a la venida del Señor, pero podemos regocijarnos en el conocimiento presente de que Dios ha quitado nuestros pecados mediante la preciosa sangre de Cristo, y también en lo que ha hecho acerca de la naturaleza caída en nosotros (llamada "el viejo hombre").

Cuanto más desea uno complacer al Señor, tanto más intenso será el conflicto interior, hasta que nosotros, como el Israel de antaño, "estemos quedos, y veamos la salvación del Señor". Cada bendición espiritual es un don, no conseguida por nuestros propios esfuerzos. Es el conocimiento de Su amor y de lo que Él ha hecho por nosotros lo que nos constriñe a vivir para Él.

"El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios" (Romanos 8:16).


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LAS DOS NATURALEZAS DEL CREYENTE
El Señor Jesucristo dijo: "Os es necesario nacer de nuevo" (Jn 3:7), y quisiera referirme a este tan importante asunto, y a las dos naturalezas en el creyente, y a qué se debe que el creyente peque. La Biblia nos da la explicación. Es una bendición para nosotros saber que Dios no sólo ha perdonado nuestros pecados, sino que también nos ha traído a una nueva posición delante de Él. La Escritura nos explica lo que Él ha hecho en relación con aquella vieja naturaleza pecaminosa que todos recibimos por nuestro nacimiento natural, y cómo Él nos ha dado una nueva naturaleza con nuevos deseos, a fin de que podamos caminar delante de Él en santa libertad.

Hay mucho en el tercer capítulo de Juan acerca de la necesidad de este nuevo nacimiento. Hoy día hay muchos que consideran el nuevo nacimiento como una especie de cambio que tiene lugar en la vida de uno, lo que ellos llaman una experiencia cristiana cuando uno cambia su manera de vivir. Pero cuando la Biblia habla del nuevo nacimiento es debido a que Dios verdaderamente da una nueva vida al que cree en el Señor Jesús. No se trata de un mejoramiento de la vieja, sino una de nueva —nacida de lo alto. Esto es lo que el Señor estaba exponiéndole a Nicodemo. El nuevo nacimiento es tener una nueva vida proviniente de Dios, y veremos también que la vida que Dios da es la vida de Cristo. Y la da al que cree. Naturalmente, el resultado será un cambio, debido a que la nueva vida quiere agradar a Dios.

Nicodemo acudió al Señor con el pensamiento de que recibiría alguna enseñanza. Y desde luego el Señor Jesús es y era un maestro maravilloso, pero lo que el pecador necesita primero de todo es recibir nueva vida, y así el Señor le contestó: "De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios". El hombre tenía enseñanza bajo la ley, por cuanto "la ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno" (Romanos 7:12). Todos estos preceptos dados al hombre en el Antiguo Testamento provenían de Dios. Pero no daban una nueva vida, porque la Escritura dice: "si la ley dada pudiera vivificar, la justicia fuera verdaderamente por la ley" (Gálatas 3:21). Otro versículo dice: "¡Quién diera que tuviesen tal corazón, que me temiesen y guardasen todos los días todos mis mandamientos" (Deuteronomio 5:29). Esto es, la ley pide al hombre algo que él no tiene ni deseos ni poder de llevar a cabo. Necesita una nueva vida. ¿Por qué entonces dio Dios la ley? Bien, si se le pregunta a mucha gente se podrá ver que no creen lo que Dios dice acerca de nosotros, y le fue preciso mostrarnos la realidad.

Dios dice: "Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso" (Jeremías 17:9). El apóstol Pablo dijo: "Yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien" (Romanos 7:18). En nuestro estado natural no hay nada para Dios. Nuestros corazones están en enemistad contra Dios, como la Biblia dice: "Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden" (Romanos 8:7).

¿Qué era lo que demostraba la ley, y por qué fue escrita en tablas de piedra? El hombre tiene un corazón de piedra, y Dios sabía que no podría vivir en conformidad a los mandamientos, pero el hombre pensaba que sí podía. Si yo tengo un hijo, y hay una pesada maleta que él cree que puede llevar, ¿cómo puedo demostrarle que no puede? Dándole una oportunidad para que lo intente. Israel pensaba que podría cumplir las demandas de Dios, porque dijeron: "Todo lo que Jehová ha dicho, haremos" (Éxodo 19:8). Pero fracasaron miserablemente, como ha sucedido con todos nosotros.

Ahora bien, lo que el Señor nos muestra aquí en Juan 3 es que debe haber una obra de Dios en el alma. Ya se ha llevado a cabo una obra de Dios por nosotros en la cruz del Calvario, pero se tiene que llevar a cabo una obra dentro de nosotros por cuanto el corazón natural del hombre nunca responderá a las demandas de Dios. El Señor le dice a Nicodemo que tiene que nacer de nuevo— que debe nacer de arriba. Tiene que recibir una nueva vida, y Dios emplea Su preciosa Palabra aplicada por el Espíritu de Dios para llevar esto a cabo. Se hace muy claro en 1 P 1:22, 23: "Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad, mediante el Espíritu, ... siendo renacidos ... por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre". Antes éramos pecadores que teníamos sólo una naturaleza caída de pecado, pero cuando Dios introduce Su Palabra en el alma mediante el poder del Espíritu de Dios, somos renacidos, recibiendo una nueva vida de Dios. Es por esto que ahora deseamos cosas diferentes.

Esto, no obstante, no es el mejoramiento de aquella naturaleza caída en nosotros. Dios no la mejora, sino que la condena, como aprendemos en Romanos 8:3: "Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne". Él perdona nuestros pecados, pero no la naturaleza que nos lleva al pecado. Ésta permanecerá con nosotros durante todo el tiempo que estemos en este cuerpo. Incluso si uno ha estado salvado durante cincuenta años, la naturaleza caída no ha mejorado ni una brizna, y nunca lo hará. Es por esto que los cristianos pecan. Dejan que la naturaleza caída actue. Con la ayuda del Señor examinaremos otras Escrituras, posteriormente, con respecto al camino que Dios da para la liberación.

Nicodemo debiera haber sabido, como maestro en Israel, que toda la historia de ellos como nación demostraba que después de todo lo que Dios había hecho por ellos como nación, el corazón de piedra de ellos estaba sin cambios. En un día futuro, cuando finalmente Dios los introduzca en bendición, Él quitará "el corazón de piedra de en medio de su carne, y", añade el Señor, "les daré un corazón de carne" (Ezequiel 11:19). Entonces "nacerá una nación de una vez" (Isaías 66:8). Cuando Nicodemo preguntó en nuestro pasaje: "¿Cómo puede hacerse esto?" el Señor puso ante él dos cosas muy importantes. Primero, le habló de la gloria de Su Persona, porque mientras estaba hablando con Nicodemo Él estaba al mismo tiempo en el cielo, tal como dice: "Nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo; el Hijo del Hombre, que está en el cielo" (Juan 3:13).

Él es Dios así como hombre, y el valor de Su obra se debe a la gloria de Su Persona. Es debido a que Él es Dios que Él puede ser nuestro Salvador (Isaías 43:10, 11). Luego se refiere a Su obra en la cruz como el Hijo del Hombre levantado allí por pecadores. No hay bendición para el hombre caído aparte de estas dos cosas, y es por ello que después de esto el Señor Jesús pronunció estas benditas y maravillosas palabras: "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna" (Juan 3:16).

Vemos así cómo el Señor ponía ante Nicodemo la necesidad de nacer de nuevo, la necesidad de recibir una nueva vida, y también cómo le mostraba que la vieja naturaleza no puede ser mejorada. La vieja naturaleza recibe el nombre de "el viejo hombre". Véase Efesios 4:21-24: "Si en verdad le habéis oído, y habéis sido por él enseñados, conforme a la verdad que está en Jesús. En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad". También en Colosenses 3:3-4: "Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria". Luego otra vez en 1 Juan 3:9: "Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios". Ahora bien, en el evangelio de Juan, capítulo 3, hemos visto la necesidad del nuevo nacimiento, y aquí, en estos pasajes que hemos considerado, vemos que Dios habla de "el viejo hombre" y del "nuevo hombre".

¿Cuál es el resultado de haber nacido de Dios? Bien, tras haber puesto tu confianza en el Señor Jesucristo, tu cuerpo viene a ser como una casa con dos ocupantes. Antes, tenías sólo una naturaleza, la caída, con la que naciste en este mundo. Pero el Señor Jesús dijo que si no nacemos de nuevo no podemos entrar jamás en el reino de Dios. Así que cuando ponemos nuestra fe en Él, Él nos da una nueva vida, y aquella vida, como se nos dice en los pasajes que acabamos de citar, es creada "en la justicia y santidad de la verdad". Es la vida de Cristo, y no puede pecar. ¡Qué cosa tan maravillosa! Ahora bien, ello no significa que "el viejo hombre" haya mejorado, porque sigue estando "viciado conforme a los deseos engañosos", como acabamos de leer. Siempre actua de la misma manera, porque "lo que es nacido de la carne, carne es", y nuevamente el Señor dijo: "El Espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha" (Juan 6:63). Podemos ver que si el "viejo hombre" (el antiguo ocupante) toma el control de nuestros cuerpos, entonces pecamos. No es que Dios excuse esto, sino que Él provee para nuestra restauración. Dios ha emprendido nuestra liberación, tanto con respecto a nuestros pecados como con respecto a la naturaleza que los produce, y Él desea que conozcamos Su provisión llena de gracia y que nos regocijemos en ella.

En Romanos 6 se nos explica lo que Dios ha hecho en relación con nuestra vieja naturaleza, en ocasiones llamada "la carne", "el viejo hombre" y "pecado" o "pecado en la carne". En el versículo 6 se nos dice: "Nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él ... a fin de que no sirvamos más al pecado". El pecado es la raíz, y los pecados son el fruto, como un manzano y las manzanas que crecen en él. La naturaleza de un manzano es producir manzanas. Uno puede quitar de él todas las manzanas, pero al año siguiente volverá a producir manzanas, porque no se ha cambiado la naturaleza del árbol. El Señor Jesús "llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero" (1 Pedro 2:24). Pero fue necesario que Él hiciera algo acerca de aquel "viejo hombre" que me llevaba al pecado. Aquí encontramos lo que Él ha hecho: "Nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él", de modo que vemos que llegó a su fin delante de Él en Su muerte. El bautismo es la figura de esto, como se dice: "Sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo" (versículo 4). El "viejo hombre" ha sido "condenado" (Romanos 8:3), "crucificado" (Romanos 6:6) y "sepultado" (Romanos 6:4). En la cruz del Calvario el Señor Jesús no sólo llevó mis pecados, sino que Su muerte fue el fin de mi posición delante de Él como hijo de Adán, porque hemos muerto a aquella posición, y hemos entrado en una nueva posición delante de Él mediante la resurrección del Señor Jesús (Romanos 6:9-11).

