Alimento diario semana 21 lunes

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5 Septiembre 2001
3.029
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Tener contacto con Dios al leer, orar, rumiar y profetizar la palabra antes de que salga el sol
La vida y la naturaleza de Dios – Las epístolas de Pedro
Semana 21--- Dios es amor
Lunes --- Leer con oración: Gá 1:15-17; 2:8; 2 Ti 4:6-8; 1 P 1:1, 23; 5:13
“Por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia” (2 P 1:4)
La verdad más elevada revelada por Pedro
El tema de esta semana es: "Dios es Amor". La experiencia de Pedro nos muestra que después de pasar por muchas experiencias de sufrimiento, finalmente Dios pudo usarlo como un líder entre Sus doce apóstoles. No obstante, por estar muy ligado a las tradiciones judías, el corazón de Pedro todavía era un tanto estrecho. Él pensaba que la salvación estaba restringida sólo a los judíos y, es por ello, que se negó a llevar la salvación a los gentiles, a quienes consideraba impuros e indignos de recibirla (Hch 10:9-16, 28). Sin embargo, Dios lo venció, subyugó y hasta lo convenció de ir a la casa de Cornelio para que predicara el evangelio a los gentiles (vs. 28-36, 43-48). No obstante, después de Hechos 10 no se hace referencia de que Pedro predicara el evangelio a los gentiles. Como Dios quería cumplir Su propósito levantó a Pablo para llevar la salvación a los gentiles. Entonces, Pedro continuó con la obra entre los judíos, y su trabajo fue eficaz (Gá 2:8). Él tuvo éxito incluso en la región de Palestina y después en la parte más al norte del mar Mediterráneo (1 P 1:1), y se extendió hasta Babilonia (5:13).
Damos gracias a Dios que en la Biblia, entre los sesenta y seis libros, tenemos un versículo, 2 P 1:4, que dice que somos participantes de la naturaleza divina, la naturaleza de Dios. Esta es la verdad más elevada contenida en la palabra de Dios, revelada a nosotros por medio de Pedro. En sus Epístolas podemos ver de manera clara la economía neotestamentaria de Dios, pues éstas nos hablan que Dios se hizo hombre en la persona del Señor Jesús y que Su muerte permitió que la vida divina fuese liberada y así las personas pudiesen recibirla (1 P 1:23). Esta vida se expresa por medio de virtudes, lo que demuestra que la virtud humana fue elevada (2 P 1:3, 5). Por tanto, el objetivo de Dios es que los hombres, además de tener la vida divina, permitan que esta vida crezca al punto de estar en la misma proporción de la vida que hay en el Señor (1:7).
Pedro dejó claro en sus epístolas que todo el contenido de la fe objetiva debe ser trabajado en nuestra fe subjetiva (ver diagrama pág. 64). Además de él, Pablo también tenía el encargo de transmitir estas verdades a fin de que las personas pudiesen conocerlas, pues son importantísimas y constituyen el contenido de la Biblia (2 Ti 2:2; 1 Ti 2:4). Sin embargo, como ya vimos anteriormente, es necesario hacer que las verdades sean trabajadas en nuestra fe subjetiva, por medio del Espíritu. Cuando Pablo transmitió estas verdades, deseaba que éstas fuesen practicadas. Lamentablemente, la degradación entró y muchas verdades no fueron practicadas, permanecieron meramente como doctrinas. Muchos se rebelaron contra aquello que él transmitía, como fue el caso de las iglesias en Asia, que lo abandonaron (2 Ti 1:15). En este contexto era difícil para Pablo hacer que los hermanos practicaran la Palabra.
Aun así las visiones y revelaciones que el apóstol Pablo recibió de Dios, en el desierto de Arabia, fueron registradas y transmitidas por medio de ocho epístolas escritas en las dos veces en que fue aprisionado en Roma (Gá 1:15-17). En la primera ocasión, Pablo escribió Efesios, Colosenses, Filipenses y Filemón; y en la segunda ocasión, escribió Primera y Segunda de Timoteo, Tito y Hebreos. Al concluir con estos libros, sintió que su ministerio había llegado al final. Así que dijo que había peleado la buena batalla, que acabó la carrera, y guardó la fe (2 Ti 4:6-8). También transmitió la fe objetiva, que había sido trabajada en su interior. Él cumplió lo que Dios le había comisionado. ¡Aleluya!
Punto Clave: Cumplir la comisión que el Señor da.
Pregunta: ¿Cuál era el encargo de Pablo en su época?
 
