Por todos es conocido el relato de Jonás. Ese profeta, que vivió en la época de Jeroboam II de Israel (2 Rey. 14:25), recibió el sorprendente encargo divino de predicar en Nínive, una de las grandes ciudades del sanguinario reino asirio, y, aunque al profeta no le gustó que así fuera, su predicación tuvo un enorme éxito.
El libro de Jonás es breve y de fácil lectura, y no hace falta una gran cultura, ni información adicional, para extraer de él todo lo necesario en lo relativo a la misión de ese profeta.
En esta ocasión vamos a analizar el valor de una singular aportación de Ellen White al estudio de ese libro y de los reinos del antiguo Oriente Próximo. Como era su costumbre, a la mujer en cuestión le pareció oportuno compartir con sus lectores su “privilegiado” conocimiento de los pormenores no relatados específicamente en la Biblia. Como evaluación de sus vislumbres, el siguiente párrafo no tiene desperdicio:
“Among the cities of the ancient world, one of the greatest was Nineveh, on the fertile bank of the Tigris, over two hundred miles to the northward of Babylon. Founded about the time of the dispersion from the tower of Babel, it had become ‘an exceeding great city of three days’ journey.’ Jonah 3:3. In the days of divided Israel it was the capital of the Assyrian realm” (Review and Herald, 4 de diciembre de 1913, párrafo 1; el énfasis no está en el original).
No se cita ninguna traducción “oficial” española, pues, que se sepa, ese sabroso párrafo no ha sido traducido por la Iglesia Adventista. Sigue una traducción literal para quienes no sepan inglés:
“Entre las ciudades del mundo antiguo, una de las mayores era Nínive, en la fértil ribera del Tigris, más de doscientas millas al norte de Babilonia. Fundada más o menos en la época de la dispersión desde la torre de Babel, había llegado a ser ‘una ciudad tan grande […] que eran necesarios tres días para recorrerla’ (Jonás 3:3). En los días del Israel dividido era la capital del reino asirio”.
Hay que insistir que el énfasis no está en el original. Por “Israel dividido” Ellen White debe de haber querido decir la época que medió entre el cisma de Jeroboam I, tras la muerte de Salomón, y la caída de Samaria, tras Oseas, el último rey de Israel. Las fechas comúnmente aceptadas para estos acontecimientos son 931/930 a.C. y 722 a.C., respectivamente, un periodo que duró poco más de dos siglos. No cabe duda de que, a lo largo de este periodo, Nínive fue una ciudad importante del reino asirio. Sin embargo, la cuestión que nos ocupa aquí es determinar la exactitud de la evaluación de Ellen White en el sentido de que en este periodo Nínive “era la capital del reino asirio”.
Los reyes asirios que gobernaron en ese marco temporal, y sus capitales, aparecen en la siguiente relación (lo siento, pero no sé crear tablas en este foro):
Tiglat-pileser II (965-933): Asur
Asur-dan II (933-910): Asur
Adad-nirari II (910-889): Asur
Tukulti-Ninurta II (889-884): Asur
Asurnasirpal II (884-859): Cala
Salmanasar III (859-824): Cala
Shamshi-Adad V (824-810): Cala
Adad-nirari III (810-782): Cala
Salmanasar IV (782-772): Cala
Asur-dan III (772-754): Cala
Asur-nirari V (754-746): Cala
Tiglat-pileser III (745-727): Cala
Salmanasar V (727-722): Cala
Sargón II (722-705): Dur-Sharrukin
Senaquerib (705-681): Ninive
Como puede comprobarse con suma facilidad, Nínive se convirtió por vez primera en la capital indiscutida del Imperio asirio durante el reinado de Senaquerib. Israel había dejado de existir unos quince años antes. La capital de Asiria estaba en Cala cuando Jonás fue a Nínive, de modo que la afirmación de Ellen White de que Nínive " that Nineveh "era la capital del reino asirio" en aquellos momentos es un completo disparate.
Naturalmente, los devotos de los escritos de esta autora, convencidos de que sus gratuitas afirmaciones son rayos de luz (menor) procedentes del “trono de la gracia” (entenderé “gracia” como si no fuese sinónimo de “chiste”), dirán que se trata de algo “accesorio”. Sin duda, lo es. Y eso es lo malo. Todo lo que dice es accesorio, porque lo cierto es que la Biblia se entiende muchísimo mejor sin tales “aportaciones”. La revelación de que Nínive fuese la capital de Asiria en los días de Jonás es, sencillamente, falsa, y nadie necesita información falsa para interpretar el libro de Jonás o cualquier otro.