Quizá podríamos ilustrar esta nueva posición mediante un cambio de ciudadanía. Como ciudadano del país en el que has nacido pasas la frontera a otro país, y tienes que declarar tu ciudadanía.

Supongamos ahora que fueras a cambiar tu ciudadanía y fueras aceptado, naturalizado, como ciudadano de otro país. Entonces, al cruzar la frontera, tendrías una posición totalmente diferente a los ojos del funcionario de inmigración. Por lo que a él respecta, tú ya no existes en tu antigua posición, y vives en una nueva posición y naturaleza.

Ahora Dios te ve en una posición diferente por cuanto has nacido de nuevo y entrado en la familia de Dios. Aunque sigas teniendo al "viejo hombre" dentro de ti, con los "dos ocupantes" en tu cuerpo, Dios te ve sólo en esta nueva posición que ocupas delante de Él. Te ve como una persona que has muerto a tu antigua posición, y como siendo "nueva criatura en Cristo" (véase 2 Corintios 5:17).

Ahora Dios nos muestra el lado práctico de esta verdad en los versículos que siguen. Debemos considerarnos muertos al pecado, pero vivos a Dios (versículo 11). Antes de ser salvos, nuestras manos hacían lo que la naturaleza caída quería hacer, y nuestros ojos miraban a aquellas cosas que nuestra naturaleza caída (el viejo hombre) quería ver, porque nuestros cuerpos estaban bajo el control de aquel "hombre viejo". Ahora Dios ha dado una nueva vida al creyente, el "nuevo hombre" que quiere complacerle, y Él dice, "consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios". Ahora, cuando se nos presente la tentación, podemos decir: "No, estamos muertos a estas cosas que la naturaleza caída quiere hacer".

Podemos presentar los miembros de nuestros cuerpos para que hagan lo que el "hombre nuevo" quiere hacer, cosas que agradan al Señor. Aquí se debe decir que si no tienes ningún deseo de agradar al Señor no eres en absoluto un creyente, porque si has nacido de nuevo tienes dentro de ti la misma vida de Cristo. ¡Ah, tú dirás, en ocasiones quiero hacer lo que está mal! Pero no es la nueva vida la que quiere hacer lo que está mal, sino que se debe a que estás dejando al "viejo hombre" (el antiguo ocupante) mostrar actividad. Dios dice: "Consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro". El "viejo hombre" no tiene ya derechos algunos en el cuerpo. Dios dice que estamos muertos al pecado, y así leemos en 2 Corintios 4:10: "Llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal".

Muchos cristianos abrigan dudas acerca de su salvación porque no han sido enseñados "conforme a la verdad que está en Jesús" (Efesios 4:21). Se ven sorprendidos que después de ser salvos siguen queriendo hacer aquellas cosas que están mal. Así que Satanás les dice: "Quizá no sois salvos, porque algunos de aquellos viejos deseos siguen ahí". Pero, ¿no dijo el Señor, "lo que es nacido de la carne, carne es"? (Juan 3:6). Y el apóstol Pablo tuvo que decir: "En mí, esto es, en mi carne, no mora el bien" (Romanos 7:18). Seguía teniendo consigo la naturaleza caída, incluso después de haber sido salvo todos aquellos años.

En el capítulo 7 de Romanos se examina toda la cuestión de este conflicto de una forma práctica. La persona contemplada en este capítulo está tratando de lograr la liberación bajo la ley. Ha "nacido de nuevo", y posee una nueva vida, pero no se encuentra en el goce de su nueva posición. El Espíritu de Dios usa esto para mostrarnos el camino de la liberación de la ley y del "viejo hombre". A todo lo largo del capítulo hasta llegar al versículo 18 esta persona está llamando "yo" al viejo hombre, y en otro punto llama "yo" al nuevo hombre. Es por esta razón que tiene este conflicto, porque piensa que "los dos ocupantes" tienen los mismos derechos: pero no los tienen. El "viejo hombre" debe ser considerado muerto. El "nuevo hombre" es el único ocupante legítimo. Debemos reconocer que el "nuevo hombre" es el único con derecho a decir lo que se hace en el cuerpo, y que este "nuevo hombre" es la vida de Cristo.

Hay tres cosas importantes que se exponen aquí. Primero, tenemos que aprender esta gran e importante lección, de que "en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien" (versículo 18). ¿Te ha sucedido haber tenido un mal pensamiento acudiendo a tu mente, y luego decir de inmediato, "nunca pensé que un cristiano pensaría una cosa así"? Ahora bien, si realmente creyeras este versículo, no te sorprenderías, porque la vieja naturaleza (el viejo hombre) no ha cambiado desde que fuiste salvado. Tenemos que aprender esto. Tenemos que hacernos conscientes de ello. El enemigo de nuestras almas que obra sobre aquel "viejo hombre" intenta perturbarnos suscitando malos pensamientos ante nosotros, y la vieja naturaleza responde. Alguien dijo que su viejo reloj nunca lo desengañó, porque nunca se fió de él. ¿Confías tú en tu vieja naturaleza porque eres salvo? ¿Crees que te puedes exponer a las tentaciones confiadamente? La Biblia dice: "El que confía en su propio corazón es necio" (Proverbios 28:26). La vieja naturaleza no mejora, nunca. Recuerda lo que aquí se dice: "en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien". ¿Y quién lo estaba diciendo? El amado apóstol Pablo, uno de los más piadosos hombres que jamás hayan vivido, porque su "viejo hombre" no era mejor que el de ningún otro creyente.

Ahora observemos el segundo punto en el versículo 20. "Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí". Había él aprendido que no había nada bueno en la carne (el viejo hombre), pero aquí hay algo maravilloso a lo que aferrarse. Él no reconoce ya más al "viejo hombre" como siendo "yo". Ilustrémoslo de la siguiente manera. Tenemos a una persona que ha sido salva desde hace poco, habiendo abandonado muchos pecados, porque está viviendo para agradar al Señor. Un día alguien le sugiere que haga algo de lo que hacía en sus tiempos en que no era salvo, y que sabe ahora que está mal. Él replica: "No, no quiero hacer esto ya más, porque soy cristiano". Después de rehusar, otra cosa sucede. Satanás le susurra: "No has dicho la verdad: Tú sí que querías hacer esto, y le has dicho a tu amigo que no querías". ¿Ha dicho este joven creyente una mentira? ¡No! ¡Ha dejado que el legítimo ocupante—el nuevo hombre— respondiera a la puerta! ¿Quería acaso la nueva vida en él hacer aquello? ¡No! ¿Qué era lo que en él quería hacerlo? Bien, él podía decir: "Ya no soy yo, es el pecado que mora en mí". Seguimos teniendo la vieja naturaleza, pero deberíamos dejar que el "nuevo hombre" conteste a la puerta. Sí, dijo la verdad, porque el "viejo hombre" ya no es más el "yo", sino que es el "nuevo hombre" el verdadero "yo", la "vida de Jesús" en cada creyente, una vida que siempre agrada a Dios, y que no puede pecar. Deja tú que sea siempre el "nuevo hombre" el que tome las decisiones, y serán las decisiones correctas, porque aunque el "viejo hombre" siga en nosotros, nunca mejorado, ya no es más "yo". ¡Qué bendita liberación!

Llegamos ahora al tercer punto en los versículos 22-25. "Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros. ¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro". Incluso conociendo los dos puntos que hemos estado considerando, dice que el conflicto permanece, y añade que quiere agradar al Señor, pero que este conflicto le hace sentirse muy desdichado. Esta naturaleza caída sigue tratando de arrastrarme a las cosas que están mal. Pero después de decir "¡Miserable de mí!", añade, "¿QUIÉN me liberará?" Mira fuera de sí mismo hacia el Señor Jesucristo para obtener la liberación, y recibe entonces la respuesta en el acto. Entonces comienza la acción de gracias. Esto es de gran importancia. ¿Has tratado de luchar contra los malos pensamientos, sólo para ver que volvían con más intensidad? ¡Con razón se ha dicho que uno puede ensuciarse tanto luchando contra un deshollinador como abrazándolo! ¿Qué es lo que está Dios diciéndonos aquí? Podemos volvernos de estos malos pensamientos que vienen a través del "viejo hombre" y dejar que el Espíritu de Dios, por medio del "nuevo hombre", ocupe nuestras mentes con Cristo. Podemos dar gracias a Dios que por medio de la obra del Señor Jesús hemos sido traídos a una nueva posición delante de Él, en la que podemos considerarnos muertos ciertamente al pecado, y donde el nuevo hombre halla su gozo y liberación apartando su mirada de sí mismo y dirigiéndola a Cristo.

Usemos una ilustración que nos sirva de ayuda para aclarar este punto. Supongamos que he decidido construir un garage para mi automóvil, y que tengo un montón de tablones de madera que he guardado para ello. Decido contratar a un carpintero para que me lo levante, y le pido que emplee esta madera para ello. Va a mirar el montón de tablones, y al cabo de un rato vuelve diciendo: "He estado examinando su montón de madera, y tengo malas noticias para usted. Todos los tablones están podridos. No hay ni un tablón sano en toda la pila". ¿Qué hizo él? No intentó mejorar el material. ¡No! Lo condenó. Nótese el versículo 3 de Romanos 8, y se verá que esto es lo que Dios ha hecho con nuestra vieja naturaleza—el "viejo hombre": "Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne". Mi carpintero condenó el montón de tablones de madera, pero luego dijo: "Tengo buenas noticias para usted. Le he traído toda la madera buena que necesita para construir su garage, y no le costará nada. Es de regalo". Me había sentido muy contrariado cuando me dijo que mi viejo montón estaba podrido, porque me había fiado de aquel material, pero ahora paso de la contrariedad al agradecimiento. Le digo: "¡Muchas gracias!" ¿Puedes ver ahora el sentido de estos versículos en Romanos 7: "¡Miserable de mí!", y luego, "Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro" (versículos 24, 25)? He apartado la mirada del yo a Cristo, y regocijándome en lo que Él ha hecho, me siento lleno de gratitud.

Ahora bien, todos tenemos aquel montón de "madera podrida" dentro de nosotros, el "viejo hombre", y algunos cristianos se hacen unos desdichados a sí mismos al pensar acerca de ello, y de cómo sigue queriendo asumir el control de sus cuerpos. Miremos fuera del yo, y demos gracias que Dios nos ve "en Cristo". "Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús" (Romanos 8:1). ¿Te estás condenando a ti mismo porque tienes una naturaleza caída? Dios dice que Él nos ve "en Cristo Jesús" y "santos y sin mancha delante de Él" (Efesios 1:4). Es en verdad un triste descubrimiento hallar cuán verdaderamente mala es nuestra vieja naturaleza, pero ello sólo debiera llevarnos a ser tanto más agradecidos por nuestra liberación, conociendo nuestra nueva posición delante de Dios gracias a aquella bendita obra consumada por nosotros en el Calvario.