Alimento diario martes

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La vida y la naturaleza de Dios – Las epístolas de Pedro
Semana 21 --- Dios es amor
Martes --- Leer con oración: ¿Cuál era el encargo de Pablo en su época?
“Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y virtud, por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas (…)” (2 P 1:3-4a)
El dispensar del Dios triuno
Durante la época de Pablo, muchas situaciones inadecuadas y rebeliones ya habían comenzado, así que Dios no podía continuar trabajando Su vida y naturaleza en aquellos que creyeron. Entonces, permitió que el general Tito, en el año 70, entrara en Jerusalén, que era la base de la influencia del judaísmo y de la tradición en la iglesia, para que la destruyese no sólo derribando sus muros y el templo, sino además, no quedaría piedra sobre piedra (Mt 24:1-2).
Tanto Pedro como Pablo fueron martirizados debido a la persecución del Imperio Romano. En ese tiempo, Dios preservó la vida del apóstol Juan para usarlo más tarde, para complementar la revelación divina. Después de veinte años, Dios lo usó como mayordomo, lo colocó para servir en la iglesia en Éfeso. Juan tomó las Epístolas de Pablo, principalmente aquellas ocho que fueron escritas en la prisión, y tuvo el encargo de llevar a los hermanos a practicar lo que le fue revelado a Pablo. Lo que él quería era que además de que comprendieran las verdades, también las practicasen. Él llevó a la práctica aquello que Pablo había escrito (2 Jn 4; 3 Jn 3-4).
De igual manera, las Epístolas de Pedro necesitan de la ayuda de las Epístolas de Juan para poder ser explicadas. Principalmente en lo que se refiere al tema de esta semana, necesitaremos de las palabras de Juan para comprender mejor este asunto. Por medio de la Primera Epístola de Pedro podemos ver sobre el crecimiento de vida y cómo la vida de Dios puede ser añadida a nosotros. Pedro, en su experiencia, nos dice que es necesario rechazar nuestra vida del alma; ésta necesita menguar para que la vida de Dios crezca en nosotros. El apóstol nos muestra que cuánto más rechacemos y neguemos nuestra vida del alma, esto determinará cuánto de la vida divina obtendremos.
La manera para que la vida del alma sea negada es a través de los sufrimientos. En el coro del himno 320 podemos leer: "Con cada golpe, ganancia me das; en lugar de lo que quitas, a Ti mismo Tú me das". Cada vez que el fuego viene a quemarnos es porque estamos siendo purificados y refinados (1 P 1:7). Este fuego quema las impurezas de nuestra alma y permite que la vida de Dios nos sea añadida. Mientras más la vida divina crece, más de la naturaleza divina obtenemos. Al permitir que esta naturaleza se expanda en nosotros, abrimos un camino para el trabajar del Dios Triuno en nuestro ser.
El Dios Triuno pasó por el proceso de la encarnación, el vivir humano, la crucifixión y resurrección para hacerse el Espíritu vivificante (1 Co 15:45b). El hombre Jesús pudo morir por todos los hombres para realizar la redención eterna (He 9:12). Cuando Lo recibimos, el Dios Triuno entra en nosotros como vida en resurrección, que es Dios mismo como el Espíritu vivificante (Jn 14:23).
En las semanas anteriores vimos sobre el dispensar del Dios Triuno en la Segunda Epístola de Pedro. En el capítulo 1 el Dios Triuno es visto a través de tres expresiones: la primera es la "vida y la piedad", que está relacionada con el dispensar del Padre (v. 3a). La vida es interior. La piedad es la expresión exterior de la vida interior: un vivir que expresa a Dios. Cuando vivimos esa vida en nuestro interior, tenemos su manifestación exterior: la piedad.
La segunda es "gloria y virtud", que está relacionada con el dispensar del Hijo (v. 3b), pues el Señor Jesús es el resplandor de la gloria de Dios y Su expresión (He 1:3). Sin Él no lograríamos ver a Dios. Además de la gloria, también está la virtud. En cuanto a la gloria de Dios, ésta es expresada en el Hijo, la virtud corresponde a la naturaleza divina añadida a la naturaleza humana. En esta mezcla las virtudes humanas fueron elevadas por la naturaleza divina. Como vemos en la misma experiencia de Pedro, su límite de perdón se restringía a siete veces. Sin embargo, el límite del Señor es más elevado: setenta veces siete (Mt 18:22). Por tanto, así como tenemos a Cristo como la expresión de la gloria de Dios, necesitamos tener Su naturaleza divina expresada en nuestras virtudes humanas elevadas.
Finalmente, la tercera es: "preciosas y grandísimas promesas", que están relacionadas con el dispensar del Espíritu (2 P 1:4). En Gálatas 3:14 leemos: "Para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu". La bendición es la promesa del Espíritu, en el cual tenemos la realidad de las preciosas y grandísimas promesas. Por eso hoy, en el Espíritu, tenemos al Dios Triuno con todas Sus riquezas. En Él podemos experimentar la vida y la piedad, la gloria y la virtud, además de Sus preciosas y grandísimas promesas.
Punto Clave: Más de la vida divina, menos de nosotros mismos.
Pregunta: ¿Por qué necesitamos las palabras de Juan si estamos estudiando a Pedro?
 