¿Qué pueden hacer los devotos de esta mujer ante estos hechos innegables? Quizá a los más deshonestos se les ocurra argüir que, aunque así lo dijo, ella no quiso decir “la capital” sino “una capital” de Asiria, en el sentido de ciudad importante. Y hasta podrían decir alguna simpleza como que, dado que Nueva York es mucho mayor que Washington, D.C., Nueva York es una capital de primer orden de los Estados Unidos, y que a Ellen White hay que entenderla de la misma manera. Lo siento, pero el uso del artículo definido no permite tales juegos malabares.
Otros pueden intentar sacar a Ellen White del apuro echando mano de Jonás 3:6: “Cuando la noticia llegó al rey de Nínive, este se levantó de su silla, se despojó de su vestido, se cubrió con ropas ásperas y se sentó sobre ceniza”. Puesto que lo que aborda Ellen White en su artículo de 1913 de la Review and Herald titulado “Nínive, la gran ciudad” es fundamentalmente la misión de Jonás, podría querer decir que, puesto que el rey estaba allí, Nínive fue la capital de Asiria de modo fugaz en ese instante de la vida de Jonás? Bien, semejante explicación dista de ser satisfactoria. Algunos dicen que hablar de un “rey de Nínive”, refiriéndose a Asiria, es más o menos igual que hablar de un “rey de Samaria”, queriendo decir Israel. Puede que así sea, aunque yo nunca he oído hablar de la “reina de Londres”, queriendo decir Gran Bretaña, ni del “rey de Madrid”, queriendo decir España.
Además, el problema es que no hay evidencia alguna de que Nínive fuese capital de Asiria en ningún momento de la vida de Jonás, ya fuese allí en los días finales de Salmanasar III o en algún momento de sus débiles sucesores inmediatos. Dicho sea de paso, la hipótesis de que Jonás pudiese ir a Nínive en los años finales de Salmanasar III podría ser la que más fácilmente explique la mayoría de los datos. Mientras Salmanasar III sitiaba Tarso (ciudad cilicia que, según Flavio Josefo era conocida también como Tarsis), Asurdanapli, uno de sus hijos, se rebeló contra él y logró obtener el control de varias ciudades, Nínive entre ellas. Si Josefo tiene razón, entonces la elección de Tarsis como destino de su aventura marítima por parte de Jonás podría conllevar no un deseo de visitar la Costa del Sol, sino asegurarse de que se le impediría obedecer la orden de Dios de que fuese a Nínive. En una Tarso sitiada, y aun capturada por las tropas leales a Salmanasar III, llegar a Nínive habría requerido atravesar dos frentes militares. Esta situación podría explicar la presencia en Nínive de un “rey de Nínive”, que no era el rey asirio, sino únicamente un gobernante local de una ciudad rebelde en aquellos días.
El libro de Jonás es breve y de fácil lectura, y no hace falta una gran cultura, ni información adicional, para extraer de él todo lo necesario en lo relativo a la misión de ese profeta.
En esta ocasión vamos a analizar el valor de una singular aportación de Ellen White al estudio de ese libro y de los reinos del antiguo Oriente Próximo. Como era su costumbre, a la mujer en cuestión le pareció oportuno compartir con sus lectores su “privilegiado” conocimiento de los pormenores no relatados específicamente en la Biblia. Como evaluación de sus vislumbres, el siguiente párrafo no tiene desperdicio:
“Among the cities of the ancient world, one of the greatest was Nineveh, on the fertile bank of the Tigris, over two hundred miles to the northward of Babylon. Founded about the time of the dispersion from the tower of Babel, it had become ‘an exceeding great city of three days’ journey.’ Jonah 3:3. In the days of divided Israel it was the capital of the Assyrian realm” (Review and Herald, 4 de diciembre de 1913, párrafo 1; el énfasis no está en el original).
No se cita ninguna traducción “oficial” española, pues, que se sepa, ese sabroso párrafo no ha sido traducido por la Iglesia Adventista. Sigue una traducción literal para quienes no sepan inglés:
“Entre las ciudades del mundo antiguo, una de las mayores era Nínive, en la fértil ribera del Tigris, más de doscientas millas al norte de Babilonia. Fundada más o menos en la época de la dispersión desde la torre de Babel, había llegado a ser ‘una ciudad tan grande […] que eran necesarios tres días para recorrerla’ (Jonás 3:3). En los días del Israel dividido era la capital del reino asirio”.
Hay que insistir que el énfasis no está en el original. Por “Israel dividido” Ellen White debe de haber querido decir la época que medió entre el cisma de Jeroboam I, tras la muerte de Salomón, y la caída de Samaria, tras Oseas, el último rey de Israel. Las fechas comúnmente aceptadas para estos acontecimientos son 931/930 a.C. y 722 a.C., respectivamente, un periodo que duró poco más de dos siglos. No cabe duda de que, a lo largo de este periodo, Nínive fue una ciudad importante del reino asirio. Sin embargo, la cuestión que nos ocupa aquí es determinar la exactitud de la evaluación de Ellen White en el sentido de que en este periodo Nínive “era la capital del reino asirio”.
