La vida y la naturaleza de Dios – Las epístolas de Pedro
Semana 15--- Ruego a los ancianos
Lunes --- Leer con oración: Nm 17:1-10; 18:21, 23, 25-28; 1 P 2:9, 16.
“Se puso Moisés a la puerta del campamento, y dijo: ¿Quién está por Jehová? Júntese conmigo. Y se juntaron con él todos los hijos de Leví” (Ex 32:26)
El servicio de los levitas y el sacerdocio de Aarón
El tema de esta semana es "Ruego a los ancianos". Hace dos semanas atrás vimos con relación al siervo de Dios y cómo éste debe sufrir por causa de la justicia. Esto nos muestra que cuando somos siervos de Dios debemos estar dispuestos a sufrir por causa de la justicia. Un siervo de Dios que pasa por sufrimientos por causa del nombre de Cristo crece en vida. Por tanto, está calificado para ser un anciano en la iglesia. En 1 Pedro 5:1 leemos: "Ruego a los ancianos que están entre vosotros, yo anciano también con ellos, y testigo de los padecimientos de Cristo, que soy también participante de la gloria que será revelada". Pedro era un anciano, también era alguien que sufría por Cristo. Un anciano es un siervo de Dios y un sacerdote real (2:9, 16).
El sacerdocio es un término del Antiguo Testamento. No obstante, en el Nuevo Testamento se refiere a personas que tienen un ministerio. El sacerdote real servía en el templo, y su función era ayudar a los hijos de Israel a servir a Dios y vivir delante de Él, principalmente cuando los oferentes presentaban sus ofrendas. Así que, el sacerdote daba también instrucciones al pueblo de Israel sobre las ofrendas. Los sacerdotes no tenían bienes materiales, pero orientaban al pueblo de Israel a ofrendar los diezmos de sus productos para la tribu de Leví (Nm 18:24).
Los levitas fueron quienes se pusieron del lado de Dios en el incidente de la adoración al becerro de oro (Ex 32:26), por esa razón fueron escogidos para el servicio, pero no podían tener bienes materiales ni heredad (Nm 18:23). Ellos eran sustentados por los diezmos ofrendados que todo el pueblo de Israel producía (v. 21). En términos de hoy, podemos decir que ellos no tenían ningún salario fijo. Si la cosecha del año era buena, los levitas también recibían más; pero si había un año de escasez, ellos recibirían poco. Además, de todo lo que recibían, presentaban el diezmo de los diezmos, para suplir a la casa de Aarón (vs. 25-28). Los sacerdotes que formaban parte del sacerdocio real, tampoco tenían una provisión fija; dependían del diezmo de los diezmos que fueron ofrendados por los levitas.
Dios escogió a la tribu de Leví para servirle. En cierta ocasión, Dios los puso delante de una prueba muy especial, cuyo asunto central era la autoridad. Allí Dios mostró por qué escogió a la tribu de Leví para servirle. Hubo cierta insatisfacción en los hijos de Israel, cuestionaban el hecho de que sólo la tribu de Leví podía servir. Entonces, durante ese episodio de rebelión, Moisés llevó este asunto delante del Señor. Dios, para vindicar a la tribu de Leví y a la casa de Aarón, hizo llamar a los príncipes de cada tribu de Israel, personas que tenían cierta reputación y posición entre el pueblo, además de ser muy experimentados en la vida humana.
Cada príncipe tenía una vara, la cual representaba la autoridad. Dios ordenó a Moisés que diga a las doce tribus de Israel para que le entreguen la vara de cada príncipe de su respectiva tribu, para que sea colocada delante del Señor en el tabernáculo de reunión (Nm 17:1-7). Y así lo hizo Moisés, según lo que el Señor le había ordenado, pidió que cada príncipe de cada tribu entregase su vara. Luego, llevó las doce varas al Lugar Santísimo y las puso delante del tabernáculo del testimonio. Al día siguiente, cuando Moisés entró al Lugar Santísimo para sacar las varas, vio que había sucedido algo extraordinario: una de las varas reverdeció, echó flores, arrojó renuevos y produjo almendras (v. 8). A pesar de que aquellas varas ya habían muerto, estaban sin vida y totalmente secas, pero la que pertenecía a Aarón, reverdeció. La vara que estaba muerta en aquel momento revivió, resucitó. Con este hecho Dios ratificó Su decisión de haber escogido a la tribu de Leví para servirlo, y a la casa de Aarón para el sacerdocio. Así, Dios hizo cesar todas las quejas de los hijos de Israel que murmuraron contra Moisés, Aarón y contra Dios mismo (vs. 5, 10). Todo esto nos deja muy claro que nuestro servicio al Señor no puede ser hecho en nuestra vida natural caída, sólo puede ser hecho en resurrección. ¡Que el Señor nos lleve a estar siempre en resurrección, para que así podamos servir en novedad de vida!