Alimento diario miercoles

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La vida y la naturaleza de Dios – Las epístolas de Pedro
Semana 21 --- Dios es amor
Miércoles --- Leer con oración: 2 P 1:1-7
“Y por esto mismo, poniendo toda diligencia, desarrollad abundantemente en vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; en el conocimiento, dominio propio; en el dominio propio, perseverancia; en la perseverancia, piedad; en la piedad, afecto fraternal; en el afecto fraternal, amor” (2 P 1:5-7)
El desarrollo de la fe
En 2 Pedro 1:1 leemos: "Simón Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo, a los que habéis alcanzado, por la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo, una fe igualmente preciosa que la nuestra". El apóstol Pedro nos presenta en este versículo, la fe igualmente preciosa. La fe no viene de nuestras obras, ni de nuestro esfuerzo; Dios nos concedió la fe igualmente preciosa. Es difícil decir lo que la es fe y entenderla de manera plena. Hay dos aspectos al respecto de la fe: el objetivo y el subjetivo. Objetivamente, la fe es aquello en que creemos. Subjetivamente, la fe es nuestro acto de creer. Por tanto, la fe es tanto objetiva como subjetiva.
Inicialmente la fe es algo que está fuera de nosotros, por tanto es objetiva. Por el acto de creer, nosotros la traemos hacia nuestro interior y ésta llega a ser nuestra fe subjetiva. Por medio de esta fe que nos fue concedida, la naturaleza divina tiene su punto de partida para ser añadida a nosotros. A medida que desarrollamos la fe, más de la naturaleza divina nos es añadida, y como resultado de ello, nuestra participación en esa naturaleza aumenta día tras día. Necesitamos entonces poner toda nuestra diligencia para que a partir de la fe preciosa, algo suceda.
En 2 Pedro 1:5 leemos: "Vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento". La palabra "añadid" en este versículo también puede significar "desarrollar". La fe es una semilla divina plantada en nosotros. Cuando la semilla crece, primero desarrolla el tallo, después las ramas, las hojas y finalmente, el fruto. Debemos desarrollar siete puntos: en la fe desarrollar la virtud, en la virtud, el conocimiento, en el conocimiento, el dominio propio, en el dominio propio, la perseverancia, en la perseverancia, la piedad, en la piedad, el amor fraternal y en el amor fraternal, el amor de Dios.
Todas las cosas que conducen a la vida y a la piedad nos fueron dadas como una semilla de la fe. Dios también nos dio todas Sus preciosas y grandísimas promesas. Esto nos muestra que Él nos dio todo. Entonces, basados en lo que Dios nos dio, Pedro dice que debemos colaborar con Él, poniendo toda nuestra diligencia. Poner toda diligencia significa tener responsabilidad por algo, tomarlo con mucho encargo, con mucha prontitud. Así que, Pedro nos exhorta a desarrollar algo de la semilla que ya tenemos. Esta fe no es estática, por el contrario, ésta necesita ser desarrollada, necesita avanzar y crecer en nosotros.
En 2 Pedro 1:4 leemos: "Por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia". Al participar de la naturaleza divina por medio del Espíritu nosotros desarrollamos la virtud, el conocimiento, el dominio propio, la perseverancia, la piedad, el amor fraternal y el amor de Dios. Mientras más disfrutamos y participamos de la naturaleza divina, más crecemos en la vida de Dios y desarrollamos la naturaleza de Dios.
Punto Clave: Desarrollar en nuestra fe la virtude.
Pregunta: ¿Cómo podemos desarrollar la fe?
 
