Hoy, muchas personas afirman haber recibido a Cristo en su corazón. Tras haber permitido que alguien (o varias personas en grupo) oraran por su persona, se suele decir al individuo que ya ha recibido a Cristo y que ahora Jesús es dueño de su vida. ¿Es así como se recibe a Cristo hoy? ¿Basta una oración (muchas veces hecha por un clérigo) para tenerlo en el corazón o se necesita más que eso?
La oración es algo muy importante, sin lugar a dudas, y mucha gente le concede esa misma importancia. Lamentablemente no le conceden la misma importancia al CONOCIMIENTO. Este último es lo que más suele pasarse por alto en todas las religiones que afirman ser “cristianas”. Para la mayoría de la gente que asiste a dichas iglesias la Biblia sigue siendo un libro desconocido que no se lee. Lo más curioso es que es en ese libro donde se nos habla del hombre más importante de la historia: JESÚS. ¿Se puede “aceptar a cristo en el corazón” sin saber nada de Él? Muchas responderán SÍ, sin vacilación alguna, pero ¿Qué dice la Biblia sobre la importancia del conocimiento exacto acerca de Jesús? ¿Se puede tener fe en Jesús o recibirlo en el corazón si no se sabe nada de Él? ¿Se puede recibir así a un completo desconocido? Note la siguiente declaración de la Biblia:
“Pues dice la Escritura: “Ninguno que cifre su fe en él será desilusionado”. Porque no hay distinción entre judío y griego, puesto que hay el mismo Señor sobre todos, que es rico para con todos los que lo invocan. Porque “todo el que invoque el nombre de Jehová será salvo”. Sin embargo, ¿cómo invocarán a aquel en quien no han puesto fe? ¿Cómo, a su vez, pondrán fe en aquel de quien no han oído? ¿Cómo, a su vez, oirán sin alguien que predique? ¿Cómo, a su vez, predicarán a menos que hayan sido enviados? Así como está escrito: “¡Cuán hermosos son los pies de los que declaran buenas nuevas de cosas buenas!”. (ROMANOS 10:11-15).
Esto nos muestra que se necesita primero el conocimiento ¿para qué? Para poder tener fe y poder, ahora si, recibir a Cristo, recibir la invitación: “sé mi seguidor”.
¿Qué otras citas Bíblicas destacan la importancia del conocimiento? Sírvase leer Efesios 4:13; Filipenses 1:9; 1Timoteo 6:20.
Sin duda, centenares de millones de personas piensan que han aceptado la invitación de Cristo, pues, al fin y al cabo, se llaman cristianas. Tal vez sigan en la religión en la que los bautizaron sus padres o hayan abrazado una nueva fe. Incluso afirmen amar a Cristo y haberlo aceptado como su “Salvador personal”. Pero ¿son necesariamente seguidores de Cristo? ¿Es a eso a lo que se refería Jesús con la invitación a seguirlo? La verdad es que se refería a mucho más.
Pensemos en las naciones de la cristiandad, cuyos ciudadanos afirman en su mayoría ser discípulos de Cristo. ¿Siguen las enseñanzas de Jesús? ¿O vemos en ellas el mismo odio, opresión, delincuencia e injusticia que en el resto del mundo? El respetado maestro hindú Gandhi dijo en cierta ocasión: “No sé de nadie que haya hecho más por la humanidad que Jesús. De hecho, no encuentro nada malo en el cristianismo”. Pero entonces añadió: “El problema está en ustedes los cristianos, pues no viven en conformidad con lo que enseñan”.
Jesús señaló que no se reconocería a sus verdaderos discípulos solo porque afirmaran seguirlo o ser cristianos, sino principalmente por sus actos. Así, aseguró en cierta ocasión: “No todo el que me dice: ‘Señor, Señor’, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos” (Mateo 7:21). ¿Por qué son tantas las personas que afirman tener a Jesús por Señor, pero luego no hacen la voluntad de Su Padre? Por lo general, porque les pasa igual que al joven y acaudalado gobernante. Hay “una cosa [que les] falta”: no aman con toda el alma ni a Jesús ni a su Padre, quien lo envió.
Pero ¿por qué decimos eso? ¿Acaso no hay millones de feligreses en la cristiandad que aseguran amar a Cristo? Así es. Sin embargo, el amor a Jesús y a Jehová no debe quedarse en simples afirmaciones. Cristo dijo: “Si alguien me ama, observará mi palabra” (Juan 14:23). Y hablando como pastor, señaló: “Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen” (Juan 10:27). Como vemos, el auténtico amor a Cristo no se demuestra tan solo con los sentimientos, palabras o canciones, sino también con las acciones.
Ahora bien, nuestros actos no surgen de la nada. Son un reflejo de cómo somos en nuestro interior. Por eso, es ahí donde debemos poner manos a la obra. Jesús dijo: “Esto significa vida eterna, el que estén adquiriendo conocimiento de ti, el único Dios verdadero, y de aquel a quien tú enviaste, Jesucristo” (Juan 17:3). Si va acompañado de meditación y oración sincera, el conocimiento exacto acerca de Jesús influirá en nuestro corazón. Con cada día que pase, amaremos más y más a Cristo, y mayor será nuestro deseo de seguirlo de continuo.