Punto Clave: Servir en resurrección
Pregunta: Haga una comparación del sacerdote con el ministro
Semana 15--- Ruego a los ancianos
Lunes --- Leer con oración: Nm 17:1-10; 18:21, 23, 25-28; 1 P 2:9, 16.
“Se puso Moisés a la puerta del campamento, y dijo: ¿Quién está por Jehová? Júntese conmigo. Y se juntaron con él todos los hijos de Leví” (Ex 32:26)
El servicio de los levitas y el sacerdocio de Aarón
El tema de esta semana es "Ruego a los ancianos". Hace dos semanas atrás vimos con relación al siervo de Dios y cómo éste debe sufrir por causa de la justicia. Esto nos muestra que cuando somos siervos de Dios debemos estar dispuestos a sufrir por causa de la justicia. Un siervo de Dios que pasa por sufrimientos por causa del nombre de Cristo crece en vida. Por tanto, está calificado para ser un anciano en la iglesia. En 1 Pedro 5:1 leemos: "Ruego a los ancianos que están entre vosotros, yo anciano también con ellos, y testigo de los padecimientos de Cristo, que soy también participante de la gloria que será revelada". Pedro era un anciano, también era alguien que sufría por Cristo. Un anciano es un siervo de Dios y un sacerdote real (2:9, 16).
El sacerdocio es un término del Antiguo Testamento. No obstante, en el Nuevo Testamento se refiere a personas que tienen un ministerio. El sacerdote real servía en el templo, y su función era ayudar a los hijos de Israel a servir a Dios y vivir delante de Él, principalmente cuando los oferentes presentaban sus ofrendas. Así que, el sacerdote daba también instrucciones al pueblo de Israel sobre las ofrendas. Los sacerdotes no tenían bienes materiales, pero orientaban al pueblo de Israel a ofrendar los diezmos de sus productos para la tribu de Leví (Nm 18:24).
Los levitas fueron quienes se pusieron del lado de Dios en el incidente de la adoración al becerro de oro (Ex 32:26), por esa razón fueron escogidos para el servicio, pero no podían tener bienes materiales ni heredad (Nm 18:23). Ellos eran sustentados por los diezmos ofrendados que todo el pueblo de Israel producía (v. 21). En términos de hoy, podemos decir que ellos no tenían ningún salario fijo. Si la cosecha del año era buena, los levitas también recibían más; pero si había un año de escasez, ellos recibirían poco. Además, de todo lo que recibían, presentaban el diezmo de los diezmos, para suplir a la casa de Aarón (vs. 25-28). Los sacerdotes que formaban parte del sacerdocio real, tampoco tenían una provisión fija; dependían del diezmo de los diezmos que fueron ofrendados por los levitas.
Dios escogió a la tribu de Leví para servirle. En cierta ocasión, Dios los puso delante de una prueba muy especial, cuyo asunto central era la autoridad. Allí Dios mostró por qué escogió a la tribu de Leví para servirle. Hubo cierta insatisfacción en los hijos de Israel, cuestionaban el hecho de que sólo la tribu de Leví podía servir. Entonces, durante ese episodio de rebelión, Moisés llevó este asunto delante del Señor. Dios, para vindicar a la tribu de Leví y a la casa de Aarón, hizo llamar a los príncipes de cada tribu de Israel, personas que tenían cierta reputación y posición entre el pueblo, además de ser muy experimentados en la vida humana.
Cada príncipe tenía una vara, la cual representaba la autoridad. Dios ordenó a Moisés que diga a las doce tribus de Israel para que le entreguen la vara de cada príncipe de su respectiva tribu, para que sea colocada delante del Señor en el tabernáculo de reunión (Nm 17:1-7). Y así lo hizo Moisés, según lo que el Señor le había ordenado, pidió que cada príncipe de cada tribu entregase su vara. Luego, llevó las doce varas al Lugar Santísimo y las puso delante del tabernáculo del testimonio. Al día siguiente, cuando Moisés entró al Lugar Santísimo para sacar las varas, vio que había sucedido algo extraordinario: una de las varas reverdeció, echó flores, arrojó renuevos y produjo almendras (v. 8). A pesar de que aquellas varas ya habían muerto, estaban sin vida y totalmente secas, pero la que pertenecía a Aarón, reverdeció. La vara que estaba muerta en aquel momento revivió, resucitó. Con este hecho Dios ratificó Su decisión de haber escogido a la tribu de Leví para servirlo, y a la casa de Aarón para el sacerdocio. Así, Dios hizo cesar todas las quejas de los hijos de Israel que murmuraron contra Moisés, Aarón y contra Dios mismo (vs. 5, 10). Todo esto nos deja muy claro que nuestro servicio al Señor no puede ser hecho en nuestra vida natural caída, sólo puede ser hecho en resurrección. ¡Que el Señor nos lleve a estar siempre en resurrección, para que así podamos servir en novedad de vida!
Punto Clave: Servir en resurrección
Pregunta: Haga una comparación del sacerdote con el ministro