Alimento diario jueves

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La vida y la naturaleza de Dios – Las epístolas de Pedro
Semana 21 --- Dios es amor
Jueves --- Leer con oración: 2 P 1:5-7; 1 Jn 4:4-12, 20
“Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios. El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor” (1 Jn 4:7-8)
La expresión máxima de la naturaleza divina
La fe es el punto de partida para que la naturaleza divina se desarrolle en nosotros. Vimos que en la fe, necesitamos desarrollar la virtud, en la cual debemos desarrollar el conocimiento; en este, por su parte, desarrollamos el dominio propio; en el dominio propio, la perseverancia, que incluye la paciencia; en la perseverancia, la piedad, en la piedad, afecto fraternal; y en el afecto fraternal, el amor (2 P 1:5-7). Tenemos así, el amor entre los hermanos, que aún nos es suficiente. Necesitamos desarrollar algo más: el amor ágape, el amor de Dios.
Las epístolas de Juan nos ayudan a comprender mejor lo que es ágape, pues nos explican que ágape es amor, que Dios es amor, y que por lo tanto, el amor ágape es Dios (1 Jn 4:8, 16). La naturaleza divina se va desarrollando hasta su expresión máxima que es el amor. Pero sólo el amor entre los hermanos no es suficiente, pues esta naturaleza quiere desarrollarse aún más. Por tanto, el punto máximo es el amor ágape, el amor de Dios.
En 1 Juan 1:7 leemos: "Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios". Este versículo se refiere al amor ágape, el amor más elevado. Nosotros, en la vida de la iglesia, debemos amarnos los unos a los otros de manera muy espontánea. Si la naturaleza divina es añadida a nosotros, naturalmente llegamos a amar más. Nuestro amor los unos por los otros no proviene de una orden, de una obligación, sino que es algo que es producido por la vida de Dios que hay en nosotros, la cual nos hace amarnos mutuamente.
Si nuestro amor para con los hermanos tiene como base lo que leemos en un mandamiento, éste está solamente en la letra. Sin embargo, por el hecho de que hemos recibido al Espíritu vivificante, el amor se expresa en nosotros de manera espontánea. Como vimos en el versículo 4: "Amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios". El amor viene de la naturaleza divina, y todo aquel que ama es nacido de Dios, porque la vida de Dios es una vida de amor. Nosotros conocemos a Dios, pero aquel que no ama no conoce a Dios. ¡Alabado sea el Señor! pues nosotros conocemos a Dios, Lo expresamos en nuestro vivir y nos amamos unos a otros.
En 1 Juan 4:9 leemos: "En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él". Nosotros nacimos de Dios y tenemos la vida divina, que es amor. El versículo 10 continúa: "En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados". Dios nos amó cuando nosotros todavía éramos pecadores. En nuestra experiencia muchas veces amamos sólo a las personas buenas. No obstante, Dios nos amó cuando aún éramos pecadores. El amor del mundo no es así, solamente el amor de Dios fue capaz de enviar a Su Hijo como propiciación por nuestros pecados. Este es el verdadero amor, que nosotros debemos conocer.
En los versículos 11 y 12 leemos: "Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros. Nadie ha visto jamás a Dios. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros, y su amor se ha perfeccionado en nosotros". Sabemos que Dios está en nosotros por medio de que amamos a los hermanos. Esta es la expresión de Dios en nosotros. Paralelamente a este trecho el versículo 20 dice: "Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?". Amar a un hermano es amar a Dios, porque Dios está en él. Los hermanos son nacidos de Dios y tienen Su vida y naturaleza, por eso debemos amarlos. ¡Alabado sea el Señor!
Punto Clave: Amar a un hermano es amar a Dios.
Pregunta: ¿Cuál es la diferencia entre el amor fraternal y el amor de Dios?
 