Llevemos un poco más allá la ilustración acerca del carpintero. Después de haberse ido, comienzo yo a pensar en aquel viejo montón de madera. ¿Estará de verdad toda podrida? Quizá haya algo de madera buena en el montón. Me dirijo allí, y comienzo a deshacer el montón para ver si algunas piezas no están podridas, porque había estado contando con aquella madera durante mucho tiempo. Entonces llega el carpintero y me pregunta qué estoy haciendo. Le explico lo contrariado que me sentí cuando me dijo que todo el montón estaba podrido. Pensaba que debía haber algunos trozos buenos allí. "Oh", dice él, "se está incomodando usted por nada. ¿Por qué no dar gracias por el nuevo montón de madera, en lugar de buscar algo de bueno en el montón viejo?" ¿Estás tú, querido lector, buscando algo bueno en la vieja naturaleza? Dios la abandonó hace mucho tiempo, y si tú la abandonas ahora serás una persona más feliz. El carpintero trae entonces una lona y la echa sobre el montón de madera. Naturalmente, no mejorará bajo lona, sino que me dice que considere simplemente que no está ahí. Esto es lo que es "consideraos muertos al pecado" (Romanos 6:11). Podemos decir que la vieja naturaleza—el "viejo hombre"— es "ya no ... yo, sino el pecado que mora en mí". Nuestra posición está en Cristo delante de Dios.

¿Cómo podemos ser liberados de la actividad de aquella naturaleza caída en nosotros? Esto nos es explicado en Romanos 8:2: "La ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte". Si sostengo un libro en la mano, y luego lo suelto, la ley de la gravedad lo hará caer. ¿Cómo puedo liberarlo de esta ley sin cambiar la ley ni el peso del libro? Si lo ato a un globo de helio, veríamos al libro levantándose. No he cambiado la ley de la gravedad ni el peso del libro, pero he introducido una nueva ley. El helio es más ligero que el aire. De esta manera el libro ha quedado libre de las ataduras de la ley de la gravitación. Apliquemos esto a nuestras propias vidas. Cuando algún mal pensamiento entra en tu mente, ¿cómo vas a liberarte? No puedes cambiar la naturaleza caída. Siempre obra de la misma manera. No hay en ella nada bueno. Pero si dejas que el Espíritu de Dios, por medio del nuevo hombre, te ocupe con Cristo, serás liberado. El Espíritu de Dios obrando sobre el nuevo hombre llenará tu corazón con Cristo. Te dará a ver lo que Cristo ha hecho por ti, lo que Él está haciendo ahora por ti como tu Gran Sumo Sacerdote y Abogado, y lo que Él va a hacer por ti cuando te haga eternamente dichoso en la casa del Padre. Así que cuando este mal pensamiento acuda a tu mente, recuerda que no puedes cambiar la naturaleza caída, pero que puedes dejar que el Espíritu de Dios obre sobre el nuevo hombre. Piensa en lo que tienes en Cristo. Regocíjate en el hecho de que Dios te ve en Cristo. Esta es la única manera de ser liberado de la actividad del viejo hombre interior. De nada sirve tratar de luchar contra aquellos malos pensamientos, porque volverán. Es como luchar contra un deshollinador. Apártate de ellos, dando gracias por el camino de liberación de Dios, y regocíjate en el Señor.

¡Qué maravilloso es saber que Dios no sólo ha perdonado nuestros pecados sino que ha condenado la naturaleza caída! Fue crucificada con Su Hijo. Él nos ve en una nueva posición delante de Él, de "no condenación", muertos y resucitados con Cristo. ¡Regocijémonos! ¡Demos gracias! Él nos ha dado una nueva vida, la misma vida de Cristo que tendremos para siempre en el cielo. Cuando tu naciste de nuevo recibiste aquella nueva vida. Naciste de arriba y el nuevo hombre es creado en justicia y verdadera santidad. Dios quiere que como cristiano vivas una vida de santa libertad y gozo en la posición en la que Él te ha traído a ti.

No estamos hablando en este momento de lo que un creyente debiera hacer si permite que aquella naturaleza pecaminosa actúe, sino simplemente de lo que Dios ha hecho con respecto a la vieja naturaleza del creyente. Pero será útil añadir unas observaciones acerca de esto último. Si cedemos al pecado en nuestras vidas, Dios nos ha proveído de un Abogado, Jesucristo el justo (1 Juan 2:1), y debemos acudir confesando nuestro pecado, reconociendo que hemos permitido actuar al "viejo hombre". Esto no es para restaurar nuestra posición delante de Dios, porque ésta es siempre "en Cristo", sino para ser restaurados a la comunión con Dios en nuestras almas.

¡Cuán plena es la provisión que se ha hecho de nuestras necesidades en Cristo!.

Es de suma importancia que leamos la Palabra de Dios y que nos dediquemos a la oración, porque si descuidamos esto, el enemigo conoce nuestros puntos flacos, y vendrá para trabajar sobre el "viejo hombre", conduciéndonos al pecado. Esto nos privará de nuestro gozo en el Señor, y si no confesamos los pecados pequeños pronto crecerán a pecados mayores, por lo cual podemos quedar bajo la mano disciplinadora del Señor, o incluso bajo la disciplina de la asamblea de Dios. No se nos demanda que confesemos malos pensamientos, porque el acto de apartarnos de ellos es la manera en que los juzgamos, pero si los permitimos en nuestras vidas, entonces tenemos que confesar nuestros pecados a fin de ser restaurados (1 Juan 1:9).

Un verdadero creyente nunca puede perderse, pero sí puede, como David en la antigüedad, perder el gozo de la salvación de Dios y deshonrar al Señor. La oración del salmista es buena para nosotros: "Líbrame de los [errores] que me son ocultos. Preserva también a tu siervo de las soberbias; que no se enseñoreen de mí; entonces seré íntegro, y estaré limpio de gran rebelión. Sean gratos los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti, oh Jehová, roca mía, y redentor mío" (Salmo 19:12-14).:baby::chirolp_k:corazon:


 
Re: AGUAS EN EL DESIERTO.

Saludos en Cristo Jesús.

LAS ESCRITURAS Y LA OBEDIENCIA.

Todos los cristianos profesos están de acuerdo, por lo menos en teoría, que el deber de aquellos que llevan el nombre de Cristo es honrarle y glorificarle en este mundo. Pero, hay grandes diferencias de opinión con respecto a la manera de hacerlo, y a lo que se requiere para conseguirlo. Muchos suponen que el honrar a Cristo simplemente significa unirse a alguna "iglesia", tomar parte en las actividades de la misma y apoyarlas. Otros piensan que el honrar a Cristo significa hablar de El a otros y dedicarse diligentemente a hacer "obra personal". Otros parecen imaginarse que honrar a Cristo significa poco más que hacer contribuciones generosas a su causa. Hay pocos que se den cuenta que Cristo es honrado sólo cuando vivimos santamente en El, y esto, andando en sujeción a su voluntad revelada. Pocos, verdaderamente, creen las palabras: "El obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los carneros" (1ª Samuel 15:22). No somos cristianos si no nos hemos rendido plenamente a Jesús y le hemos "recibido como Señor" (Colosenses 2:6). Quisiera que consideraras esta afirmación con diligencia. Satán enseña a muchos hoy en día haciéndoles creer que confían en Dios para salvación en la "obra consumada" de Cristo, mientras que sus corazones permanecen sin cambiar y el yo gobierna sus vidas. Escucha la Palabra de Dios: "Lejos está de los impíos la salvación, porque no buscan tus estatutos" (Salmo 119:155). ¿Buscas realmente sus estatutos? ¿Escudriñas con diligencia su Palabra para descubrir lo que ordena? "El que dice: Yo he llegado a conocerle, y no guarda sus mandamientos, es un mentiroso y la verdad no está en él" (1ª Juan 2A). ¿Es posible decirlo de modo más claro?

"¿Por qué me llamáis Señor, Señor, y no hacéis las cosas que os mando?" (Lucas 6:46). La obediencia al Señor en la vida, no meramente las palabras placenteras de los labios, es lo que Cristo requiere. ¡Qué palabra más solemne y qué advertencia más directa la de Santiago 1:221 "Sed hacedores de la Palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos." Hay muchos "oidores" de la Palabra, oidores regulares, oidores reverentes, oidores interesados; pero, ¡ay!, lo que oyen no está incorporado a su vida, no regula sus caminos. Y Dios dice que los que no son hacedores de la Palabra ¡se engañan a sí mismos!

Por desgracia, ¡cuántos hay en la Cristiandad así, hoy en día! No es que sean verdaderos hipócritas, pero están engañados. Suponen que por el hecho de ver tan claro que la salvación es por la gracia solamente, ya están salvos. Suponen que por el hecho de que se hallan bajo el ministerio de un hombre que "ha hecho de la Biblia un nuevo libro" para ellos, ya han crecido en la gracia. Suponen que debido a que su almacén de conocimiento bíblico ha aumentado, son más espirituales. Suponen que el mero escuchar a un siervo de Dios o leer sus escritos, es alimentarse de la Palabra. ¡No hay tal! Nos "alimentamos" de la Palabra solamente cuando nos apropiamos personalmente, masticamos y asimilamos en nuestras vidas todo lo que hemos oído o leído. Donde no hay una conformidad creciente del corazón y la vida a la Palabra de Dios, este conocimiento incrementado sólo va a servir para una mayor condenación. "Aquel siervo que conociendo la voluntad de su señor, no se preparó, ni hizo conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes" (Lucas 12:47).

"Siempre están aprendiendo, y nunca pueden llegar al conocimiento pleno de la verdad" (2ª Timoteo 3:7). Esta es una de las características prominentes de los «tiempos peligrosos» en los cuales estamos viviendo ahora. La gente escucha a un predicador después de otro, asiste a convenciones y más convenciones, lee libro tras libro sobre temas bíblicos, y nunca alcanza un conocimiento vital y práctico de la verdad, de modo que se produzca una impresión de su poder y eficacia en sus almas. Hay algo que se llama hidropesía espiritual, y las multitudes sufren de ella. Cuanto más oyen, más quieren ír; beben los sermones y los mensajes ávidamente, pero sus vidas no cambian. Están hinchados de conocimiento, pero no humillados al polvo delante de Dios. La fe del elegido de Dios es «conocimiento pleno de la verdad que es según la piedad» (Tito 1:l), pero a esta fe, la vasta mayoría son totalmente extraños.

Dios nos ha dado su Palabra, no sólo con el objetivo de instruirnos, sino con el propósito de dirigirnos: de hacemos conocer lo que El quiere que hagamos. Lo primero que necesitamos es un conocimiento claro y distinto de nuestro deber, y lo primero que Dios nos exige es una práctica concienzuda del mismo, según nuestro conocimiento. "Oh hombre, te ha sido declarado lo que es bueno, qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, y amar la misericordia, y caminar humildemente ante tu Dios" (Miqueas 6:8). "La conclusión de todo el discurso oído es ésta: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre." (Eclesiastés 12:13). El Señor Jesús afirmó lo mismo cuando dijo: "Vosotros sois mis amigos, si hacéis las cosas que yo os mando" (Juan 15:14).