Los reyes asirios que gobernaron en ese marco temporal, y sus capitales, aparecen en la siguiente relación (lo siento, pero no sé crear tablas en este foro):
Tiglat-pileser II (965-933): Asur
Asur-dan II (933-910): Asur
Adad-nirari II (910-889): Asur
Tukulti-Ninurta II (889-884): Asur
Asurnasirpal II (884-859): Cala
Salmanasar III (859-824): Cala
Shamshi-Adad V (824-810): Cala
Adad-nirari III (810-782): Cala
Salmanasar IV (782-772): Cala
Asur-dan III (772-754): Cala
Asur-nirari V (754-746): Cala
Tiglat-pileser III (745-727): Cala
Salmanasar V (727-722): Cala
Sargón II (722-705): Dur-Sharrukin
Senaquerib (705-681): Ninive
Como puede comprobarse con suma facilidad, Nínive se convirtió por vez primera en la capital indiscutida del Imperio asirio durante el reinado de Senaquerib. Israel había dejado de existir unos quince años antes. La capital de Asiria estaba en Cala cuando Jonás fue a Nínive, de modo que la afirmación de Ellen White de que Nínive " that Nineveh "era la capital del reino asirio" en aquellos momentos es un completo disparate.
Naturalmente, los devotos de los escritos de esta autora, convencidos de que sus gratuitas afirmaciones son rayos de luz (menor) procedentes del “trono de la gracia” (entenderé “gracia” como si no fuese sinónimo de “chiste”), dirán que se trata de algo “accesorio”. Sin duda, lo es. Y eso es lo malo. Todo lo que dice es accesorio, porque lo cierto es que la Biblia se entiende muchísimo mejor sin tales “aportaciones”. La revelación de que Nínive fuese la capital de Asiria en los días de Jonás es, sencillamente, falsa, y nadie necesita información falsa para interpretar el libro de Jonás o cualquier otro.
¿Qué pueden hacer los devotos de esta mujer ante estos hechos innegables? Quizá a los más deshonestos se les ocurra argüir que, aunque así lo dijo, ella no quiso decir “la capital” sino “una capital” de Asiria, en el sentido de ciudad importante. Y hasta podrían decir alguna simpleza como que, dado que Nueva York es mucho mayor que Washington, D.C., Nueva York es una capital de primer orden de los Estados Unidos, y que a Ellen White hay que entenderla de la misma manera. Lo siento, pero el uso del artículo definido no permite tales juegos malabares.
Otros pueden intentar sacar a Ellen White del apuro echando mano de Jonás 3:6: “Cuando la noticia llegó al rey de Nínive, este se levantó de su silla, se despojó de su vestido, se cubrió con ropas ásperas y se sentó sobre ceniza”. Puesto que lo que aborda Ellen White en su artículo de 1913 de la Review and Herald titulado “Nínive, la gran ciudad” es fundamentalmente la misión de Jonás, podría querer decir que, puesto que el rey estaba allí, Nínive fue la capital de Asiria de modo fugaz en ese instante de la vida de Jonás? Bien, semejante explicación dista de ser satisfactoria. Algunos dicen que hablar de un “rey de Nínive”, refiriéndose a Asiria, es más o menos igual que hablar de un “rey de Samaria”, queriendo decir Israel. Puede que así sea, aunque yo nunca he oído hablar de la “reina de Londres”, queriendo decir Gran Bretaña, ni del “rey de Madrid”, queriendo decir España.
Además, el problema es que no hay evidencia alguna de que Nínive fuese capital de Asiria en ningún momento de la vida de Jonás, ya fuese allí en los días finales de Salmanasar III o en algún momento de sus débiles sucesores inmediatos. Dicho sea de paso, la hipótesis de que Jonás pudiese ir a Nínive en los años finales de Salmanasar III podría ser la que más fácilmente explique la mayoría de los datos. Mientras Salmanasar III sitiaba Tarso (ciudad cilicia que, según Flavio Josefo era conocida también como Tarsis), Asurdanapli, uno de sus hijos, se rebeló contra él y logró obtener el control de varias ciudades, Nínive entre ellas. Si Josefo tiene razón, entonces la elección de Tarsis como destino de su aventura marítima por parte de Jonás podría conllevar no un deseo de visitar la Costa del Sol, sino asegurarse de que se le impediría obedecer la orden de Dios de que fuese a Nínive. En una Tarso sitiada, y aun capturada por las tropas leales a Salmanasar III, llegar a Nínive habría requerido atravesar dos frentes militares. Esta situación podría explicar la presencia en Nínive de un “rey de Nínive”, que no era el rey asirio, sino únicamente un gobernante local de una ciudad rebelde en aquellos días.