Alimento diario viernes

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La vida y la naturaleza de Dios – Las epístolas de Pedro
Semana 21 --- Dios es amor
Viernes --- Leer con oración: 1 Jn 4:13-21
“En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor” (1 Jn 4:18)
El perfecto amor echa fuera el temor
En 1 Jn 4:13 leemos: "En esto conocemos que permanecemos en él, y él en nosotros, en que nos ha dado de su Espíritu". Ejercitar el amor es un asunto de ejercitar el espíritu, ya que Dios está en nuestro interior, y Dios es amor. Seguidamente entre los versículos 14 y 16 vemos que el amor es perfeccionado en nosotros cuando nos amamos unos a otros. Como dijimos anteriormente, al amarnos mutuamente no sólo el amor, que es Dios mismo, se perfecciona en nosotros, sino que también es expresado por medio de nosotros.
El versículo 17 dice: "En esto se ha perfeccionado el amor en nosotros, para que tengamos confianza en el día del juicio; pues como él es, así somos nosotros en este mundo". Pasar por el juicio dependerá de cuanto del amor es manifestado por medio de nosotros. Por tanto, si estamos en ese amor no debemos temer el juicio, pues delante del tribunal Dios se verá a sí mismo expresado en nuestro ser ¡Aleluya!
Por otro lado, el versículo 18 nos advierte: "En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor". La existencia del temor en nosotros es una señal de que el amor no fue perfeccionado. Nosotros no lograremos pasar por el juicio, sobre todo si hablamos mal de los hermanos, calumniándolos. Si no nos arrepentimos, no seremos aprobados en el juicio, pues todavía habrá temor en nuestro interior.
El arrepentimiento es la manera como tratamos con la falta de amor por los hermanos. Cuando notamos que no estamos amándolos, no sólo debemos recordar el juicio de aquel día, sino buscar arrepentirnos para que el amor sea perfeccionado en nosotros. Lo mismo se aplica en el asunto de acoger a los hermanos, esto debe ser hecho según la palabra de Dios. Acoger a los hermanos independientemente si ellos son buenas o malas personas. Siempre y cuando sea alguien regenerado, que tiene la vida de Dios, es un hermano, por tanto debemos amarlo.
Seguidamente en 1 Juan 4:19 leemos: "Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero". El amor del Señor por nosotros no fue debido a las obras, por lo cual no podemos amar a un hermano por causa de sus buenas obras ni juzgarlo cuando cometa algún error, pues en él está la vida de Dios. Lo más importante en la vida de la iglesia es si las personas tienen o no la vida de Dios. Además, debemos amar a los hermanos porque, de lo contrario, no seremos aprobados en el juicio (vs. 20-21).
Punto Clave: Amar para que el amor sea perfeccionado en nosotros.
Pregunta: ¿Qué representa el temor en 1 Juan 4:18?
 