1. Un hombre se beneficia de la Palabra a medida que descubre lo que Dios le exige; sus exigencias invariables, porque El no cambia. Es un grave error suponer que, en esta dispensación presente, Dios ha rebajado sus exigencias, porque esto implicaría por necesidad que sus exigencias previas eran duras e injustas. ¡De ninguna manera! "La ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno" (Romanos 7:12). El resumen de lo que Dios exige es: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma y con toda tu fuerza" (Deuteronomio 6:5); y el Señor Jesús repitió lo mismo en Mateo 22:37. El apóstol Pablo volvió a decir lo mismo cuando escribió: "Si alguno no ama al Señor Jesús, sea anatema" (1ª Corintios 16:22).

2. Un hombre se beneficia de la Palabra cuando descubre de qué modo tan completo y entero ha fallado en llegar a la altura de las exigencias de Dios. Y déjeseme indicar para cualquiera que pueda haber estado en desacuerdo con el párrafo anterior de que ningún hombre puede ver cuán pecador es, ¡cuán corto se ha quedado de llegar al Standard de Dios, hasta que ha tenido una visión clara de las altas exigencias que Dios hace sobre él! En la misma medida que los predicadores rebajan los estandardes de lo que Dios requiere del ser humano, en la misma medida sus lectores obtendrán un concepto falso e inadecuado de su pecaminosidad, y tanto menos se darán cuenta de su necesidad de un Salvador todopoderoso. Pero, una vez el alma ha percibido realmente cuáles son las exigencias que Dios le hace, de qué modo tan completo y constante ha fallado en rendirle lo que es suyo, entonces reconoce en qué desesperada situación se encuentra. La ley debe ser predicada antes de que nadie esté preparado para el Evangelio.

3 Una persona se beneficia de la Palabra cuando ésta le enseña que Dios, en su gracia infinita, ha provisto para que su pueblo pueda satisfacer, lo que El nos exige. Sobre este punto, también, gran parte de la predicación de hoy día es seriamente defectuosa. Se predica lo que puede decirse más o menos una "mitad del Evangelio", pero que en realidad es virtualmente una negación del verdadero Evangelio. Cristo entra en el cuadro, pero sólo como una especie de contrapeso. Es una verdad bendita que Dios ha llenado las exigencias de Dios en lugar de todos aquellos que creen en El, pero esto es sólo parte de la verdad. El Señor Jesús no sólo ha satisfecho de modo vicario los requerimientos de la justicia de por su pueblo, sino que también nos ha dado garantías que los suyos los satisfarán ellos mismos personalmente. Cristo ha procurado el Espíritu Santo para que obre en ellos lo que el Redentor obró por ellos.

El milagro grande y glorioso de la salvación es que los salvos son regenerados. En ellos tiene lugar una obra transformadora. Su conocimiento es iluminado, su corazón es cambiado, su voluntad es renovada. Son hechos "nuevas criaturas en Cristo Jesús" (2ª Corintios 5:17). Dios se refiere a este milagro de gracia de la siguiente manera: "Pondré mis leyes en su mente, y las escribiré en su corazón" (Hebreos 8:10). El corazón ahora está inclinado hacia la ley de Dios: se le ha comunicado una disposición que responde a las exigencias de la ley; hay el sincero deseo de guardarla. De esta manera el alma vivificada puede decir: "Cuando dices: Buscad mi rostro, mi corazón responde: Tu rostro buscaré, oh Jehová" (Salmo 27:8).

Cristo observó no sólo una perfecta obediencia de la ley para la justificación de su pueblo que cree, sino que también ganó para ellos la provisión de su Espíritu, que era esencial para su santificación, y que era lo único que podía transformar a las criaturas carnales y hacerles posible el rendir obediencia aceptable a Dios. Aunque Cristo murió por los "impíos" (Romanos 5:6), aunque encuentra a los impíos (Romanos 4:5) cuando los justifica, sin embargo no los deja en su abominable estado. Al contrario, de un modo efectivo les enseña, por Su Espíritu a negar la impiedad y los deseos carnales (Tito 2:12). De la misma manera que el peso no se puede separar de una piedra, o el calor del fuego, tampoco se puede separar la justificación de la santificación.

Cuando Dios perdona realmente a un pecador en el tribunal de su conciencia, bajo el sentido de esta gracia asombrosa el corazón es purificado, la vida es rectificada, y el hombre entero es santificado. Cristo "se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo de su propiedad, celoso de buenas obras" (Tito 2:14). De la misma manera que la sustancia y sus propiedades, causas y efectos necesarios están inseparablemente conectados, también lo están una fe salvadora y una obediencia concienzuda a Dios. De aquí que leemos de la "obediencia de la fe" (Romanos 16:26).

Dijo el Señor Jesús: "El que tiene mis mandamientos y los guarda, éste es el que me ama" (Juan 14:21). Ni en el Antiguo Testamento, ni en los Evangelios ni en las Epístolas admite Dios que acepta el amor de nadie que no guarda sus mandamientos. El amor es algo más que un sentimiento o una emoción; es un principio de acción, y se expresa en algo más que expresiones dulzainas, es decir, requiere actos que agraden al objeto amado. "Porque éste es el amor de Dios, que guardemos sus mandamientos" (1ª Juan 5: 3). Oh, lector, te engañas si crees que amas a Dios y no tienes un deseo profundo y no haces un esfuerzo real para andar en obediencia delante de El.

Pero, ¿qué es la obediencia a Dios? Es más que la ejecución mecánica de ciertos deberes. Puede que' uno haya sido criado por padres cristianos, y bajo ellos haya adquirido ciertos hábitos morales, y sin embargo, el que uno se abstenga de tomar el nombre del Señor en vano, y el ser inocente de robar, no significa que obedezca el tercer y el octavo mandamiento. Otra vez, la obediencia a Dios es mucho más que el actuar conforme a la conducta de su pueblo. Puedo ser huésped de una casa en la cual se observa estrictamente el día del Señor, y por respeto a ellos, o porque yo creo que es bueno y prudente descansar un día a la semana, me abstengo de trabajar en este día, y sin embargo ¡no estoy guardando el cuarto mandamiento! La obediencia no es sólo la sujeción a la ley externa, sino el rendir la voluntad a la voluntad de otro. Así, pues, la obediencia a Dios es el reconocimiento en el corazón de su soberanía; de su derecho a ordenar y mi deber de cumplir. Es la completa sujeción del alma al bendito yugo de Cristo.

Esta obediencia que Dios requiere puede proceder sólo de un corazón que ama a Dios. "Todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor" (Colosenses 3:23). La obediencia que procede del deseo de obtener favores de Dios es egoísta y carnal. Pero, la obediencia espiritual y aceptable es dada con agrado: es la respuesta espontánea del corazón y la gratitud por el cuidado y amor de Dios por nosotros que son inmerecidos.

4. Nos beneficiamos de la Palabra cuando no sólo vemos como un deber el obedecer a Dios, sino que en nosotros es obrado amor para sus mandamientos... "Bienaventurado el varón... que en la ley de Jehová tiene su delicia y en su ley medita de día y de noche" (Salmo 1:1,2). Otra vez leemos: "Bienaventurado el hombre que teme a Jehová, y en sus mandamientos se deleita en gran manera" (Salmo 112:1). Es una verdadera prueba para el corazón el encararse sinceramente con estas preguntas: ¿Doy realmente tanta importancia a sus "mandamientos" como a sus promesas? ¿No debería ser así? Sin duda, porque tanto los unos como los otros proceden de su amor. El cumplimiento en el corazón de la voz de Cristo es el fundamento de toda la santidad práctica.

Aquí quisiéramos de nuevo pedir al lector que con amor y sinceridad se fije bien en este punto. Todo hombre que cree que es salvo y que no tiene amor genuino a los mandamientos de Dios se está engañando. Dijo el salmista "¡Cuánto amo yo tu ley!" (Salmo 119:97). Y también: "Por eso amo yo tus mandamientos. Más que el oro; más que el oro muy fino" (Salmo 119:127). Si alguien objetara que esto era bajo el Antiguo Testamento, preguntamos: ¿Suponéis que el Espíritu Santo produce menos cambio en los corazones de aquellos que son regenerados ahora que antaño? Pero un santo del Nuevo Testamento nos ha dejado su testimonio también: "Me deleito en la ley de Dios según el hombre interior» (Romanos 7: 22). Y, querido lector, a menos que tu corazón se deleite en la «ley de Dios", hay algo que va, mal en ti; sí, es de temer que estés muerto espiritualmente.

5.. Un hombre se beneficia de la Palabra cuando su corazón y su voluntad se han entregado a todo los mandamientos de Dios. La obediencia parcial no es ninguna obediencia. Una mente santa renuncia a todo lo que Dios prohíbe, y escoge y practica todo lo que Dios requiere, sin ninguna excepción. Si nuestra mente no se somete a Dios en todos sus mandamientos, no nos sometemos a su autoridad en nada de lo que nos manda. Si no aprobamos nuestro deber en toda su extensión, estamos muy equivocados si nos imaginamos que nos gusta alguna parte de ellos. Una persona que no tiene principio de santidad en él, puede no sentirse inclinada a muchos vicios y sentirse atraída a practicar muchas virtudes, porque percibe que los primeros son acciones inapropiadas, y las últimas son, en sí, acciones hermosas, pero la desaprobación del vicio y aprobación de la virtud no proceden de la disposición de someterse a la voluntad de Dios.

La verdadera obediencia espiritual es imparcial. Un corazón renovado no escoge entre los mandamientos de Dios: el hombre que lo hace no ejecuta la voluntad de Dios, sino la propia. No nos hagamos ilusiones sobre este punto; si no deseamos sinceramente agradar a Dios en todas las cosas, no queremos agradarle verdaderamente en ninguna. El yo debe ser negado; no meramente algunas de las cosas que quiere, ¡sino el vo en sí! La indulgencia voluntaria de algún pecado conocido quebranta toda la ley (Santiago 2:10,11). "Entonces no sería yo avergonzado, cuando considerase tus mandamientos" (Salmo 119:16). Dijo el Señor Jesús: "Vosotros sois mis amigos, si hacéis todas las cosas que yo os mando" (Juan15:14): si no soy su amigo, entonces he de ser su enemigo, puesto que no hay otra alternativa según Lucas 19:27.

6.. Nos beneficiamos de la Palabra, cuando el alma es encaminada a orar fervorosamente pidiendo gracia para poder obrar. En la regeneración, el Espíritu Santo comunica una naturaleza adecuada para la obediencia a la Palabra. El corazón ha sido ganado por Dios. Hay ahora un deseo profundo y sincero de agradar a Dios. Pero, la nueva naturaleza no posee ningún poder inherente, y la vieja naturaleza o «carne» lucha contra ella, y el diablo se opone. Por ello el cristiano exclama: "Porque el querer el bien lo ~ tengo a mi alcance, pero no el hacerlo" (Romanos 7:18). Esto no significa que es un esclavo del pecado, como era antes de la conversión; pero, significa que, no encuentra cómo realizar plenamente sus aspiraciones espirituales. Por ello ora: "Guíame por la senda de tus mandamientos, porque en ella tengo mi complacencia" (Salmo 119:35). Y otra vez: "Afianza mis pasos con tu palabra, y ninguna iniquidad se enseñoree de mí" (Salmo 119:133).

