Dicho popular mexicano. Con el, se pretende desacreditar a cualesquier persona que, sintiéndose inconforme con los dogmas de la iglesia, mira en otra dirección, a las religiones “protestantes”, para satisfacer el vacío espiritual que su iglesia no ha podido llenar.
Es verdad que entre los miembros de la iglesia católica existe mucha ignorancia de lo que la Biblia enseña. La Biblia sigue siendo un documento extraño que no se lee. A lo más, suele usarse como “accesorio” en ceremonias como las primeras comuniones, bautizos y en las bodas. La mayor parte del tiempo permanece empolvada en los libreros.
A pesar de esto, existe un reducido, muy reducido, grupo de personas sinceras que se han esforzado por hacer del estudio de la Biblia parte de su vida. Por lo general son personas que están mas activas en las actividades de la iglesia. Suelen ser los que pertenecen a este grupo (aunque no todos, aclaro) las que suelen emplear el dicho antes mencionado.
Cabría reflexionar sobre esta cuestión: si un gran número de creyentes católicos están en ignorancia, no solo de lo que enseña la Biblia, sino hasta de lo que su misma religión enseña ¿quién tiene la culpa? Es cierto que cada persona es responsable de su propia espiritualidad. Pero ¿Cuál es el papel de los guías religiosos? Ellos comparten una gran responsabilidad por el rechazo que sienten muchos católicos aún hoy por la Biblia ¿por qué? Tan solo piense en los siglos pasados, cuando la iglesia católica hizo de la Biblia un libro “prohibido”, un libro que solo “ellos” podían interpretar y leer y que por lo tanto estaba prohibida su impresión y más aún su traducción a la lengua materna de las personas.
Piense en las miles de personas que murieron en la hoguera ¿Cuál era su delito? Leer la Biblia sin el consentimiento de la iglesia. Afirmar que la Biblia y no la iglesia (el papa y los obispos), era la máxima autoridad en la religión cristiana era motivo de recibir la pena capital. Dentro de la misma iglesia surgieron personajes influyentes que afirmaban que “el vulgo” debería tener la palabra de Dios en su lengua materna y desafiaron a la iglesia al traducir la Biblia del latín (que para ese entonces era lengua muerta, ya que casi nadie lo hablaba y entendía) a otros idiomas…la lengua del pueblo.
Estos valientes traductores se valieron de todos los medios que tuvieron a su alcance para escapar de la “santa Inquisición” y terminar sus diferentes traducciones de la Biblia al inglés, holandés, checo, español, etc. Algunos de ellos no lograron escapar de las garras de la iglesia y murieron quemados…con su Biblia al cuello, como “herejes”.
El decomiso y quema pública de Biblias en el lenguaje del pueblo eran cosa común y todo esto disuadió a muchos católicos de leer la Biblia, llegando a ser considerada como un libro de los “protestantes”, algo completamente ajeno a ellos.
Con toda esta herencia a cuestas ¿Cómo convencer a los católicos que la Biblia también deberían leerla? Es solo en las últimas décadas recientes que algunos católicos han empezado reconocer el valor práctico de este libro bendito, principalmente desde que las “misas” dejaron de pronunciarse en latín, y la gente podía escuchar, aunque sea una minúscula porción de la Biblia en su propio idioma.
Los testigos de Jehová no vemos a los católicos como un “botín” que hay que saquear. Cuando tocamos la puerta de los hogares no sabemos que clase de persona abrirá, por eso no pasamos por alto ningún hogar, buscando a personas que puedan beneficiarse con el conocimiento exacto de Dios. Muchos lo han hecho y han podido librarse de malos hábitos recobrando la armonía familiar y descubriendo el sentido de la vida.
El abandono espiritual de que son víctimas muchos católicos, no es nuevo. En tiempo de Jesús la gente sufría el mismo abandono. La Biblia informa:
“Al ver las muchedumbres, se compadeció de ellas, porque estaban desolladas y desparramadas como ovejas sin pastor” (Mateo 9:36)
Los guías religiosos de ese tiempo no velaban por sus ovejas y ataban cargas pesadas sobre ellas. ¿A qué dedicaban su tiempo aquellos líderes religiosos? A todo, menos a atender las necesidades espirituales de sus adeptos. Algunos hasta despreciaban a sus correligionarios como ignorantes y malditos, por no conocer la ley de Dios:
“Por lo tanto, los oficiales volvieron a los sacerdotes principales y fariseos, y estos les dijeron: “¿Por qué no lo trajeron?”. Los oficiales respondieron: “Jamás ha hablado otro hombre así”. A su vez, los fariseos contestaron: “Ustedes no se han dejado extraviar también, ¿verdad? Ni uno de los gobernantes o de los fariseos ha puesto fe en él, ¿verdad? Pero esta muchedumbre que no conoce la Ley son unos malditos”. (Juan 7:45-49)
Esos mismos celos experimentan los clérigos modernos cuando alguien se interesa en una de sus ovejas e invierte su tiempo y recursos con el afán de enseñar a su prójimo los caminos de Jehová y las enseñanzas de su hijo.