Alimento diario sabado

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La vida y la naturaleza de Dios – Las epístolas de Pedro
Semana 21 --- Dios es amor
Sábado --- Leer con oración: Jn 3:16; Ro 3:23; 5:8, 12; 8:3; Ef 2:20; 3:4, 17
“Para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor” (Ef 3:17)
La vida de la iglesia es una vida de amor
En 1 Juan 5:1-2 leemos: "Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo, es nacido de Dios; y todo aquel que ama al que engendró, ama también al que ha sido engendrado por él. En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios, cuando amamos a Dios, y guardamos sus mandamientos". En estos versículos tenemos una definición clara del amor. El amor ágape es superior al amor fraternal, y es el punto máximo de la naturaleza de Dios. Por eso no debe haber situaciones de desarmonía entre los hermanos. Siempre que tuviéremos un problema con un hermano debemos reconciliarnos, pues cuando nos arrepentimos, no sólo amamos más aún al hermano, sino también a Dios. Esto es algo que viene de Dios y que debemos aplicar primeramente en nuestra persona. Amar es dar, no es exigir, ¡es algo que sale de nosotros! El amor de Dios es el amor más elevado, pues Él nos amó siendo aún pecadores (Ro 5:8). Este amor no es sólo el amor fraternal, sino un amor más amplio, el amor ágape.
Pedro pensaba que la salvación de Dios era sólo para los judíos, pero Juan afirmó que Dios amó al mundo (Jn 3:16). Ese amor incluye a las personas buenas y a las personas malas, es decir, incluye a los pecadores. Todos en el mundo son pecadores, pues todos pecaron y carecen de la gloria de Dios ya que la naturaleza de Satanás, la naturaleza del pecado, entró en el hombre (Ro 3:23, 5:12). Sin embargo, Dios amó al mundo de tal manera que envió a Su Hijo unigénito no para juzgarnos, porque si así fuese, moriríamos. Por ser lleno de sabiduría, Él solucionó ese problema enviando a Su Hijo en semejanza de carne de pecado para ser crucificado en nuestro lugar (8:3). Ahora, basta que confesemos y creamos que el Señor murió en la cruz por nosotros, y nuestros pecados son perdonados (1 Jn 1:9). Dios envió a Su Hijo unigénito no para juzgar al mundo, sino para que las personas sean salvas.
El apóstol Pablo también nos aclara acerca del amor, mostrándonos que el amor de Dios es muy extenso. En 1 Corintios 12:31 leemos: "Procurad, pues, los dones mejores. Mas yo os muestro un camino aun más excelente". Este camino aun más excelente es el amor. En 1 Corintios 13:13 leemos: "Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor". En este versículo vemos que la fe, la esperanza y el amor se refieren a las tres etapas de nuestra salvación.
La primera está relacionada a la salvación de nuestro espíritu, que fue un asunto de fe. Cuando creímos en la obra redentora, realizada por Cristo en la cruz, fuimos salvos en nuestro espíritu. Por medio de la fe, recibimos lo que el Señor realizó por nosotros. La esperanza está relacionada con la salvación de nuestro cuerpo. Nuestra esperanza es que el Señor vendrá, pues cuando eso suceda, seremos semejantes a Dios, ya que Él se hizo hombre para que el hombre llegue a ser Dios, en vida y en naturaleza, pero sin la Deidad. Para que tengamos la realidad de esta esperanza necesitamos ser totalmente mezclados con el Señor, a fin de que la vida crezca y nuestra alma sea continuamente rechazada. Finalmente tenemos el amor, que está relacionado a la salvación de nuestra alma. El amor de Dios necesita inundar nuestra mente, voluntad y emoción. Esto también se refiere a la vida de la iglesia y corresponde a nuestra salvación actual. La vida de la iglesia es en amor. En Efesios 3, Pablo reveló que el misterio de Dios es Cristo y que el misterio de Cristo es la iglesia (v. 4). La iglesia, por su parte, necesita ser edificada en Cristo, que es el fundamento (2:20). Cristo también es el amor, es la expresión del amor de Dios. Entonces, el fundamento de la iglesia es el amor de Cristo, razón por la cual Pablo refuerza: "Para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor" (Ef 3:17). No se trata de un amor estático, sino de un amor que crece y echa raíces. Por tanto, la vida de la iglesia es una vida de amor..
Punto Clave: Nuestro fundamento es el amor.
Pregunta: ¿Por qué la vida de la iglesia necesita ser una vida de amor?
 