Aquí contestaremos a una pregunta que las afirmaciones anteriores ha sugerido en algunas mentes: ¿Se afirma aquí que Dios requiere obediencia perfecta por nuestra parte en esta vida? Contestamos: ¡Sí! Dios no establece Standard más bajos delante de nosotros que éste (ver 1ª Pedro 1: 15). Entonces, ¿alcanza estos Standard el cristiano? ¡Sí y no! Sí, en el corazón, y es al corazón que Dios mira (1ª Samuel 16:7). En su corazón, toda persona regenerada que tiene amor verdadero a los mandamientos de Dios y desea, de modo genuino, conservarlos completamente. Es en este sentido, y sólo en éste, que el cristiano es experimentalmente «perfecto». La palabra "perfecto", tanto en el Antiguo Testamento (Job 1:1 y Salmo 37:37) y en el Nuevo Testamento (Filipenses 3:15), significa «recto», "sincero", en contraste con "hipócrita".

"El deseo de los humildes escuchas, oh Jehová; Tú confortas su corazón, y tienes atento tu oído" (Salvo 10: 17). Los "deseos" del santo son el lenguaje del alma, y la promesa es: «El cumplir el deseo de los que le temen» (Salmo 145:19). El deseo del cristiano es obedecer a Dios en todas las cosas, para ser conformado a la imagen de Cristo. Pero, esta voluntad sólo puede ser realizada en la resurrección. Entretanto, Dios, por la gracia de Cristo, acepta la voluntad por el hecho (1ª Pedro 2:5). El conoce nuestro corazón y ve en su hijo un amor genuino a sus mandamientos y un deseo sincero de cumplirlos, y acepta el ferviente deseo y el cordial esfuerzo en lugar de la ejecución precisa (2ª Corintios 8:12). Pero que nadie que viva en desobediencia voluntaria saque una falsa paz y pervierta para su propia destrucción lo que ha sido dicho para el consuelo de aquellos que desean de todo corazón agradar a Dios en todos los detalles de sus vidas.

Si alguien pregunta: ¿Cómo puedo saber si mis "deseos" son realmente los que corresponden a una alma regenerada?, contestaremos: La gracia salvadora es la comunicación al corazón de una. disposición habitual para actos santificados. Los "deseos" del lector deben ser probados así: ¿Son sinceros y fervientes de manera que realmente "aspiras a la justicia" (Mateo 5:6) y "suspiras por Dios" (Salmo 42:l)? ¿Son operantes y eficaces? Muchos desean escapar del infierno; sin embargo, sus deseos no son bastante fuertes para llevarlos a odiar lo que inevitablemente les llevará al infierno, es decir la voluntad de pecar contra Dios. No aborreciéndolo, tampoco se apartan de ello. Muchos desean ir al cielo, pero no de tal forma que entren por la puerta estrecha y sigan "el camino estrecho" que conduce allí. Los verdaderos "deseos" espirituales usan los medios de gracia y no se ahorran esfuerzo para ponerlos por obra, y continuamente y en oración siguen adelante hacia el blanco que tienen delante.

7. Nos beneficiamos de la Palabra cuando, incluso ahora, disfrutamos del premio de la obediencia. "La piedad para todo aprovecha" (1.a Timoteo 4:8). Por medio de la obediencia purificamos nuestras almas (1.a Pedro 1:21). Por medio de la obediencia conseguimos que Dios nos escuche (La Juan 3:22), de la misma manera que la desobediencia es una barrera a nuestras oraciones Isaías 59:2; Jeremías: 5:25). Por medio de la obediencia obtenemos manifestaciones preciosas e íntimas de Jesucristo para el alma (Juan 14:21). Cuando andamos por el camino de la sabiduría (la completa sumisión a Dios) descubrimos que "sus caminos son caminos deleitosos, y todas sus veredas, paz" (Proverbios 3:17). "Sus mandamientos no son gravosos" (1.a Juan 5:3), y "en guardarlos hay gran galardón" (Salmo 19: 11).

Seminario bíblico Reina Valera.:baby::chirolp_k:corazon:

 
Re: AGUAS EN EL DESIERTO.

Saludos en Cristo Jesús.
CANTAR DE LOS CANTARES 2 Y SU COMENTARIO.
1 Yo soy la rosa de Sarón,
Y el lirio de los valles.
2 Como el lirio entre los espinos,
Así es mi amiga entre las doncellas.
3 Como el manzano entre los árboles silvestres,
Así es mi amado entre los jóvenes;
Bajo la sombra del deseado me senté,
Y su fruto fue dulce a mi paladar.
4 Me llevó a la casa del banquete,
Y su bandera sobre mí fue amor.
5 Sustentadme con pasas, confortadme con manzanas;
Porque estoy enferma de amor.
6 Su izquierda esté debajo de mi cabeza,
Y su derecha me abrace.
7 Yo os conjuro, oh doncellas de Jerusalén,
Por los corzos y por las ciervas del campo,
Que no despertéis ni hagáis velar al amor,
Hasta que quiera.
8 ¡La voz de mi amado! He aquí él viene
Saltando sobre los montes,
Brincando sobre los collados.
9 Mi amado es semejante al corzo,
O al cervatillo.
Helo aquí, está tras nuestra pared,
Mirando por las ventanas,
Atisbando por las celosías.
10 Mi amado habló, y me dijo:
Levántate, oh amiga mía, hermosa mía, y ven.
11 Porque he aquí ha pasado el invierno,
Se ha mudado, la lluvia se fue;
12 Se han mostrado las flores en la tierra,
El tiempo de la canción ha venido,
Y en nuestro país se ha oído la voz de la tórtola.
13 La higuera ha echado sus higos,
Y las vides en cierne dieron olor;
Levántate, oh amiga mía, hermosa mía, y ven.
14 Paloma mía, que estás en los agujeros de la peña, en lo escondido de escarpados parajes,
Muéstrame tu rostro, hazme oír tu voz;
Porque dulce es la voz tuya, y hermoso tu aspecto.
15 Cazadnos las zorras, las zorras pequeñas, que echan a perder las viñas;
Porque nuestras viñas están en cierne.
16 Mi amado es mío, y yo suya;
El apacienta entre lirios.
17 Hasta que apunte el día, y huyan las sombras,
Vuélvete, amado mío; sé semejante al corzo, o como el cervatillo
Sobre los montes de Beter.


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COMENTARIO.

Tomado de "Comentario Exegético-Devocional A Toda La Biblia."
Libros poéticos -Cantares Tomo-2. Editorial CLIE.


En este capítulo, I. Continúa el imaginario diálogo de la sulamita con su amado pastorcillo (vv. 1-6). II. Como vuelta de su 'sueño', se dirige a las damas de la corte (v. 7). III. Refiere, a continuación, un incidente del pasado (vv. 8-17).

Versículos 1-7

1. La sulamita se compara a sí misma humildemente con una modesta flor de los prados. El vocablo hebreo aparece aquí y en Is. 35:1. Suele traducirse por 'rosa', pero su significado es incierto y es más probable que se refiera al narciso, abundante en Palestina y muy estimado de los nativos. Sarán es la zona costera, llana, entre Yaffá o Joppe y Cesarea. El lirio de los valles, otra flor muy común, era, al parecer, una variedad de color rojo, según se desprende de 5:13. El Midras hace la siguiente aplicación: 'Los justos han de ser comparados al lirio del valle que dura mucho, no al lirio de la montaña que pronto se marchita'. En su humildad halla su humedad, mientras el de la altura no perdura.

2. Al oír esta modesta declaración. Salomón aprovecha la ocasión para lisonjear, una vez más, a la sulamita con un ingenioso cumplido (v. 2). «Sí, es verdad que eres un lirio -viene a decir-, pero eres como el lirio entre los espinos, ya que las doncellas de Jerusalén no son otra cosa que espinos si se las compara con tu hermosura sin par». La belleza de los creyentes consiste en parecerse a Jesucristo. Los buenos creyentes superan en belleza a los hijos del siglo como un parterre de rosas supera a una hilera de zarzas. Los malvados, 'doncellas del mundo', al no tener amor a Cristo, no son sino espinos, inútiles y dañosos. El pueblo de Dios son como lirios entre espinos que les dañan con su mala voluntad y los oscurecen con su altivez, pero Dios ama a los suyos y les protege de todo mal.

3. Sin dar oídos a la adulación de Salomón, la sulamita compara a su amado pastorcillo a un manzano, árbol que da fruto delicioso, no a un cedro que de nada sirve mientras no es cortado para vigas o muebles (v. 3), y recuerda cuan dulce le resultaba su compañía, por la sombra que le daba y el fruto que le ofrecía. Algo parecido, pero inmensamente mejor, hallan los creyentes junto al Señor (A) Sombra que refrigera y alivia a los cansados y fatigados (Mt. 11:28); (B) Alimento abundante (Jn. 10:9). La bodega (v. 4. lit. La casa del vino) significa el festivo banquete con que su amado la obsequia. También el Señor Jesús aprovechó la cena pascual como banquete de despedida de los suyos. «Su bandera sobre mi fue amor», continúa (v. 4b). Comenta Gesenio: 'Sigo tras la bandera de amor que mi amado despliega delante de mí, igual que los soldados siguen el estandarte militar y nunca lo abandonan'.

4. Estos pensamientos le producen tal nostalgia de su amado, que está a punto de desmayarse (v. 5) y pide estimulantes que la sostengan ¡Si tan fuerte fuese nuestra nostalgia por estar en la presencia del Señor! (Comp. Sal. 63:1-8).

5. El v. 6 se entiende mejor en optativo, puesto que su amado está ausente: «Esté su izquierda bajo mi cabeza, y su derecha me abrace» (Biblia de las Américas y New American Standard Tr.). En el Señor Jesucristo hallan los creyentes protección, soporte y amor sin par.

6. El v. 7 resulta difícil, pero su sentido es claro. Ante la insistencia de las damas de la corte para que la sulamita se deje enamorar por los requiebros de Salomón, ella responde que el amor no puede ser despertado desde fuera; tiene que nacer de dentro, tan libre y espontáneo como las gacelas y las ciervas del campo que no están enjauladas ni sujetas con cadenas, sino que corretean a su gusto por la campiña. Compárese con la delicada invitación del Señor Jesús en Ap. 3:20. El versículo viene a ser como el epifonema que cierra las secciones del libro (comp. 3:5; 8:4).

Versículos 8-17

Comienza aquí una nueva sección que acaba en 3:5, en la cual la sulamita refiere un incidente del pasado.