La oración es algo muy importante, sin lugar a dudas, y mucha gente le concede esa misma importancia. Lamentablemente no le conceden la misma importancia al CONOCIMIENTO. Este último es lo que más suele pasarse por alto en todas las religiones que afirman ser “cristianas”. Para la mayoría de la gente que asiste a dichas iglesias la Biblia sigue siendo un libro desconocido que no se lee. Lo más curioso es que es en ese libro donde se nos habla del hombre más importante de la historia: JESÚS. ¿Se puede “aceptar a cristo en el corazón” sin saber nada de Él? Muchas responderán SÍ, sin vacilación alguna, pero ¿Qué dice la Biblia sobre la importancia del conocimiento exacto acerca de Jesús? ¿Se puede tener fe en Jesús o recibirlo en el corazón si no se sabe nada de Él? ¿Se puede recibir así a un completo desconocido? Note la siguiente declaración de la Biblia:
“Pues dice la Escritura: “Ninguno que cifre su fe en él será desilusionado”. Porque no hay distinción entre judío y griego, puesto que hay el mismo Señor sobre todos, que es rico para con todos los que lo invocan. Porque “todo el que invoque el nombre de Jehová será salvo”. Sin embargo, ¿cómo invocarán a aquel en quien no han puesto fe? ¿Cómo, a su vez, pondrán fe en aquel de quien no han oído? ¿Cómo, a su vez, oirán sin alguien que predique? ¿Cómo, a su vez, predicarán a menos que hayan sido enviados? Así como está escrito: “¡Cuán hermosos son los pies de los que declaran buenas nuevas de cosas buenas!”. (ROMANOS 10:11-15).
Esto nos muestra que se necesita primero el conocimiento ¿para qué? Para poder tener fe y poder, ahora si, recibir a Cristo, recibir la invitación: “sé mi seguidor”.
¿Qué otras citas Bíblicas destacan la importancia del conocimiento? Sírvase leer Efesios 4:13; Filipenses 1:9; 1Timoteo 6:20.
Sin duda, centenares de millones de personas piensan que han aceptado la invitación de Cristo, pues, al fin y al cabo, se llaman cristianas. Tal vez sigan en la religión en la que los bautizaron sus padres o hayan abrazado una nueva fe. Incluso afirmen amar a Cristo y haberlo aceptado como su “Salvador personal”. Pero ¿son necesariamente seguidores de Cristo? ¿Es a eso a lo que se refería Jesús con la invitación a seguirlo? La verdad es que se refería a mucho más.
Pensemos en las naciones de la cristiandad, cuyos ciudadanos afirman en su mayoría ser discípulos de Cristo. ¿Siguen las enseñanzas de Jesús? ¿O vemos en ellas el mismo odio, opresión, delincuencia e injusticia que en el resto del mundo? El respetado maestro hindú Gandhi dijo en cierta ocasión: “No sé de nadie que haya hecho más por la humanidad que Jesús. De hecho, no encuentro nada malo en el cristianismo”. Pero entonces añadió: “El problema está en ustedes los cristianos, pues no viven en conformidad con lo que enseñan”.
Jesús señaló que no se reconocería a sus verdaderos discípulos solo porque afirmaran seguirlo o ser cristianos, sino principalmente por sus actos. Así, aseguró en cierta ocasión: “No todo el que me dice: ‘Señor, Señor’, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos” (Mateo 7:21). ¿Por qué son tantas las personas que afirman tener a Jesús por Señor, pero luego no hacen la voluntad de Su Padre? Por lo general, porque les pasa igual que al joven y acaudalado gobernante. Hay “una cosa [que les] falta”: no aman con toda el alma ni a Jesús ni a su Padre, quien lo envió.
Pero ¿por qué decimos eso? ¿Acaso no hay millones de feligreses en la cristiandad que aseguran amar a Cristo? Así es. Sin embargo, el amor a Jesús y a Jehová no debe quedarse en simples afirmaciones. Cristo dijo: “Si alguien me ama, observará mi palabra” (Juan 14:23). Y hablando como pastor, señaló: “Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen” (Juan 10:27). Como vemos, el auténtico amor a Cristo no se demuestra tan solo con los sentimientos, palabras o canciones, sino también con las acciones.
Ahora bien, nuestros actos no surgen de la nada. Son un reflejo de cómo somos en nuestro interior. Por eso, es ahí donde debemos poner manos a la obra. Jesús dijo: “Esto significa vida eterna, el que estén adquiriendo conocimiento de ti, el único Dios verdadero, y de aquel a quien tú enviaste, Jesucristo” (Juan 17:3). Si va acompañado de meditación y oración sincera, el conocimiento exacto acerca de Jesús influirá en nuestro corazón. Con cada día que pase, amaremos más y más a Cristo, y mayor será nuestro deseo de seguirlo de continuo.