Alimento diario domingo

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La vida y la naturaleza de Dios – Las epístolas de Pedro
Semana 21 --- Dios es amor
Domingo --- Leer con oración: Mr 10:29; 1 Co 13:1, 4-7; Col 1:28
“Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta” (1 Co 13:7)
Tener un patrón lleno de amor
En 1 Corintios 13:1 leemos: "Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe". Algunos hermanos, por tener una mente lúcida, saben hablar muy bien. Cuando liberan un mensaje, convencen a todos los oyentes. No obstante, si no tienen amor, serán como un metal que resuena, o címbalo que retiñe. Debemos aplicar esto a nosotros, no preocupándonos solamente de hablar bien, sino hablar en amor. Así supliremos a las personas con el amor que fluye de nosotros.
El versículo 4 dice: "El amor es sufrido, es benigno". El amor es sufrido o "paciente". La paciencia a la que Pablo se refiere no es la paciencia común del mundo. Según lo que mencionamos en las semanas anteriores, ésta está relacionada principalmente con el cuidado de los hermanos, puesto que los presenta perfectos en Cristo es algo que exige paciencia (Col 1:28).
Seguidamente en 1 Corintios 13:4b: "El amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece". A veces, cuando servimos con hermanos que hablan bien la palabra de Dios, somos llevados a pensar que podemos hacerlo mejor, o nos jactamos de nuestra capacidad en manejar la verdad. Estas cosas están presentes en nosotros porque tenemos envidia, vanagloria y soberbia. Compararnos con los demás y creer que somos mejores es envidia y esto no forma parte del amor. Necesitamos discernir entre dar testimonio y la auto-promoción, pues es sólo el Señor quien debe ser exaltado en nuestro testimonio.
El versículo 5 continúa: "No hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor". Lo que nos hace estar en la vida de la iglesia son los intereses de Dios y de la iglesia. Cuando nos preocupamos solamente de nuestra casa o de nuestros hijos, nos estamos preocupando sólo de nuestros propios intereses. Esto demuestra que falta algo, el amor de Dios. El Señor dijo que para seguirlo debemos dejar padre, madre, en fin, todo (Mr 10:29). No se trata de abandonarlos con el afán de servir a Dios, pues Él los entregó a nuestro cuidado. Debemos amarlos, pero no por encima del Señor. Cuando ponemos los intereses de Dios en primer lugar es porque Lo amamos. Este es el amor ágape, el amor más elevado que existe, el patrón más elevado. Además, este amor no se irrita, no guarda rencor. El sentido de "irritarse" es el mismo que "irritarse sin razón". En el amor no existen estas cosas.
El amor no guarda rencor, no condena a las personas porque se equivocan; sino que ora por ellas y las corrige. El amor tampoco se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad (1 Co 13:6).
Debemos prestar atención al versículo 7, que dice: "Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta". Soportar todo está relacionado principalmente con soportar una opinión diferente de la nuestra. Esta es una importante lección que necesitamos aprender: soportar a las personas con puntos de vista diferentes a los nuestros. Romanos 14 nos muestra que algunas personas comen carne, otras no, sin embargo, nosotros tenemos que acogerlas a todas.
Todos estos versículos son para decir finalmente que Dios es amor. Al tomar posesión de estos versículos, debemos ser llevados a practicarlos, a la realidad de cada uno de estos aspectos del amor para que sea expresado en nuestro vivir.
Por tanto, la Segunda Epístola de Pedro nos muestra que somos participantes de la naturaleza divina. Inicialmente tenemos la fe, que es igualmente preciosa. Desarrollados en la fe están la virtud, el conocimiento, el dominio propio, la perseverancia, la piedad, el afecto fraternal y el amor. Este último es la cumbre de la naturaleza de Dios, el amor ágape. Cuando lo desarrollamos en nuestra vida de la iglesia, tenemos el amor en su expresión máxima. ¡Alabado sea el Señor!
Punto Clave: Practicar el amor ágape.
Pregunta: De acuerdo con el texto, ¿Qué lección podemos aprender con "todo lo soporta"?
Dong Yu Lan
Publicado por Editora “Arvore da Vida”
Jesus es el Señor!
La iglesia en Armenia