1. Cambia el escenario. Ya no estamos en el palacio de Jerusalén, sino en la residencia regia en el campo, probablemente al norte de Palestina. Pero los personajes son los mismos: La sulamita y las damas de la corte. El v. 8 debe traducirse como en la New International V.: «¡Escuchad! ¡Mi amado! ¡Mirad, aquí viene, etc.!». En su imaginación, la sulamita oye a distancia los pasos de su amado y le ve saltando sobre los montes y brincando sobre los collados. También Abraham vio a distancia el día del Señor Jesús y se regocijó (Jn. 8:56). Por el amor que nos tenía, el Señor Jesús vino dando grandes saltos: Del cielo al seno de una virgen; cargado con nuestros pecados, al madero (1 P. 2:24); del madero, a la tumba; de la tierra, al cielo. La maldición de la ley y la muerte en cruz han de ser soportadas, y hay que amarrar a todos los poderes de las tinieblas, pero, antes de las realizaciones de su amor, esas grandes montañas se convirtieron en llanuras. Cualquiera sea la oposición que se haga, en cualquier tiempo, a la liberación de la Iglesia de Dios, Cristo se abrirá paso por en medio de ella. Viene rápido, como el corzo y el cervatillo; el tiempo se les hacía largo, pero en realidad se apresuraba.

2. Vivamente se le representa su amado pastorcillo llegando ya al vallado, mirando por las ventanas y atisbando por las celosías (v. 9). Comenta Lehnnan: "El verbo hebreo para «atisbar» significa «chispear» y quizás insinúa que ella piensa que su rescatador está tan cerca que puede ver en ella el ardiente fulgor de los ojos de su amado'. Con la misma viveza (v. 10), se representa al amado respondiendo (Lit.), es decir, tomando la palabra, y diciéndole, etc. La invita a salir y a marcharse con él. Para mejor incitarla a seguirle, le dice que ha llegado ya la primavera con todas las agradables señales que anuncian la llegada de tan deseable estación del año:

Pasó el invierno y las lluvias de marzo y abril (v. 11), han brotado las flores (v. 12), llegó el tiempo de la poda (más probable que de la canción) de las vides, y se ha oído la voz (no el canto) de la tórtola (V. Jer. 8:7), anunciando la llegada de la primavera. Durante todo el invierno, las flores están muertas y enterradas en sus raíces; no queda ninguna señal de ellas; pero en la primavera reviven y se muestran en toda su admirable variedad, y con todo el verdor y su múltiple colorido. Esta descripción de la primavera que retorna, como razón para venir a Cristo y con Cristo, es aplicable a la introducción del evangelio en la habitación de la dispensación de la Ley, durante la cual era invierno para la Iglesia. El evangelio de Cristo calienta lo que estaba frío y hace fructífero lo 'que antes estaba muerto y estéril; cuando llega a un lugar, pone en él gran belleza y gloria (2 Co. 3:7, 8). La estación primaveral es muy agradable; también lo es la dispensación de la gracia del evangelio. La liberación de la Iglesia del poder de sus enemigos perseguidores es como una primavera después de un invierno de sufrimiento y falta de libertad. Cuando han pasado las tormentas de la aflicción, cuando se oye la voz de la tórtola, el alegre sonido del evangelio de Cristo, predicado con toda libertad, levantémonos y vayamos, (comp. v. 13b).

4. Los higos de que habla el v. 13 no son los que maduran en agosto, sino los primerizos o brevas, que son deliciosas. Y las vides en flor difunden sufragando. Frutos primerizos y olor fragante se dan a conocer en la conversión de un pecador: salir del estado de la naturaleza al estado de la gracia es, también para él, el retomo de la primavera, un cambio total, un nuevo nacimiento. El alma que era dura y fría, estéril como la tierra en invierno, se vuelve fértil y fructífera como la tierra en primavera y, por grados también, como la tierra, produce su fruto hasta llevarlo a perfección. Este feliz cambio se debe únicamente a la influencia del sol de justicia. Un hijo de Dios, cuando está bajo el peso de dudas y temores, es como la tierra en invierno: las noches son largas y los días son oscuros y fríos; pero pronto retomará el consuelo: volverán a cantar los pájaros y aparecerán las flores. Levántate, pues, pobre alma, y ven. Los huesos que yacían en el sepulcro, como las raíces de las plantas en el suelo durante el invierno, reverdecerán como el césped (Is. 66:14, comp. con Is. 26:19). Aquello será un eterno adiós al invierno y una gozosa entrada en una perpetua primavera.

5. Tras esta descripción de la llegada de la primavera, la ilusionada sulamita escucha la voz de su amado que la invita de nuevo (v. 13b, comp. con v. 10b) a salir y marcharse con él. «Paloma mía», dice el pastorcillo, «que estás... en lo escondido de escarpados parajes» (v. 14). "Las palomas, dice Lehrman, hacen sus nidos en las hendiduras de las rocas y se resisten a salir de allí cuando están asustadas. El amante pastor, impaciente por la tardanza de ella en unirse a él, la urge a que deje su escondite". Así también, Cristo es la roca en la que el alma busca su refugio, como la paloma en las hendiduras de las rocas, cuando se siente perseguida por las aves de presa (Jer. 48:28). A la invitación, une el amado dulces requiebros.

6. El v. 15 es difícil de interpretar dentro de este contexto. Según Ryrie, 'ambos (el pastorcillo y la sulamita) resuelven tomar medidas contra todo lo que pueda echar a perder sus relaciones'. Según Lehrman, 'junto con el v. 14, podría ser una canción popular en el tiempo de la cosecha". F. Asensio viene a dar como probables ambas opiniones. Cabe otra interpretación: los hermanos de la sulamita la envían de nuevo a cuidar la viña (comp. con 1:6). Pero entonces, ¿cómo se explica ese plural «cazadnos »? Aunque la interpretación literal de este v. es tan difícil, la acomodación espiritual es sencilla. «El zorro, dice Watchman Nee, se come el fruto de la vid, pero las pequeñas raposas estropean los tiernos pámpanos». Esto es, según M. Henry, A) Un encargo a los creyentes a que mortifiquen sus apetitos pecaminosos, pequeñas raposas que destruyen las gracias, aplastan los buenos comienzos e impiden que lleguen a la perfección. Cazad las pequeñas raposas, los comienzos del pecado, de esos pecados que parecen insignificantes, pero son tan peligrosos. (B) Un encargo a todos a impedir la extensión de opiniones y prácticas que tienden a corromper el sano juicio de los hombres, a viciar las conciencias, a poner en perplejidad las mentes y a desalentar las inclinaciones a la virtud.

7. Los vv. 16 y 17 constituyen: (A) Una ferviente profesión del amor que la sulamita y el pastorcillo se tienen recíprocamente, a pesar de todos los esfuerzos de los hermanos de ella por separarlos; (B) Una tierna, amorosa y urgente llamada al amado para que vuelva, ligero como el corzo o como el cervatillo, hasta que soplen las brisas del atardecer (éste es el sentido de la primera parte del v. 17) y huyan las sombras al ponerse el sol que las ocasionaba. En vano esperó la sulamita, pues llegó la noche (3:1) sin que él apareciese viniendo sobre los montes de Báter. La Iglesia no duda de que llegará el frescor de la brisa del atardecer y de qué huirán las sombras presentes, para dar paso a las realidades futuras. El vocablo hebreo báther significa división o separación. Según esto, caben varias interpretaciones: (a) 'montes con quebradas intermedias" (probable, según Lehrman);

(b) 'montes de separación', por el corte que parece efectuar el horizonte (según Dhorme); (c) 'montes de división' de la víctima para el sacrificio (comp. con Gn. 15:10) en dos partes iguales (según Joüon y Robert-Toumay). Estas dos últimas opiniones son expuestas por F. Asensio al 'relacionar nuestro Báter, dice, con la raíz btr, separar o cortar'. Esta nostalgia de la sulamita por su amado puede aplicarse al Maran atha, ¡Señor, ven! que la Iglesia primitiva solía repetir en sus cultos con tensa y viva expectación de la Segunda Venida del Señor (V. el griego original de 1Co. 16:22, comp. con Ap. 22:20).:baby::chirolp_k:corazon:

 
Re: AGUAS EN EL DESIERTO.

Saludos en Cristo Jesús.

CREER Y ESPERAR

"...el que creyere, no se apresure" (Isaías 28:16).

---Siempre que enfrentamos una situación en este mundo, la propuesta es que apresuradamente tomemos una posición. El mundo no acepta esperar, él no soporta el tiempo, está siempre en competición, está siempre procurando superar las barreras del tiempo y el espacio, y constantemente nos incita a correr con ellos: "A éstos les parece cosa extraña que vosotros no corráis con ellos en el mismo desenfreno de disolución, y os ultrajan" (1ª Pedro 4:4).
---El mundo hace oposición a los hijos de Dios, porque vive de lo que es aparente, de lo sensorial, y todo es para ahora, ya; pero los hijos de Dios, los justos, viven de la fe: "Mas el justo vivirá por fe; y si retrocediere, no agradará a mi alma" (Hebreos 10:38).
---La prisa no es enemiga de la perfección, sino de la fe. La fe es un firme fundamento, un ancla segura y firme. La fe no es un sentimiento, sino la acción de esperar en un firme fundamento, de esperar en la Palabra de Aquél que no puede mentir: "La cual tenemos como segura y firme ancla del alma, y que penetra hasta dentro del velo, donde Jesús entró por nosotros como precursor, hecho sumo sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec" (Hebreos 6:18-19).
---Apresurarse, para el mundo, puede ser una virtud, pero para Dios es incredulidad. La actitud de aquél que cree no es la ansiedad, la prisa, sino el descanso: "Y el efecto de la justicia será paz; y la labor de la justicia, reposo y seguridad para siempre" (Isaías 32:17).
---El alma del cristiano, que aún no está plenamente santificada, necesita de la palabra de Dios. Nosotros que somos sus hijos, necesitamos oír su enseñanza que dice: "Aguarda a Jehová; esfuérzate, y aliéntese tu corazón. Sí, espera a Jehová... Guarda silencio ante Jehová, y espera en él... Estad quietos, y conoced que yo soy Dios" (Salmos 27:14, 37:7, 46:10).
---El Salmo 131 nos enseña cómo debemos portarnos delante de Dios, esto es, como un niño destetado en el seno de su madre. Esto es humildad verdadera, es ser mayor en el Reino de los cielos: "Así que, cualquiera que se humille como este niño, ése es el mayor en el reino de los cielos" (Mateo 18:4).
---Aquél que cree, no se apresurará. Esto no es una posibilidad, sino una afirmación de Dios. No nos engañemos a nosotros mismos; sea nuestro hablar sí, sí; y no, no. Si nos apresuramos es porque no estamos creyendo.
---La incredulidad o la fe también se puede volver algo visible. Ella se torna visible por la prisa o por el descanso. Si hay descanso, entonces hay fe; si hay ansiedad y prisa, es incredulidad. Si estamos agitados, ansiosos, con prisa, no debemos quejarnos, sino volvernos a Él, a Jesús, el autor y consumador de esta fe preciosa (Hebreos 12:2).
---Es necesario volvernos a Jesús y conocer a Aquél que es manso y humilde de corazón, y hallaremos fe en él, y descanso para nuestras almas: "Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas" (Mateo 11:28-29).:baby::chirolp_k:corazon:

 
Re: AGUAS EN EL DESIERTO.