Es verdad que entre los miembros de la iglesia católica existe mucha ignorancia de lo que la Biblia enseña. La Biblia sigue siendo un documento extraño que no se lee. A lo más, suele usarse como “accesorio” en ceremonias como las primeras comuniones, bautizos y en las bodas. La mayor parte del tiempo permanece empolvada en los libreros.
A pesar de esto, existe un reducido, muy reducido, grupo de personas sinceras que se han esforzado por hacer del estudio de la Biblia parte de su vida. Por lo general son personas que están mas activas en las actividades de la iglesia. Suelen ser los que pertenecen a este grupo (aunque no todos, aclaro) las que suelen emplear el dicho antes mencionado.
Cabría reflexionar sobre esta cuestión: si un gran número de creyentes católicos están en ignorancia, no solo de lo que enseña la Biblia, sino hasta de lo que su misma religión enseña ¿quién tiene la culpa? Es cierto que cada persona es responsable de su propia espiritualidad. Pero ¿Cuál es el papel de los guías religiosos? Ellos comparten una gran responsabilidad por el rechazo que sienten muchos católicos aún hoy por la Biblia ¿por qué? Tan solo piense en los siglos pasados, cuando la iglesia católica hizo de la Biblia un libro “prohibido”, un libro que solo “ellos” podían interpretar y leer y que por lo tanto estaba prohibida su impresión y más aún su traducción a la lengua materna de las personas.
Piense en las miles de personas que murieron en la hoguera ¿Cuál era su delito? Leer la Biblia sin el consentimiento de la iglesia. Afirmar que la Biblia y no la iglesia (el papa y los obispos), era la máxima autoridad en la religión cristiana era motivo de recibir la pena capital. Dentro de la misma iglesia surgieron personajes influyentes que afirmaban que “el vulgo” debería tener la palabra de Dios en su lengua materna y desafiaron a la iglesia al traducir la Biblia del latín (que para ese entonces era lengua muerta, ya que casi nadie lo hablaba y entendía) a otros idiomas…la lengua del pueblo.
Estos valientes traductores se valieron de todos los medios que tuvieron a su alcance para escapar de la “santa Inquisición” y terminar sus diferentes traducciones de la Biblia al inglés, holandés, checo, español, etc. Algunos de ellos no lograron escapar de las garras de la iglesia y murieron quemados…con su Biblia al cuello, como “herejes”.
El decomiso y quema pública de Biblias en el lenguaje del pueblo eran cosa común y todo esto disuadió a muchos católicos de leer la Biblia, llegando a ser considerada como un libro de los “protestantes”, algo completamente ajeno a ellos.
Con toda esta herencia a cuestas ¿Cómo convencer a los católicos que la Biblia también deberían leerla? Es solo en las últimas décadas recientes que algunos católicos han empezado reconocer el valor práctico de este libro bendito, principalmente desde que las “misas” dejaron de pronunciarse en latín, y la gente podía escuchar, aunque sea una minúscula porción de la Biblia en su propio idioma.
Los testigos de Jehová no vemos a los católicos como un “botín” que hay que saquear. Cuando tocamos la puerta de los hogares no sabemos que clase de persona abrirá, por eso no pasamos por alto ningún hogar, buscando a personas que puedan beneficiarse con el conocimiento exacto de Dios. Muchos lo han hecho y han podido librarse de malos hábitos recobrando la armonía familiar y descubriendo el sentido de la vida.
El abandono espiritual de que son víctimas muchos católicos, no es nuevo. En tiempo de Jesús la gente sufría el mismo abandono. La Biblia informa:
“Al ver las muchedumbres, se compadeció de ellas, porque estaban desolladas y desparramadas como ovejas sin pastor” (Mateo 9:36)
Los guías religiosos de ese tiempo no velaban por sus ovejas y ataban cargas pesadas sobre ellas. ¿A qué dedicaban su tiempo aquellos líderes religiosos? A todo, menos a atender las necesidades espirituales de sus adeptos. Algunos hasta despreciaban a sus correligionarios como ignorantes y malditos, por no conocer la ley de Dios:
“Por lo tanto, los oficiales volvieron a los sacerdotes principales y fariseos, y estos les dijeron: “¿Por qué no lo trajeron?”. Los oficiales respondieron: “Jamás ha hablado otro hombre así”. A su vez, los fariseos contestaron: “Ustedes no se han dejado extraviar también, ¿verdad? Ni uno de los gobernantes o de los fariseos ha puesto fe en él, ¿verdad? Pero esta muchedumbre que no conoce la Ley son unos malditos”. (Juan 7:45-49)
Esos mismos celos experimentan los clérigos modernos cuando alguien se interesa en una de sus ovejas e invierte su tiempo y recursos con el afán de enseñar a su prójimo los caminos de Jehová y las enseñanzas de su hijo.