Vaya por delante, que el 95% de la humanidad siempre esta en crisis, que son los pobres, los obreros. Unos, condenados a la miseria, la guerra y el hambre, otros, a la explotación, salarios bajos y el paro, por un sistema económico que ahora todos parecen querer salvar.
Decía Jesús de Nazareth: “No podéis servir a Dios y al dinero” y “No hay mayor mandamiento que este; que améis a Dios sobre todas las cosas, y al prójimo como a uno mismo”. Desde que el carpintero de Nazareth pronunciara aquellas palabras hace 2.000 años, todas las organizaciones religiosas han negado sus enseñanzas de amor al prójimo, y contra el amor al dinero. Gracias a ello, hoy tienen su fruto en el sistema bancario mundial, basado en la usura y el enriquecimiento sin límites de sus directivos y accionistas. Lo que nos ha llevado al colapso del sistema financiero mundial, victima de su propia codicia infinita.
A la par, por arte de prestidigitación teológica, el clero de todas las religiones ha trasformado el amor a prójimo, en el acto de la limosna. Consiguiendo con ello, hacer creer que enriquecerse a costa del prójimo, como hace la banca o la empresa, es una labor cristiana.
Las diferentes iglesias ricas: católicos, protestantes, ortodoxos, etc. apoyan un sistema económico que crea la riqueza de unos pocos, y la marginación de una mayoría: los pobres, los desahuciados y endeudados de por vida. ¡Presta en salir en socorro de los necesitados, que su propia moral crea! Las organizaciones religiosas harán ostentación de su “caridad o limosna” con los pobres. Cerrando un circulo de la que sale triunfante, y todos sus seguidores pobres perjudicados, pero contentos al ver que se preocupan de ellos, a base de limosnitas, no de Justicia de Dios.
Así, lo que tendría que estar tipificado como delito: como lo es el robo o el hurto gracias a la permisividad moral de las instituciones religiosas y políticas ha pasado a ser una costumbre custodiada por la ley.
Costumbre de la que se han aprovechado las propias instituciones religiosas al participar del mundo de las finanzas con sus propios bancos y grupos inversores.
Costumbre de la usura o el cobro de interés, por el que todo ciudadano tiene que pasar esclavizado de los préstamos o hipotecas el resto de su vida.
Una de las muestras del autentico amor al prójimo es el reparto de beneficios entre todos los que participan del trabajo, donde si uno gana todos ganan y si uno pierde todos pierden.
Pero para ello, los que se llaman cristianos tienen que seguir a Cristo, que es amor, bondad, justicia, etc. y darse de baja de las organizaciones religiosas que permiten la aberración de un mundo dividido en ricos y pobres, es decir, de ricos que se enriquecen a costa del trabajo los pobres, en supuesta comunión con Dios. Burlándose así de Dios y del prójimo. Y mientras exista mano de obra en exceso y paro, no traigamos más hijos al mundo, que los ricos nos aseguren un futuro sin privaciones y carencias, y luego, que nazcan los hijos.
El empresario tiene derecho a montar una empresa y dirigirla. Pero una vez amortizadas todas las inversiones: locales, maquinaria, fondo de previsión, etc. Tiene el deber de repartir las ganancias en partes iguales entre todos los que participan del trabajo. Así la responsabilidad de que la empresa vaya bien o mal, recae sobre todo el personal del sistema productivo, y no solo, sobre el empresario. El trabajador deja de ser un subordinado que obedece órdenes del empresario, para ser un colaborador en el buen funcionamiento de la empresa. Se finaliza así con la división de la sociedad en ricos y pobres, con las patronales y los sindicatos, la miseria y el hambre en el mundo, las guerras, los conflictos sociales y el paro. Pero empecemos por nosotros mismos, la iglesia verdadera en cada casa obrera y Cristo en el corazón.
Un obrero de iglesia pobre.
Decía Jesús de Nazareth: “No podéis servir a Dios y al dinero” y “No hay mayor mandamiento que este; que améis a Dios sobre todas las cosas, y al prójimo como a uno mismo”. Desde que el carpintero de Nazareth pronunciara aquellas palabras hace 2.000 años, todas las organizaciones religiosas han negado sus enseñanzas de amor al prójimo, y contra el amor al dinero. Gracias a ello, hoy tienen su fruto en el sistema bancario mundial, basado en la usura y el enriquecimiento sin límites de sus directivos y accionistas. Lo que nos ha llevado al colapso del sistema financiero mundial, victima de su propia codicia infinita.
A la par, por arte de prestidigitación teológica, el clero de todas las religiones ha trasformado el amor a prójimo, en el acto de la limosna. Consiguiendo con ello, hacer creer que enriquecerse a costa del prójimo, como hace la banca o la empresa, es una labor cristiana.
Las diferentes iglesias ricas: católicos, protestantes, ortodoxos, etc. apoyan un sistema económico que crea la riqueza de unos pocos, y la marginación de una mayoría: los pobres, los desahuciados y endeudados de por vida. ¡Presta en salir en socorro de los necesitados, que su propia moral crea! Las organizaciones religiosas harán ostentación de su “caridad o limosna” con los pobres. Cerrando un circulo de la que sale triunfante, y todos sus seguidores pobres perjudicados, pero contentos al ver que se preocupan de ellos, a base de limosnitas, no de Justicia de Dios.
Así, lo que tendría que estar tipificado como delito: como lo es el robo o el hurto gracias a la permisividad moral de las instituciones religiosas y políticas ha pasado a ser una costumbre custodiada por la ley.
Costumbre de la que se han aprovechado las propias instituciones religiosas al participar del mundo de las finanzas con sus propios bancos y grupos inversores.
Costumbre de la usura o el cobro de interés, por el que todo ciudadano tiene que pasar esclavizado de los préstamos o hipotecas el resto de su vida.
Una de las muestras del autentico amor al prójimo es el reparto de beneficios entre todos los que participan del trabajo, donde si uno gana todos ganan y si uno pierde todos pierden.
Pero para ello, los que se llaman cristianos tienen que seguir a Cristo, que es amor, bondad, justicia, etc. y darse de baja de las organizaciones religiosas que permiten la aberración de un mundo dividido en ricos y pobres, es decir, de ricos que se enriquecen a costa del trabajo los pobres, en supuesta comunión con Dios. Burlándose así de Dios y del prójimo. Y mientras exista mano de obra en exceso y paro, no traigamos más hijos al mundo, que los ricos nos aseguren un futuro sin privaciones y carencias, y luego, que nazcan los hijos.
El empresario tiene derecho a montar una empresa y dirigirla. Pero una vez amortizadas todas las inversiones: locales, maquinaria, fondo de previsión, etc. Tiene el deber de repartir las ganancias en partes iguales entre todos los que participan del trabajo. Así la responsabilidad de que la empresa vaya bien o mal, recae sobre todo el personal del sistema productivo, y no solo, sobre el empresario. El trabajador deja de ser un subordinado que obedece órdenes del empresario, para ser un colaborador en el buen funcionamiento de la empresa. Se finaliza así con la división de la sociedad en ricos y pobres, con las patronales y los sindicatos, la miseria y el hambre en el mundo, las guerras, los conflictos sociales y el paro. Pero empecemos por nosotros mismos, la iglesia verdadera en cada casa obrera y Cristo en el corazón.
Un obrero de iglesia pobre.