Saludos en Cristo Jesús.

¿CALAMIDAD O BENDICIÓN?

"Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les
ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito
son llamados" (Romanos 8:28).

Cuando el General Jackson perdió un brazo en una batalla,
suyo capellán exclamó: "OH, General, ¡qué calamidad!"
Jackson le agradeció por el compasión, pero contestó:
"Puédeme ver herido, pero no deprimido, ni infeliz. Creo que
todo acontece de acuerdo con la santa voluntad de Dios. Y yo
me someto enteramente a ella. Puede hasta hallar extraño,
pero usted jamás me vio más feliz del que soy hoy, pues,
estoy cierto de que mi Padre celestial planteó ésta mía
aflicción para mío bien. Estoy perfectamente convencido de
que tanto en esta vida como en la que hay de venir, yo
descubriré que lo que hoy parece ser una calamidad es, en
verdad, una bendición."

Las palabras de aquel general traen para todos nosotros una
lección de fe. Solemos etiquetar las circunstancias o
experiencias adversas como "calamidad." Sin embargo, si nos
colocásemos enteramente en la presencia de Dios y pudiésemos
ver como Él ve, no iríamos a querer perder las maravillosas
y inestimables lecciones espirituales que aquella situación
nos ofrece. Los momentos de edificación espiritual advindos
de una experiencia difícil probablemente nunca serán
repetidos en cualquiera otra situación.

Necesitamos estar listos para glorificar a Dios mismo en las
horas de aparente calamidad. Debemos ser espiritualmente
maduros para comprender que las luchas y las aflicciones
también hacen parte de una preparación de Dios para la
conquista de nuestros sueños y felicidad. Es preciso que
tengamos confianza mismo cuando las cosas no van bien y lo
porteo de nuestros anhelos nos parece distante e imposible
de alcanzar.

Cuando creemos plenamente en Dios y abrimos nuestro corazón
para que Él habite en nosotros y dirija todos nuestros
pasos, aun cuando el escenario a nuestra frente sea de
calamidad, el nuestro mirar de fe solo conseguirá ver
bendiciones y victorias.

No se deje abatir por un instante de aflicción. Luego la paz
del Señor tomará cuenta de su vida y la esperada felicidad
llegará.:baby::chirolp_k:corazon:

Paulo Barbosa
 
Re: AGUAS EN EL DESIERTO.

Saludos en Cristo Jesús.

EL CONFLICTO EN EL CREYENTE SEGÚN ROMANOS 7.

Vv. 14—17. Comparado con la santa regla de conducta de la ley de Dios, el apóstol se halló tan
lejos de la perfección que le pareció que era carnal; como un hombre que está vendido contra su
voluntad a un amo odiado, del cual no puede ser liberado. El cristiano verdadero sirve
involuntariamente a ese amo odiado, pero no puede sacudirse la cadena humillante hasta que lo
rescata su Amigo poderoso y la gracia de lo alto. El mal remanente de su corazón es un estorbo real
y humillante para que sirva a Dios como lo hacen los ángeles y los espíritus de los justos
perfeccionados. Este fuerte lenguaje fue el resultado del gran avance en santidad de San Pablo, y de
la profundidad de la humillación de sí mismo y el odio por el pecado. Si no entendemos este
lenguaje se debe a que estamos tan detrás de él en santidad, en el conocimiento de la espiritualidad
de la ley de Dios y del mal de nuestros propios corazones y del odio del mal moral. Muchos
creyentes han adoptado el lenguaje del apóstol, demostrando que es apto para sus profundos
sentimientos de aborrecimiento del pecado y humillación de sí mismos. —El apóstol se expande en
cuanto al conflicto que mantenía diariamente con los vestigios de su depravación original. Fue
tentado frecuentemente en temperamento, palabras o actos que él no aprobaba o no permitía en su
juicio y en afecto renovado. Distinguiendo su yo verdadero, su parte espiritual, del yo o carne, en
que habita el pecado, y observando que las acciones malas eran hechas, no por él, sino por el
pecado que habita en él, el apóstol no quiso decir que los hombres no sean responsables de rendir
cuentas de sus pecados, sino que enseña el mal de sus pecados demostrando que todos lo están
haciendo contra su razón y su conciencia. El pecado que habita en un hombre no resulta ser quien le
manda o le domina; si un hombre vive en una ciudad o en un país, aún puede no reinar ahí.
Vv. 18—22. Mientras más puro y santo sea el corazón, será más sensible al pecado que
permanece en él. El creyente ve más de la belleza de la santidad y la excelencia de la ley. Sus
deseos fervientes de obedecer aumentan a medida que crece en la gracia. Pero no hace todo el bien
al cual se inclina plenamente su voluntad; el pecado siempre brota en él a través de los vestigios de
corrupción, y a menudo, hace el mal aunque contra la decidida determinación de su voluntad. —Las
presiones del pecado interior apenaban al apóstol. Si por la lucha de la carne contra el Espíritu,
quiso decir que él no podía hacer ni cumplir como sugería el Espíritu, así también, por la eficaz
oposición del Espíritu, no podía hacer aquello a lo cual la carne lo impelía. ¡Qué diferente es este
caso del de los que se sienten cómodos con las seducciones internas de la carne que les impulsan al
mal! ¡Estos, contra la luz y la advertencia de su conciencia, siguen adelante, hasta en la práctica
externa, haciendo el mal, y de ese modo, con premeditación, siguen en el camino a la perdición!
Porque cuando el creyente está bajo la gracia, y su voluntad está en el camino de la santidad, se
deleita sinceramente en la ley de Dios y en la santidad que exige, conforme a su hombre interior; el
nuevo hombre en él, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad.
Vv. 23—25. Este pasaje no representa al apóstol como uno que anduviera en pos de la carne,
sino como uno que se disponía de todo corazón no andar así. Si hay quienes abusan de este pasaje,
como también de las demás Escrituras, para su propia destrucción, los cristianos serios encuentran,
no obstante, causa para bendecir a Dios por haber provisto así para su sostenimiento y el consuelo.
No tenemos que ver defectos en la Escritura, porque los cegados por sus propias lujurias abusen de
ellas, ni tampoco de ninguna interpretación justa y bien respaldada de ellas. Ningún hombre que no
esté metido en este conflicto puede entender claramente el significado de estas palabras, ni juzgar
rectamente acerca de este conflicto doloroso que llevó al apóstol a lamentarse de sí mismo como
miserable, constreñido a hacer lo que aborrecía. —No podía librarse a sí mismo y esto le hacía
agradecer más fervorosamente a Dios el camino de salvación revelado por medio de Jesucristo, que
le prometió la liberación final de este enemigo. Así, pues, entonces, dice él, yo mismo, con mi
mente, mi juicio consciente, mis afectos y propósitos de hombre regenerado por gracia divina, sirvo
y obedezco la ley de Dios; pero con la carne, la naturaleza carnal, los vestigios de la depravación,
sirvo a la ley del pecado, que batalla contra la ley de mi mente. No es que la sirva como para vivir
bajo ella o permitirla, sino que es incapaz de librarse a sí mismo de ella, aun en su mejor estado, y
necesitando buscar ayuda y liberación fuera de sí mismo. Evidente es que agradece a Dios por
Cristo, como nuestro libertador, como nuestra expiación y justicia en Él mismo, y no debido a
ninguna santidad obrada en nosotros. No conocía una salvación así, y rechazó todo derecho a ella.
Está dispuesto a actuar en todos los puntos conforme a la ley, en su mente y conciencia, pero se lo
impedía el pecado que lo habitaba, y nunca alcanzó la perfección que la ley requiere. ¿En qué puede
consistir la liberación para un hombre siempre pecador, sino la libre gracia de Dios según es
ofrecida en Cristo Jesús? El poder de la gracia divina y del Espíritu Santo podrían desarraigar el
pecado de nuestros corazones aun en esta vida, si la sabiduría divina lo hubiese adecuado. Pero se
sufre, para que los cristianos sientan y entiendan constante y completamente el estado miserable del
cual los salva la gracia divina; para que puedan ser resguardados de confiar en sí mismos; y que
siempre puedan sacar todo su consuelo y esperanza de la rica y libre gracia de Dios en Cristo.:baby::chirolp_k:corazon:

Comentario biblico por Matthew Henry
 
Re: AGUAS EN EL DESIERTO.

Saludos en Cristo Jesús.

EL GOZO DEL SEÑOR.
El hermano del hijo pródigo se enojó mucho contra su padre por el hecho de hacer fiesta para su otro hijo. Pero el padre
no era injusto, ¿verdad? No era injusto. El enojo del hijo mayor básicamente fue debido a
que el no miraba las bendiciones que tenia en la casa de su padre. El no las aprovechaba.
A veces a nosotros nos falta el gozo. ¿Por qué? Porque a veces nosotros tampoco nos aprovechamos
de quien es Dios, de lo que El ha hecho por nosotros, de los beneficios que El nos
ha dado. A veces no nos aprovechamos de la relación que tenemos con el Padre.
Y por eso nos falta el gozo. Y por lo tanto, llegamos a ser decepcionados y descontentos con
Dios en ciertas áreas de nuestras vidas. Y nos quejamos en vez de regocijarnos en El.
¿De acuerdo? ¿Has experimentado eso? Yo, sí. A veces me doy cuenta que en ciertas áreas
estoy descontento con Dios. Estoy decepcionado con El. Porque no estoy mirando, evaluando y apreciando, a Dios, ni lo
que El me ha dado y lo que El ha hecho en mi.
¿Cual es el medicamento que podemos tomar para curarnos de esta falta de gozo? Hay un medicamento poderoso que encontramos
aquí en la Biblia. Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios. (Salmos 103:2 ) En otro lugar en
la Biblia dice que la buena noticia conforta los huesos. (Proverbios 15:30) Las buenas noticias traen sanidad al cuerpo. Y si
nosotros nos recordamos de los beneficios que Dios nos ha dado, vamos a encontrar que el gozo del Señor llega a ser más
real en nosotros. ¿Amén?
Entonces, vamos a empezar a recordar ahora. ¿Cuáles beneficios Dios nos ha dado? La Biblia dice que toda buena dadiva, y
todo don perfecto que tenemos nos ha llegado de Dios, del Padre Celestial (Santiago 1:17.)Yo tengo una lista de estos beneficios,
pero todavía no te la voy a dar. Quiero que tú hagas una pausa por un momento ahorita mismo, y escribas o pienses
en un beneficio que Dios te ha dado. Algo que Dios ha hecho para ti algo que El te ha dado; algún beneficio que hay en
tu vida.
¿Listo?
Bueno, aquí hay unos beneficios que mencionaron miembros de este ministerio. “La salvación.” Es un beneficio enorme,
¿verdad? “La paz con Dios.” “Jesús mismo.” “El Espíritu Santo que hace real en mi vida lo que dice la Biblia.” “La vida. Es un don de
Dios.” “El siempre está dispuesto a recibirnos y guiarnos, y por eso tenemos esperanza.” Este es un beneficio enorme. La mayoría de
personas no tienen esperanza. Pero gracias a Dios que los hijos de Dios la tenemos. “El amor de Dios. “ El nos ama. Esto
es un beneficio, ¡verdad! El no es un Dios de odio o descuido, es un Dios de amor que nos comprende aun cuando nadie
más nos comprende; Dios nos comprende. “Hay tantos beneficios, pero hay algo que yo he tomado como beneficio en mi vida espiritual,
siempre cuando paso por tiempos difíciles, yo no me desespero, pero siempre digo, ‘Bueno, vamos a Dios porque todas las cosas nos
ayudan para bien,’ entonces he aprendido a ser paciente en el Señor, que cualquiera que sea la situación, por muy difícil que sea, siempre
estoy esperando en El, confiando en El.” “La salud.” “Uno de los beneficios que siento que Dios me ha dado a mi es tener un corazón dispuesto
hacia El. Aunque a veces uno mismo lo cierra, pero sí, tener por lo menos algo de esa disposición hacia El.” La palabra dice que
Dios nos da tanto el querer como el hacer (Filipenses 2:13.) Si hay en nosotros el querer seguir a Dios aun eso es algo que
Dios nos ha dado. Aun la fe que tenemos es un don de Dios. “El cuidar de nosotros.” Excelente. El nos cuida. Yo creo que
cuando llegamos a los cielos Dios nos va a mostrar las situaciones en que El nos cuido sin nosotros saberlo. “La fe” “Es una
bendición de Dios que a veces tenemos algo para disfrutar.” “Creo que podríamos hacer una lista muy larga de los beneficios que Dios nos
ha dado. Pero para mi, mi esposa es la bendición mas grande en mi vida.”
Entonces tanto las bendiciones espirituales como materiales, todas vienen de Dios.
Hay más, ¿verdad? Los cielos que nos esperan. Todo lo que significan los cielos. Como hemos dicho varias veces, los cielos
no son un lugar donde vamos a ser como espíritus en el aire, incorpóreos y flotantes. Vamos a tener cuerpos, vamos a
comer, habrá una fiesta cuando nos casemos con Jesús, vamos a poder platicar, disfrutar de los animales… Todo eso vamos
a ver en los cielos. De hecho la Biblia habla de una nueva tierra y nuevos cielos. Muchas veces decimos, “Cuando
muera voy a los cielos.” Esto solo es parte de la verdad. . Vamos a morar en ambos la nueva tierra y los nuevos cielos.
Me imagino que la nueva tierra es parecida a esta tierra, pero sin los problemas. Beneficios, y más beneficios. Los cielos,
la nueva tierra, … y el perdón de Dios.
no nos
aprovechamos de
la relación que
tenemos con el
Padre
celestial.

Como sabemos, en muchas religiones hay gente que se castiga intentando hallar el sentido de
ser perdonados. Nosotros no tenemos que hacer eso, gracias a Dios, porque el perdón es un
beneficio, un don de Dios. El nos ha liberado de la esclavitud del pecado. Hay personas que
dicen, “Ah, yo quiero seguir pecando, es tan divertido.” Pero de hecho son esclavos. Es
como comer un confite, que en el exterior es dulce, pero adentro es muy amargo. Somos
libres de la esclavitud del pecado. No sé ustedes, pero mi pecado me esclavizaba. No era
libre antes de que Cristo me liberara.
Alguien menciono la paz con Dios. El hecho de poder despertarse en la mañana y saber que
no importa lo que pasó ayer, pase lo que pase hoy, tengo paz con Dios; no por mi propia
justicia, sino a través de Jesucristo; cosa que nadie me puede quitar. Es un beneficio enorme. Tenemos paz con Dios.
Aun nuestras pruebas, aun las tribulaciones, la Biblia dice que podemos regocijarnos en ellas porque sabemos que Dios está
haciendo algo bueno en nosotros a través de las tribulaciones; principalmente obrando la paciencia y la esperanza en nosotros.
Y aun cuando Dios nos está disciplinando y no podemos regocijarnos, porque duele, en el recóndito podemos tener
gozo sabiendo que “Por lo menos El me ama y por esto me está disciplinando.”
Tantos beneficios que hay. Y tenemos que aprovecharlos con gozo. Tenemos a veces que meditar en los beneficios.
“¡Dios, yo tengo paz contigo!” ¡Cuanto vale eso! “¡Dios, me has perdonado!” “Dios, me tienes un hogar celestial y eternal.”
“Dios, me has dado parientes o amigos que les amo.” “¡Me has dado bendiciones en mi vida!” Son beneficios, y como
dice aquí en Salmos 103, No olvides ninguno de sus beneficios. A veces cuando un hijo mió esta quejándose acerca de algo, le
digo, “Pues, vamos a ver los beneficios que hay en tu vida,” para darle otra perspectiva, y de repente las quejas se van. No
tienen tanta importancia. “Ah, Dios, hoy me siento fatal. Pero soy perdonado. Tengo vida eterna! ¡Tengo Tu amor, tengo
esperanza!” ¿Amén?
Vamos a leer Salmos 103, tiene mucho que ver con todo lo que hemos dicho.
no olvides
ninguno de
sus
beneficios.
1 Bendice, alma mía, a Jehová,
Y bendiga todo mi ser su santo nombre.
2 Bendice, alma mía, a Jehová,
Y no olvides ninguno de sus beneficios.
3 El es quien perdona todas tus iniquidades,
El que sana todas tus dolencias;
4 El que rescata del hoyo tu vida,
El que te corona de favores y misericordias;
5 El que sacia de bien tu boca
De modo que te rejuvenezcas como el águila.
6 Jehová es el que hace justicia
Y derecho a todos los que padecen violencia.
7 Sus caminos notificó a Moisés,
Y a los hijos de Israel sus obras.
8 Misericordioso y clemente es Jehová;
Lento para la ira, y grande en misericordia.
9 No contenderá para siempre,
Ni para siempre guardará el enojo.
10 No ha hecho con nosotros conforme a nuestras iniquidades,
Ni nos ha pagado conforme a nuestros pecados.
11 Porque como la altura de los cielos sobre la tierra,
Engrandeció su misericordia sobre los que le temen.
12 Cuanto está lejos el oriente del occidente,
Hizo alejar de nosotros nuestras rebeliones.
13 Como el padre se compadece de los hijos,
Se compadece Jehová de los que le temen.
14 Porque él conoce nuestra condición;
Se acuerda de que somos polvo.
15 El hombre, como la hierba son sus días;
Florece como la flor del campo,
16 Que pasó el viento por ella, y pereció,
Y su lugar no la conocerá más.
17 Mas la misericordia de Jehová es desde la eternidad y hasta la
eternidad sobre los que le temen, Y su justicia sobre los hijos de
los hijos; 18 Sobre los que guardan su pacto, Y los que se acuerdan
de sus mandamientos para ponerlos por obra.
19 Jehová estableció en los cielos su trono,
Y su reino domina sobre todos.
20 Bendecid a Jehová, vosotros sus ángeles,
Poderosos en fortaleza, que ejecutáis su palabra,
Obedeciendo a la voz de su precepto.
21 Bendecid a Jehová, vosotros todos sus ejércitos,
Ministros suyos, que hacéis su voluntad.
22 Bendecid a Jehová, vosotras todas sus obras,
En todos los lugares de su señorío.
Bendice, alma mía, a Jehová.
Lo que acabamos de leer es una lista de beneficios que tenemos en Dios nuestro Padre.
¿Quieres andar en la santidad? Yo sí la quiero. A veces cuando pensamos en la santidad, pensamos que no debemos sonreír,
que debemos ser muy serios. Pero vamos a ver que dice la palabra de Dios al respecto.
Nehemías el gobernador, y el sacerdote Esdras, escriba, y los levitas que hacían entender al pueblo, dijeron a todo el pueblo: Día santo es a
Jehová nuestro Dios; no os entristezcáis, ni lloréis; porque todo el pueblo lloraba oyendo las palabras de la ley. 10 Luego les dijo: Id,
comed grosuras, y bebed vino dulce, y enviad porciones a los que no tienen nada preparado; porque día santo es a nuestro Señor; no os
entristezcáis, porque el gozo de Jehová es vuestra fuerza. Los levitas, pues, hacían callar a todo el pueblo, diciendo: Callad, porque es
día santo, y no os entristezcáis. (Nehemías 8:9-11)
¡Tres veces dicen “No os entristezcáis”! Y cual razón dieron por decir esto? ¡Porque el día era santo! Y el gozo del Señor
era la fuerza del pueblo de Dios.
Y todo el pueblo se fue a comer y a beber, y a obsequiar porciones, y a gozar de grande alegría, porque habían entendido las palabras que
les habían enseñado. (Nehemías 8:12)
¿Entiendes tu lo que estamos enseñando? El gozo del Señor es nuestra fuerza y El quiere que nos gocemos en El, como esta
gente que fue a comer y disfrutar de la comida, del vino, del tiempo juntos compartiendo con los demás. Dios quiere que
nos gocemos en El. Que no nos entristezcamos.
Y la comida rica que tenemos para comer es el saber que tenemos paz con Dios y por tanto que podemos conocerle. Es en
recordar y pensar en los beneficios que El nos ha dado, y disfrutar de ellos con gozo. El gozo básicamente es la satisfacción
en Dios. Hay que estar satisfechos en El.
Te voy a dejar con un versículo más,
Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos! (Filipenses 4:4)
Pablo lo repite también, dos veces, como los levitas que repitieron tres veces al pueblo que no se entristezcan. El dice dos
veces, “Regocijaos en el Señor.” Siempre. Siempre significa que todo el tiempo debemos gozarnos en el Señor. Por tanto,
pensando en los beneficios que El nos ha dado, sí se puede vivir en gozo y tener la fuerza que ese gozo nos trae.
¿Queremos ser fuertes o débiles en el Señor? Fuertes. Entonces vamos a gozarnos en el Señor.
Por favor, durante esta semana, recuerda y piensa en los beneficios que Dios te ha dado, y en la grandeza de Su presencia en
tu vida como tu Padre. Disfruta de esos beneficios, con gozo. Regocíjate en el Señor siempre. Y otra vez te digo
¡Regocíjate!
© 2005 Ministerio La Fuente. .
todo el pueblo
se fue ...
a gozar de
grande
alegría...
:baby::chirolp_k:corazon: